19 mayo 2015

Deseo que venga el Diablo - Mary MacLane



Edición: Seix Barral, 2015 (trad. Julia Osuna; pról. Luna Miguel)
Páginas: 224
ISBN: 9788432224256
Precio: 18,50 € (e-book: 9,99 €)

«Yo, de condición femenina y diecinueve años, empiezo ahora a poner por escrito un Retrato lo más completo y franco que me sea posible de mi persona, Mary MacLane, para quien en el mundo no hay parangón» (pág. 13). Con estas contundentes palabras se presenta la protagonista de Deseo que venga el Diablo (1902), que no es otra que su autora, Mary MacLane (1881-1929), nacida en Canadá y criada en Butte, Montana, donde redactó estas páginas cuando aún no había cumplido los veinte. Esta obra insólita y brutal revolucionó el panorama literario del país, se convirtió en un éxito de ventas y crítica, dio lugar a cursos de escritura que imitaban su estilo y cambió la vida de MacLane, que se trasladó a Nueva York, donde continuó escribiendo libros y artículos e incluso hizo una incursión en el cine. Todo ello, en gran medida, gracias a su imagen de mujer políticamente incorrecta.
Como anuncia la narradora en la primera frase, Deseo que venga el Diablo no es una novela al uso, sino un texto de tintes autobiográficos, escrito en forma de diario durante 1901. Ahora bien, MacLane no sigue un hilo cronológico para contar su historia, sino que escribe sobre su «vida interior», los pensamientos, inquietudes y desasosiego que bullen en ella, dando forma a un texto que apreciarán los lectores de Virginia Woolf y Clarice Lispector. Además, MacLane escribe —y aquí está su grandeza— con una voz socarrona, intensa, corrosiva y ególatra, tan fresca e irreverente que uno leería hasta las etiquetas del champú si estuvieran escritas por ella. Demuestra una formidable conciencia de estilo a pesar de su juventud, algo que hace recordar estas palabras de Alice Munro: «la autobiografía vive en la forma, más que en el contenido», y en este caso resulta conveniente tenerlo muy presente. Lo personal de estas páginas está en su mirada hacia los demás y hacia sí misma; poco importa que divague sobre el arte del Buen Comer, los cepillos de dientes o sus ancestros escoceses.
¿Y qué hay en las entrañas de MacLane? Su libro retrata el desamparo adolescente, el desamparo de la adolescente literata y apasionada que se siente incomprendida y sola en el mundo a pesar de estar rodeada de gente. Ignora a su familia, desprecia a las personas de su entorno («Butte es una ciudad de arena y aridez. Son gentes de alma necia», pág. 83); solo tiene una amiga, a la que apoda la Dama de las Anémonas, una mujer mayor que ella hacia la que profesa unos sentimientos exaltados que rozan el enamoramiento —otro motivo de polémica: deja entrever su bisexualidad— («¿Creéis que un hombre es el único ser del que puede una enamorarse?», pág. 120). MacLane pasa los días inmersa en una Vaciedad de la que quiere salir, aunque sea a costa de incorporar la Maldad en su vida («Soy joven y estoy sola como ninguna, y todo lo que es bueno está fuera de mi alcance. Pero todo lo que es malo…, eso sin duda está al alcance de todos», pág. 141).
