31 diciembre 2016

Mejores lecturas 2016

Mis 10 + 2 libros favoritos de 2016
(obras de narrativa publicadas por primera vez en castellano, con independencia del año de publicación original)

Podéis consultar la mayoría de las reseñas clicando en el enlace de cada título. Tengo la intención de reseñar los que faltan, pero no prometo hacerlo pronto (¡no doy más de mí!).
  1. Franziska Linkerhand (1974), de Brigitte Reimann. Errata naturae, 2016, trad. del alemán de Ibon Zubiaur. Una obra monumental e inacabada de la RDA, por una escritora que rompió con el realismo imperante. La novela, de estructura compleja, sigue las andanzas de una joven arquitecta divorciada, alter ego de la autora, e indaga en cuestiones como la relación entre el urbanismo de una ciudad y el bienestar de sus habitantes, la conciencia de clase y la pérdida de fe en el proyecto comunista. La publicación en castellano de este libro es un verdadero acontecimiento literario.
  2. Las sillitas rojas (2015), de Edna O'Brien. Errata naturae, 2016, trad. del inglés de Regina López Muñoz. La gran novelista irlandesa ha creado a una Emma Bovary contemporánea, y por lo tanto ha dado forma a un espléndido retrato de los conflictos sociales actuales de Occidente, como la inmigración, el racismo, los refugiados y los crímenes de guerra. La autora mezcla con soltura el ámbito doméstico y los problemas universales en una historia de búsqueda de identidad que se lee con fruición.
  3. Nada crece a la luz de la luna (1947), de Torborg Nedreaas. Errata naturae, 2016, trad. del noruego de Mariano González Campo. La descarnada confesión de una mujer, una mujer de campo que sufrió el rechazo de sus allegados por no comportarse según los valores de la moral cristiana. La grandeza del texto reside, por una parte, en la honestidad con la que habla de temas poco explorados en literatura, como el aborto, y, por otra parte, en la fuerza de su estilo, tan crudo como poético. Un hallazgo.
  4. El libro y la hermandad (1987), de Iris Murdoch. Impedimenta, 2016, trad. del inglés de Jon Bilbao. Bajo la estela de Shakespeare, la autora construye una novela que gira alrededor del reencuentro de unos amigos, colegas de Oxford, después de muchos años. Amor y enemistad, afecto y violencia, sexo y muerte; todo cabe en esta obra de hondo calado, escrita por una de las grandes novelistas del siglo XX. Es una excelente noticia que se haya traducido por fin al castellano.
  5. Tú no eres como otras madres (1992), de Angelika Schrobsdorff. Errata naturae y Periférica, 2016, trad. del alemán de Richard Gross. De vez en cuando el éxito de ventas va de la mano de la calidad literaria, y esta es una muestra de ello. La autora reconstruye la vida de su madre, una mujer alemana de origen judío que rechazó todas las convenciones, y con ello traza a su vez un espléndido retrato de la primera mitad del siglo XX en Alemania, desde los locos años veinte a la caída del Tercer Reich.
  6. Y eso fue lo que pasó (1947), de Natalia Ginzburg. Acantilado, 2016, trad. del italiano de Andrés Barba. Una mujer (y esposa, y madre) dispara a su marido. A continuación, hace una confesión íntima y desgarradora, que pone de manifiesto la vulnerabilidad de las mujeres de la época, un tema esencial de la obra de la autora. Sorprende que esta magnífica nouvelle haya tardado tanto en traducirse al castellano; no es Léxico familiar ni Todos nuestros ayeres, pero el talento de Natalia Ginzburg está ahí.
