Edición: Lumen, 2018 (trad. M.ª Isabel
Butler de Foley)
Páginas: 472
ISBN: 9788426405081
Precio: 19,90 € (e-book: 9,99 €)
Henry James con su padre |
Gracias
a libros como The Master. Retrato del
novelista adulto (2004), Colm Tóibín (Enniscorthy, Irlanda, 1955) es uno de los escritores contemporáneos más importantes. Sin desmerecer títulos
posteriores como Brooklyn (2009) o El testamento de María (2012), que
despertaron una admiración más que justificada, The
Master constituye su gran obra, las facultades del autor en su pleno
esplendor, puestas al servicio de un coloso de la literatura como lo fue Henry James
(Nueva York, 1843 – Londres, 1916). Novelar la vida de este, el «maestro», no
resultaba fácil; pero Tóibín lo logra sin utilizar los recursos habituales en
este tipo de proyectos. Para empezar, descarta abarcar toda la existencia de
Henry James en orden cronológico y se centra en el periodo de 1895-1899,
cuando rondaba la cincuentena y ya contaba con una larga trayectoria como literato; la época
de Lo que Maisie sabía (1897), Otra vuelta de tuerca (1898) y En la jaula (1898), entre otros, y de su
fracaso teatral con Guy Domville
(1895). El enfoque de Tóibín denota inteligencia: un Henry James de mediana edad, con
suficiente pasado como para tener una amplia perspectiva de lo que es vivir (y
labrarse una carrera), pero aún con bastante futuro para no ser el anciano que
solo se alimenta de sus recuerdos. Se ahorra, además, el tener que recrearse en
la infancia; al escribir sobre un personaje real, reconocido por su oficio, eso
habría retrasado, quizá, lo más interesante. Este es un retrato del novelista adulto, como
bien reza el subtítulo, aunque en su recorrido se mezclan el presente y la
memoria, personas, experiencias y libros que perviven en las conversaciones, como los exitosos Daisy Miller (1878) o Retrato de una dama (1881).
Nunca le había gustado la intriga. Sin embargo, le gustaba que le revelaran secretos, porque ignorarlos era perdérselo casi todo. Él, por su parte, se ejercitó en la contención, e incluso cuando alguien le comunicaba alguna información nueva, actuaba como si se hubiera intercambiado una mera cortesía. Los hombres y las mujeres de los salones del París literario se movían como participantes en un juego de saber y no saber, de fingimiento y disimulo. Lo había aprendido todo de ellos.
Henry y William James |
Llamarlo
«novela» resulta cuando menos inexacto. No narra una sucesión de
acontecimientos, con «intriga» y demás. No es tampoco una biografía como tal –lo que
no quita la inmensa documentación, tanto de la bibliografía de y acerca de Henry
James como de quienes formaron parte de su entorno; una
investigación exhaustiva, digna de alabanza–, por mucho que se fundamente, en
buena medida, en hechos contrastados. Definirlo como «retrato» se aproxima
bastante, pero todavía se puede precisar más. La palabra clave: inmersión. Tóibín
hace una inmersión en Henry James, un ejercicio de ponerse en su
lugar, bucear en su mente, reconstruir su rutina, intuir sus ideas, imaginar
cómo se encadenan sus pensamientos. Más que un narrador de historias, Tóibín
se erige como un prosista soberbio, introspectivo, sutil, proclive al análisis
minucioso de los interiores del protagonista y sus allegados. Tiene un estilo
elegante, de frases largas y meticulosas, como las del propio Henry James; una
voz sosegada que avanza sin prisa, deleitándose en los recovecos. Se empapa
tanto de Henry James que uno olvida por momentos que está leyendo un libro de
un escritor irlandés del siglo XXI. No porque imite al protagonista o produzca
una sensación parecida a las novelas de este (no es ese su propósito), sino
porque, de algún modo, «respira» su aire. Es como entrar en la burbuja íntima
de Henry James, de este Henry James,
impregnarse de él bajo la mirada de Tóibín.
Alice James |
Este
Henry James se revela como un tipo discreto, solitario, introvertido. El
invitado de la fiesta que observa sin hacerse notar, el comensal que no alza la
voz, el viajero taciturno, el sabio que calla, el amigo tranquilo y fiel. La
novela comienza con un punto de inflexión para él: su decepcionante estreno en
el teatro. Es una elección significativa por parte de Tóibín: escribe sobre un
grande como Henry James, pero no en su mejor momento, sino que muestra al maestro
derrotado, inseguro, una imagen ilustrativa de esa tendencia del
artista a la insatisfacción crónica, un recordatorio de la fugacidad de la
fama, de la fragilidad de su profesión. Un Henry James que conoce las dos caras
de la moneda. Con este primer capítulo, queda claro que Tóibín no pretende
trazar una hagiografía del autor, sino profundizar en su intimidad, sus temores,
sus amarguras, sus alivios. A lo largo del libro, el protagonista se mueve por
lugares como Londres, Nueva York, Venecia o un pueblo irlandés, entre
encuentros con amigos, jornadas de trabajo recluido en casa o viajes sin rumbo.
