27 julio 2012

La mujer de papel - Rabih Alameddine

Edición: Lumen, 2012
ISBN
: 9788426420725
Páginas
: 336
Precio
: 21,90 €

De repente la noche se iluminó con la luz de una dama. No era bella ni joven, pero sí culta, serena y de mente inquieta. Se llamaba Aaliya, y era obra de la imaginación de Rabih Alameddine (1959), un escritor libanés en lengua inglesa que en 2008 se ganó el aplauso de la crítica y los lectores con la novela El contador de historias. Aun así, lo cierto es que le costó tomar la decisión de dedicarse a la literatura: pasó años trabajando en ámbitos tan dispares como la ingeniería, la psicología y la pintura. Ahora esa variedad de intereses cobra sentido, porque al igual que él, Aaliya es una persona cultivada y con espíritu crítico que nos regala una parte de su ser en esta lúcida historia. Seguid leyendo, por favor: no os arrepentiréis de conocer a La mujer de papel.

Aaliya, la mujer de papel

Hace ya mucho tiempo que me abandoné a una lujuria ciega por la palabra escrita. La literatura es mi caja de arena. En ella juego, construyo mis fuertes y castillos, me lo paso en grande. Lo que me da problemas es el mundo que hay fuera de ese parque. Me he adaptado dócilmente, aunque no de manera convencional, a ese mundo visible para poder retirarme sin muchos inconvenientes a mi mundo de libros. Para continuar con la metáfora, si la literatura es mi cajón de arena, el mundo real es mi reloj de arena, un reloj que se vacía grano a grano. La literatura me da vida, y la vida me mata. (Pág. 15).

Aaliya, mi querida Aaliya, mi amiga Aaliya; esta anciana beirutí me ha robado el corazón. En apariencia no tengo nada en común con ella, pero compartimos algo sin lo que ninguna de las dos podría vivir: el amor por la literatura. Aaliya no pasa las horas haciendo calceta ni cocinando, sino que se dedica a leer y a traducir grandes obras de la literatura, por voluntad propia y sin que nadie lo sepa (¿a quién podrían interesar las traducciones de una vieja sin formación?). Es una mujer solitaria que vive por y para los libros, que llenan su piso de Beirut.

Como nos suele ocurrir a los que leemos con fruición, desde fuera parece una señora tranquila y un poco extraña. ¿Por qué no se relaciona con sus vecinas? ¿Por qué no disfruta con las mismas actividades que la mayoría de la gente? Pero a Aaliya poco le importa todo eso, la palabra escrita es su vida y en ella se sumerge para deleitarse de la realidad a su manera. En La mujer de papel nos cuenta en primera persona su historia, con un tono cargado de sentido del humor y a la vez de la melancolía más profunda. Relata su existencia sin un orden lineal, como si hablara con un interlocutor, enlaza los temas a medida que surgen, salta de un momento vital a una reflexión sobre arte y juega tanto como quiere con la narración. Se lo puede permitir: su creador sabe captar el interés e hilar bien los temas, de modo que el texto se sigue (¡se devora!) sin problemas.

Beirut y las personas de su vida

Todos los beirutíes de cierta edad han aprendido que cuando salen a dar un paseo nunca deben dar por sentado que volverán a casa, no solo porque podría ocurrirles algo a ellos, sino también porque su casa podría dejar de existir. (Pág. 193).

Aunque los libros están muy presentes en La mujer de papel (por fuera y por dentro), en la obra también hay un lugar para las relaciones personales. Somos lo que somos gracias a nuestra interacción con los demás, y Aaliya no es una excepción: hay gente y circunstancias que han dejado huella en ella, para bien o para mal, y las recuerda con total honestidad. Esta anciana no tuvo una vida fácil: se divorció en los años cincuenta y ha presenciado muchos años de guerra, pero por fortuna sus memorias carecen de dramatismo, sabe reírse de sí misma y de las cosas que le han pasado. ¿Cómo no me va a caer bien, eh?

Para empezar, Aaliya ha crecido en Beirut, un escenario difícil e imprevisible que seguramente los occidentales somos incapaces de imaginar. Nuestra protagonista vive sin comodidades que para nosotros resultan básicas, y lo que es peor, ha pasado por etapas en las que permanecer en la ciudad era muy inseguro, aunque aun así se aferró a ella con todas sus consecuencias. En este contexto es donde ha conocido a las personas que la han marcado, desde su madre y sus hermanastros, que nunca la apreciaron demasiado, a su querida amiga Hanna, cuyo recuerdo continúa presente en Aaliya. También merecen una mención su ex marido, al que se refiere con mucha ironía, y sus vecinas (las brujas), a las que vigila a escondidas.

A todo esto, los días de Aaliya no siempre se han limitado a la monotonía del piso y las traducciones: durante años trabajó en una librería, y a través de los libros compensó el haber tenido que abandonar los estudios de forma prematura. Allí pasó muchos ratos junto a Hanna, momentos de lectura y aprendizaje compartido, y no fue la única que la acompañó en el local. La vida de Aaliya comprende desde situaciones cotidianas sosegadas a instantes en los que tuvo que darlo todo para sentirse a salvo; no se la puede describir como una Juana de Arco, pero es una heroína a su modo.

Un canto a la literatura y a la cultura en general

Y todavía hay más. Los libros de la protagonista no son un mero decorado: Aaliya hace referencias filosóficas, mitológicas, artísticas, musicales y, por supuesto, literarias (entre las que se incluyen dos escritores españoles contemporáneos: Javier Marías y Antonio Muñoz Molina), toda una demostración de una amplia cultura que se muestra sin alarde, tan solo como su particular forma de entender este mundo. Quien no comparta su interés por aprender seguramente se sentirá perdido entre tantos nombres, pero si sois como ella, creedme: vais a saborear cada una de estas palabras como el alimento más delicioso.

En ocasiones las menciones derivan en reflexiones inteligentes y fundamentadas. Recuerdo especialmente su crítica al recurso de la causalidad, que considera que no refleja en absoluto la realidad. También habla de la traducción, de su forma de hacerla (tiene su propio ritual: a partir de las traducciones al inglés y al francés escribe su interpretación al árabe) y de las dificultades que conlleva; en este sentido, me ha abierto nuevas perspectivas, me ha enseñado lo complejo (y al mismo tiempo apasionante) que es. Por último, quiero destacar su rechazo al uso de catarsis en la literatura actual (ella las llama epifanías), que reproduzco a continuación:

La mayoría de libros que se publican actualmente se componen de una serie de lamentos seguidos de una epifanía y una trascendencia. A esas memorias y novelas con revelaciones íntimas podríamos llamarlas “tragedias felices” . Lo superaremos y todo eso. Yo las encuentro sentimentales y aburridas. Son la versión moderna de las vidas de santos, con relatos ejemplares de sufrimiento que precede a la redención, pero menos interesantes porque nosotros ya no tenemos libidinosos centuriones romanos que acosan a sensuales mártires vírgenes y golpean sus pechos turgentes y voluptuosos pero eternamente puros; menos interesantes porque, en lugar de ascender a un cielo suntuoso donde recibimos Su abrazo, hoy día lo único que conseguimos es una miserable epifanía.
Me parece un timo. ¿A vosotros no? (Pág. 164-165).