  7. Manual para mujeres de la limpieza (1977-1999), de Lucia Berlin. Alfaguara, 2016, trad. del inglés de Eugenia Vázquez Nacarino. El mejor atributo de esta escritora recién descubierta es su chispa o, en otras palabras, su capacidad para narrar con ingenio todo tipo de experiencias, en particular las trágicas, jugando con los giros del lenguaje y sin autocompasión. Tiene relatos excelentes, como el del (esperpéntico) centro para abortar o el ciclo sobre la enfermedad de su hermana.
  8. Tan poca vida (2015), de Hanya Yanagihara. Lumen, 2016, trad. del inglés de Aurora Echevarría. Una gran novela (americana) construida en torno a un antihéroe que echa por tierra cualquier mensaje (americano) de progreso o superación personal. Su mérito se encuentra en el hecho de profundizar en temas poco habituales, como la intimidad masculina o las relaciones afectivas sin etiquetas; y, además, arriesga en su por momentos excesiva exploración del dolor. Incómoda, sí, pero memorable.
  9. Basada en hechos reales (2015), de Delphine de Vigan. Anagrama, 2016, trad. del francés de Javier Albiñana. El bloqueo de una escritora después de su mayor éxito puede resultar trepidante, sobre todo cuando se plantea como un juego de espejos entre la protagonista y su nueva amiga, una «negra» literaria. La intromisión de esta mujer hasta hacerse con el control de su existencia convive en estas páginas con jugosas reflexiones sobre la literatura, la autoficción y lo que esperan los lectores.
  10. A contraluz (2014), de Rachel Cusk. Libros del Asteroide, 2016, trad. del inglés de Marta Alcaraz. Forma y contenido se funden a la perfección en esta novela, que también gira alrededor de una escritora que atraviesa una etapa personal complicada. Con una voz sutil, analítica y experimental, la autora expresa el malestar de la protagonista borrándola, en apariencia, de la novela, y dejando que los demás hablen. Su personalidad se entrevé por los contrastes con respecto a estos. Muy inteligente.
 Categoría especial: libros de otros géneros
  • Cuentos de hadas de Angela Carter (1990, 1992), de Angela Carter (ed.). Impedimenta, 2016, trad. del inglés de Consuelo Rubio Alcover. Una espléndida antología de cuentos de muchas y muy variadas tradiciones orales, que hace hincapié en la diversidad de los personajes femeninos. Estos cuentos, que tienen poco de infantil aunque hayan inspirado conocidas versiones dulcificadas, ponen de relieve que temas como la muerte, la crueldad o el sexo están muy presentes en su imaginario. Pero, por encima de todo, hacen disfrutar por su encanto.
  • Últimos testigos (2013), de Svetlana Alexiévich. Debate, 2016, trad. del ruso de Ioulia Dobrovolskaia y Zahara García González. Este trabajo de investigación recopila recuerdos de hombres y mujeres que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial siendo niños. Memorias empañadas por la orfandad, el hambre atroz, el miedo. La mirada infantil sobre la guerra tiene sus peculiaridades, como esa sensación de no saber, no entender, pero aprender, pese a todo, a golpes.
Todos los libros leídos
(se indican el año de publicación original y el de la edición en castellano) 

