29 abril 2019

Formas de estar lejos - Edurne Portela


Edición: Galaxia Gutenberg, 2019
Páginas: 240
ISBN: 9788417747107
Precio: 18,90 € (e-book: 11,99 €)

Edurne Portela (Santurce, Vizcaya, 1974) debutó en la ficción con Mejor la ausencia (2017), una de las novelas de formación más interesantes de la narrativa española contemporánea: narra la historia de Amaia, una niña que crece en el País Vasco del último tercio del siglo XX, un entorno devastado por el terrorismo y las drogas. Mejor la ausencia es asimismo el retrato de una familia disfuncional, marcada, sobre todo, por la autoridad del padre. Formas de estar lejos (2019), su segunda novela, se desarrolla en otro lugar, con una protagonista adulta; un ambiente diferente, pero solo en apariencia, ya que retoma la cuestión de la violencia en el ámbito doméstico, esta vez entre una pareja joven. Sería más preciso, con todo, hablar de «violencias», en plural, porque se manifiestan de múltiples maneras y a menudo resultan casi imperceptibles a los demás. Este parece ser el tema principal, la obsesión de la escritora.
Alicia y Matty se conocen en una localidad del sur de Estados Unidos en los años noventa. Ella, una estudiante brillante, se ha instalado allí para cursar un doctorado; ha dejado atrás, en el País Vasco, a sus padres y amigos. Él, por su parte, es un chico blanco de familia sureña tradicional que estudia un posgrado. Desde el principio, el lector sabe que la relación terminó; a continuación, se reconstruye desde los inicios, alternando capítulos en tercera persona, a modo de escenas representativas de su etapa en común, con fragmentos del diario de Alicia. La novela explora la deriva tóxica de la pareja, con énfasis en la violencia estructural en las relaciones, no solo entre jóvenes, sino en la familia nuclear. Contrapone el modelo de los progenitores de Matty, donde la posición del padre no se discute, con el nuevo paradigma que aspira a representar la siguiente generación, en el que las estructuras de dominación y el machismo no resultan tan evidentes, adoptan formas discretas, por ejemplo, una conversación informal entre amigos, en la que censuran con despreocupación a la novia de uno.
Portela tiene una capacidad extraordinaria para radiografiar las pautas dañinas anquilosadas en la sociedad. Lo hace en cada capítulo, se centre en Alicia, en Matty o en un secundario. Sin embargo, esta voluntad de análisis termina por lastrar la narración, precisamente por ser demasiado obvia. Cuando examina conflictos como la discriminación racial, la obesidad o los abusos, se nota mucho la intención de hacer un análisis; el estudio sociológico, el discurso, resta fuerza a la novela, por pertinentes que sean sus observaciones (que lo son: además de narradora, Portela es una excelente ensayista y articulista; tal vez le habría ido mejor plantear este proyecto como una obra de no ficción). Falta sutileza en esa radiografía social. Lo mismo ocurre con la evolución de Alicia: muestra la experiencia de una estudiante en el extranjero, la dificultad del idioma, la dependencia que esto suscita con respecto a Matty, la vulnerabilidad de encontrarse lejos de casa, el síndrome de la impostora pese a tener un gran currículum; en suma, además de la violencia en la relación, la protagonista arrastra el desarraigo, que aun siendo voluntario tiene sus tensiones. Una perspectiva inteligente, sin duda, pero, de nuevo, mastica el asunto en exceso, regala la interpretación al lector.
La novela tiene todavía otro inconveniente, que se acrecienta en la segunda parte: la falta de cohesión. La construcción en escenas «sueltas», que a ratos siguen a la pareja pero exploran también otros focos (como los episodios sobre las alumnas de la universidad), resta tensión narrativa y, sobre todo, produce la sensación de ser un libro un tanto inconexo, deslavazado. La autora tiene claro el destino, pero el camino para llegar está poco definido, se dispersa, falta continuidad en la historia principal. Mejor la ausencia no tiene este problema, es más «compacto» en su estructura, el crecimiento de la niña, con los temas clave representados en las vivencias cotidianas de la familia. En ambas novelas la autora se apoya en las elisiones; no obstante, mientras que en Mejor la ausencia se utilizan con eficacia, para reflejar el paso del tiempo y la parcialidad del punto de vista, en Formas de estar lejos ponen de relieve la dificultad para encajar las piezas de la trama y dotarla de unidad.
Edurne Portela
El título va acorde con el contenido: la distancia, no solo en kilómetros, entre seres queridos; el aislamiento en el que cae Alicia a medida que su mundo se empequeñece. Además de tratar el miedo y la violencia, comparte con Mejor la ausencia el hecho de tener una protagonista que huye: Amaia, al crecer, se va distanciando de la familia; Alicia se aleja primero del hogar paterno, como ella, y luego del marido. La huida como motor, en consonancia con esa atmósfera que se vuelve opresiva. Nada que objetar a la autora en la elección (si es que se «eligen» de forma consciente) de los conflictos planteados; tiene la mente entrenada para detectar las conductas que se han asimilado en el día a día como «normales», pese a sostenerse sobre estructuras de pensamiento que necesitan revisión. 
Dicen que la segunda novela es la que más cuesta; en cualquier caso, la obra que está construyendo Edurne Portela sigue siendo una de las más lúcidas y pertinentes del momento.