Pese a su naturaleza solitaria, no lo presenta como a un eremita; cuenta con
muchas, e influyentes, amistades, se nutre de la compañía de escritores y
artistas, además de su familia e, incluso, los empleados del hogar. Tóibín
reconstruye su entorno, un fresco vívido de la intelectualidad occidental del
siglo XIX tardío.
–Yo soy un pobre narrador de historias –dijo Henry–, un escritor de novelas, interesado en dramáticas sutilezas. Mientras mi hermano explica el mundo, yo solo puedo tratar brevemente de hacer que cobre vida o de que se haga más extraño. Una vez escribí sobre la juventud y Estados Unidos, y ahora me he quedado con el exilio y la edad adulta, historias llenas de desilusión que no es probable que me consigan muchos lectores a ambos lados del Atlántico.
Henry James y Henrik Andersen |
Cada
episodio desarrolla al menos una relación o experiencia que le dejó huella.
Toma como punto de partida una situación de esa etapa entre 1895 y 1899, como
una salida al teatro o una estancia en la mansión de unos amigos, para
retroceder e indagar en su memoria. A menudo, se vehiculan esas vivencias con
la inspiración de sus novelas. Las muertes prematuras de su hermana
Alice y su reivindicativa prima Minni Temple, por ejemplo, son heridas sin sanar; su perfil psicológico sustenta a algunos de sus personajes
más memorables (esa maravillosa afinidad por lo «femenino», por las mujeres en una jaula). Henry James, que procedía de una familia neoyorquina
adinerada, tenía también hermanos varones: William, el mayor, con quien se entiende a pesar de sus diferencias; los menores, alistados en la Guerra de
Secesión, un asunto que sirve de pretexto para explorar cómo vivió la guerra el
protagonista, por aquel entonces estudiante. Las pérdidas, los personajes
fallecidos, son una presencia latente, un motivo habitual en Tóibín, como en Nora Webster (2014) o La casa de los nombres (2017); aquí aprovecha
la moda del ocultismo en la Inglaterra victoriana para plantear la curiosidad
por el más allá. En cuanto a la vida afectiva, Henry James no se casó nunca; sin embargo,
se insinúa su homosexualidad: su despertar secreto y contenido al dormir junto
a un amigo, y la relación, en la recta final, con el joven escultor Henrik Andersen.
Tóibín suele abordar la homosexualidad en sus novelas, pero con elisiones y
sutileza, una identidad que se asoma por las rendijas, con tanta frecuencia
silenciada, reprimida.
Colm Tóibín |
El
círculo bohemio, por otro lado, tiene tanta o más relevancia que el núcleo
familiar. Del escándalo de Oscar Wilde (a quien envidia por su prestigio como
dramaturgo), que en 1895 fue condenado por sodomía, al suicidio en Venecia de
una gran amiga de Henry James, Constance Fenimore Woolson. Sobre esta última,
Tóibín recrea la complicidad entre ambos, entre dos inadaptados que
se reconocen como semejantes, los dos prudentes, brillantes, reservados. Es
asimismo reseñable la cuestión de su identidad cosmopolita: la marcha de su
tierra y el descubrimiento de Europa, su afinidad por los escritores del
viejo continente, sobre todo ingleses y franceses. A propósito de las lecturas,
Toíbín narra también una escena sobre la revelación que supone para el
protagonista leer a un estadounidense como Nathaniel Hawthorne: La letra escarlata lo deslumbra, comprende
que la narrativa de su país puede tomar sendas distintas a las de pensadores
como Emerson o Thoreau. The Master,
en fin, abarca mucho, las grandes experiencias, casi siempre
traumáticas, esas que se prolongan toda la vida porque vuelven una y otra vez; y las experiencias minúsculas, la observación de una niña, una
lectura iluminadora, una celebración, que pese a la apariencia trivial dejan su
rastro en los cuentos y novelas del autor. The
Master es un libro en el que sumergirse,
para disfrutar con calma de este Henry James, fascinante como personaje, y para
disfrutar del estilo de un Colm Tóibín en estado de gracia, reflexivo,
profundo, lúcido, exigente. Este es el homenaje que se merece un maestro, pero
a la vez es mucho más (y mejor) que eso. Una novela impresionante.
Citas
en cursiva de las páginas 14-15 y 459.
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