25 agosto 2014

Las novedades más esperadas de la rentrée

Entramos en la última semana de agosto, pero que nadie se ponga triste: la rentrée de este año llega cargada de muchas novedades interesantes (para mí, al menos). A falta de conocer los lanzamientos de unas cuantas editoriales, a continuación destaco los que me parecen más apetecibles de los catálogos que he consultado hasta ahora.

Impedimenta

Como siempre, Impedimenta nos trae recuperaciones anglosajonas desconocidas para el público español, entre las que destaco El devorador de calabazas, de Penelope Mortimer, La solitaria pasión de Judith Hearne, de Brian Moore, y Bassett, de la autora más emblemática de la editorial, Stella Gibbons (de ella ya leí La segunda vida de Viola Wither, una ingeniosa novela sobre mujeres que intentan encontrar el amor). Fuera del territorio inglés, Kokoro, del japonés Natsume Soseki, y Levante, del rumano Mircea Cartarescu, son dos títulos importantes. Catálogo completo aquí


Libros del Asteroide

La editorial estrena la estación con unos títulos muy acordes con su filosofía. Me he fijado en dos novelas de autores anglosajones: Canciones de amor a quemarropa, de Nickolas Butler, de la que enviaron adelantos a los libreros y que promete ser uno de sus éxitos de la temporada; y Las dos señoras Grenville, de Dominick Dunne, una novela sobre amores y ambiciones en la alta sociedad neoyorquina. Por último, estoy segura de que la antología de viñetas Los libros en The New Yorker tendrá una gran acogida entre los lectores empedernidos (después de leer La oficina en The New Yorker, sé que será una excelente recopilación). Catálogo completo aquí.

Literatura Random House

De Literatura Random House (antes Mondadori) me interesan las novedades de dos autores españoles a los que tengo muchas ganas de leer desde hace tiempo. Por un lado, Lo que a nadie le importa, de Sergio del Molino (su anterior novela, La hora violeta, recibió muchos elogios y fue un pequeño éxito literario); y por el otro, El comité de la noche, de Belén Gopegui (una de las voces más importantes de la literatura española que aún tengo pendiente leer). Tanto si los descubro con estos libros como si no, los tengo en mente para leerlos en un futuro cercano (espero). Catálogo completo aquí.


Lumen

En Lumen brillan tres nombres: Las deudas del cuerpo, de Elena Ferrante (La amiga estupenda es uno de los mejores libros que he leído en los últimos años y un ejemplo perfecto de la literatura más afín a mí), Los pasos que nos separan, de Marian Izaguirre (la autora de La vida cuando era nuestra, una de las novelas más encantadoras del año pasado), y Noticias felices en aviones de papel, de Juan Marsé (uno de esos escritores a los que leí antes de crear el blog y que por lo tanto apenas he mencionado por aquí, pero sin duda imprescindible). Además, Laura Pacheco, a la que sigo desde sus inicios en el webcómic Let's Pacheco! (podéis leer mi reseña de su primer cómic), publica Problemas del primer mundo. Catálogo completo aquí.

Rayo Verde

Rayo Verde ha sido uno de mis hallazgos del año -con las dos maravillosas novelas de Gerbrand Bakker, Todo está tranquilo arriba y Diez gansos blancos-, de modo que pienso conocer más a fondo su catálogo. De sus próximas publicaciones, me llama especialmente la atención El vigilante, de Peter Terrin, que ha sido bien recibido por la crítica de otros países europeos y se presenta como un inquietante thriller psicológico con mucha reflexión sobre los límites del ser humano. Más novedades en la web de la editorial.



Rosa dels vents / Grijalbo

Blanca Busquets, la ganadora del Premi Llibreter 2011 de Literatura catalana con la maravillosa novela La nevada del cuco (también una de mis preferidas de los últimos años y una de las que más he recomendado en el blog), publica nuevo libro: Palabras a medias, editado en catalán por Rosa dels vents y en castellano por Grijalbo. Todavía no he leído su novela anterior, La casa del silencio, que salió a la venta hace solo un año y medio, pero estaré pendiente de esta obra. El catálogo de la editorial aún no está disponible, así que os remito a la página de la Fnac para conocer la sinopsis y la fecha de publicación.

Sexto Piso

Sexto Piso es una de esas editoriales que quiero conocer más a fondo, porque me consta que tiene buen catálogo, pero, con la excepción de Del color de la leche, de Nell Leyshon, no he leído ninguna publicación suya. La novedad que me parece más interesante de su boletín es El armario de la ginebra, de la joven escritora Leslie Jamison, una novela familiar protagonizada por mujeres que propone una visión un tanto oscura sobre los problemas del hogar. Acepto recomendaciones de otros libros de la editorial, tanto nuevos como anteriores. Catálogo completo aquí.


