30 diciembre 2013

Mis mejores lecturas de 2013



Si tuviera que elegir una entrada de mi blog para que fuese leída, me quedaría con esta, porque aquí está lo mejor que he leído en los últimos doce meses, aquellas obras que deslumbran por ser una demostración de ese arte llamado literatura. Hay de todo, publicaciones de 2013 y anteriores, puesto que no me ciño a las novedades y considero que nunca es tarde para comentar una buena novela. No están ordenadas de mejor a peor (¿cómo elegir entre Flaubert y Proust, entre Munro y Winterson, si cada uno es brillante a su manera?), de modo que no tengáis en cuenta esta presentación en forma de lista. Por supuesto, se trata de una selección personal, basada en mis lecturas y sin pretensiones de sentar cátedra.

Clásicos universales
Madame Bovary (o La señora Bovary), de Gustave Flaubert. Trad. Mª Teresa Gallego Urrutia, Alba, 2012.
En mi reseña lo describí como «una gran experiencia literaria». En efecto, Flaubert realiza un espectacular despliegue del lenguaje y utiliza sus armas para plasmar los recovecos de la psicología humana, con toda su vulnerabilidad y su hipocresía. Desde mi punto de vista, más que la historia de un adulterio, Madame Bovary es el relato de una insatisfacción vital que busca consuelo, equivocadamente, en los brazos de otros hombres.

Anna Karénina, de Lev. N. Tolstói. Trad. Víctor Gallego, Alba, 2010.
Al igual que Madame Bovary, esta novela se ha popularizado por la infidelidad de la protagonista, tal vez porque las adaptaciones al cine han dado más peso a esta parte. No obstante, Anna Karénina es mucho más: es Anna y Levin, es la familia, es el campo y la ciudad, es la religión y la política, es una crisis existencial. Pienso que todos los temas del universo humano están reflejados de una forma u otra en la obra de Tolstói.

Combray, primera parte de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Trad. Josep Mª Pinto, Viena, 2009.
El triunfo de la forma sobre la trama, el discurrir de la conciencia, ese tono íntimo, reflexivo y sensorial, un torrente de frases largas, llenas de ramificaciones y recursos retóricos. La obra de Proust no admite clasificaciones, porque en ella están presentes todas las dimensiones posibles: psicológica, filosófica, onírica, poética, tragicómica. Este primer volumen narra el descubrimiento del mundo y el arte por parte de su joven protagonista.

La muerte del corazón, de Elizabeth Bowen. Trad. Eduardo Berti, Impedimenta, 2012.
El despertar de una adolescente, ese tema universal e intemporal, narrado con una escritura elegante y sutil, una escritura que se recrea en las descripciones y nos regala diálogos inteligentes. La novela está llena de contrastes, entre los personajes y entre los escenarios, que de algún modo reflejan el antes y el después de la protagonista en su particular viaje iniciático.

La pasión según G. H., de Clarice Lispector. Trad. Alberto Villalba. Siruela, 2013.
Una reconstrucción del mito de la caverna platónico en forma de una mujer que, después de contemplar aquello que la horroriza, decide hacer el esfuerzo de cambiar, de redescubrirse a sí misma y superar todos sus miedos. Se trata de una obra reflexiva, profunda y compleja, que destaca más por su significado, por el fondo metafísico de la transformación de la protagonista, que por los hechos, prácticamente irrelevantes.


Recuperaciones de libros olvidados
La frontera entre clásico y recuperación es difusa (a menudo se habla de «clásicos recuperados»). El criterio que he seguido para separar las siguientes obras de las precedentes se basa, por una parte, en la consideración de excelencia que se presupone a un clásico. Con Flaubert, Tolstói y Proust no hay dudas; Bowen y Lispector, aunque menos conocidas para el gran público, también han recibido estos calificativos. En cambio, las novelas de Austin Wright y John Williams se han redescubierto en los últimos años, aquí y en sus países, por lo que quizá todavía es pronto para plantearse esta reputación. Por otro lado, a Brigitte Reimann se la aprecia en Alemania, pero aún se la conoce poco en otros lugares y, además, este libro no es su obra maestra. En cualquier caso, aconsejo quedarse con sus nombres a secas y no con la etiqueta que les he puesto.

Butcher’s Crossing, de John Williams. Trad. Luis Murillo, Lumen, 2013.
Una historia de iniciación ambientada en el lejano oeste norteamericano. Lo más significativo de esta novela no es su marco histórico, sino la capacidad de John Williams para tratar temas como el paso de la juventud a la madurez y el miedo ante la fragilidad de la vida. Un ejemplo perfecto de que un buen narrador es capaz de trascender los límites de cualquier género literario.

