31 agosto 2015

Las novedades literarias de la rentrée


Por suerte o por desgracia, septiembre ya vuelve a estar aquí, aunque algunas novedades literarias harán más llevadero el regreso a la rutina (¿quién no espera ansioso un otoño con nuevas novelas de Elena Ferrante, Jonathan Franzen y Amos Oz?). Sin pretensiones de abarcarlas todas, a continuación propongo una selección de títulos, los más interesantes a mi parecer, que recomiendo no perder de vista si soléis coincidir con mis «afinidades literarias». Algunos se reseñarán en las próximas semanas, así que estad atentos al blog.

Impedimenta

Impedimenta, una de las editoriales más apreciadas por este blog, recupera dos novelas inéditas de grandes escritores británicos: por un lado, La puerta de los ángeles, de Penelope Fitzgerald, que promete ser una pieza tan exquisita y singular como las soberbias El inicio de la primavera y La flor azul; por el otro, Una chica en invierno, de Philip Larkin —autor más conocido por su obra poética—, una historia sobre la pérdida de la inocencia que en el boletín comparan con Virginia Woolf y Elizabeth Bowen (casi nada). El texto breve también ocupa un lugar prominente en su catálogo, ya que en noviembre publica Cuentos inquietantes, una selección de relatos de Edith Wharton que será perfecto para despedir el año. Boletín completo aquí.

Libros del Asteroide

Pequeño fracaso, las memorias noveladas de Gary Shteyngart, fue uno de los libros destacados del año pasado en Estados Unidos y por fin podremos leerlo en castellano de la mano de Asteroide. En noviembre, la editorial propone una de sus ya tradicionales recuperaciones de libros singulares sobre mujeres: Sheila Levine está muerta y vive en Nueva York, de Gail Parent, que fue un best-seller en los años setenta. Para terminar el año, nos espera una nueva traducción del clásico de Henry James, Otra vuelta de tuerca, esta vez bajo el título La vuelta del torno. Será una buena oportunidad para releer este relato estremecedor. Boletín completo aquí.


Literatura Random House

La rentrée de este sello comienza con un breve ensayo de Chimamanda Ngozi Adichie, la autora de Americanah: Todos deberíamos ser feministas, que recoge una conferencia que superó el millón de visitas en YouTube. En segundo lugar, Los desposeídos, del húngaro Szilárd Borbély, hasta ahora inédito en castellano, una novela que explora las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial en el seno de una familia pobre de Hungría. También destaca, ya para mediados de octubre, El primer hombre malo, la primera novela de la reconocida artista Miranda July, una obra sobre la maternidad y la sexualidad en nuestros tiempos que viene precedida de un gran éxito en Estados Unidos. Boletín completo aquí.

Lumen

Lumen estrena estación con un boletín lleno de firmas ilustres. Destaca La niña perdida, el cuarto y último volumen de la saga napolitana de Elena Ferrante, que se inauguró en 2012 con La amiga estupenda. Esta serie —que la autora considera una sola obra— es una muestra de la mejor literatura que se ha escrito en lo que va de siglo, está triunfando en toda Europa y en Estados Unidos, a pesar de que aquí los medios apenas le han prestado atención. Además, Lumen publica las novelas más recientes de Anne Tyler (El hilo azul) y Niall Williams (La historia de la lluvia); y traduce por primera vez algunas obras anteriores de Margaret Atwood (Nada se acaba, publicada en 1979) y Jeanette Winterson (El mundo y otros lugares, un libro de relatos). Por si fuera poco, también verá la luz Colgando de un hilo, una selección de relatos de Dorothy Parker en una edición ilustrada. No obstante, el primer lanzamiento de septiembre será El murmullo de las abejas, de la mexicana Sofía Segovia, una novela con ecos de realismo mágico que viene precedida por el éxito de ventas en su país y es la apuesta comercial de la temporada. Boletín completo aquí.

Rayo Verde / Raig Verd

Esta pequeña editorial poco a poco se está haciendo un hueco entre lo mejor del panorama literario. Entre sus propuestas para la rentrée, destaca la publicación de otra novela de Gerbrand Bakker, Los perales tienen la flor blanca, que, pese a ser anterior (y en apariencia más sencilla) que sus novelas más logradas —Todo está tranquilo arriba y Diez gansos blancos—, parece una lectura muy sugerente. Asimismo, su apuesta por El defecto, de la polaca Magdalena Tulli, parece igualmente interesante. Catálogo online aquí.