En general, La mujer de papel me ha recordado mucho a Firmin, la rata bibliobulímica de Sam Savage. Como Firmin, Aaliya vive inmersa en los libros, son sus amigos, sus compañeros, y habla de ellos sin cesar. Además, ambos personajes me han transmitido ternura, me han hecho llegar su amor por la literatura y me han dejado con una sonrisa en los labios (aun así, La mujer de papel me ha gustado más, tal vez porque ahora estoy más preparada para afrontar una historia como esta). Por todo esto creo que disfrutarán de la novela quienes se interesen por el mundo literario y las humanidades en conjunto.

Colorín colorado

Rabih Alameddine
Conocer a Aaliya ha sido la mejor experiencia literaria que he vivido en lo que va de año. O, por expresarlo de una forma más simple, La mujer de papel está entre mis mejores lecturas de este 2012. Una obra brillante en contenido y magnífica en edición, sin erratas ni faltas de ortografía; da gusto encontrar un libro tan bueno por dentro y tan cuidado en lo demás. De todas formas, no voy a caer en el error de recomendarlo a todo el mundo: La mujer de papel es para lectores curtidos y críticos, amantes de la buena literatura; si cayera en manos de un lector ocasional o que solo busque entretenimiento, probablemente le defraudaría por la ausencia de un hilo lineal y por la gran cantidad de referencias que contiene. En definitiva, si creéis que podéis disfrutar de esta historia, corred a la librería y preparaos para adentraros en las entrañas de Aaliya: ojalá deje tanta huella en vosotros como lo ha hecho en mí.

25 julio 2012

El deseo - Sophie Fontanel

Edición: Lumen, 2012
ISBN: 9788426420602
Páginas: 160
Precio: 14,90 €

Sophie Fontanel
A los cuarenta y nueve años, la periodista francesa Sophie Fontanel (París, 1962) tomó la decisión de dejar de mantener relaciones sexuales. Tras muchos encuentros íntimos con los hombres, se dio cuenta de que estos no la satisfacían y optó por no volver a compartir su cuerpo con ellos, al menos durante un tiempo. En El deseo, su sexto libro, relata cómo ha sido la reacción de sus amigos y familiares, que no acaban de comprenderla, y a partir de estos hechos reflexiona sobre cómo la sociedad nos conduce hacia el sexo y los emparejamientos, como si no hubiera otra forma de vida posible. La obra ha vendido cerca de cien mil ejemplares en Francia y acaba de traducirse al castellano.

Ya no soportaba que me cogieran y me zarandearan. Ya no soportaba el dejarme hacer. Había dicho sí demasiadas veces. No había tenido en cuenta la tranquilidad que pedía mi cuerpo (pág. 13).

No estamos ante una novela al uso. Para empezar, porque carece de la estructura habitual en forma de planteamiento, nudo y desenlace: la autora no narra los hechos con un orden lineal, sino que recopila escenas sueltas, a modo de retazos que plasman diversas situaciones que ha vivido, desde momentos en los que sus amigos le preguntan si ya ha encontrado a alguien a una ocasión en la que una chica se piensa que es lesbiana. Son frecuentes las recreaciones junto al grupo de conocidos en las que ella es la única soltera, la «rara». Personalmente, no me parece que lo que cuenta Fontanel sea algo fuera de lo común: voluntaria o involuntariamente, hay muchas mujeres que viven sin intimar con el sector masculino; creo que la particularidad de este caso ha sido el hecho de hacerlo público y expresar en voz alta que tal vez el sexo no es tan importante como a veces se piensa.

Dejen a la gente el tesoro que posee. Su equilibrio indefinible […]. No hay palabras para nombrar la ausencia de vida sexual de los humanos. Decimos “castidad”, pero no es la palabra adecuada. Decimos “abstinencia” y sigue sin ser la palabra adecuada. ”Asexualidad”, tampoco es la palabra adecuada (pág. 36).

Pero El deseo no se limita a la ausencia de vida sexual compartida: también es una novela sobre la soledad, la soledad de sentirse al margen por no seguir la tendencia mayoritaria. Por mucho que la autora defienda que con esta decisión pretende encontrar su «equilibrio indefinible», he percibido un tono apesadumbrado y taciturno en sus palabras, probablemente porque ella tiene las ideas claras, pero los de su alrededor le recuerdan a menudo que lo suyo no es normal.

Se podía ser diferente en medio de los demás (pág. 39).
Yo no sé si el amor nos vuelve ciegos, pero creo que la soledad nos hace clarividentes (pág. 83).

Aunque resulta evidente que la novela invita a pensar en la no necesidad de sexo, tampoco se trata de una reflexión como tal. No plantea los temas de forma directa, sino que deja que surjan, que floten en medio de cada episodio; la palabra es sutileza. Es aquí donde veo su mayor problema: el lector se acerca a este libro con la esperanza de encontrar una historia o un ensayo interesante que le remueva algo en su interior y le aporte perspectivas nuevas. ¿Lo consigue? Conmigo, no. Hay capítulos bonitos y me gusta la delicadeza con la que la autora aborda el asunto, pero la mayoría tan solo me han provocado indiferencia.

El deseo está escrito con una prosa sencilla y fina, de frases breves y capítulos cortos, sin apenas diálogo; se lee con mucha facilidad. A mi parecer, Fontanel ha intentado dar un tono literario a su creación y con ello ha renunciado al estilo periodístico que tan bien le habría sentado (me imagino el libro como una recopilación de artículos bien documentados, que no solo narrasen instantes de su experiencia sino que fueran más allá). Creo que podría haber hecho un trabajo mucho más interesante; obras sobre cómo disfrutar del sexo hay muchas, pero sobre la opción de vivir sin él, no tantas. Y es una lástima.

En definitiva, considero que El deseo es una novela que resulta más interesante por lo que sugiere en apariencia que por lo que esconde en su interior. En otras palabras, un ensayo o un texto autobiográfico bien fundamentado sobre la decisión de dejar de mantener relaciones sexuales podría haber dado mucho de sí; sin embargo, en mi opinión la forma de plantearlo de Sophie Fontanel no es la más adecuada para sacarle partido: a los lectores más exigentes les sabrá a poco, y el gran público no conectará con esta forma particular de narrar (por muy bien que se haya vendido en Francia). En general, lo describo como un compendio de situaciones vividas por la protagonista, contadas con delicadeza y sin adentrarse del todo en el meollo del asunto, con lo que permiten que el lector saque sus propias conclusiones. ¿Lo recomiendo? No es el primer título que aconsejaría, pero se lee tan rápido que tampoco perderéis mucho tiempo si decidís darle una oportunidad.

23 julio 2012

Fragmentos de libros: La Tierra murmura en si bemol

Esta noche el cielo está perfecto. En una de mis clases de arte mezclé las pinturas para hacer un cielo exactamente igual que este; un azul profundo y denso en la curvatura superior tornándose poco a poco más claro y más blanco a medida que se acercaba a los extremos de la Tierra, donde las colinas de Llyn parecían haber sido recortadas en papel negro y pegadas allí. El señor Parry dijo que era demasiado bonito para ser real. Pero aquí está. Quiero volar allá arriba para ver las estrellas reventar en el cielo azul; Orión, el Gran Cazador, con su todopoderosa espada, y la Vía Láctea, casi derramando sus estrellas sobre mi cabeza. Anoche no quise mirar abajo para ver la ciudad y el mar; floté hacia arriba, escuchando la canción de la Tierra y mirando el cielo. ¿Dónde termina el cielo? ¿Y dónde está el cielo? Por allí arriba nunca veo espíritus. Me pregunto si allá donde brillan estas estrellas vivirá gente. Extraterrestres. En las películas los representan siempre como monstruos. Pero ¿y si resulta que son como nosotros? ¿Serían también monstruos en ese caso?