Ante la imposibilidad de leerlo todo (advierto ya que no he leído a tres pesos pesados de las listas de este año: Patria, de Fernando Aramburu; Brújula, de Mathias Énard; y Aquí estoy, de Jonathan Safran Foer), me parece justo que el lector conozca los libros sobre los que he hecho mi selección. No solo para saber qué títulos sitúo por debajo, sino para que se aprecie cómo soy yo como lectora, hacia dónde se dirigen mis afinidades literarias. Porque, sí, las listas tienen un componente subjetivo, y sería poco honesto obviarlo. Y sin más preámbulos, mi lista, mi larga lista de lecturas (mis disculpas por no mencionar a los traductores: esto es muy extenso y, de todas formas, están especificados en las correspondientes reseñas).

En negrita mis preferidos (de cualquier año).
  1. Tú, mío (1998), de Erri De Luca. Booket, 2013.
  2. Gran Cabaret (2014), de David Grossman. Lumen, 2015.
  3. Los Pissimboni (2015), de Sònia Hernández. Acantilado, 2015.
  4. Brooklyn (2009), de Colm Tóibín. Lumen, 2010.
  5. El sabor de tus heridas (2016), de Victoria Álvarez. Lumen, 2016.
  6. La vuelta del torno (1898), de Henry James. Libros del Asteroide, 2015.
  7. El bello verano (1949), de Cesare Pavese. Pre-Textos, 2006.
  8. Querido Miguel (1973), de Natalia Ginzburg. Acantilado, 2003.
  9. La niña de oro puro (2013), de Margaret Drabble. Sexto Piso, 2015.
  10. La palabra contraria (2015), de Erri De Luca. Seix Barral, 2015.
  11. Entre mujeres solas (1949), de Cesare Pavese. Lumen, 2008.
  12. Camino de sangre (1959), de Cesare Pavese y Bianca Garufi. Lumen, 2010.
  13. Un hombre sencillo (1925), de André Baillon. Errata naturae, 2016.
  14. La mujer helada (1981), de Annie Ernaux. Cabaret Voltaire, 2015.
  15. Sueños olvidados (2012), de Leonor de Recondo. Minúscula, 2015.
  16. Pietra viva (2013), de Leonor de Recondo. Minúscula, 2014.
  17. El amor molesto (1992), de Elena Ferrante. Lumen, 2011.
  18. Los días del abandono (2002), de Elena Ferrante. Lumen, 2011.
  19. La hija oscura (2006), de Elena Ferrante. Lumen, 2011.
  20. Departamento de especulaciones (2014), de Jenny Offill. Libros del Asteroide, 2016.
  21. El hermano del famoso Jack (1982), de Barbara Trapido. Libros del Asteroide, 2016.
  22. Tú no eres como otras madres (1992), de Angelika Schrobsdorff. Errata naturae y Periférica, 2016.
  23. Manifiesto incierto I (2012), de Frédéric Pajak. Errata naturae, 2016.
  24. Yo recibiria las peores noticias de tus lindos labios (2005), de Marçal Aquino. Maresia, 2015.
  25. La reina de las nieves (2014), de Michael Cunningham. Lumen, 2016.
  26. El testamento de María (2012), de Colm Tóibín. Lumen, 2014.
  27. La montaña festiva (2014), de Alisa Ganíeva. Turner, 2015.
  28. Las riquezas verdaderas (1940), de Jean Giono. Errata naturae, 2016.
  29. El aldeano de París (1926), de Louis Aragon. Errata naturae, 2016.*
  30. En manos de las furias (2015), de Lauren Groff. Lumen, 2016.
  31. La niña y su doble (2015), de Alejandro Parisi. Lumen, 2016.
  32. Oso (1976), de Marian Engel. Impedimenta, 2015.
  33. La librería (1978), de Penelope Fitzgerald. Impedimenta, 2010.
  34. Este es un libro sobre amor (2014), de Paula Gicovate. Maresia, 2016.
  35. Las palabras de la noche (1961), de Natalia Ginzburg. Pre-Textos, 2009.
  36. De tu tierra (1941), de Cesare Pavese. Pre-Textos, 2008.
  37. Un soplo de vida (1978), de Clarice Lispector. Siruela, 2015.
  38. Y eso fue lo que pasó (1947), de Natalia Ginzburg. Acantilado, 2016.
  39. Quizá (2012), de Luisa Geisler. Siruela, 2016.
  40. Cosas que brillan cuando están rotas (2016), de Nuria Labari. Círculo de Tiza, 2016.
  41. Los borrachos de mi vida (2009), de Nuria Labari. Lengua de Trapo, 2009.
  42. Un jardín en Brujas (1996), de Charles Bertin. Errata naturae, 2015.
  43. El mar no baña Nápoles (1953), de Anna Maria Ortese. Minúscula, 2008.
  44. El show de Gary (2015), de Nell Leyshon. Sexto Piso, 2016.
  45. Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado (1969), de Maya Angelou. Libros del Asteroide, 2016.*
  46. Un dios en ruinas (2015), de Kate Atkinson. Lumen, 2016.