Aquí entra en juego el leitmotiv del libro: el deseo de que venga el Diablo, un Diablo que simboliza la felicidad, ya que ella, desde su desaliento juvenil, cree en la felicidad y está dispuesta a darlo todo a cambio de encontrarla. Entiende la felicidad como algo que rompa la monotonía, aunque sea a costa (o precisamente por) introducir la Maldad en ella. MacLane, orgullosa de ser «peculiar», cuestiona las convenciones sociales con su rechazo de la «mujer virtuosa», la casada ejemplar («No se me ocurre nada en el mundo similar a la pequeñez, mezquindad, repulsión y degradación pura y dura de la mujer que está bajo un techo atada a un hombre que en realidad no es nada para ella», pág. 56). En ocasiones, describe a su Diablo como a un hombre del que se enamorará, porque, por mucho que MacLane rebose soberbia en su voz, en el fondo está muy sola, añora la infancia que no volverá y desea lo que desean todos los adolescentes («Mi alma suplicante y expectante arde con un solo deseo: ser amada…, ay, ser amada», pág. 175).
Esta edición incluye un epílogo escrito por la autora en 1911, casi diez años después. Durante la lectura, uno se pregunta qué opinaría ella de su libro tiempo después, cuando el ímpetu de la adolescencia se frenara y tuviera la oportunidad de ampliar miras. Y, tal y como era de esperar, la MacLane adulta se ríe de sí misma, de la ingenuidad de aquella cría con ínfulas que escribió lo que ahora llama «el librito». No ha perdido el brío de su voz ni su punto políticamente incorrecto, pero ha aprendido a valorar la compañía de los demás, Nueva York ha engrandecido sus experiencias y tiene una vida (interior y exterior) más rica que antes («El leopardo ha mudado sus manchas. Y también hay algunas manchas que, quieran o no, nunca cambian», pág. 221). Aun así, y a pesar de que se muestre crítica, Deseo que venga el Diablo sigue siendo fascinante, entre otras cosas, por estar escrita con la inmediatez del fulgor y la rebeldía juveniles, sin la digestión forzosa que conlleva la madurez.
En el prólogo, Luna Miguel —otro acierto de Seix Barral: elegir a una escritora joven y alternativa para hablar de una escritora joven y alternativa— sugiere que MacLane se puede considerar una precursora del bloguero, puesto que la organización en entradas breves sobre sí misma y, sobre todo, el hecho de dirigirse al lector, de tener conciencia de ser leída (aunque entonces no sabía que publicaría), se asemejan bastante al actual formato blog. Su tono descarado, además, va en consonancia con la pérdida de respeto progresiva que han supuesto las redes sociales, la libertad para opinar sobre cualquier asunto y no siempre con las maneras adecuadas. Sea como sea, no cabe duda de que trasciende el género de los diarios íntimos y es precursora, en forma y fondo, de muchas obras posteriores.
Mary MacLane
Aun con estos precedentes, ha tenido que pasar más de un siglo para que Deseo que venga el Diablo se tradujera al castellano. Más de un siglo para conocer a la genial Mary MacLane («No soy buena. No soy virtuosa. No soy simpática. No soy generosa. Soy tan sólo y sobre todo un ser de intenso sentimiento apasionado. Siento… todo. Es mi genialidad. Me quema como el fuego», pág. 198), a la loca Mary MacLane («Soy una embustera nata», pág. 93), a la infeliz Mary MacLane («La Felicidad —el rojo del sol de poniente— es el deseo más intenso de mi vida», pág. 171). Con todo, los años no han restado frescura a su retrato, que todavía deslumbra por su capacidad para reflejar los sentimientos del adolescente incomprendido con una gran plasticidad narrativa y por atreverse a cuestionar el patriarcado sin pelos en la lengua. En fin, mejor tarde que nunca.