En la ciudad del mañana, de Brigitte Reimann y Hermann Henselmann. Trad. Ibon Zubiaur, Errata naturae, 2013.
Una correspondencia entre una escritora inquieta y un importante arquitecto en el contexto de la RDA. Cartas sobre visiones políticas contrapuestas, sobre las inseguridades ante la escritura, sobre la influencia de la arquitectura en el ánimo de la gente, sobre la vida en general. Un testimonio brillante que muestra cómo vivieron aquel periodo dos intelectuales de generaciones e ideas diferentes, pero con la inteligencia suficiente para respetarse y dialogar.

Tres noches, de Austin Wright. Trad. Héctor Silva, Salamandra, 2012. 
Con una estructura compleja, Austin Wright relata las vivencias de un hombre cuando debe hacer frente a lo peor que le podía ocurrir, sin sentimentalismos, mediante una trama en la que utiliza elementos propios del suspense (crímenes, investigación policial) para asegurar la diversión, pero, a la vez, la reflexión. Un incisivo juego narrativo, en parte thriller psicológico, en parte ejercicio metaliterario.


Literatura contemporánea de autores reconocidos

Mi vida querida, de Alice Munro. Trad. Eugenia Vázquez Nacarino, Lumen, 2013.
Pocos escritores son capaces de elevar lo cotidiano a literatura de máximo nivel, y Munro es una de ellos. Estos diez relatos, ricos en detalles, exploran las relaciones interpersonales de las personas corrientes a lo largo del siglo XX y ofrecen otra mirada a aquello que parece carente de interés. Además, el libro contiene una magnífica parte autobiográfica que en cierto modo enseña que lo más característico de uno mismo no es lo que le ocurre, sino los ojos con los que decide interpretarlo.

La pasión, de Jeanette Winterson. Trad. Elena Rius, Lumen, 2007.
Hablar de una obra de Jeanette Winterson es hablar de contrastes: París y Venecia, la pureza y el juego, el orden y el azar, el amor platónico y el sexo, la realidad y lo maravilloso, la guerra y la paz, la religión y la libertad. En esta novela narrada a dos voces, el estilo experimental de la autora sobresale más que nunca gracias a dos personajes que, pese a sus diferencias, se encuentran.

Me desperté temprano y saqué al perro, de Kate Atkinson. Trad. Patricia Antón, Lumen, 2013.
A partir de una trama de suspense policíaco, Atkinson plantea una historia en la que lo más importante son los personajes y su capacidad para tomar decisiones y hacer frente a sus miedos. Por si fuera poco, invita a pensar en las contradicciones de nuestra sociedad, acostumbrada a reprobar determinadas acciones que, en manos de esta autora, no resultan tan fáciles de etiquetar. En definitiva, mucho más que una novela negra.


Literatura contemporánea de autores jóvenes

Separo a estos autores de los anteriores, no solo por pertenecer a otra generación, sino porque es posible que aún no hayan escrito su mejor obra y me parece importante tenerlo en cuenta a la hora de leerlos. Sé que puede sorprender encontrarlos en una lista en la que también figuran grandes nombres de la literatura, pero lo hago precisamente porque leo de todo, libros de escritores de larga trayectoria y libros de escritores jóvenes, y en este apartado quiero destacar a aquellos que considero más interesantes dentro de este grupo.

El mes más cruel, de Pilar Adón. Impedimenta, 2010.
Los relatos que componen este libro se podrían describir como una aproximación lírica a la fragilidad del ser humano en sus múltiples facetas. Los cuentos de Adón generan incertidumbre e invitan a pensar; la autora es hábil en la recreación de ambientes variados, en los diálogos con frases punzantes y en las inteligentes observaciones sobre la vida que se cuelan en los párrafos.

La Gran Casa, de Nicole Krauss. Trad. Ana Rita da Costa García, Salamandra, 2012.
Con una estructura fragmentada y ambiciosa, Krauss nos propone una novela narrada a cuatro voces sobre las diferentes formas que adopta la pérdida en épocas y lugares diversos. La prosa de la autora, elegante y con gusto por la digresión, es rica en referencias literarias e históricas; además, alcanza un alto nivel de subjetivismo, porque lo importante aquí son las vidas interiores de sus protagonistas.

La verdad, de Riikka Pulkkinen. Trad. Luisa Gutiérrez Ruiz, Salamandra, 2012.
El universo familiar es una fuente inagotable de historias. El amor, también. Esta novela habla de temas que muchos autores han tratado, pero Pulkkinen hace lo que tiene que hacer y les da su particular enfoque, un enfoque delicado y sutil, lleno de referentes culturales, que profundiza en asuntos como prepararse para afrontar un acontecimiento complicado o superar un recuerdo doloroso.