Siruela

De Siruela me gusta todo: las recuperaciones de clásicos y la narrativa contemporánea. Por un lado, reediciones de Italo Calvino, Junichiro Tanizaki (del que he leído La llave, una novela erótica extraordinaria), Clarice Lispector (una autora a la que he leído mucho en el último año: La pasión según G. H., Agua viva y Lazos de familia) y Anaïs Nin. Por el otro, recupera Bingo Palace, de Louise Erdrich, autora galardonada con el National Book Award con La casa redonda en 2012; y publica a la flamante ganadora del Booker Prize 2013: Las luminarias, de Eleanor Catton, que me apetece muchísimo desde que se hizo con el premio (aunque aún habrá que esperar, porque está prevista para diciembre). Catálogo completo aquí.

Y vosotros, ¿qué novedades esperáis con más ganas?

18 agosto 2014

La oficina en The New Yorker - VV.AA



Edición: Libros del Asteroide, 2013 (trad. Miguel Aguayo; pról. Jean-Loup Chiflet)
Páginas: 189
ISBN: 9788415625568
Precio: 24,95 €

Desde hace un par de años, Libros del Asteroide cierra su programación anual con un cómic, a modo de sugerencia para regalar en las fiestas navideñas. Aunque el pasado mes de diciembre ya queda lejos, el contenido de estas publicaciones no caduca y es, de hecho, muy aconsejable para el verano (al menos para aquellos que hacen honor a su fama de estación superficial y buscan lecturas «ligeras»). Los cómics en cuestión son recopilaciones temáticas de la revista The New Yorker, dibujadas por diversos historietistas y fechadas desde 1920 hasta la actualidad: El dinero en The New Yorker (2012), La oficina en The New Yorker (2013) y, próximamente, Los libros en The New Yorker (noviembre 2014). Las selecciones, publicadas por la editorial francesa Les Arènes, corren a cargo del escritor y editor Jean-Loup Chiflet (1942), que además prologa este libro.
Uno podría pensar que el tema del empleo en una oficina no da mucho de sí, pero las más de cien viñetas de este volumen demuestran lo contrario: escenas sobre la salida de casa para ir a la empresa, las reuniones de trabajo, los jefes tiranos, el becario esclavo, las llamadas de la secretaria, la hora de comer, los despidos. Todo esto y más en una antología de casi doscientas páginas —una extensión generosa para un cómic— que asegura el entretenimiento y las risas durante unas cuantas horas. Quizá la pluralidad de autores y, por consiguiente, de estilos, de miradas, es lo que permite semejante despliegue de momentos. El cómic, que se organiza por tipos de situaciones relacionadas con la oficina, se puede leer de forma desordenada, porque cada viñeta tiene su mensaje y no narran una «historia» como tal, a pesar de que el orden elegido les da cierta coherencia temporal de una jornada laboral.
Como consecuencia de la enorme cantidad de autores, resulta difícil comentar el estilo en conjunto; eso sí, todos tienen en común el blanco y negro, propio de la impresión en un periódico, y la parquedad de palabras (en una sola viñeta no se pueden desplegar largos diálogos). A partir de ahí, unos demuestran predilección por el detalle, otros por los trazos simples, los hay que dibujan figuras de gran tamaño, etc.; y, como es lógico, algunos simpatizarán más con el lector que otros. De todos modos, más que por sus características formales, el interés del cómic reside en el tratamiento ingenioso de algo tan común como la oficina, un asunto que hace reír a los empleados y no-empleados en ella.
Como crítica, Chiflet afirma en el prólogo que «No ha cambiado nada», como una justificación del interés que tiene hoy en día una recopilación de estas características. Sin embargo, si se analiza desde una perspectiva de género, las cosas han cambiado y mucho: los ejecutivos de las viñetas son casi siempre hombres, las mujeres solo son secretarias y recepcionistas, las escenas en el hogar muestran a la familia tradicional (el padre que se despide de su esposa y los niños para ir a trabajar), etc. Se comprende que las tiras estén un poco obsoletas por la época en la que se publicaron y por la mayoría de autores varones, pero la obligación del prologuista era no quedarse en una apreciación tan superficial como ese «No ha cambiado nada». El libro se justifica sin necesidad de ese argumento: merece la pena por sí mismo, porque hace reír y saca mucho partido a la oficina, porque el alto número de dibujantes enriquece la antología y la hace diferente a otros cómics que se editan en la actualidad. El arte, sea del tipo que sea, no debe parecerse forzosamente a la realidad contemporánea para valer la pena.
Tanto si trabajáis en una oficina como si no la habéis pisado nunca, el buen rollo de La oficina en The New Yorker os amenizará los días y las noches. No dejéis pasar la oportunidad de leer (o de regalar) una antología tan rica y mordaz como esta.