Salamandra

Salamandra publica la novela que tiene todas las papeletas para ser el éxito (tanto de ventas como de crítica) de la temporada: Pureza, lo nuevo de Jonathan Franzen. El autor de Las correcciones y Libertad regresa con una obra de la que Michiko Kakutani ha dicho que el autor ha mejorado su capacidad para compadecerse de sus personajes y con ello ha alcanzado un mayor calado, sin que se le noten tanto las pretenciosidades de su libro anterior. Por otro lado, y aunque seguramente pasarán desapercibidas por los efectos del huracán Franzen, la editorial publica dos obras de narrativa que, por diferentes motivos, también prometen: Y tú no regresaste, un relato testimonial de la realizadora cinematográfica Marceline Loridan-Ivens, una superviviente de Auschwitz que escribe una carta a su padre, que no sobrevivió después de ser deportado; y Las fidelidades, el debut literario de la joven guionista Diane Brasseur, una historia que invita a reflexionar sobre el adulterio y la naturaleza dolorosa de las relaciones sentimentales.

Siruela

Siruela tiene uno de los boletines más sugerentes del otoño. Para empezar, en el plano más comercial —y bajo el sello de Alevosía— publica La joven que no podía leer, de John Harding, una novela gótica con ecos de Poe que parece de lo más apetecible. En el terreno literario, llega la última novela de Amos Oz, Judas, que irá acompañada de las reediciones de dos libros del autor, Mi querido Mijael y Los judíos y las palabras. Por otra parte, Siruela traduce por primera vez al castellano El descapotable rojo, un volumen que recoge los cuentos reunidos de Louise Erdrich, una de las escritoras estadounidenses contemporáneas más relevantes; y recupera Un soplo de vida, otra obra maestra de la gran Clarice Lispector. Boletín completo aquí.

Más allá de estas editoriales, también merecen atención No llorar, de Lydie Salvayre (Anagrama), La corredora, de Carrie Snyder (Alfaguara), Cosas de niños, de David Wagner (Errata naturae), Valor, de Clara Usón (Seix Barral), Los besos en el pan, de Almudena Grandes (Tusquets) y La hija extranjera, de Najat El Hachmi (Destino / Edicions 62). Y tantas que aún quedan por conocer…

¿Qué novedades os llaman más la atención?

14 agosto 2015

Cerrado por vacaciones

Devoradora de libros se toma unos días de descanso, aunque seguirá activa en Facebook y Twitter. Mientras tanto, te invito a revisar las reseñas publicadas en lo que va de año (porque no las has leído todas, ¿verdad?). Todos los comentarios serán bienvenidos.
  1. Sofia Petrovna. Una ciudadana ejemplar, de Lidia Chukóvskaia
  2. La hora de la estrella, de Clarice Lispector
  3. Contra la fuerza del viento, de Victoria Álvarez
  4. Verde agua, de Marisa Madieri
  5. La verde luz de las estepas, de Brigitte Reimann
  6. Malas palabras, de Cristina Morales
  7. Chicas felizmente casadas, de Edna O'Brien
  8. El inicio de la primavera, de Penelope Fitzgerald
  9. Las buenas intenciones, de Amity Gaige
  10. Diario de un viejo loco, de Junichiro Tanizaki
  11. Mr. Holmes, de Mitch Cullin
  12. Història d'Irene, de Erri De Luca
  13. El tiempo de los tigres, de Liza Klaussmann
  14. La inmensa soledad, de Frédéric Pajak
  15. Una mujer de recursos, de Elizabeth Forsythe Hailey
  16. La solitaria pasión de Judith Hearne, de Brian Moore
  17. Paseos por Berlín, de Franz Hessel
  18. Alguien, de Alice McDermott
  19. La cirujana de Palma, de Lea Vélez
  20. Deseo que venga el Diablo, de Mary MacLane
  21. Invitación al baile, de Rosamond Lehmann
  22. El león dormido, de Marian Izaguirre
  23. El cielo oblicuo, de Belén García Abia
  24. La casa de las miniaturas, de Jessie Burton
  25. La pequeña Jonna, de Kirsten Thorup
  26. Mi planta de naranja lima, de José Mauro de Vasconcelos
  27. El cuento número trece, de Diane Setterfield
  28. El peso de la mariposa, de Erri De Luca
  29. Mañana puede ser un gran día, de Betty Smith
  30. La casa de las persianas verdes, de Georges Douglas Brown
  31. Tantos días felices, de Laurie Colwin
  32. Olive Kitteridge, de Elizabeth Strout
Nos vemos el 31 de agosto. ¡Felices lecturas!