11 mayo 2015

La cirujana de Palma - Lea Vélez



Edición: Ediciones B, 2014
Páginas: 368
ISBN: 9788466655095
Precio: 18 € (e-book: 2,49 €)

La novela histórica goza de buena salud en el mercado literario español, a juzgar por la cantidad de obras que se publica todos los años y por las nuevas ornadas de escritores del género. Lea Vélez (Madrid, 1970), guionista de televisión, se puede contar entre estas voces emergentes, aunque su debut en solitario, La cirujana de Palma (2014), me parece una obra fallida; y debo precisar que, más que una novela histórica, como la cataloga la editorial, es un melodrama con tintes policíacos. La acción se sitúa en 1835, cuando Tana de Ayuso, una mujer bella e inteligente, se instala en Palma de Mallorca como la esposa del nuevo médico forense, en una casa donde se sospecha que hay una habitación encantada. Pronto se evidencia que Tana es más de lo que aparenta: se ha formado como cirujana y tiene instinto para resolver crímenes, por lo que colabora con la resolución de un caso. Además, su llegada coincide con la de un militar desertor que, después de cierto embrollo, se hace pasar por su marido, un engaño que conviene a ambos para ocultar sus verdaderas identidades.
En principio, Vélez plantea una historia sugerente y bien delimitada: la protagonista que llega de otro país y rompe la monotonía del lugar por su perspicacia (encarna el tópico de la mujer adelantada a su tiempo mil veces utilizado, que puede ser aceptable en el género), los personajes de pasado incierto, la habitación supuestamente encantada, una serie de crímenes y movimientos extraños en la isla, y el punto de vista de un narrador enamorado que cuenta la historia en retrospectiva mientras yace enfermo en la cama. Hasta ahí, todo correcto. ¿Qué falla? Excesos y tópicos por todas partes que diluyen el esquema inicial. Para empezar, se equivoca al abarcar tantas tramas: además de lo resumido aquí sobre Tana y el militar, se relatan con detalle las vidas de una marquesa, de los hijos de esta, de una criada, de una prostituta… Y todos, todos, son puro tópico, con enredos folletinescos, incluido el triángulo amoroso del que forma parte la protagonista. Las historias se entrecruzan, pero para relacionarlas se abusa de las casualidades, de resoluciones apresuradas y de clichés románticos. Como resultado, nos encontramos con un mejunje rocambolesco, con tantos líos, y tan intrincados, que cuesta retener todos los giros y se pierde la verosimilitud.
Los excesos no solo se encuentran en la construcción: el texto pide a gritos la mano de un editor para recortar paja, divagaciones, cursilerías y diálogos que se alargan como un bucle. La recreación de Palma cae en el tópico del elogio al paisaje y no aporta nada significativo; además, la autora se complica innecesariamente al emplear expresiones en balear. Hay que decir, a su favor, que tiene dotes para la narración: se le nota el oficio en el manejo del diálogo y la personalización de las voces según carácter y clase social, es capaz de alternar escenas de diferentes tramas con soltura y tiene un sentido del humor muy agradable que introduce con naturalidad, recurso que la distingue del tono solemne de otras novelas similares. Con todo, estas habilidades se diluyen porque las conversaciones cómicas, que funcionarían como gag de una comedia episódica, se pierden en rodeos que solo añaden líneas de más.
Lea Vélez
Mi valoración se resume en una frase: menos es más. Menos líos, menos clichés, menos descripción, menos páginas. Creo que la autora es capaz de escribir una buena novela histórica de suspense y romance, pero sería conveniente trabajar mejor el desarrollo de la trama, centrarse en un esquema definido, evitar los remansos que rompen el ritmo y cuidar más la psicología de cada personaje. Sé que hay quien opina que con un libro de este tipo —escrito en clave de entretenimiento, sin pretensiones de ser la nueva promesa de la literatura española— no hay que ser exigente, porque para pasar el rato todo vale. No estoy de acuerdo: cualquier novela debe ofrecer lo mejor dentro de sus posibilidades, y considero que La cirujana de Palma no lo consigue.

04 mayo 2015

Alguien - Alice McDermott



Edición: Libros del Asteroide, 2015 (trad. Vanesa Casanova)
Páginas: 320
ISBN: 9788416213238
Precio: 19,95 € (e-book: 11,99 €)
Leído en versión original.