Enlace a mi reseña del libro.

20 julio 2012

Éxitos de ventas: ¿somos demasiado conformistas?

Hoy me gustaría plantear una reflexión en torno al reciente éxito de la trilogía Cincuenta sombras de Grey, y en torno a todos los fenómenos literarios en general. De entrada, aclaro que no he leído este libro y por ahora no tengo la intención de hacerlo: no me llama la atención, sé que solo me aportaría entretenimiento y prefiero dedicar mi tiempo a obras que me apetecen más. Aun así, son tantas las reseñas que se han publicado que tengo una idea bastante clara de lo que encontraría en él.

En general, los lectores coinciden en que Cincuenta sombras de Grey es muy adictivo. A partir de aquí, hay dos bandos de opinión: mientras que unos lo critican duramente por ser flojo en muchos los aspectos (mala prosa, trama nada creíble, tema de mal gusto), otros reconocen que se lo han pasado bien leyéndolo, aunque tampoco lo consideran una novela de calidad. Con esta disparidad de pareceres se consigue atraer a los demás, que lo devoran más por curiosidad que por un verdadero interés por él.

Entre todos los comentarios que he leído, me sorprende que precisamente los asiduos al género romántico y erótico digan que no es para tanto, que hay historias mucho más fuertes que sin embargo han pasado desapercibidas. En el fondo, esto no es nada nuevo: el fenómeno no siempre va ligado a la calidad. Como mucho, a lo comercial de calidad, aunque no parece que este sea el caso.

Desde mi punto de vista, el éxito de esta obra se debe a dos puntos: por un lado, las ventas precedentes en los países anglosajones, que siempre contribuyen a llamar la atención (y sin ellas no habría recibido la gran promoción que ha tenido en España); por el otro, la promesa de que va a escandalizar, sin duda un buen gancho para el lector (recordemos lo que ocurrió con El Código Da Vinci y la Iglesia).

Un inciso: soy muy selectiva con mis lecturas y rara vez siento interés por un libro popular; aun así, hay novelas comerciales y de escasa calidad literaria que me han gustado (véase Dan Brown o Sarah Lark). Explico esto para que quede claro que comprendo que haya gente que disfrute con Cincuenta sombras de Grey, aunque a mí no me interese.

Volviendo al tema, siempre que se produce un fenómeno de estas características me asalta una gran duda: ¿por qué a veces triunfan libros que dejan bastante que desear? ¿Se da demasiada importancia al hecho de que una historia sea adictiva? ¿Los lectores somos fáciles de contentar? ¿Qué es lo que ocurre en el mercado editorial para que esto funcione y algunas obras de calidad pasen totalmente desapercibidas? ¿El público no está educado para saber apreciar la buena literatura? ¿O simplemente es necesario que exista la producción cultural de entretenimiento puro y duro? No me digáis que las editoriales van a lo fácil: en las librerías podemos encontrar todo tipo de obras; quien no esté interesado en lo comercial solo tiene que buscar un poco. Además, son los lectores los que eligen y no creo que ninguno espere encontrar una obra maestra en Cincuenta sombras de Grey.

Después de esta lluvia de preguntas sin respuesta, os cedo el turno a vosotros para que comentéis lo que os apetezca sobre el tema y/o sobre esta trilogía en particular. Seguro que podemos tener un debate muy entretenido.

18 julio 2012

Un día de pasos alegres - Raquel Díaz Reguera

Edición: Narval, 2011
ISBN: 9788493938123
Páginas: 32
Precio: 15 €

Toc, toc, llama el cartero. Un paquete inesperado. ¿Qué será esta vez: una novela de terror, la tercera parte de una saga que no sigo o tal vez un manual para prevenir enfermedades? Los envíos sorpresa no suelen acertar con mis gustos, no. Pero en esta ocasión he recibido algo bonito: un cuento infantil ilustrado. No tengo hijos ni sobrinos ni primos que puedan disfrutar de estas cosas, aunque para niña ya estoy yo, que se me cae la baba con estas creaciones tan bonitas. Porque Un día de pasos alegres es un relato hermoso, visual y textualmente. ¿Os animáis a seguir leyendo para conocerlo un poco más?

Se trata del sexto álbum de la ilustradora sevillana Raquel Díaz Reguera (1974), de la que, a juzgar por su biografía, me atrevo a decir que es una persona muy creativa: licenciada en Bellas Artes, escribe y dibuja desde su infancia, pero no solo eso, sino que también compone letras de canciones para artistas de la discográfica Universal Music Publishing e incluso forma parte del grupo musical Maldeamores. En el ámbito de la ilustración, el mayor reconocimiento que ha recibido hasta el momento ha sido el Premio Tombatossals de Literatura Infantil Ilustrada de 2011 por Algo que aprender. De todas formas, el hecho de haber publicado cerca de diez títulos desde 2010 también puede considerarse un éxito, ¿no creéis?

No cabe duda de que el currículo de la autora es curioso o, como mínimo, atípico al lado del de los escritores a los que suelo leer. En cualquier caso, no me hizo falta leerlo para darme cuenta de que Un día de pasos alegres rebosa creatividad e imaginación, tanto en las palabras como en las magníficas imágenes que las acompañan. El argumento gira en torno a una niña llamada Martina y las acciones (los «pasos») que hace a lo largo de un día: se ha puesto sus botas de pasos alegres, el Sol le ha regalado un pequeño rayo, ha plantado unas semillas en el patio del colegio… Escenas cotidianas en la vida de cualquier niño, contadas desde una mirada imaginativa que muestra el lado encantador de aquello que vemos siempre.

La historia de Martina no llega a un punto álgido ni a una moraleja; tan solo plasma esos pasos, que contienen normalidad con una pizca de fantasía. Teniendo en cuenta que no puedo compararlo con obras similares porque desconozco este mundo, Un día de pasos alegres me ha parecido un cuento poco convencional, impregnado de un aire soñador que en mi opinión es su mayor logro. Según explica la autora en su blog, lo escribió del tirón un 1 de enero, en un momento de inspiración; no me sorprende, puesto que a lo largo del libro se mantiene el mismo tono agradable y poético, sin altibajos. A propósito del tema, aunque sume treinta páginas su extensión en palabras es mucho menor, ya que solo hay un pequeño párrafo en cada una. Esto último me hace pensar que puede ser apto para pequeños lectores: me los imagino leyendo con un adulto al lado, comentando aquello que les ha hecho más gracia y observando detenidamente las ilustraciones.