  47. Nada crece a la luz de la luna (1947), de Torborg Nedreaas. Errata naturae, 2016.
  48. Una chica con pistola (2015), de Amy Stewart. Siruela, 2016.
  49. Ciudad en llamas (2015), de Garth Risk Hallberg. Literatura Random House, 2016.
  50. La luna y las hogueras (1950), de Cesare Pavese. Pre-Textos, 2008.
  51. Un amor que destruye ciudades (1947), de Eileen Chang. Libros del Asteroide, 2016.
  52. Todos nuestros ayeres (1952), de Natalia Ginzburg. Lumen, 2016.*
  53. Muerte de un hombre feliz (2014), de Giorgio Fontana. Libros del Asteroide, 2016.
  54. El crimen del soldado (2012), de Erri De Luca. Seix Barral, 2013.
  55. Un crucero de verano por las Antillas (1890), de Lafcadio Hearn. Errata naturae, 2016.
  56. Cuentos escogidos (1948-49), de Shirley Jackson. Minúscula, 2015.
  57. Partir, de Lucía Baskaran (2016). Expediciones Polares, 2016.
  58. Los hermanos (1963), de Brigitte Reimann. Bartleby, 2008.
  59. Nora Webster (2014), de Colm Tóibín. Lumen, 2016.
  60. Una vista del puerto (1947), de Elizabeth Taylor. Gatopardo, 2016.* 
  61. Tres caballos (1999), de Erri De Luca. Akal, 2002.
  62. Tan poca vida (2015), de Hanya Yanagihara. Lumen, 2016.
  63. Mujeres excelentes (1952), de Barbara Pym. Gatopardo, 2016.*
  64. Me llamo Lucy Barton (2015), de Elizabeth Strout. Duomo, 2016.
  65. Vivir (2015), de Anise Postel-Vinay. Errata naturae, 2016.
  66. Maria Zef (1936), de Paola Drigo. Periférica, 2016.
  67. El hombre que plantaba árboles (1953), de Jean Giono. Duomo, 2013.
  68. El libro y la hermandad (1987), de Iris Murdoch. Impedimenta, 2016.
  69. En el nombre de la madre (2006), de Erri De Luca. Siruela, 2007.
  70. Solterona, de Kate Bolick (2015), Malpaso, 2016.
  71. Los pescadores (2015), de Chigozie Obioma. Siruela, 2016.
  72. Sobre los huesos de los muertos (2009), de Olga Tokarczuk. Siruela, 2016.
  73. Las sillitas rojas (2015), de Edna O'Brien. Errata naturae, 2016.
  74. Las altas montañas de Portugal (2016), de Yann Martel. Malpaso, 2016.
  75. Cómeme (2006), de Agnès Desarthe. Baile del Sol, 2016.
  76. Mejillones para cenar (1990), de Birgit Vanderbeke. La Galera, 2009.
  77. Las chicas (2016), de Emma Cline. Anagrama, 2016.
  78. Asamblea ordinaria (2016), de Julio Fajardo Herrero. Libros del Asteroide, 2016.
  79. De noche, bajo el puente de piedra (1953), de Leo Perutz. Libros del Asteroide, 2016.*
  80. La mirada de los Mahuad (2016), de Berta Vias Mahou. Lumen, 2016.
  81. A contraluz (2014), de Rachel Cusk. Libros del Asteroide, 2016.
  82. Tu amor es infinito (2001), de Maria Peura. Sexto Piso, 2016.
  83. El camino estrecho al norte profundo (2013), de Richard Flanagan. Literatura Random House, 2016.
  84. Primer amor (1860), de Iván Turguénev. Nevsky Prospects, 2011.
  85. El claro del bosque (1992), de Marisa Madieri. Minúscula, 2002.
  86. Basada en hechos reales (2015), de Delphine de Vigan. Anagrama, 2016.
  87. Yo misma, supongo (2016), de Natalia Carrero. Rata, 2016.
  88. Últimos testigos (2013), de Svetlana Alexiévich. Debate, 2016.
  89. Piel de lobo (2016), de Lara Moreno. Lumen, 2016.
  90. Las fantasías electivas (2014), de Carlos Henrique Schroeder. Maresia, 2016.
  91. La noche de los niños (2015), de Toni Morrison. Lumen, 2016.
  92. Manual para mujeres de la limpieza (1977-1999), de Lucia Berlin. Alfaguara, 2016.
  93. El chal (1980, 1983), de Cynthia Ozick. Lumen, 2016.*
  94. El palco vacío (1995), de Paola Capriolo. Siruela, 1999.
  95. Diarios del Sáhara (1976), de Sanmao. Rata, 2016.
  96. Franziska Linkerhand (1974), de Brigitte Reimann. Errata naturae, 2016.
  97. Las chimeneas ya no echan humo (2016), de Paolo Zardi. Tropo, 2016.
  98. La mujer del médico (1976), de Brian Moore. Contraseña, 2012.
  99. Los huesos de Louella Brown y otros relatos (1947-1971), de Ann Petry. Palabrero, 2016.
  100. Cuentos de hadas de Angela Carter (1990, 1992), de Angela Carter (ed.). Impedimenta, 2016.
* Libros que, si bien se han editado en 2016, ya habían sido publicados antes en castellano, y por lo tanto no los he considerado a la hora de confeccionar mi lista de favoritos.
Una breve reflexión