13 agosto 2015

Olive Kitteridge - Elizabeth Strout



Edición: El Aleph, 2010 (trad. José Luis Delgado Pérez)
Páginas: 328
ISBN: 9788415325604
Precio: 21,99 € (bolsillo: 8,95 €)
Leído en la edición en catalán de Edicions 1984 (trad. Esther Tallada, 2010).

Hay quien dice que prefiere leer solo a autores de antaño, porque lo que se publica en la actualidad carece de nivel. Este argumento tiene su parte de razón: el tiempo actúa de filtro que separa lo bueno de lo mediocre (o así lo creemos), mientras que en el presente de cualquier época uno se encuentra con un montón de novedades que aún deben pasar por él. Con todo, de vez en cuando aparece un libro con el que no hace falta esperar, un libro con el que se tiene el convencimiento de que perdurará, de que no caducará, ya que su calidad trasciende a las particularidades del contexto en el que se ha escrito. Hablo de novelas como La amiga estupenda (2012), de Elena Ferrante, La Gran Casa (2010), de Nicole Krauss, o El jilguero (2013), de Donna Tartt. Estos son, entre otros, los títulos que se deben recomendar a ese lector incrédulo que no confía en lo que sus contemporáneos pueden lograr. Hoy, aunque descubierto con cierto retraso, en este blog se les une otro: Olive Kitteridge (2008), de Elizabeth Strout (Portland, Maine, 1956), Premio Pulitzer 2009 y ganador de los premios de los libreros catalanes e italianos (Llibreter y Bancarella, respectivamente) del año 2010.
Licenciada en Derecho y Gerontología, Strout hizo su debut literario a los cuarenta años y solo ha publicado cinco libros, si bien le han bastado para consolidarse como una de las voces más importantes de la narrativa estadounidense actual. Su obra sigue el estilo de escritoras como Alice Munro, Anne Tyler o Alice McDermott: historias cotidianas sobre gente sencilla, en las que toda la fuerza reside en los matices de los personajes y el poderoso pulso narrativo. Strout suele situar la acción en pueblos costeros de Maine, donde se crió. Olive Kitteridge, considerada su novela más lograda, tiene una estructura singular: se compone de trece relatos, narrados en tercera persona, que recrean las vivencias de diversos vecinos de la localidad. Estos textos se pueden leer de forma independiente, pero su gracia está en la conexión entre ellos: el personaje que da nombre al libro, Olive Kitteridge, una maestra jubilada de fuerte carácter que aparece, ni que sea de refilón, en todos. De este modo, el conjunto explora la vida de Olive, permite conocerla a fondo, analizar los cambios a los que se enfrenta desde su retiro, y, a la vez, cada cuento desarrolla en profundidad un conflicto de los amigos o conocidos de la protagonista.
Olive Kitteridge, una mujer difícil
La obra comienza con el relato «Farmacia», centrado en Henry Kitteridge, el marido de Olive, un hombre de naturaleza bondadosa a quien todos los vecinos adoran. Lo adoran tanto, que no entienden que aguante a Olive, una mujer arisca, gruñona e implacable que contrasta con el encantador Henry. Pero no solo la aguanta, sino que la quiere, y juntos conforman un tándem que se complementa. Entre las muchas «hazañas» de Olive, el día de la boda de su único hijo entra a escondidas en la habitación de los novios y destroza algunas pertenencias de su nuera (que, por supuesto, no le cae bien). Sin embargo, estas salidas de tono conviven con una enorme lucidez; Olive se permite el lujo de ser sincera, con todas sus consecuencias, lo que la convierte, pese a todo, en una mujer íntegra e insobornable. Olive Kitteridge es un personaje excelso, y Strout una grandísima escritora que llega al fondo de una personalidad complicada para explorar su lado más vulnerable: el miedo a la soledad. El hecho de elegir a una protagonista difícil de querer (y salir victoriosa del intento) aumenta su mérito: en medio de tantas representaciones de ancianas entrañables y maestras dulces, la dureza de Olive brilla por su honradez.