Ah, ¡las ilustraciones! Lo más llamativo de cualquier álbum, por supuesto. Nuevamente me tengo que disculpar por desconocer este campo y carecer de conocimientos para realizar un buen análisis (aunque con los Besos de Roger Olmos y la Blancanieves de Benjamin Lacombe empecé a practicar); aun así, sí que puedo deciros que predominan los tonos cálidos, que Raquel Díaz Reguera tiene un estilo muy particular para los rostros (carecen de la belleza celestial de las creaciones de Benjamin Lacombe o Nicoletta Ceccoli, pero tienen, cómo decirlo, personalidad) y que en general dibuja formas de grandes dimensiones, sin pararse demasiado en los objetos pequeños. Las ilustraciones son tiernas, coloridas y bonitas (me encantó ese Sol afectuoso), y además las páginas están totalmente a color, sin espacios en blanco para el texto (un aspecto que valoro, puesto que para mi gusto una parte en blanco rompe la magia de la imagen). En general, la edición está muy cuidada, con encuadernación de tapa dura y papel de calidad.

En definitiva, Un día de pasos alegres es un cuento ilustrado hermoso, una historia imaginativa que hará soñar a los pequeños y dejará con una sonrisa en los labios a los adultos (y al revés). No marcará un antes y un después en el mundo de la ilustración, pero me ha parecido bello y cuidado, una composición que vale la pena leer y releer. ¿Inconvenientes? Se hace demasiado corto, Martina podría haber dado algunos pasos más; en cualquier caso, no importa, porque las magníficas ilustraciones compensan la brevedad del relato. Me ha gustado conocer la obra de Raquel Díaz Reguera y no me importaría volver a encontrarme con una publicación suya: estoy segura de que me sorprendería de nuevo con su peculiar representación del mundo en el que vivimos. Y vosotros, ya sabéis: si tenéis algún niño cerca o simplemente sois adultos con la sensibilidad suficiente para disfrutar de un álbum ilustrado, daos una vuelta por la web de la autora y dejaos llevar por el encanto de sus creaciones.

16 julio 2012

Salvando a Francesca - Melina Marchetta

Edición: Círculo de Lectores, 2012
Nº Círculo de Lectores: 21261
Páginas: 256
Precio: 16,95 €
Publicado por primera vez en 2003.

Melina Marchetta
Casualidades de la vida, leí este libro en inglés hace unas semanas y a los pocos días de terminarlo descubrí que se acababa de publicar en castellano (eso sí, solo a través de Círculo de Lectores; esperemos que en el futuro otra editorial se anime a ponerlo al alcance de todos). Su autora, Melina Marchetta, fue uno de mis grandes hallazgos del pasado año (gracias a Cadentia): esta australiana escribe de maravilla, sabe caracterizar personajes interesantes y complejos y, por supuesto, construye historias atractivas para el lector. En su país goza de un gran prestigio, y también ha tenido éxito en Estados Unidos, donde consiguió el Michael L. Printz Award de 2009 por En el camino de Jellicoe.

En la primera opinión que escribí sobre su obra —no hace ni un año— me lamentaba porque sus libros no se tradujeran al castellano. Bien, a día de hoy ya tenemos disponibles tres de sus novelas: Finnikin de la Roca, En el camino de Jellicoe y esta, Salvando a Francesca (además de Buscando a Alibrandi, que se publicó en los años noventa y ahora es difícil de conseguir). Cómo cambian las cosas, ¿verdad? Y afortunadamente han sido para mejor, aunque me entristece que los citados títulos no se hayan promocionado más, en especial En el camino de Jellicoe, una auténtica joya. En cualquier caso, aquí estoy yo para contaros las cualidades de esta magnífica escritora de literatura juvenil, así que ¡adelante!

Sinopsis

Francesca tiene dieciséis años y no pasa por un buen momento. Para empezar, debe acudir al instituto St. Sebastian, un centro de secundaria que hasta hace poco solo era para chicos. ¿Resultado? Solo hay otras tres chicas matriculadas y sus compañeros no le caen demasiado bien. Francesca echa de menos a las amigas de su antiguo colegio, aunque estas parecen haberse olvidado de ella. Pero todavía hay algo peor: su madre, una mujer llena de vitalidad que siempre la apoya en todo, sufre depresión y no se levanta de la cama. Francesca se siente sola, pero pronto descubrirá que su nueva escuela no está tan mal, que quizá las compañías que no le convenían eran las de su antiguo grupo y, sobre todo, que mejorar la situación de su madre depende de todos. Una bonita historia sobre la amistad, el amor adolescente y la fuerza de voluntad para superar las adversidades.

Comentario personal

Quizá uno de los mayores talentos de Melina Marchetta es su capacidad para presentarnos temas realistas sobradamente tratados bajo un caparazón bastante original: si en En el camino de Jellicoe unas guerras territoriales servían de punto de partida para que la protagonista decidiera llevar a cabo aquello que había necesitado toda su vida, en Salvando a Francesca esa nota fuera de lo común la pone el instituto St. Sebastian, la escuela masculina que acaba de abrir sus puertas a las chicas. Un planteamiento divertido, aunque no deja de ser una simple anécdota, pues lo que importa son las relaciones entre los personajes.

En ese sentido, la autora alterna la trama familiar con los acontecimientos en el colegio; de este modo el dramatismo de lo primero se compensa con las escenas simpáticas (y dulces) de lo segundo. Se tratan temas muy interesantes: en el ámbito del hogar, se plasma la depresión de la madre y el descalabro que provoca en la familia, lo que permite ver cómo Francesca estrecha lazos con su hermano y la relación con su padre pasa por dificultades; por otra parte, la novela muestra el dolor de la protagonista al darse cuenta de que sus antiguas amigas la manipulaban. Esto último tiene su lado positivo: toma conciencia de que sus nuevos compañeros valen mucho porque la aceptan sin intentar cambiarla. En general, se habla de cuestiones muy actuales y la evolución de las tramas me ha parecido coherente, de modo que resulta fácil implicarse en la historia de Francesca.

También hay un lugar para el amor, por supuesto: Francesca comienza una relación con un chico llamado William, con el que tiene sus más y sus menos. Lo bueno es que no estamos ante el típico Don Perfecto ni ante la eterna pavisosa que solo se siente realizada cuando el galán se fija en ella: Melina Marchetta es una escritora que trata a sus lectores con respeto, es decir, inventa personajes de carne y hueso y construye hilos argumentales que resultan creíbles. Francesca y William son como dos adolescentes cualesquiera, ni poseen un físico extraordinario ni tienen un flechazo que les lleva a jurarse amor eterno. Son gente normal, y punto.

Hablando de los personajes, Francesca me parece una buena protagonista: una chica de dieciséis años que ha cometido errores, pero que tiene la inteligencia suficiente para ser consciente de ellos y aprender. No es perfecta, así que resulta sencillo sentir empatía hacia ella. Los secundarios también están bien caracterizados, tanto los familiares como los compañeros de clase, aunque a mí me han llegado especialmente Justine, Tara y Thomas: se les coge cariño y tienen personalidades tan interesantes que podrían protagonizar sus propias novelas (de hecho, Thomas lo hace en The Piper’s Son, un libro independiente a Salvando a Francesca que la autora publicó el año pasado).