26 abril 2019

El destino del elefante - Marco Missiroli


Edición: Siruela, 2013 (trad. Carlos Gumpert)
Páginas: 218
ISBN: 9788415723950
Precio: 21,95 € (e-book: 9,99 €)
Leído en versión original (Il senso dell’elefante, Guanda, 2012).

Después de disfrutar Actos obscenos en lugar privado (2015; Salamandra, 2018) –una novela excelente sobre la educación sentimental de un hombre en el último tercio del siglo XX, con un rico sustrato de la mejor tradición cultural francesa y norteamericana–, me interesé por el resto de la obra de Marco Missiroli (Rimini, 1981), que, aunque tenga la edad en la que muchos comienzan, ya ha publicado seis novelas y tres libros de relatos. Con su título más reciente, Fedeltà (2019), aún no traducido, se ha incorporado al catálogo de la prestigiosa editorial Einaudi y se ha confirmado como uno de los escritores italianos más relevantes de su generación. Pero no quiero adelantarme. Hoy le toca el turno a El destino del elefante (2012; Siruela, 2013), la novela que precede a la maravillosa Actos obscenos. Sin ser tan madura, se trata de una buena historia, fluida y precisa, que aborda algunos de sus motivos recurrentes, como la indagación en la psique masculina, la paternidad y las relaciones sentimentales.
A diferencia de Actos obscenos, en la que la introspección del narrador resulta fundamental para narrar su formación, El destino del elefante es una novela de naturaleza más coral, que recrea un vecindario del Milán contemporáneo. Está escrita en tercera persona, lo que permite desplazar el encuadre de un personaje a otro. El principal, Pietro, es un exsacerdote maduro de Rimini, que se instala en Milán para ocuparse de la portería. Tras colgar los hábitos, comienza una nueva etapa, y enseguida se gana la confianza de los vecinos, entre los que se encuentran un abogado que parece saberlo todo de todos, y la viuda Paola, que cuida de su hijo Fernando, discapacitado. No obstante, es otro vecino quien despierta la curiosidad del portero: el doctor Martini, casado y padre de una niña. Pietro entra a escondidas en su piso y sigue sus movimientos. No tarda en darse cuenta de que el matrimonio está en crisis y el médico vive entregado a su trabajo. Pietro, que no ha perdido esa cualidad del sacerdocio de saber escuchar al prójimo, intentará acercarse a él.
La obsesión por el médico no es el único secreto de Pietro. Fuera del vecindario, tiene a una amiga, Anita, una mujer que regenta una tienda de ropa: tras tantos años en la Iglesia, ella le aconseja de qué colores vestir; una asociación bien encontrada. Anita no solo lo ayuda en lo relativo a la ropa; conoce lo que inquieta a Pietro, se convierte en su apoyo en esta fase que empieza, quizá incluso en algo más. Por otro lado, en la narración se intercalan fragmentos del pasado sobre una chica, apodada la «bruja», que se confiesa a un joven Pietro vestido con hábito. Poco a poco, los hilos de la historia convergen y las piezas del rompecabezas encajan. Tal vez peca de previsible, pero no importa, porque lo cuenta bien y sin trampas. El autor va dando pistas al lector, de tal manera que el «misterio», si se puede denominar así, no está tanto en lo que oculta Pietro (se desvela pronto, sin enredar más de la cuenta) como en la forma en que logrará cerrar ese conflicto. Ah, y en lo que vivirá mientras tanto.
Marco Missiroli
El título toma la idea del elefante como animal protector, que cuida no solo de sus hijos, sino de los de los demás, aunque no compartan lazos de sangre. Pietro, en calidad de portero, se preocupa por todos los vecinos; el doctor, además de por la familia, se desvive por sus pacientes; hasta el abogado, tan atento, es una suerte de patriarca para la comunidad. Por El destino del elefante desfilan personajes solitarios, desamparados, peculiares, enfermos; personajes, en fin, en busca de una segunda oportunidad, de una pertenencia que hallan en el vecindario. Este libro celebra la amistad, la solidaridad, la imperfección que nos hace únicos, el buen humor. Es un libro sobre la posibilidad de cambiar, de empezar de cero; conmovedor y agradable.
Al fin y al cabo, todos llevamos a un vecino rarito dentro.