Por si se va la luz, de Lara Moreno. Lumen, 2013.
Una pareja de urbanitas renuncia a todo lo que significa vivir en el mundo global y se marcha al campo para sobrevivir con lo mínimo. El interés recae en la vida interior de los personajes, sórdida y limpia, intensa y tranquila, compleja y sencilla; Lara Moreno consigue plasmar las relaciones entre desconocidos en un ambiente rural con una voz íntima y poética.


Para saber todo lo que he leído en 2013, estos son mis balances de la primera y la segunda mitad del año.

27 diciembre 2013

Balance lector de la segunda mitad del año

Después del balance de la primera mitad del año que publiqué en verano, aquí están los libros que he leído durante los últimos seis meses. En general, diría que he disfrutado de mejores novelas durante esta segunda mitad, tanto clásicas como contemporáneas, aunque mi peor lectura de este 2013 también se encuentra en este bloque. Clicad en los títulos para conocer mis impresiones en detalle.

Clásicos universales de los siglos XIX y XX:

Recuperaciones de novelas del siglo XX:

Narrativa anglosajona:

Narrativa española:

Narrativa en otros idiomas:

Literatura de entretenimiento:

Libros que no encajan en las clasificaciones previas:


Esto solo ha sido una recopilación de todo lo que he leído estos seis meses. La próxima semana publicaré mi lista de mejores lecturas del año, que será más extensa que la que aparece en la barra lateral del blog.

23 diciembre 2013

El hombre que perseguía al tiempo - Diane Setterfield



Edición: Lumen, 2013
Páginas: 432
ISBN: 9788426421791
Precio: 20,90 € (e-book: 11,99 €)

Los escritores que han cosechado un buen número de ventas con un libro se enfrentan a un gran reto con su siguiente obra: consolidar a ese público que una vez confió en ellos y ahora les puede criticar tanto por ofrecer algo demasiado parecido a esa novela triunfante (Carlos Ruiz Zafón) como por proponer un relato completamente diferente (María Dueñas). La inglesa Diane Setterfield (Berkshire, 1964), ex profesora de literatura francesa, se encuentra en esa situación: su debut, El cuento número trece (2006), se convirtió en un best-seller internacional y ahora todas las miradas están expectantes ante El hombre que perseguía al tiempo (2013), su esperada nueva novela, de la que ella misma ha dicho que procuró que no se pareciera a su anterior libro porque «el lector se merece nuevos mundos». He descubierto a la autora con esta última publicación, de modo que no podré hacer las comparaciones que, intuyo, estarán presentes en la mayoría de reseñas.

El hombre que perseguía al tiempo transcurre en Londres durante la época victoriana. El protagonista, William Bellman, está marcado por un suceso de su infancia, aunque él no es consciente de ello: mató a un grajo con un tirachinas, una hazaña con la que se ganó la admiración de los otros niños del barrio, que crecieron convencidos de que su colega, por su fuerza y su convicción, llegaría a ser alguien importante. En efecto, el William adulto empieza a trabajar en una fábrica de tejidos, pero su entusiasmo y su disciplina enseguida le permiten ascender. Sin embargo, el pasado le persigue en forma de un misterioso hombre vestido de negro que aparece en las circunstancias más trágicas de su vida. De eso, y de las manadas de grajos que sobrevuelan la ciudad…

Diane Setterfield ha construido una historia victoriana intrigante y oscura que posee influencias de la literatura inglesa decimonónica. Su narración, elegante y evocadora, de ritmo ágil, logra plasmar la atmósfera misteriosa de la época desde la primera página —el comienzo de un prólogo deslumbrante—, una sensación que se ve acentuada por la presencia del grajo, ese pájaro parecido al cuervo que juega un papel fundamental en esta novela, y del caballero vestido de negro, que surge como una dama del alba y hace crecer la emoción cada vez que se cruza con William. Estos elementos se relacionan con la memoria y la muerte, dos temas que aumentan el suspense y resultan menos predecibles de lo que cabría esperar.