Con respecto al estilo, siento verdadera devoción por Melina Marchetta: me encanta su forma de escribir, sus diálogos son verosímiles, tiene fragmentos preciosos, los capítulos están muy bien organizados, atrapa de inmediato… Su prosa transmite tanta viveza que a menudo parece que los personajes están vivos y las escenas transcurren delante de mis ojos; en definitiva, una gran escritora que no defrauda ni siquiera en sus obras «menores», como esta. En relación con la dificultad de lectura, es más fácil de leer que En el camino de Jellicoe, que emplea un vocabulario mucho más rico y tiene un arranque que puede desconcertar, de modo que no presenta ninguna complicación y puede ser apto para lectores preadolescentes.

En conclusión, el mercado editorial español ha ganado mucho con Melina Marchetta (al menos en calidad; las ventas no las controlo). Aunque sitúo Salvando a Francesca un escalón por debajo de mi favorito de la autora (el más que citado En el camino de Jellicoe), lo cierto es que he disfrutado mucho con su historia: a ratos me ha hecho sonreír y a ratos me ha emocionado; un equilibrio de sensaciones que refleja a la perfección lo que debe aportar una novela juvenil realista de calidad. Si os gusta este tipo de literatura y/o tenéis hijos/sobrinos/primos/etc. de entre doce y catorce años, apuntad este título porque puede ser una buena opción para regalar. Ojalá pronto lo publique otra editorial además de Círculo de Lectores.

Conclusión

Esta vez no termino mi reseña con un resumen de mis impresiones, sino con tres recomendaciones:

- Adolescentes de la franja baja (12-14 años): Salvando a Francesca. De los tres libros que he leído de la autora es sin duda el más fácil de leer, y además es breve y trata temas que resultan muy cercanos para estas edades (dificultades para hacer amigos, madre con depresión…). Sé que habría disfrutado mucho de esta historia en esa etapa, puesto que está en la línea de las novelas realistas de Gemma Lienas, Manuel Valls, Jordi Sierra i Fabra y otros tantos escritores a los que leí con avidez. También puede gustar a los mayores; eso sí, según lo que estéis acostumbrados a leer puede saberos a poco.

- Amantes de la fantasía épica (adolescentes y adultos): Finnikin de la Roca. Pese a haberse publicado en pleno boom fantástico, está por encima de la media y no tiene nada que ver con el modelo crepusculiano (más bien recuerda a la fantasía de siempre). Destaca por los magníficos diálogos y por construir una historia que pese al universo imaginario transmite mucha verosimilitud. A mí no me conquistó tanto como los otros libros de Marchetta, pero hay que tener en cuenta que no soy especialmente aficionada a este género, de modo que seguramente quienes estén acostumbrados a él lo disfrutarán más.

- Adolescentes a partir de 14 años y adultos: En el camino de Jellicoe. Para mí, la mejor novela de Melina Marchetta que he leído hasta el momento: prosa rica y envolvente, dos historias, un planteamiento original, temas que llegan al lector. Hace casi un año que la leí y todavía se me encoge el corazón al recordar algunas escenas. Por mucho que esté catalogada como juvenil, no es tan sencilla como Salvando a Francesca y abarca más tramas, de modo que la considero la mejor opción para que los adultos descubran a la autora.

En definitiva, hay un libro de Melina Marchetta para cada lector. Ahora solo falta que os animéis a descubrirla.

13 julio 2012

Fragmentos de libros: Historia del Rey Transparente

Los mejores guerreros no son necesariamente los más fuertes, los más grandes, los más pesados. Los buenos guerreros son aquellos que poseen cabeza y corazón.

***

Dhuoda me contempla con una mirada fija y quieta, sus ojos en mis ojos, dos sigmas de negrura. Ahora, sin dejar de mirarme, se lleva la rosa a la boca. Sus pequeños dientes, blancos y afilados como los de un animal, muerden las suaves hojas con fiereza. Corta y mastica y traga. Se está comiendo la flor. La devora lentamente, con impavidez y obstinación. Primero desaparecen los pétalos, después la rizada base verde, luego el corto tallo erizado de espinas. Aterra ver los formidables pinchos en su boca, pero ella sigue masticando sin hacer ni un gesto. Transcurre un tiempo interminable; Dhuoda ha dejado de rumiar y ya no queda nada de la rosa. Sonríe:
- Tienes razón, Leo. No eres más que una campesina ignorante. Pero es posible que algún día llegues a aprender lo cerca que está el placer del sufrimiento.
Y una gota de sangre resbala por sus labios y cae sobre la inmaculada seda blanca del vestido.

***

Pero sobre todo, mi Leo, me quedó un corazón endurecido por el odio, un corazón feroz del que me enorgullezco. Hace ya mucho tiempo de todo esto, pero yo sigo sintiendo la viscosa y cálida humedad de la sangre de Mambrina sobre mis ropas: también es por eso por lo que visto de blanco. No he vuelto a cruzarme con mi hermanastro, pero algún día lo haré. Y le mataré. Por eso quiero aprender a combatir. Rezo todos los días a Dios para que Pierre no muera antes, para que pueda acabar con él con mis propias manos. Puede que este tipo de plegaria no le guste al buen Dios, puede que sea sacrílega, pero no me importa, porque he pagado con creces mis pecados. Esto es lo mejor de la venganza: que cuando llega, tú ya has atravesado todo tu infierno.

***

A veces las discusiones son tan profundas que dejan por detrás un rastro indeleble. Son como esas tablillas de cera negra en las que Nyneve me ha enseñado a escribir: en ocasiones, sobre todo al principio, mi torpeza en el manejo del punzón hizo que arañara la madera. Y eso no tiene remedio: puedo volver a extender cera virgen sobre la superficie, pero la tablilla está astillada. Siento algo parecido en mi trato con Nyneve. Me alegro de haber hablado con ella el otro día en el patio de armas; me conmovieron sus palabras y se deshizo el resquemor que me asfixiaba. Pero por debajo de la cera nueva, perduran aún las punzantes astillas.

***

Esperanza: pequeña luz que se enciende en la oscuridad del miedo y la derrota, haciéndonos creer que hay una salida. Semilla que lanza al aire la sedienta planta en su último estertor, antes de sucumbir a la sequía. Resplandor azulado que anuncia el nuevo día en la interminable noche de tormenta. Deseo de vivir aunque la muerte exista.

***

Enlace a mi reseña del libro.

11 julio 2012

Leer en tiempos de crisis

Últimamente escucho a menudo que la gente no lee porque los libros son caros y en la situación actual no son un producto de primera necesidad. Si bien es cierto que en el día a día hay otras prioridades y que las novelas que se publican suelen tener un precio elevado, no compro el argumento de que se lee poco por falta de dinero. Entre otras cosas, porque tenemos la suerte de disponer de muchas alternativas para disfrutar de una buena obra sin que el bolsillo se vea perjudicado:

- Las bibliotecas. Cada vez que hablo de esta opción recibo comentarios en los que los lectores se quejan porque su centro más cercano tiene pocos libros y apenas dispone de novedades. Veamos: ¿qué es lo que importa, leer la última moda o simplemente leer? Yo creo que lo segundo. Entiendo esa frustración por no poder devorar una publicación reciente, pero, si los seguidores de este blog no mienten, hay infinidad de novelas anteriores que todavía despiertan interés. Si se pasa por un momento complicado, no cuesta nada adaptarse y buscar un título apetecible entre las estanterías de la biblioteca.