11 agosto 2014

El amor que nos vuelve malvados - Marina Sanmartín



Edición: Principal de los Libros, 2014
Páginas: 192
ISBN: 9788494223402
Precio: 16,50 €

¿Hasta qué punto las experiencias traumáticas nos cambian la vida? ¿Y hasta qué punto influyen en el comportamiento de las personas cercanas? Sara, la protagonista de esta novela, es una mujer atractiva y profesional que vive con su pareja en una existencia que podría calificarse de «normal» hasta que un día presencia un suceso terrible: un mendigo se arroja a las vías del metro después de pedirle limosna, ayuda que ella le negó. Sara sufre un impacto tan grande que no puede seguir su ritmo habitual y, más tarde, acude a un psiquiatra. Su chico, Eduardo, se encarga de cuidarla; pero, a veces, la frontera entre el cuidado y el control enfermizo del otro se vuelve difusa, sobre todo cuando uno de ellos está débil («¿No le parece que hay cierto placer en cuidar de alguien hasta convencerle de que no puede responsabilizarse de sí mismo?», pág. 40).
Marina Sanmartín (Valencia, 1977), periodista, librera y bloguera, propone en su segunda novela un acercamiento al amor que se convierte en posesión, a los límites entre la dependencia y la humillación, planteado a través de una pareja joven que afronta el trastorno psíquico de uno de ellos (¿o de los dos?). El tema de cuidar de un ser querido en la literatura suele referirse a ancianos o a enfermos terminales; en este sentido, el enfoque resulta interesante por proponer algo menos visto, desde una mirada hasta cierto punto perversa, que acerca los roles del cuidador y el malvado. Sara padece cambios evidentes, pero Eduardo, que llega a escuchar sus conversaciones con el psiquiatra, también se transforma. La enfermedad muestra otra cara de ambos y evidencia que nunca se llega a conocer del todo al ser amado, que las relaciones se sostienen sobre pautas de aparente normalidad, pautas frágiles que, a veces, se rompen (en esto se parece a Las vidas que inventamos, de Fernando J. López, que, por cierto, también utiliza un accidente como punto de partida para exteriorizar la crisis matrimonial).
Más allá del comportamiento, la decadencia del cuerpo es otro elemento importante de la novela: Sara, la que antaño fuera una mujer guapa (se insiste mucho en este detalle), con seguridad en sí misma, gana peso por la medicación y descuida su imagen (recuerda un poco a La trabajadora, de Elvira Navarro, en la que aparece una chica que sufre los mismos efectos por el tratamiento). La inseguridad por motivos físicos se trata, asimismo, con el envejecimiento de otro personaje que se introduce más adelante. Desde mi punto de vista, esta obsesión se puede entender como un reflejo de la tiranía de la estética en la sociedad contemporánea y, al mismo tiempo, una forma de poner de relieve el carácter efímero de la belleza, incluso en una persona todavía joven, como la protagonista.
Por otro lado, la situación de Sara experimenta un cambio con la llegada de un nuevo vecino, Jeremías Prun, al que intenta conocer. Este acto, aparte de ser una rebelión a la vigilancia de Eduardo, tiene otro significado, porque Sara y Jeremías ya se vieron en otra ocasión. Esta segunda trama, en mi opinión, no está tan bien trabajada: no convencen ni su conexión con la principal (el vínculo de Sara con Jeremías, cuando se descubre, resulta demasiado vago, demasiado pequeño para justificar que el grueso de la novela se sostenga en él) ni la historia personal del vecino, contada de forma un tanto superficial, que no cuaja como paralelismo de otra relación fallida. Además, el conjunto queda algo descompensado, ya que en este tramo Sara pierde mucho protagonismo en comparación con las primeras páginas. Creo que habría sido mejor potenciar el asunto del cuidador-controlador, lo más jugoso de la novela, y encarar desde otra perspectiva el papel del secundario (involucrarlo más en el presente de Sara, por ejemplo).
Cambiando de tercio, la estructura alterna fragmentos de narrador omnisciente sobre la vida de la pareja con la transcripción del relato de Sara ante el psiquiatra, además de cartas y algunas citas de libros (a propósito, la autora demuestra un gran gusto por lo «libresco»: la librería como escenario de momentos importantes, cartas perdidas en libros, relación entre los fragmentos y la realidad del personaje, etc.). Sanmartín es hábil para la primera persona y el diálogo —algunas confesiones de Sara son magníficas—; no obstante, el estilo se podría pulir un poco en la tercera persona, ya que se excede con las metáforas y las comparaciones, que resultan efectistas, y abusa del punto y coma. Se nota que quiere escribir frases contundentes —la clase de frase que uno querría apuntar, por plantear alguna idea perturbadora—, sobre todo después de un párrafo, y, aunque hay algunas buenas, son tantas que recargan el texto.
Marina Sanmartín
En suma, El amor que nos vuelve malvados propone una sugestiva aproximación al  lado oscuro del amor, una visión que se aleja de los tópicos románticos e invita a reconsiderar la imagen dulcificada que se tiene a menudo de este sentimiento. Aun sin convencer del todo en algunos aspectos del desarrollo, Marina Sanmartín deja destellos de una voz personal y lúcida, una voz con algo que decir y un armazón de escritura eficaz para contarlo, por lo que habrá que seguirla en sus futuras publicaciones.