22 abril 2019

Vana respuesta - Rosamond Lehmann


Edición: Errata naturae, 2018 (trad. Regina López Muñoz)
Páginas: 496
ISBN: 9788416544943
Precio: 24,50 €

El redescubrimiento de Rosamond Lehmann (Bourne End, Buckinghamshire, 1901 – Londres, 1990) ha sido uno de los grandes hallazgos de los últimos años. Por su calidad excepcional, pero también porque se ha incorporado a mi canon personal de escritores profundamente admirados. En la vida de un lector están los libros y autores buenos, a secas, y aquellos con los que, además, uno congenia, siente que entienden el hecho literario de manera parecida. Lehmann procedía de una familia de intelectuales y recibió una educación exquisita en casa hasta que se marchó a Cambridge, donde cursó estudios de literatura. A lo largo de su carrera frecuentó el Círculo de Bloomsbury y publicó una docena de libros. Después de Invitación al baile (1932) y A la intemperie (1936), dos novelas extraordinarias, Errata naturae continúa apostando por ella con Vana respuesta (1927), su deslumbrante ópera prima, de nuevo con traducción de Regina López Muñoz; un debut polémico, por su narración del despertar sexual de una joven desde una perspectiva adelantada a su tiempo.
Judith Earle tiene dieciocho años cuando empieza esta historia. Es una chica que, como la autora, ha recibido clases particulares y todavía no ha salido de las barreras protectoras del hogar. Esta quietud se romperá pronto, cuando ingrese en la universidad. Antes, sin embargo, su zona de confort se agita con el regreso de los antiguos vecinos, un grupo de primos, un poco mayores que ella, con quienes compartió su infancia: Mariella y los cuatro chicos, Julian, Charlie, Martin y Roddy. El reencuentro, convertidos en jóvenes adultos, los perturba por la ausencia de Charlie, muerto en la Gran Guerra. Mariella, su viuda, se ha convertido en madre. Julian, el hermano de Charlie, sigue siendo el más abierto e irascible del clan, aunque se intuye un nuevo abismo en él. Martin, formal y tímido, está enamorado de Judith. Y Judith piensa en Roddy, el primo bohemio y taciturno. La protagonista se siente pequeña ante estos amigos que han vivido (y perdido) mucho más que ella. Pero esto es solo el principio.
Vana respuesta tiene una parte de novela de campus cuando Judith se instala en Cambridge, donde convive con las estudiantes. La autora retrata el ambiente femenino de la universidad, las amistades entre jóvenes, las antipatías, los cuchicheos, los tabús. Entre los personajes –todos muy bien construidos, al igual que los primos–, destaca la arrolladora Jennifer, con quien la protagonista entabla una relación llena de ambigüedades. Judith dista mucho de ser una muchacha remilgada; aun así, Jennifer irrumpe en su rutina como un animal salvaje, le abre una puerta que en su localidad no habría sospechado. Cuando termina los estudios, Judith vuelve a casa y emprende un largo viaje por Europa. Aquella chiquilla tímida es ahora una mujer cosmopolita y consciente de su atractivo, como las heroínas de Edith Wharton; no obstante, algunas inseguridades persisten en ella. Le esperan nuevos encuentros con los primos, a quienes, después de conocer a Jennifer, redescubre con otros ojos.
Lehmann es una especialista, como prueban sus novelas traducidas, en narrar la educación sentimental de una chica, la construcción de identidad, las dudas a lo largo del proceso. Sus heroínas son jóvenes instruidas y tímidas, prudentes. Trata temas como el descubrimiento del amor, el erotismo, la sexualidad, los tabús del cuerpo. El vértigo de la «entrada en sociedad», de codearse con adultos cuando hasta el momento ha sido tratada como una niña. La amistad entre mujeres, de la intimidad al alejamiento cuando toman rumbos diferentes. La pérdida de uno (o ambos) progenitores, final definitivo de la infancia. La dificultad para emanciparse sin depender del matrimonio. Los peligros que acechan a una chica cuando se sale del camino pautado (sobre todo en A la intemperie). La vertiente «frívola» de crecer, por llamarla de algún modo (tiene mucha importancia, en realidad), de los vestidos y la imagen, es decir, la toma de conciencia de su aspecto físico. Vana respuesta plasma la iniciación de Judith con hondura, inteligencia y verdad. No es casualidad, por cierto, que se llame como una heroína bíblica controvertida: esta Judith, a su manera, rompe barreras para su propia liberación.
Rosamond Lehmann
La voz de Lehmann posee «especificidad femenina», y la lleva a su máximo esplendor. Hace un uso prodigioso del fluir de la conciencia, el diálogo, el estilo indirecto libre. Narración sutil, elegante, elusiva. Fresca, por los temas (la juventud) y por su propia precocidad como novelista, sin miedo a abordar asuntos peliagudos, perspicaz para detectar (y desarrollar con maestría) las inquietudes de sus coetáneas. Impresiona que esta novela la firmara una autora veinteañera, por mucho que por aquel entonces se madurara antes. Impresiona, sí, porque no es un proyecto menor: la narración comprende diversas etapas de la formación de la protagonista, diversos escenarios (pueblo natal, universidad, Europa), diversos personajes (los primos y las estudiantes), diversas relaciones afectivas, cada una con su gradación particular. Importa la evolución de Judith, pero también importan los silencios. Lehmann no se conforma con repetir los motivos habituales en una novela de aprendizaje; arriesga, al igual que arriesgó al hablar del aborto en A la intemperie. Brilla en las ideas y brilla en la forma, que son un todo. Por novelas como Vana respuesta merece la pena ser una lectora empedernida.

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