- Librerías de segunda mano. Los precios son mucho más económicos y se pueden encontrar verdaderas gangas. Si no tenéis ninguna cerca, podéis optar por algunas tiendas online que ofrecen esta modalidad, como Casa del Libro, Amazon o incluso Ebay (y si además os interesa vender en ellas, os recomiendo leer este reportaje que hice para El Tiramilla).

- Webs de intercambio de libros. Tienen el mismo problema que las bibliotecas: su oferta es limitada y cuesta encontrar novedades, pero aun así ofrecen un buen número de novelas por las que solo hay que pagar el coste de envío, como ocurre en Bookmooch, o simplemente el desplazamiento para encontrar el ejemplar que han donado, como sucede en Bookcrossing. Repito lo que he dicho antes: no resulta fácil encontrar un título en particular, pero leer, podréis leer.

- Aprovechar las ofertas. Desde colecciones de bolsillo a precios más asequibles (como las que salen en verano y Navidad a 6 €) a promociones especiales de e-books, sin olvidar las tiradas que se venden a precio de saldo (que cada vez son más). Es cuestión de buscar un poco: hay muchas novelas que pueden gustar a un gran número de lectores publicadas en estos formatos.

- Leer en inglés. Las novedades en este idioma son mucho más asequibles; yo misma he adquirido libros de tapa dura por 12 € y ediciones de bolsillo por menos de 5 €. Además, en webs como The Book Depository ni siquiera tendréis que pagar gastos de envío para España. ¡Un chollo!

- Préstamos entre amigos. Suena obvio, pero tal vez no se recurre a esta opción tanto como se debería. Si estáis acostumbrado a costearos vuestras lecturas se os puede hacer raro proponérselo a un amigo; aun así, dejadle ese libro que tanto os gustó e invitadle a hacer lo mismo. Una buena manera de comenzar.

- Participar en sorteos y concursos que se organizan en blogs y en las redes sociales de las editoriales. La mayoría son muy sencillos, por participar no se pierde nada y, en fin, ¡alguien se tiene que llevar los premios!

- Releer. Puede que no sea la opción más atractiva, sobre todo para los que no lo hacen nunca, pero quizá esta situación sea una ocasión idónea para volver a sumergirse en aquella novela apasionante, para recordar las lecturas de infancia o incluso para retomar ese libro que en su momento no se entendió del todo.

Quiero añadir un último apunte: si tenemos en cuenta el tiempo que empleamos en la lectura de un libro, este sale mucho más barato que unos cubatas o una cena en un restaurante, por poner algunos ejemplos. Si de verdad se tiene interés por disfrutar de la literatura, también se puede renunciar a otros caprichos, como hago yo y como hacemos muchos. A veces tengo la sensación de que se critica mucho el precio de las novelas, sin tener en cuenta lo mucho que nos aportan y que son objetos que perduran.

En definitiva, con esta entrada he querido mostrar que leer no tiene por qué ir asociado a comprar novedades. Hay maneras de leer sin necesidad de realizar un gran gasto ni recurrir a prácticas poco honestas; tan solo hace falta abrir los ojos y no obcecarse por conseguir un título en particular. Quien no lee es por pereza o desinterés, pero no por una cuestión económica.

09 julio 2012

La Tierra murmura en si bemol - Mari Strachan

Edición: Espasa, 2012
ISBN: 9788467032215
Páginas: 336
Precio: 19,90 €

Me gustan las novelas con encanto, ese tipo de historias que incluso cuando narran grandes tragedias son capaces de transmitir ternura y amor. Seguramente uno de los ejemplos más conocidos de ello es Mujercitas, pero en la literatura actual también hay muchas obras de este estilo, como la exitosa Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea. El libro del que os hablaré hoy tiene bastante en común con este último: está contado desde una perspectiva infantil y plasma el deterioro de una familia. Además, como la ópera prima de Annabel Pitcher, me interesó porque al leer su sinopsis pensé que el relato debía de tener ángel. Y lo tiene.

Mari Strachan

Nacida en Gales, Mari Strachan se graduó en la Universidad de Cambridge y ha desarrollado una larga carrera como bibliotecaria de diversas instituciones, desde espacios públicos a escolares y académicos. Aun así, parece que todavía le quedaban ganas de adentrarse más en el mundo literario, por lo que en 2007 obtuvo su título de Escritura Creativa en la Universidad Metropolitana de Manchester. La Tierra murmura en si bemol (2009) es su primera novela, que ha logrado una buena acogida en diversos países europeos y recientemente se ha traducido a nuestro idioma. También ha publicado Blow On a Death Man’s Ember (2011), por ahora inédita en castellano. A modo de curiosidad, su lengua materna es el galés, pero escribe en inglés.

Me llamo Gwenni y puedo volar

Gwenni tiene doce años y no es una niña cualquiera. O sí, pero los de su alrededor la consideran especial: la narradora de esta historia tiene una personalidad curiosa e imaginativa, hasta el punto de estar convencida de poder volar. Estos comentarios sacan de quicio a su madre, una mujer echada a la antigua que teme que la gente de la zona pueda etiquetar a su hija como rara. A pesar de todo, lo cierto es que Gwenni tiene una buena relación con sus vecinos, juega a hacer de detective con ellos y, en general, le tienen mucho cariño.

La situación se complica cuando Ifan Evans, un conocido del pueblo, desaparece. Este hombre nunca transmitió buenas vibraciones a Gwenni, pero su esposa sí: es una antigua maestra que la aprecia mucho, por lo que le confía el cuidado de sus hijas y le regala libros. No obstante, la madre de Gwenni ve las cosas al revés: solo tiene elogios para el desaparecido; en cambio, detesta que la niña pase tanto rato con una mujer que alimenta su sed de lectura, cree que saber demasiado solo da problemas. En estas circunstancias, Gwenni debe hacer frente a unos acontecimientos que cambiarán para siempre su vida y la de su familia.

Comentario personal

La Tierra murmura en si bemol se desarrolla en una localidad de Gales a finales de los años cincuenta. Aunque la recreación no es el aspecto más destacable de la obra, tiene su atractivo porque utiliza alguna palabra en galés (lengua materna de la autora) y se trata de un escenario poco trillado en la literatura que llega a nuestro país. Aun así, la vida en el pueblo no se aleja tanto de lo que conocemos aquí: se trata de un lugar en el que todo el mundo se conoce (con frecuencia los nombres de los personajes van acompañados de su profesión, como la señora Davies de la Capilla o Price el Dentista), con las ventajas y los inconvenientes que eso supone. En cualquier caso, teniendo en cuenta que cada vez vivimos en un mundo más globalizado, agradezco encontrar una historia que me transmita la calidez y la cercanía de este ambiente.

En este contexto aparece Gwenni, la niña que puede volar, un rayo de luz en una realidad llena de convenciones y preocupación por guardar las apariencias. La protagonista es curiosa, imaginativa e inocente; resulta imposible no cogerle cariño. Además, me encanta que sea niña y que le guste serlo: a pesar de que sus amigas empiezan a ir con chicos y a cambiar su forma de vestir, Gwenni todavía detesta a los muchachos y no interpreta del todo bien los problemas de los adultos; en otras palabras: no tiene prisa por crecer. Leer sobre un personaje así en un momento en el que parece que las niñas quieren hacerse mayores rápido es un verdadero placer.

