Edición:
Seix Barral, 2015 (trad. Julia Osuna; pról. Luna Miguel)
Páginas:
224
ISBN:
9788432224256
Precio:
18,50 € (e-book: 9,99 €)
«Yo,
de condición femenina y diecinueve años, empiezo ahora a poner por escrito un
Retrato lo más completo y franco que me sea posible de mi persona, Mary
MacLane, para quien en el mundo no hay parangón» (pág. 13). Con estas
contundentes palabras se presenta la protagonista de Deseo que venga el Diablo (1902), que no es otra que su autora,
Mary MacLane (1881-1929), nacida en Canadá y criada en Butte, Montana, donde redactó
estas páginas cuando aún no había cumplido los veinte. Esta obra insólita y
brutal revolucionó el panorama literario
del país, se convirtió en un éxito de ventas y crítica, dio lugar a cursos de
escritura que imitaban su estilo y cambió la vida de MacLane, que se
trasladó a Nueva York, donde continuó escribiendo libros y artículos e incluso
hizo una incursión en el cine. Todo ello, en gran medida, gracias a su imagen
de mujer políticamente incorrecta.
Como
anuncia la narradora en la primera frase, Deseo
que venga el Diablo no es una novela al uso, sino un texto de tintes autobiográficos,
escrito en forma de diario durante 1901. Ahora bien, MacLane no sigue un hilo
cronológico para contar su historia, sino que escribe sobre su «vida interior»,
los pensamientos, inquietudes y desasosiego que bullen en ella, dando forma a un
texto que apreciarán los lectores de Virginia Woolf y Clarice Lispector. Además,
MacLane escribe —y aquí está su grandeza— con una voz socarrona, intensa, corrosiva y ególatra, tan fresca e
irreverente que uno leería hasta las etiquetas del champú si estuvieran
escritas por ella. Demuestra una formidable conciencia de estilo a pesar de su
juventud, algo que hace recordar estas palabras de Alice Munro: «la
autobiografía vive en la forma, más que en el contenido», y en este caso
resulta conveniente tenerlo muy presente. Lo personal de estas páginas está en
su mirada hacia los demás y hacia sí misma; poco importa que divague sobre el
arte del Buen Comer, los cepillos de dientes o sus ancestros escoceses.
¿Y
qué hay en las entrañas de MacLane? Su libro retrata el desamparo adolescente, el desamparo de la adolescente literata y
apasionada que se siente incomprendida y sola en el mundo a pesar de estar
rodeada de gente. Ignora a su familia, desprecia a las personas de su entorno («Butte
es una ciudad de arena y aridez. Son gentes de alma necia», pág. 83); solo tiene
una amiga, a la que apoda la Dama de las Anémonas, una mujer mayor que ella
hacia la que profesa unos sentimientos exaltados que rozan el enamoramiento
—otro motivo de polémica: deja entrever su bisexualidad— («¿Creéis que un
hombre es el único ser del que puede una enamorarse?», pág. 120). MacLane pasa
los días inmersa en una Vaciedad de la que quiere salir, aunque sea a costa de
incorporar la Maldad en su vida («Soy joven y estoy sola como ninguna, y todo
lo que es bueno está fuera de mi alcance. Pero todo lo que es malo…, eso sin
duda está al alcance de todos», pág. 141).
Aquí
entra en juego el leitmotiv del
libro: el deseo de que venga el Diablo, un
Diablo que simboliza la felicidad, ya que ella, desde su desaliento juvenil,
cree en la felicidad y está dispuesta a darlo todo a cambio de encontrarla. Entiende
la felicidad como algo que rompa la monotonía, aunque sea a costa (o
precisamente por) introducir la Maldad en ella. MacLane, orgullosa de ser «peculiar»,
cuestiona las convenciones sociales con su rechazo
de la «mujer virtuosa», la casada ejemplar («No se me ocurre nada en el
mundo similar a la pequeñez, mezquindad, repulsión y degradación pura y dura de
la mujer que está bajo un techo atada a un hombre que en realidad no es nada
para ella», pág. 56). En ocasiones, describe a su Diablo como a un hombre del
que se enamorará, porque, por mucho que MacLane rebose soberbia en su voz, en
el fondo está muy sola, añora la infancia que no volverá y desea lo que desean todos
los adolescentes («Mi alma suplicante y expectante arde con un solo deseo: ser amada…, ay, ser amada», pág. 175).
Esta
edición incluye un epílogo escrito por la autora en 1911, casi diez años
después. Durante la lectura, uno se pregunta qué opinaría
ella de su libro tiempo después, cuando el ímpetu de la adolescencia se frenara
y tuviera la oportunidad de ampliar miras. Y, tal y como era de esperar, la
MacLane adulta se ríe de sí misma, de la ingenuidad de aquella cría con ínfulas
que escribió lo que ahora llama «el librito». No ha perdido el brío de su voz
ni su punto políticamente incorrecto, pero ha aprendido a valorar la compañía
de los demás, Nueva York ha engrandecido sus experiencias y tiene una vida
(interior y exterior) más rica que antes («El leopardo ha mudado sus manchas. Y
también hay algunas manchas que, quieran o no, nunca cambian», pág. 221). Aun
así, y a pesar de que se muestre crítica, Deseo
que venga el Diablo sigue siendo fascinante, entre otras cosas, por estar
escrita con la inmediatez del fulgor y
la rebeldía juveniles, sin la digestión forzosa que conlleva la madurez.