Las escenas dispersas sobre Olive se hilvanan en una trama sobre la experiencia de envejecer y la adaptación a las transformaciones que conlleva esta etapa. El deterioro físico, la enfermedad, la pérdida, pero también la necesidad de reinventar la relación con un hijo que ha decidido vivir de una manera que ella no acepta. Olive tampoco ha sido una madre maternal —en el sentido dulcificado que se da a este término—, y los acercamientos y alejamientos entre ella y su hijo constituyen un tema fundamental. No todo es negativo: Olive aprende en esta fase de su vida y prueba cosas por primera vez, como viajar a Nueva York (relato «Seguridad»). Aun con todas las insatisfacciones que se relatan en el libro, Strout sabe utilizar a Olive para examinar las múltiples formas de manifestar el amor por parte de una persona que no sabe expresar sus sentimientos. Las palabras no pronunciadas, una caricia en el pelo o una llamada de teléfono pueden llegar a ser grandes muestras de afecto. Aquí está otro logro de la autora: la compasión. Olive roza la crueldad, sus allegados sufren desgracias, pero la mirada de Strout los humaniza. Son complejos e imperfectos, tienen «alma», si se me permite la cursilada.
Entre la soledad y la compañía
Más allá de Olive, los relatos —que incluyen un guiño al protagonista de su novela Abide With Me (2006), Tyler Caskey— versan sobre personas de diferentes edades y circunstancias que en apariencia no tienen nada en común, salvo dos elementos significativos: el dolor y el amor (ese amor sutil que se demuestra en los pequeños gestos, como en Olive). Cada personaje atraviesa, a su manera, un trance complicado y al mismo tiempo terriblemente extendido, como el descubrimiento de una infidelidad, la pérdida de un ser querido, el padecimiento de un trastorno de la alimentación o el simple hecho de no entenderse con la familia. Estas situaciones, que en otras manos caerían en el cliché, gracias a Strout se revisten de un realismo que muestra el problema con naturalidad, emoción y sin dramatismos, y con ello pone en evidencia la complejidad que este entraña en las relaciones con los demás. Sus escenas resultan vívidas, intensas, y siempre esconden algún secreto que da un giro a la situación; un secreto tan furtivo que a veces solo forma parte de las pasiones silenciadas, como un enamoramiento fugaz en una situación comprometida. Strout demuestra de este modo sus dotes para la introspección, para comprender la vida interior, la que los demás no ven y que no obstante define tanto a una persona como sus acciones.
Elizabeth Strout
Olive Kitteridge, con su elaborada composición, transita entre lo comunitario y lo íntimo, entre las conversaciones, serias o banales, y las repercusiones que tienen estos encuentros para uno mismo. Strout, una narradora perspicaz como pocas, escribe con minuciosidad, elegancia y un toque de ironía fina sobre un tema tan espinoso como la insatisfacción personal, por diferentes causas y en diferentes circunstancias, esa sensación de que las cosas podrían ir mejor que no desaparece jamás y que se compensa con alegrías pasajeras. Emplea un lenguaje rico, reflexivo, en el que cada palabra tiene su peso y los diálogos rebosan viveza gracias a su extraordinario dominio del registro coloquial. En suma, Strout consigue lo que solo está al alcance de unos pocos: construir un personaje fascinante en toda su brutalidad, un personaje tan pícaro como conmovedor (porque Olive Kitteridge es una novela muy conmovedora). Convierte las pequeñas y grandes tragedias de la gente en la mejor literatura; y lo hace, además, manteniendo la tensión narrativa e implicando al lector, buscando su complicidad. No tengo ninguna duda: una obra maestra.
La novela se ha adaptado a la televisión por HBO con Frances McDormand como protagonista. Los fotogramas que ilustran la reseña pertenecen a la miniserie.