Precisamente la visión de los problemas familiares desde el punto de vista de una niña es el tema central de la obra: conocemos la perspectiva que tiene Gwenni de su clan y de los de su alrededor, lo que permite abarcar cuestiones cotidianas como los malos tratos y los traumas del pasado que aún perduran. Su ingenuidad hace que a menudo no entienda lo que ocurre, por lo que el lector deduce las cosas antes que ella. Así pues, se trata de una historia realista contada desde la mirada de una niña adorable; aquello de volar es una mera anécdota (de hecho, Gwenni solo lo hace en sueños), si no os gustan los detalles fantasiosos no os tenéis que preocupar.

Entre el resto de personajes, destaca la madre de la protagonista: una mujer dura y echada a la antigua, con una preocupación extrema por el qué dirán. No le gusta que su hija lea; cree que hacerse demasiadas preguntas no es bueno. A pesar de lo desagradable que pueda parecer de entrada, su personalidad se enriquece a medida que pasan las páginas y dista mucho de ser un estereotipo simplón. Por otro lado, el padre de Gwenni es un hombre amable y comprensivo, igual que la señora Evans, a quien Gwenni aprecia mucho. En cambio, Ifan Evans no gusta nada a la pequeña… y aquí se puede aplicar aquello de los niños son listos y se dan cuenta de muchas cosas, incluso sin ser conscientes de ello. También intervienen otros habitantes del pueblo, que contribuyen a engrandecer la obra y amplían los asuntos tratados (siempre de tipo cotidiano y familiar).

En general, se trata de una historia bien hilada y contada. Me ha gustado mucho la forma de escribir de Mari Strachan, detallista y meticulosa, con el tono simpático de la voz de Gwenni. Además, se organiza en capítulos breves, lo que anima a seguir leyendo, aunque de todos modos dista mucho de ser una novela adictiva llena de giros sorprendentes. De hecho, la trama familiar puede resultar previsible por la proximidad de los temas planteados y porque el lector percibe más cosas que Gwenni, pero la novela merece la pena por el enfoque infantil y la atmósfera acogedora. Hay muchos aspectos que dan valor a una creación literaria, no todo es la acción en sí. Os gustará especialmente si disfrutáis con los libros tranquilos y bonitos.

Y todavía hay algo más: La Tierra murmura en si bemol es una obra llena de amor por la literatura, un pequeño homenaje a las novelas que han marcado a más de una generación de niños y jóvenes, como Alicia en el País de las Maravillas, Mujercitas y Ana la de Tejas Verdes, por citar algunos de los títulos que lee Gwenni. En general, cuando se habla de libros en una novela estos suelen ser clásicos «serios» dirigidos a un público adulto (tal vez con la excepción de Julio Verne); no es frecuente que se cite la saga de Lucy Maud Montgomery, por ejemplo. Aprecio muchísimo que la autora no haya intentado ir de cultureta y se haya decantado por libros que, intuyo, ella misma leyó durante su infancia.

En definitiva, una lectura agradable y escrita con pulcritud que consigue reflejar la mentalidad de una niña de doce años a finales de los cincuenta. A pesar de la candidez de Gwenni, los temas principales son cuestiones duras, aunque se narran sin caer en sentimentalismos. Mi sensación final fue una sonrisa con un poso de tristeza, así que puedo definir La Tierra murmura en si bemol como una historia un tanto agridulce, en la línea de novelas que comparten la perspectiva infantil y la situación familiar complicada, como Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea, La insólita amargura del pastel de limón y Un destino por descubrir, entre otros.

Conclusión

La Tierra murmura en si bemol es una novela hermosa, una creación que combina el encanto de una voz infantil curiosa con asuntos cotidianos bastante delicados. Por mucho que en la contracubierta se destaque el hecho de que Gwenni puede volar, se trata de una obra completamente realista; ese detalle no deja de ser un reflejo más del carácter imaginativo y soñador de la protagonista. Por lo demás, pese a ser su debut literario, Mari Strachan ha conseguido dar un tono lleno de ángel a su narración, de modo que se disfruta de lo que cuenta y de cómo lo cuenta. No me parece una lectura imprescindible, pero si tenéis sensibilidad para este tipo de historias os recomiendo encarecidamente que conozcáis a Gwenni… y que escuchéis con ella los murmullos de la Tierra.

«En mi mapa mostraría la forma de la canción de la Tierra, constante como el zumbido de las abejas en verano. La escucho incluso debajo de esta nube tan espesa, me llena como una bendición» (pág. 257).

04 julio 2012

Lectores desde la infancia

¿Cuándo os aficionasteis a la lectura? Según la última encuesta del blog, un 60% de votantes lee de forma asidua desde su infancia. Yo pertenezco a este grupo: nunca he concebido mi vida sin libros, de niña pedía que me los regalaran por mi cumpleaños y siempre los he guardado como verdaderos tesoros. Durante la niñez se determinan los rasgos de nuestra personalidad que perduraran en el futuro, de modo que iniciarse en la lectura a una pronta edad (y aprender a disfrutar de ella, que no es lo mismo) prácticamente asegura que ese pequeño lector continuará con el hábito en el futuro.

La segunda opción más votada ha sido la de la adolescencia, con un 33% de los votos. No hace falta ir muy lejos para encontrar los motivos de este porcentaje considerable: sagas juveniles como Harry Potter o Crepúsculo han creado nuevos lectores gracias a su alto contenido en aventuras y su capacidad para atrapar. Lo bueno que tienen los jóvenes es que rebosan pasión por lo que leen y, en cuanto se enganchan a una historia, se mantienen fieles a ella y la defienden con mucho fervor.

Esto nos deja un triste 7% de votantes que se aficionó a la lectura durante la adultez. Si el dato se debiera únicamente a la eliminación (esto es, si la mayoría empezamos durante la infancia o la adolescencia, por fuerza el porcentaje de adultos debe ser menor) no sería un problema, pero es bien sabido que en España se lee poco y hay mucha gente adulta que podría ser público potencial de las creaciones literarias. No obstante, la falta de tiempo libre -en relación con niños y adolescentes- y la asociación de la lectura a una actividad aburrida y carente de interés contribuyen a que esta parte de la población permanezca ajena a este mundo.

En cualquier caso, de la encuesta se extrae una información muy positiva: dado que la mayor parte de los seguidores del blog son adultos, se puede decir que quienes gustan de la lectura desde su infancia o su adolescencia continúan con esta afición a lo largo de los años. Una prueba más del importante papel de la literatura infantil y juvenil, tan infravalorada a veces por algunos sectores. Así pues, si queremos contagiar nuestro amor por el arte de la palabra escrita a los demás, nada mejor que regalar un libro (un buen libro, un libro bien escogido) a los más pequeños.

Os dejo con los datos de la encuesta:

¿Cuándo te aficionaste a la lectura?