La novela está escrita con un estilo bastante afín al de autoras como Kate Morton, Katherine Webb y Victoria Álvarez, con ese gusto por la época victoriana y la combinación de intriga y sentimientos. Aun así, a diferencia de ellas, esta obra no se caracteriza por la acción, sino que el misterio más bien es algo que flota en el ambiente y Diane Setterfield no necesita relatar grandes aventuras para que el lector se interese por lo que sucederá. Por otra parte, la obra nos acerca al sector de la industria textil y funeraria del periodo, los ámbitos en los que se mueve el protagonista, para los que la autora se ha documentado a fondo (resulta interesante conocer, por ejemplo, cómo se vivía el duelo y cómo cambiaron las costumbres cuando se aprobó la incineración). La historia también abarca el lado familiar, muy doloroso para William, pero es su faceta de hombre de negocios la que resulta, en mi opinión, una aportación más notable. Todos estos temas conducen a una reflexión sobre el tiempo y las oportunidades, a modo de moraleja de cuento, que sigue siendo aplicable en la actualidad.

No obstante, mentiría si dijera que me ha parecido una novela redonda. Peca de simplificar en exceso las cosas, incluso para tratarse de una obra destinada a ser un best-seller: personajes secundarios superficiales (quizá con la excepción de Dora) y relaciones entre ellos poco elaboradas, desarrollo previsible en algunos aspectos (la carrera laboral de William), etc. En la segunda parte, las abundantes y repetitivas descripciones sobre los avances de la industria lastran la narración; hay mucha información superflua que se podría haber recortado. En cambio, he echado de menos que se potenciara más el misterio del personaje vestido de negro. También considero que, sobre todo en la recta final, la frialdad del protagonista se traspasa al texto; no he llegado a experimentar esa implicación emocional necesaria para conectar con una historia, aunque soy consciente de que este apunte es puramente subjetivo.

Diane Setterfield
En conclusión, pese a no ser una novela perfecta, estoy segura de que El hombre que perseguía al tiempo va a satisfacer las expectativas de muchos lectores, porque reúne cualidades que el público aprecia, como un misterio distinto a lo habitual, una prosa amena y hermosa al mismo tiempo, una cuidada recreación del periodo victoriano y una trama que atrapa desde el principio. En definitiva, es una obra para disfrutar, una lectura evasiva que, aunque con altibajos en el ritmo, cumple su promesa de entretener e intrigar hasta su desenlace. No estoy a tiempo de incluirla en mi lista de libros para regalar estas fiestas, pero seguro que estará presente en los escaparates de muchas librerías y, sin duda, es una buena opción para obsequiar a alguien (o a uno mismo).

20 diciembre 2013

Cinco mentiras sobre el mundo literario



1. Los autores españoles solo escriben sobre la guerra civil u otros temas en los que el sustrato de la literatura española tradicional está más que presente. Podría poner muchos ejemplos de lo contrario, pero citaré solo dos nombres: Pilar Adón y Victoria Álvarez. Por motivos diferentes, su estilo se aleja bastante de lo que nos viene a la mente al pensar en «literatura española». También se debe tener en cuenta a los escritores de literatura fantástica que inventan mundos alejados de nuestra ficción, como José Antonio Cotrina.

2. La literatura infantil y juvenil es inferior a la adulta / más fácil de escribir que la adulta. Basta con pensar en grandes clásicos que han estado incluidos en este grupo, desde los cuentos de los Hermanos Grimm o Hans Christian Andersen a autores de sobra reconocidos como Lewis Carroll, Louisa May Alcott, Michael Ende, Maria Gripe o Christine Nöstlinger, entre otros muchos. Personalmente, me parece que escribir para niños es complicadísimo y a veces no somos conscientes del mérito que tienen estos escritores por conseguir iniciar en la lectura a los más pequeños.

3. Los clásicos son difíciles de leer. Depende, depende, depende. Si pensamos en autores como Marcel Proust o Clarice Lispector, sí, desde luego. Sin embargo, hay obras como Orgullo y prejuicio, Anna Karénina o Madame Bovary que se leen muy bien. Pensar que la lectura de todos los clásicos resulta complicada es un simple prejuicio (y bastante dañino, porque puede ahuyentar a los lectores).

4. La literatura fantástica solo es para niños y jóvenes. Durante mucho tiempo este género se ha considerado de segunda, un tipo de libro que no puede interesar a los adultos por ser menos serio que el realismo que tanto ha marcado la literatura española del pasado siglo. Afortunadamente, las cosas están cambiando: ha quedado demostrado que muchos adultos disfrutan de la fantasía y cada vez son más los grandes grupos editoriales que le hacen un hueco en su catálogo.

5. Todos los best-sellers son de mala calidad. Dentro de lo comercial hay diversos niveles: El guardián invisible, Cincuenta sombras de Grey y otros productos me parecen ejemplos de mala calidad, pero también hay obras más que consistentes, como La sombra del viento o las novelas de Kate Morton. Ni todo lo que aspira a ser más que entretenimiento es bueno, ni todo lo que se limita a este ámbito es malo.

Continuará…

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