06 agosto 2015

Diagnóstico del mercado: éxitos más previsibles que nunca



De un tiempo a esta parte tengo la sensación de que el panorama literario comercial de nuestro país está falto de ideas (al menos en novela). Recalco la palabra «comercial»: en este artículo me referiré a las propuestas destinadas al gran público, por lo que obviaré a escritores como Houellebecq, Murakami o Eco aunque en la práctica también sean best-sellers. No es que habitualmente el mercado comercial se caracterice por derrochar imaginación y talento, pero cada cierto tiempo surge un éxito inesperado, una novela (mejor o peor) que marca una nueva tendencia, aporta frescura y, pese a estar escrita por un autor hasta entonces desconocido, logra escalar puestos en las listas gracias a las recomendaciones entre lectores. Pienso, por ejemplo, en El tiempo entre costuras, de María Dueñas: un meritorio best-seller que lo llegó a ser de forma inesperada, pasado un tiempo de su publicación. O en las landscape novels de Sarah Lark, que sin ser santo de mi devoción dieron nombre a un género que creó tendencia.
Aun con todas las críticas que los lectores exigentes hacemos a las novelas comerciales por el simple hecho de serlo, considero innegable que el concepto «comercial» engloba libros mejores y peores, libros innovadores y libros que agotan una fórmula. Aquí es donde quiero llegar: resulta preocupante que los grandes éxitos de ventas de este año vengan de la mano de títulos que venden por el nombre: Ve y pon un centinela, la polémica novela «perdida» de Harper Lee, y Grey, la 4ª parte de la saga de E. L. James, que en principio no estaba prevista y parece escrita para contentar a los fans (y seguir haciendo caja). A finales de este mes se les sumará Lo que no te mata te hace más fuerte, de David Lagercrantz, promocionada como la 4ª parte de Millennium pese a no estar escrita por su creador, Stieg Larsson. En suma, tres novelas sin originalidad alguna que beben de los resultados anteriores (y de un sentido ético más que dudoso). Éxitos prefabricados, productos publicados exclusivamente para vender.
En la lista de más vendidos también hay obras de debutantes, entre las que sobresale La chica del tren, de Paula Hawkins, un thriller de quinientas páginas que —hay que decirlo— está recibiendo críticas pésimas y todo apunta a que no perdurará después del verano. A más distancia se encuentra La casa de las miniaturas, de Jessie Burton, una dignísima novela histórica de aires góticos que, no obstante, sigue la línea de autoras consagradas como Tracy Chevalier y Sarah Waters, de modo que no aporta nada diferente más allá de la frescura de una voz joven. Este año también han destacado las últimas publicaciones de veteranos como Isabel Allende, María Dueñas, Javier Moro o Albert Espinosa, entre otros. Todo en orden; vende lo que se espera que venda.
Las únicas sorpresas del pasado año se salen del género de la novela y tienen mucho que ver con la comunicación en las redes sociales: el cantautor Marwan ha puesto de moda un tipo de poesía —si se puede llamar así— sentimental y facilita (la podríamos bautizar como poesía para no lectores de poesía) que atrae especialmente a los adolescentes. En 2014 publicó La triste historia de tu cuerpo sobre el mío en un pequeño sello, y le fue tan bien que ya lo ha fichado Planeta. En segundo lugar, no podemos menospreciar el auge de los libros ilustrados y los cómics —más apetecibles para lectores perezosos y más difíciles de piratear—, donde destacan (hablando de ventas) Raquel Córcoles (Moderna de pueblo), Sara Herranz (Todo lo que nunca te dije lo guardo aquí), Paula Bonet (Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End) y Agustina Guerrero (Diario de una volátil). Por otro lado, a los autores mediáticos televisivos, que ya son viejos conocidos de las mesas de novedades, se les han sumado otros procedentes de Internet: los youtubers.
Quizá deberemos acostumbrarnos a que las nuevas tendencias surjan de la red, pero, en cualquier caso, el panorama es desolador para la novela. Antes de que alguien diga: «Todo esto da igual, los lectores serios leemos otra cosa», dejadme que plantee una pequeña reflexión: los best-sellers son los únicos libros que el público no lector conoce y, si bien no se caracterizan por su calidad literaria, tienen un interés sociológico (no son pocas las cábalas que se hicieron sobre por qué triunfaron las Cincuenta sombras de Grey). Son, por así decirlo, el Madrid-Barça de la literatura. En este sentido, deja mucho que desear que grupos con el potencial de Planeta y Penguin Random House, junto con la recién estrenada HarperCollins Ibérica, se embolsen sus principales ganancias con libros deudores de éxitos precedentes. Que las grandes editoriales controlan el mercado ya lo sabemos, pero se echa de menos ese factor sorpresa que de vez en cuando hace sobresalir un libro inesperado, un libro que no era un fenómeno antes de ponerse a la venta y que consiguió su fama despacito, gracias a las (oh, qué raro) lecturas.
¿Tardaremos mucho en ver otro caso como El tiempo entre costuras?

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