He hablado muchas veces del arte de convertir la cotidianeidad del hogar en literatura y, en particular, la cotidianeidad de las mujeres. Eudora Welty, Alice Munro, Anne Tyler y Edna O’Brien se pueden contar entre las autoras que ponen palabras a esos hechos que, por ser tan frecuentes, tan sencillos, requieren de la mirada de un observador atento para revelarlos como trascendentales. A ese grupo selecto, el lector español debe añadir a Alice McDermott (1953), una prestigiosa escritora neoyorquina, ganadora del National Book Award en 1998 por Un hombre con encanto (Tusquets, 1999) y dos veces finalista del Pulitzer. Como ocurre con tantos novelistas extranjeros, McDermott cuenta con una larga trayectoria en Estados Unidos, donde se la considera una figura relevante de la narrativa contemporánea, mientras que aquí apenas se la conoce. Tusquets le publicó dos novelas hace más de diez años, que pasaron sin pena ni gloria, y ahora dos editoriales independientes vuelven a apostar por ella con su último —y aclamado— título: Alguien (2013), publicado en castellano por Libros del Asteroide y en catalán por Minúscula.
Algunos dirán que Alguien es «una novela sin trama», porque, en apariencia, no es más que el relato de la vida anodina de una mujer de clase media, Marie, una neoyorquina hija de irlandeses que nos cuenta en primera persona las experiencias que la han marcado. Desde su infancia, en los años veinte, cuando era una niña curiosa que descubría la brutalidad del mundo escuchando los rumores que circulaban por su vecindario de Brooklyn, hasta la vejez, oscurecida por los problemas de salud, pasando por etapas tan decisivas como el primer empleo, las decepciones amorosas de juventud, la pérdida de los seres queridos, el matrimonio y la maternidad. Marie no hace nada fuera de lo común, no tiene ningún don, no está abocada a un destino trágico; solo es una mujer corriente de su generación, la de los que nacieron antes de la Segunda Guerra Mundial y presenciaron los cambios del siglo XX en las décadas posteriores. Incluso el título, Alguien —traducción fiel del original, Someone—, tiene esta connotación de sencillez, de la voluntad de recrear las vivencias de una persona que de algún modo encarna las de mucha gente anónima.
La voz de McDermott, que reconstruye esta historia de forma no lineal, intercalando recuerdos de diversas épocas —porque la memoria resulta así de caótica, aunque todo responde a un orden planificado, como se constata en detalles como la anécdota que abre y cierra la novela—, destaca por su serenidad, su tranquilidad para hablar de lo íntimo; es la voz de quien está de vuelta de todo, de quien ha aprendido a canalizar las emociones y puede mostrarlas con la prudencia de la madurez. Marie evoca los momentos de tristeza, las alegrías de lo cotidiano, las decepciones, las sorpresas; instantes que permanecen en su memoria y que demuestran que lo pequeño (una tarde en la cocina con su madre, el distanciamiento del hermano solitario, un reencuentro inesperado, una visita al hospital) es lo que forja la personalidad, lo que determina cómo vivimos y cómo somos, cómo entendemos la vida. La prosa de la autora, elegante y precisa, brilla en algunos pasajes por su lirismo, un lirismo bien entendido que no recarga el texto sino que se condensa bien con el tono natural y ameno de la narración.
Alice McDermott
Alguien, bajo este título tan modesto como su protagonista, se gana de inmediato la empatía del lector y le recuerda los temas que de verdad importan, ya que representa en un personaje todas las dudas, los anhelos, las desilusiones y las pequeñas alegrías de una generación. Lo hace, demás, mostrando la ternura de las relaciones humanas, pero también su crueldad, su lado más doloroso. De esta sucesión de experiencias, dulces y amargas, surge la vida, una vida que en las manos pulcras de McDermott se percibe tan bella y conmovedora que obliga a acompañar la palabra «anodino» de «sublime», porque lo que relata es la sublime vida anodina de una mujer. Aún es pronto para saber si esta vez el nombre de McDermott calará en el público español, pero, como mínimo, hay que valorar (y agradecer) la apuesta.

01 mayo 2015

Vuelve Betty Smith, la autora de "Un árbol crece en Brooklyn"

Después del éxito inesperado en 2008 de Un árbol crece en Brooklyn, que vendió 50.000 ejemplares en España, Lumen recupera la segunda novela de Betty Smith, Mañana puede ser un gran día, publicada por primera vez en 1947. Si en Un árbol crece en Brooklyn conocimos la infancia y la adolescencia de Francie, marcada por la precariedad de su entorno y la fuerte personalidad de las mujeres de su familia, Mañana puede ser un gran día puede leerse como una especie de continuación, ya que, aunque la protagonista lleva otro nombre (Margy), la acción transcurre en el mismo lugar y la autora relata las etapas vitales sucesivas, es decir, la juventud, el trabajo y el matrimonio.

Paul Auster dijo de Betty Smith que le parecía «una novelista maravillosa y olvidada». Para mí, Un árbol crece en Brooklyn supuso un gran hallazgo literario y personal, encontré en sus páginas una novela simpática y conmovedora que retrata con gran ternura el descubrimiento del mundo por parte de una chiquilla curiosa en medio de las complicadas relaciones de una familia con pocos recursos. Fue una lectura de las que dejan poso y tardan en olvidarse, así que no me pienso perder Mañana puede ser un gran día. A la venta el 7 de mayo.

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