Edición:
Salamandra, 2015 (trad. Judit Xantus Szarvas)
Páginas:
190
ISBN:
9788498387025
Precio:
12 € (e-book: 6,99 €)
El último encuentro
(1942), una de las piezas más celebradas del novelista y dramaturgo húngaro
Sándor Márai (1900-1989), narra el
reencuentro entre dos viejos amigos que llevan décadas sin verse. Se trata
del primer libro del autor que Salamandra recuperó de entre su vasta
producción —solo entre 1918 y 1947 publicó más de cuarenta obras— y se publicó
en castellano en 1999, cuando fue redescubierto. Márai llegó a gozar de cierto prestigio
en Hungría antes de la Segunda Guerra Mundial, pero con el establecimiento del
régimen comunista se marchó de forma definitiva a Estados Unidos y su obra fue
prohibida en su país de origen. Esta vida turbulenta, que culminó con su suicidio, le ha otorgado los
calificativos de escritor maldito y
olvidado, que tal vez, dado el espíritu romántico con el que a menudo se
sigue apreciando la literatura, han contribuido a aumentar un culto más que
cuestionable en torno a su figura y su obra.
Las
novelas de Márai se inscriben en la tradición
realista decimonónica, es decir, construcción episódica lineal —casi como los actos
de una obra de teatro—, pulso elegante y preciso, gran importancia de la trama.
El último encuentro en particular se
centra en las cuentas pendientes entre Henrik, un general retirado, que ocupa
el papel principal, y su amigo Konrád, con el que mantuvo una estrecha relación
durante su juventud. Llevan exactamente cuarenta y un años sin verse; entonces ocurrió
algo que los separó, y ahora, en la vejez, Konrád regresa y el general está
dispuesto a aprovechar el momento para sacar a la luz el secreto que los alejó.
La primera parte del libro, desde el anuncio de la visita hasta que el amigo
por fin se presenta en la mansión, sirve para mostrar los rasgos de ambos
personajes y plantear una oposición
entre ellos a partir de su pasado, cuando se conocieron en la academia
militar: Henrik, el rico, hijo de un guardia imperial, que salía por las noches
a divertirse; Konrád, un chico de familia humilde, solitario y con una gran sensibilidad
por la música, afición que en el entorno del primero era más propia de mujeres.
Con todo, se hicieron grandes amigos.
En
el presente, cuando los dos son ancianos, se han vuelto las tornas: Henrik, ya
viudo, se retiró de forma prematura y vive recluido en su caserón con la única
compañía del ama de llaves y los criados; se aferra a un mundo, un tiempo, que
ya ha dejado de existir —la casa, como él, ha perdido el esplendor de antaño, símbolo
de la imposibilidad de aferrarse al pasado, a un Imperio austrohúngaro que ya es historia—. Konrád,
en cambio, ha viajado, ha descubierto otras culturas y solo ha regresado a su
tierra natal para emprender este viaje, en plena Segunda Guerra Mundial. En la
segunda parte de la novela, se ven las caras en un encuentro en el que Henrik,
meticuloso hasta el extremo, ha decidido repetir el mismo ritual que la última
vez que se vieron. En este punto, la tercera persona da paso a una conversación
que es más bien un monólogo del general, un monólogo que, con una intriga bien
dosificada, va desvelando los motivos de la separación de ambos amigos y pone
sobre la mesa su venganza (en forma de preguntas).
Márai
es un escritor de los que yo llamo «dueños de su material»: domina la técnica de la novela breve de
intriga a la perfección, su propuesta está bien planteada, bien escrita y
bien ejecutada, y repite el mismo esquema o uno muy similar en otros libros
—como La herencia de Eszter (1939),
que se reseñará en las próximas semanas—. Sin embargo, dominar solo su material
tiene un inconveniente: no se mueve en el terreno de la gran literatura, que
conlleva riesgos, dificultades, sino en el del potboiler
o lo que hoy conocemos como best-seller bien vestido: un libro
correcto en su desarrollo y con un estilo digno, pero de escaso calado, vacío
de significado. José María Guelbenzu señala en su crítica —erudita y, a mi
parecer, muy acertada— que el interés de El
último encuentro está supeditado a la intriga, al qué pasará. Esto no
supone un problema per se, pero sí lo
es cuando toda la concepción de la obra reposa solo en esto y deja en un lugar
secundario los matices de los personajes o la hondura del conflicto emocional sobre
la amistad. En palabras de Guelbenzu:
[…] a medida que me internaba en ella, me ha ido pareciendo, a cada página que pasaba, más pedestre y superficial de lo que hubiera sospechado y he llegado al final con la convicción de encontrarme ante uno de esos casos que, en la jerga literaria, se conoce con el nombre de «falsa gran novela». […] esta novela no responde a criterios de conocimiento sino de atracción por lo escondido. No es lo mismo desvelar un acertijo que conocer un sentimiento o una idea. En el primer caso estamos ante una curiosidad resuelta con mayor o menor artificio; en el segundo, ante una representación de la vida cuyo sentido final es el Conocimiento. […] La intriga que emana de los personajes emana de su complejidad, no de su simpleza; cuando son simples es cuando se supeditan a las necesidades de la mera intriga y donde hay capitán, no manda marinero. La prosa aparentemente elegante y cultivada de Márai […] oculta una variedad considerable. Todo lo que hace es desgranar la información precisa y sucesiva para sacar adelante la intriga. Los personajes adyacentes –Nini, Krizstina y Konrád– son fantasmales, no evolucionan, tampoco dejan ver el contenido de su conciencia, simplemente informan de sus actuaciones.
Sándor Márai |
En
definitiva, estamos ante una buena novela dentro de su género, una novela muy fácil de disfrutar y que
se lee con avidez —quizá su éxito se deba a esto, a su accesibilidad para todo
tipo de lectores—, pero que resulta plana como creación literaria y está lejos
de ser la obra maestra que muchos aclaman. Creo que el cuidadoso estilo de
Márai, tan exquisito y refinado en comparación con la narrativa contemporánea —no
olvidemos que muchos lectores siguen tomando el esquema clásico como su principal
referencia de buena literatura—, junto con el sentimentalismo (siempre
candidato a conmover), han llevado a
engaño a la hora de valorar a este autor y han pasado por alto su simplicidad,
tanto en el tratamiento de los personajes como en el conflicto psicológico. No todas
las recuperaciones deben ser consideradas clásicos modernos por el mero hecho
de volver a publicarse; la literatura comercial ya existía antes y, a veces, el
emperador está desnudo.
Fotogramas
de la TV movie de 2010 basada en el
libro.