08 agosto 2014

Los hábitos lectores en verano



Ignacio Echevarría, en su último artículo para El Cultural, habla de la creencia de que en verano hay más tiempo para leer, pero, no obstante, la lectura compite con muchas actividades, desde las responsabilidades familiares a las salidas de ocio. Añade, además, que existe una aparente contradicción entre esta creencia y la actitud del sector del libro, que cierra por vacaciones y sufre un relajamiento de las exigencias en sus propuestas (por ejemplo, en forma de contenidos más superficiales en los suplementos literarios). Echevarría invita a que, si de verdad en estos meses se leen más libros, se reconsidere el tratamiento dado por parte de la industria para facilitar que el «lector veraniego», el que solo lee en verano, acceda a información de calidad sobre publicaciones notables.

El análisis de Echevarría entronca con algunas ideas que me he planteado en los últimos días. El verano, incluso entre lectores asiduos, se asocia con las lecturas «ligeras», como si, en realidad, no se dispusiera de más tiempo para leer (algo comprensible en personas con cargas familiares o que trabajan durante esta temporada); o como si, aunque se tengan las horas, no se quiera profundizar y se opte por aflojar las exigencias (sin ir más lejos, en mis recientes reseñas de Mouawad y Bakker hubo lectores que comentaron que les parecían interesantes, pero «para el otoño», no para ahora). Esta relación de un tipo de libro con una determinada época del año no es ninguna tontería: el cambio de hábitos (lectores y de todo en general) existe, y se ve potenciado por el marketing de las grandes editoriales, que trabaja con el concepto de «novela veraniega» para influir en los deseos del lector (¿a alguien le sorprende que muchas novelas de bolsillo y colecciones a bajo coste se editen en junio?).

Con todo, leer en verano, para algunos, no es sinónimo de «leer ligero». En las últimas semanas he leído a Jane Austen, Clarice Lispector, Junichirō Tanizaki y Virginia Woolf, y en breve espero empezar La Regenta, de Clarín. En veranos pasados leí, entre otros, a Marcel Proust, Lev N. Tolstói, Jonathan Franzen, David Grossman y Alice Munro. Sé que no soy la única que aprovecha estos meses para reducir las lagunas lectoras: el clásico o el autor importante es otro reclamo para este periodo, porque el tiempo libre permite una concentración que puede ser difícil de lograr con el horario ocupado. Y, sin embargo, estos libros lo tienen difícil para figurar en los suplementos y en los boletines editoriales. La reconsideración sugerida por Echevarría, a la que me sumo, podría ampliar la oferta, dar cabida a la diversidad de costumbres lectoras y, en definitiva, sentar las bases para que no solo se venda como «veraniego» lo liviano, ni para al lector ocasional ni, insisto, para el asiduo, que también es el objetivo del mensaje.

Nota: si alguien sabe quién es el autor de la ilustración, le agradecería que me lo comunicara para añadir el dato.

04 agosto 2014

Diez gansos blancos - Gerbrand Bakker



Edición: Rayo Verde, 2013 (trad. Julio Grande)
Páginas: 240
ISBN: 9788415539629
Precio: 17,95 € (e-book: 7,50 €)
Leído en catalán (Raig Verd, 2013, trad. Maria Rosich).