En
el prólogo, Luna Miguel —otro acierto de Seix Barral: elegir a una escritora
joven y alternativa para hablar de una escritora joven y alternativa— sugiere
que MacLane se puede considerar una precursora del bloguero, puesto que la
organización en entradas breves sobre sí misma y, sobre todo, el hecho de
dirigirse al lector, de tener conciencia de ser leída (aunque entonces no sabía
que publicaría), se asemejan bastante al actual formato blog. Su tono descarado,
además, va en consonancia con la pérdida de respeto progresiva que han supuesto
las redes sociales, la libertad para opinar sobre cualquier asunto y no siempre
con las maneras adecuadas. Sea como sea, no cabe duda de que trasciende el género de los diarios íntimos
y es precursora, en forma y fondo, de muchas obras posteriores.
Mary MacLane |
Aun
con estos precedentes, ha tenido que pasar más de un siglo para que Deseo que venga el Diablo se tradujera
al castellano. Más de un siglo para conocer a la genial Mary MacLane («No soy
buena. No soy virtuosa. No soy simpática. No soy generosa. Soy tan sólo y sobre
todo un ser de intenso sentimiento
apasionado. Siento… todo. Es mi genialidad. Me quema como el fuego», pág. 198),
a la loca Mary MacLane («Soy una embustera nata», pág. 93), a la infeliz Mary
MacLane («La Felicidad —el rojo del sol de poniente— es el deseo más intenso de
mi vida», pág. 171). Con todo, los años no han restado frescura a su retrato,
que todavía deslumbra por su capacidad para reflejar los sentimientos del adolescente incomprendido con una gran plasticidad
narrativa y por atreverse a cuestionar
el patriarcado sin pelos en la lengua. En fin, mejor tarde que nunca.
Tenía este libro anotado, no recuerdo dónde lo vi... Me gustan esos tintes autobiográficos, con estructura de diario, aunque no siga orden cronológico. En el fondo así son los recuerdos, marejadas sin orden ni concierto, salvo el hilo conductor emocional de quien lo recuerda. ¿Por qué será que los adolescentes que adoran leer se sienten algo solos? Es preocupante, ¿verdad?. Leer no debiera aislar ni hacerte sentir un bicho raro.
ResponderEliminarSiento... todo (lo firmo)
Un abrazo
Sí, es verdad que muchos personajes que leen en su adolescencia son un poco "bicho raro" en su entorno, y me temo que a menudo se inspiran en la vida real de su escritor (en este caso es evidente). No sé si pensar que primero se sienten solos y entonces se refugian en la lectura, o que ya leen mucho de entrada y eso les crea unas expectativas sobre el mundo que luego no encuentran. Quién sabe...
EliminarTengo que reconocer que lo que más me gustó del libro fue el prólogo de Luna Miguel. Me pareció soberbio. Le compraría lo que fuera. Atención a esta chica, aun es muy joven. Tu reseña es estupenda, qué estupenda!, es superior. Gracias Rusta :-)
ResponderEliminarMarta
Sí, Luna Miguel es muy buena. Sus últimos libros ya tuvieron cierto éxito (para lo poco que vende la poesía). No hay que perderla de vista.
EliminarDe acuerdo con lo del prólogo.Muy bueno. También el epílogo me gusto mucho. Ese reencuentro de Mary con su yo a los 19.
EliminarCreo que hay que leerlo.
Es en algún aspecto asombroso.
De nuevo me descubres libro y autora. Y de nuevo tu fantástica reseña me despierta mucha curiosidad y me hace querer leer el libro. Tendré que buscarlo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Es una autora muy muy singular. Para cuando te apetezca algo que se salga de lo habitual ;).
EliminarCon retraso, pero te he nominado al Tag Sugestoes. Espero que te pases a hacerlo http://elrincondelaspaginas.blogspot.com.es/2015/05/tag-sugestoes.html
ResponderEliminarUn saludo ^^.
¡Gracias!
EliminarHola Rusta! Ya tenía apuntado este título. Desde luego la autora pertenece a ese grupo de mujeres adelantado a su tiempo, que siempre tienen algo interesante que aportar. La voz descarada con la que escribe es un punto interesante.
ResponderEliminarEstoy segura de que me gustará.
1beso:)
Su voz es tremenda. Lo absorbe todo, hipnotiza. Ya quisieran muchos escribir como escribía esta autora a los diecinueve años.
EliminarHola!
ResponderEliminarHabía oido el nombre de la autora hacie tiempo, pero no me acuerdo dónde ni porqué. El caso es que esta reseña ha cogido a mi yo de 33 años y le ha señalado a mi yo de 17 y le ha dicho: Lee a esta mujer. Me da la sensación de ojalá haberla leído en mis años locos, seguro que hubiera entendido las cosas diferentes.
Me apunto el nombre y el título y corro a buscarla por donde pueda. Muchas gracias!