2016 es el año que más he leído desde que empecé a llevar un control de mis lecturas. Como siempre, predominan las novelas en inglés (treinta y seis; sigue siendo el ámbito en el que me siento más cómoda). Aun así, sin duda este ha sido mi año italiano: he leído nada menos que veintitrés libros de autores de esta nacionalidad. Mi fascinación por Elena Ferrante me llevó a interesarme por los autores que influyeron en su obra, como Natalia Ginzburg o Cesare Pavese (Elsa Morante caerá en 2017) y, de ahí, a la literatura italiana en general, se le parezca o no (¡hasta me he puesto a estudiar italiano...!). Tengo el propósito de continuar esta tendencia, así que el próximo año espero volver a hacer algún que otro recorrido italiano. 

Tampoco es desdeñable, por otra parte, la presencia de autores francófonos, de los que he leído doce títulos; también confío en profundizar más en esta literatura pronto. En cuanto a la narrativa española, la representación es más escasa (nueve libros), y joven, con predominio de autores nacidos en los años setenta, y muchas primeras o segundas novelas. Diría que quiero mejorar esto en 2017, en particular, incorporar a más autores consagrados (me avergüenza pensar que cualquier día le darán el Nobel a Javier Marías o a Antonio Muñoz Molina, ¡y yo sin leerlos!) y de periodos anteriores, pero, con tanto propósito, ¡no sé si podré con todo!

Por último, me gustaría compartir una observación: casi la mitad de mis lecturas son de publicaciones recientes. En concreto, en la lista hay cuarenta y cuatro libros que se publicaron por primera vez después de 2010. Esto no es ni bueno ni malo (algunos están entre mis favoritos), pero no quiero ser una «lectora de novedades». En estos momentos me interesa leer a más autores fundamentales, sobre todo del siglo XX, y no ceñirme tanto al mercado actual. Me vendrá bien para enriquecer mi bagaje, aunque lo cierto es que lo hago simplemente porque me apetece. Es probable, pues, que a lo largo de 2017 disminuyan las reseñas de novedades. Me alegraría que aun así no dejarais de pasaros por aquí.

Y ahora, contadme vosotros: mejores lecturas, decepciones, propósitos... ¡Adelante!

27 diciembre 2016

Últimos testigos - Svetlana Alexiévich



Edición: Debate, 2016 (trad. Ioulia Dobrovolskaia y Zahara García González)
Páginas: 336
ISBN: 9788499926612
Precio: 22,90 € (e-book: 12,99 €)

«El honor de un pueblo no se basa en los héroes, sino en los testigos.»
Erri De Luca, El crimen del soldado (2012)
Llega un momento en el que los padres se enfrentan a la angustiosa tarea de hablar a sus hijos del dolor. O, más bien, del horror. Unos padres bienintencionados cualesquiera intentan que los niños crezcan ajenos al sufrimiento, pero, aunque lo consigan durante unos años, tarde o temprano les llega la hora de la revelación. De la bofetada de realidad. A veces ni siquiera hay tiempo para abordar el tema con ellos, porque el daño no avisa, se presenta de un día para otro. Y zas, una herida abierta. Escribo esto a propósito de mi lectura de Últimos testigos, la última obra traducida al castellano de la premio Nobel Svetlana Alexiévich (1948), en la que recopila los recuerdos más vívidos de un centenar de niños que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial en Bielorrusia. La infancia y la tragedia tienen una relación con matices distintos a su homóloga adulta; la autora fue inteligente al detectar ese matiz y dedicar una investigación exclusiva a lo primero. Se entrevistó con ellos entre 1978 y 2004 (la primera edición se publicó en ruso en 1985, y posteriormente fue ampliada) y, a diferencia de lo que hace en otros libros, en esta ocasión no alterna las memorias individuales con sus propias reflexiones, sino que transcribe los testimonios sin interludios, uno detrás de otro, manteniendo las particularidades de la comunicación oral (pausas, dubitaciones, puntos suspensivos), para que cuenten su historia sin condicionamientos ni aliño. Solo los acompaña de una presentación sucinta: el nombre, la edad que tenían entonces y su profesión actual (en algunos casos se constata la motivación de ejercer ese oficio en el relato).
«La guerra es mi propio manual de Historia. Mi soledad… Me he saltado la época de la infancia, ha desaparecido de mi vida. Soy un hombre sin infancia. En vez de infancia tengo la guerra» (p. 47), dice un testigo. Una observación que muchos tienen en común se refiere al antes de la guerra: un ambiente que recuerdan hermoso, con color, vegetación, juguetes. Una primera evocación del conflicto bélico surge, por lo tanto, por contraste: del mundo feliz, siempre más feliz por lo que vino después, al mazazo que arrasó lo que resultaba invisible por la costumbre de verlo a diario, de disponer de un acceso fácil a ello. Sí: la tradicional moraleja de que no se valora lo que se tiene hasta que se pierde, como la niña bailarina que tuvo que renunciar a su sueño. Ellos aprendieron rápido el significado de padecer carencias vitales: impactan los relatos del hambre atroz, impactan por el hambre en sí pero también por el instinto de supervivencia que reavivó en ellos (una mujer explica que se comía hasta la hierba). Impacta asimismo la fijación de muchos por una pérdida que tal vez a los adultos les parezca menor por el hecho de tratarse de un bien material: los juguetes. Historias de muñecas rotas, muñecas perdidas, muñecas vendidas para comprar productos de primera necesidad (con lo que significa una muñeca para una criatura). Infancias sin juguetes, sin los instrumentos que sirven a los niños para imitar a sus mayores. Algunas mujeres comentan que de adultas han comprado o han pedido que les regalen muñecas, porque de niñas se quedaron sin ellas.
No obstante, la principal privación, la más repetida y traumática, es la de los padres. Últimos testigos comprende decenas y decenas de testimonios de orfandad, de padre, madre o ambos. Ellos, porque debían ir al frente, del que pocas veces regresaban; ellas, porque morían durante los bombardeos o eran deportadas. El vacío que dejaron nunca se llenó, la añoranza se mantiene en la vida adulta. Cada experiencia es única, pero, en una recopilación como esta, asombra lo parecidos que pueden llegar a ser los seres humanos en su experiencia de la pérdida, de la conciencia de que la guerra les «quitó» tiempo a su lado. Muchos recalcan que han superado la edad de sus progenitores al morir (sobre esta cuestión recomiendo este artículo de Javier Marías). Algunos, nacidos durante la contienda, ni siquiera conocieron a sus padres. Los afortunados que conservaron a su padre y/o a su madre despertaban celos en los demás. Los huérfanos eran trasladados a orfanatos bielorrusos, donde acusaban una grave falta de afecto: «Nadie nos acariciaba nunca, pero yo tampoco lloraba por mamá. Ninguno de los que estábamos allí tenía madre. Ni nos acordábamos de esa palabra. La habíamos olvidado» (p. 186). En los centros, además, se les extraía sangre para los soldados alemanes, se creía que la sangre de los niños los fortalecería. También hay algún testimonio de los campos de concentración nazis, y de familias que escondieron a niños judíos.
Más allá de la reconstrucción de los hechos, la perspectiva infantil tiene su peculiaridad. Los niños no saben de qué va la guerra, nadie se lo cuenta o lo hace solo a medias, los intenta proteger; sin embargo, ellos ven, miran, descubren la realidad con sus propios ojos. Oyen hablar de ella, incluso juegan a la guerra, pero no saben en qué consiste ni lo que les espera. Hay padres que intentan que no vean los cadáveres, aunque aun así los niños se percatan de los restos desperdigados por la calle. No se puede ocultar una guerra. En sus observaciones ingenuas, fruto de ese desconocimiento, hay una lucidez extraordinaria. A veces, los adultos, de tan acostumbrados como están a un fenómeno determinado, dejan de percibirlo con la sorpresa de los más pequeños, y la voz de estos aporta un enfoque tan inesperado como revelador. Por ejemplo, el niño que no sabía a qué se dedicaría su padre después del conflicto («Yo creía que el único trabajo que existía era la guerra…», p. 139), el vínculo entre la guerra y el bosque («me imaginaba la guerra como un bosque grande y oscuro, y dentro, la guerra. Algo terrible. ¿Por qué en el bosque? Porque en los cuentos lo más horrible siempre ocurría en un bosque», p. 164) o la creencia de que las bombas son selectivas con las víctimas («—¿Estás loca? ¿Qué querías, que te matara? / —¡Qué dices, mamá! Es metralla de nuestras bombas. ¿Cómo iba a matarme?», p. 75). Algunos coinciden en su asombro cuando vieron a un alemán por primera vez y descubrieron que, después de todo, los monstruos de su imaginación tenían de hecho el aspecto de hombres corrientes.
Svetlana Alexiévich
Alexiévich les pidió que contaran un solo recuerdo, aquello que más los marcó. Aun así, a menudo el relato está salpicado de reflexiones que han madurado a lo largo de los años, reflexiones que encarnan la huella que la guerra ha dejado en ellos como adultos y la forma en la que ahora la recuerdan. El miedo a la felicidad («Pero en realidad nunca puedo estar del todo feliz. Completamente feliz. No se me da bien la felicidad. Me da pánico. Siempre me parece que acabará de un momento a otro», p. 173), la obsesión por detalles que antes pasaban desapercibidos («De mayor he vuelto a leer fábulas…, cuentos de niños… ¿Y en qué me he vuelto a fijar? En la cantidad de veces que aparece la muerte. Hay mucha sangre. Me he dado cuenta», p. 35), la nostalgia («Ahora que ya se han ido a menudo reflexiono sobre lo bueno que es vivir con ancianos. Mientras ellos están vivos nosotros siempre seguimos siendo los niños. Incluso después de la guerra continuamos siendo sus hijos…», p. 322) o, no todo va a ser negro, la celebración de la solidaridad («No entiendo lo que son los desconocidos porque mi hermano y yo crecimos entre gente desconocida. Nos salvó gente desconocida. Pero ¡si no son desconocidos! Toda la gente es familia. Vivo con esta sensación, pero a menudo me decepciono. La vida en tiempos de paz es otra cosa…», p. 111). Estos recuerdos enriquecen cualquier conocimiento de la guerra, y mi comentario quiere ser una invitación a la lectura. Como Alexiévich, me retiro a un segundo plano para que los lectores escuchen a los Últimos testigos sin el filtro del análisis, que, por la naturaleza plural de este libro, resulta menos compendioso que nunca, ni tampoco puede expresar su crudeza sobrecogedora. Termino, en fin, con las palabras de la última superviviente: «Somos los últimos testigos. Nuestro tiempo se acaba. Tenemos que hablar… Nuestras palabras serán las últimas…» (p. 334).

22 diciembre 2016

Lecturas temáticas: el invierno en la literatura

El invierno ya ha llegado al hemisferio. Y, como en este blog cualquier excusa sirve para hablar de libros, os propongo una selección de (buenas, incluso extraordinarias) novelas que se desarrollan (al menos en parte) en esta estación, y en las que el invierno tiene, cómo no, una dimensión simbólica. Si el verano suele representar los cambios, el aprendizaje, la irrupción del amor, la temporada más gélida del año suele evocar una suerte de hibernación del ser humano, un tiempo tranquilo en apariencia en el que las transformaciones se cuecen bajo la superficie. El inicio del deshielo. La ambientación: frío, lluvia, granizo, nieve. La entrada en calor: calefacción, estufa, manta, bebida caliente. El vestuario: abrigo, bufanda, guantes, pijama polar. Si queréis que el invierno también forme parte de vuestras lecturas, tomad nota.

1. La reina de las nieves, de Michael Cunningham
En este retelling contemporáneo del cuento homónimo de Hans Christian Andersen, la nieve de Central Park puede convertirse en un elemento mágico para dos hermanos adultos que atraviesan una época de incertidumbre. El mayor intenta componer una canción mientras cuida de su novia, enferma de cáncer. El pequeño, que nunca ha sido capaz de encauzar su vida, encadena un fracaso amoroso tras otro. Una extraña luz en medio de la nieve les dará la esperanza, individual y colectiva, que necesitan para afrontarlo todo.

2. Una chica en invierno, de Philip Larkin
Esta preciosa novela está llena de inviernos, y tal vez el de la estación en sí sea el menos importante. Está el invierno de la historia de la humanidad (la Segunda Guerra Mundial, aunque aquí solo es el telón de fondo; la trama se centra en los ciudadanos que continúan con sus vidas pese a todo, no en el frente) y, también, el invierno existencial de una joven bibliotecaria. Ella tiene en sus manos la posibilidad de dar un giro a su vida, inspirada por el recuerdo de unas vacaciones de verano junto a un chico a quien volverá a ver.

3. Todo está tranquilo arriba, de Gerbrand Bakker
Un granjero de mediana edad, frío y solitario, lleva años inmerso en una profunda melancolía. El pasado, las pérdidas, los miedos que nunca se atrevió a afrontar. El aislamiento del campo le ha permitido mantener una rutina exigente que apacigua su malestar, pero ahora, en este invierno en el que cuida de su padre anciano, quizá encuentre la oportunidad para tomar las riendas y decidir por sí mismo. La próxima primavera promete nuevas ilusiones, si sabe aprovecharlas.

4. Butcher's Crossing, de John Williams
Una historia de iniciación a mediados del siglo XIX en Kansas. El protagonista es un joven universitario que necesita dar otro sentido a su vida, más próximo a la naturaleza, a los valores que cree esenciales, y para ello se marcha a la montaña con unos cazadores de búfalos. Sin embargo, nadie contaba con que una nevada dejaría aislado al grupo durante el invierno. Esta dura experiencia, en compañía de hombres curtidos y rústicos, será el verdadero aprendizaje del chico.

5. La muerte del corazón, de Elizabeth Bowen
La protagonista de esta novela, una muchacha huérfana que se instala en casa de su hermanastro y de la esposa de este, atraviesa etapas de crecimiento personal que tienen su paralelismo con las estaciones del año. La primera de ellas es el invierno, y ya se sabe: época de incertidumbre, adaptación al hogar, silencios; un ambiente marcado por la contención de las emociones y la importancia de las apariencias. Los contrastes entre ella y su cuñada, así como sus nuevos amigos, representarán, en definitiva, el final de su infancia.

6. Entre mujeres solas, de Cesare Pavese
Una modista regresa a su Turín natal por Carnaval, una fecha que para ella está asociada con la muerte de su padre. No todo iba a ser nieve: esta celebración también se desarrolla en invierno, y todo lo que significa (la farsa, el desbarre, la perversión) tiene una importancia crucial en la novela. El universo carnavalesco de la noche, el de las fiestas y la tristeza, contrasta con el orden y la disciplina del trabajo a la luz del día. La cuestión será saber si las mujeres que la protagonizan superarán la angustia nocturna.

7. El inicio de la primavera, de Penelope Fitzgerald
Una mujer abandona a su marido y a sus tres hijos en el Moscú prebolchevique. Lo que sigue a este acontecimiento son los esfuerzos del hombre para sobreponerse a su marcha, contados en forma de una ingeniosa novela de costumbres inglesa pero con ecos de Lev. N. Tolstói. Ah, y que nadie se confunda: el inicio de la primavera no se produce hasta las últimas páginas. Es, de hecho, la culminación, y va acompañada de un ritual mítico muy especial. Pero, antes de eso, los coletazos del invierno ruso.

¿Qué novelas que transcurran en invierno recomendáis vosotros?

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