Gerbrand Bakker (Wieringerwaar, Países Bajos, 1962) escribió Diez gansos blancos (2010; Rayo Verde, 2013) cuando estaba pasando por una depresión, según explica en esta entrevista. Tanto esta novela como su debut, Todo está tranquilo arriba (2006; Rayo Verde, 2012), recrean la situación de un personaje abatido, a punto de desfallecer, que se refugia en las tareas cotidianas para no afrontar aquello que teme. En Diez gansos blancos, su publicación más reciente, la protagonista es una mujer neerlandesa, una profesora de universidad que alquila una casa de la Gales rural sin explicarlo a su marido ni a sus padres. Se marcha sola, con la única compañía del volumen de Emily Dickinson al que dedica su tesis. Aunque en su proyecto se propone demostrar que la poeta estadounidense está sobrevalorada, su decisión de aislarse, de recluirse en un espacio alejado del núcleo urbano y de su gente, parece imitarla un poco o, al menos, empezar a entender mejor su personalidad.
En parte, el interés de la novela reside en descubrir por qué la protagonista huye, por qué ni siquiera desvela su verdadero nombre ni se muestra receptiva con los lugareños. Para ello, el autor alterna los fragmentos en tercera persona dedicados a su rutina en la granja con escenas ocasionales de las personas de su entorno, en los Países Bajos, que dejan entrever información sobre el pasado y están decididos a encontrarla. Pero no nos engañemos: Diez gansos blancos no es un thriller. Ni siquiera es una historia de intriga (ni falta que le hace). Tal como ocurría en Todo está tranquilo arriba, Bakker sobresale en la narración de lo diario, de lo íntimo; el detalle imperceptible que esconde un significado profundo. Si en su primera novela se trataba de un hombre maduro a punto de cambiar su vida después de haber pasado los años acaparado por su padre, en esta ocasión la transformación vital de la mujer está vinculada a aquello que oculta, unas circunstancias igualmente graves. En los elementos discretos es donde Bakker insinúa cada matiz de su personaje: la percepción obsesiva del olor de la antigua dueña de la vivienda, las salidas al centro de piedras, los paracetamoles antes de dormir.
Monte Snowdon, en Gales.
Además del carácter depresivo de los personajes, las dos novelas tienen otros puntos en común, como la ambientación en un espacio rural solitario y sin apenas aparatos electrónicos. El autor, jardinero de profesión y filólogo, conoce esta zona de Gales y enmarca con precisión el contacto con el entorno para una recién llegada que descubre con sorpresa los caminos y los animales, entre los que destacan los tejones, que la muerden, y diez gansos que desaparecen de forma progresiva desde que se instala allí. Los protagonistas, asimismo, comparten una afinidad por las letras a pesar del distanciamiento de la universidad; la sensibilidad para la literatura se compatibiliza con la rudeza del campo, dos mundos en apariencia opuestos. En ambas obras, por otro lado, aparece alguien decisivo que cambia el devenir del personaje: un joven que piensa solo en sí mismo. El contraste entre el muchacho inexperto, fresco, vital, choca con la monotonía del granjero y la profesora adultos, los perturba; y, en su papel de secundarios, los jóvenes se convierten en piezas fundamentales del desarrollo.
La estructura también sigue unas pautas parecidas, aunque en su ópera prima utilizaba la primera persona: la acción comienza con la protagonista instalándose en su nuevo hogar, amoldando el mobiliario de una manera parecida a la que el granjero de Todo está tranquilo arriba hacía reformas en su casa; es como si el autor necesitara localizar el escenario en el que se mueven e identificar su ritmo de vida antes de continuar, algo así como colocar los pilares antes de construir el edificio. La escritura, pausada, fría, domina las elisiones para mantener el misterio en lo relativo al secreto de la mujer; y los diálogos, parcos, resultan muy realistas, porque a veces los gestos y las actitudes dicen más de cada uno que las palabras expresadas en voz alta (con Bakker se hace imprescindible leer entre líneas para entender). Con respecto a su debut, se aprecia un estilo más depurado y directo, no tan insistente en el relato de ciertas rutinas de la granja; una evolución frecuente en muchos escritores.
Gerbrand Bakker
Campo y literatura, decadencia y juventud, distancia y cercanía, silencio y ruido de fondo; así son los dos libros traducidos al castellano de este novelista neerlandés, un autor que, a pesar de haber publicado solo tres novelas para adultos y de haber comenzado a escribir relativamente tarde, ha conocido el éxito —Todo está tranquilo arriba se tradujo a más de veinte idiomas y se hizo con el Premi Llibreter 2012 y el IMPAC de Dublín 2010; Diez gansos blancos, por su parte, se llevó el Independent Foreign Fiction Prize 2013 a la mejor novela extranjera publicada en el Reino Unido—. Casi nada. Las palabras de Bakker evocan con tranquilidad las miserias personales, y es esa habilidad, la de mostrar el vacío interior con elegancia y sutileza, la que engrandece tanto estas páginas.

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