Infancia................................ 269 votos (60%)
Adolescencia.......................... 148 votos (33%)
Adultez...................................... 31 votos (7%)

02 julio 2012

Un adiós sin nombre - Judesty

Edición: Book and you, 2011
ISBN: 9788493836702
Páginas: 300
Precio: 17,95 €

Un adiós sin nombre se aleja un poco de lo que leo habitualmente: se trata de una historia de misterio aderezada con toques románticos, una combinación con la que me he topado pocas veces (aunque sí que he leído ambos géneros por separado). Su presentación me parece bastante atractiva: un título bonito para mi gusto, que transmite mucho y a la vez no revela nada esencial, y una cubierta en blanco y negro que potencia ese carácter oscuro que se esconde en su interior. Lamentablemente, mis impresiones sobre su contenido no son tan positivas como las de su apariencia, así que voy a comentároslas para que os hagáis una idea de mi opinión.

Judesty

Judesty es el seudónimo de una autora nacida en Quito (Ecuador) que vive en San Sebastián desde hace diez años. Estudia Comercio Internacional y Administración de Empresas, y tiene a sus espaldas un largo recorrido en el sector empresarial. Su debut en el mundo literario se produjo en 2008, cuando ganó el Concurso Literario Online —organizado por El Corte Inglés y BookAndYou.com— por su novela El acuerdo, de la que vendió tres mil ejemplares. En 2011 publicó su segundo libro, Un adiós sin nombre, del que os hablo a continuación.

Sinopsis

Micaela Barton es una abogada criminalista con un futuro prometedor: trabaja para uno de los mejores bufetes de Lisboa, acaba de conseguir un ascenso y su jefe confía en ella. La joven está plenamente dedicada a su labor, pero un día ocurre algo que da un giro de ciento ochenta grados a su vida: un extraño con muy mal aspecto la sorprende en casa y le pide ayuda. Tras muchas dudas, Micaela decide alojarlo unos días, aunque en este tiempo no consigue averiguar quién es; lo único que sabe de él son unos números que el intruso le pidió que memorizara y una cadena que le entregó antes de irse.

Todo podría haber quedado en un hecho anecdótico si no fuera porque al cabo de unos días aparece la noticia de que ese hombre ha sido asesinado. Micaela lo reconoce en la fotografía que muestra en la televisión, y no solo eso, sino que además descubre que se trataba de un sicario. Asustada, no revela a nadie que lo escondió en su piso, pero los sobresaltos aún no han terminado para ella: se encuentra con otro desconocido que sabe que tuvo contacto con el fallecido y está dispuesto a sacarle toda la información que tenga.

¿Qué ocurrirá con el segundo extraño? ¿Repercutirá todo esto en la estelar carrera de Micaela? Las respuestas, en Un adiós sin nombre.

Comentario personal

Como os comentaba al principio, este libro es una mezcla de intriga y comedia romántica: además de la trama de misterio relativa al sicario asesinado, entre Micaela y otro hombre surge una relación que reúne muchos de los tópicos del género mencionado (discusiones por tonterías, momentos de amor-odio, escenas de atracción en situaciones inesperadas…). Esto será negativo para los amantes de la novela policíaca pura, pero positivo para quienes busquen una historia de amor menos azucarada que de costumbre. Aun así, la lectura no me ha conquistado y por eso no puedo recomendarla a ciegas.

En primer lugar, tengo que reconocer que una parte de los problemas que veo al libro son consecuencia de su planteamiento: nunca acabé de creerme que Micaela alojara a un desconocido en casa, de modo que todo lo que ocurre después tampoco me acabó de convencer. Considero que un comienzo impactante y bien trazado resulta decisivo para captar el interés del lector, y el de aquí cojea demasiado, puesto que incluso la propia protagonista no comprende cómo fue capaz de esconderlo sin avisar a la policía ni averiguar nada sobre él. Hay muchos detalles que se justifican por los momentos de dudas y los impulsos, pero, en mi opinión, el tema es tan delicado que ni siquiera un arrebato lo justifica.

En relación con la trama de misterio, a mi parecer destaca porque tiene bastantes giros argumentales y con ello se convierte en una novela bastante adictiva. Judesty emplea la técnica de utilizar una pareja de hombre y mujer con un gran intelecto para resolver el asunto (recurso que emplean, entre otros, Dan Brown). En este sentido, puedo aceptar que consigan superar fácilmente los obstáculos (suele ser algo habitual en el thriller; los protagonistas nunca pierden), pero el comportamiento del chico no me resultó del todo consecuente con lo que se sabe más tarde sobre él.

En cuanto a Micaela, considero que su faceta de abogada inteligente no se ve del todo reflejada en la historia. Me explico: en todo momento se muestra como una persona insegura y miedosa, comete despistes imperdonables y, en general, quien tira del hilo es él, no ella. En algunas situaciones la entiendo (como cuando se encuentra al extraño en casa: ¡normal que se asuste!); no obstante, esa actitud puede llegar a saturar al lector y, lo que es peor, no concuerda con lo que se ha vendido con respecto a su profesionalidad. Por ejemplo, me cuesta aceptar que una mujer tan centrada y válida se pare a pensar en lo atractivo que es su acompañante mientras pasan por unas circunstancias delicadas. Y no hace falta ir tan lejos: el simple hecho de mantener a un desconocido en su piso sin llamar a la policía tampoco es muy propio de una persona con la cabeza asentada.

Con respecto a los secundarios, no he encontrado ninguno especialmente memorable: el malo malísimo que persigue a los protagonistas, los amigos que apoyan a Micaela, los personajes que ocultan información (en algunos casos esto se intuye enseguida), etc. Hay que tener en cuenta que nos movemos en un ambiente negro, de sicarios y traficantes, y por supuesto de policías, fiscales y abogados. En este sentido, encaja bastante bien en los tópicos de la novela policíaca.

Por otro lado, algunas cuestiones de la historia me han parecido previsibles (me las guardo para no revelar nada importante) y el conjunto empeora por los tintes románticos, que me gustaron menos que la trama de intriga. En concreto, no me creí la relación entre Micaela y Luka: se conocen desde hace poco y están en una situación límite, pero a pesar de ello tienen tiempo para tener pequeños piques y sentir atracción mutua. Personalmente, no me parece verosímil que en un contexto tan duro (¡se están jugando la vida!) actúen de ese modo, me habría gustado más que al principio solo se centraran en su cometido y que el sentimiento naciera poco a poco (así suele hacerlo Dan Brown: dos personas que trabajan duro para resolver el misterio y no culminan su atracción hasta el final).

En general, Un adiós sin nombre se puede definir como una novela sencilla que destaca por esa mezcla de intriga y romance. El estilo de la autora también contribuye a ello: es fácil de leer, contiene abundante diálogo y demasiadas exclamaciones (generalmente por esa actitud miedosa de Micaela). Además, tengo que decir que la obra tiene bastantes errores de gramática y estilo, por lo que recomiendo que la próxima vez que publique solicite antes las correcciones necesarias.

Conclusión

Un adiós sin nombre es una novela amena y sencilla que puede gustar especialmente a los lectores habituales de chick-lit y similares que busquen una historia que mezcle los tintes románticos característicos de este género con una trama de misterio más «oscura». A mi parecer tiene bastantes problemas, derivados de un planteamiento con el que no conecté y una relación amorosa que no llegué a creerme, de modo que como lectora no me ha provocado ningún sentimiento particular, tan solo esa sensación de entretenimiento. En cualquier caso, vosotros decidís si os interesa o no. Si sentís curiosidad, podéis leer el primer capítulo aquí.

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails