30 mayo 2012

La otra parte - José Matas Crespo

Novela no publicada. 260 páginas. Disponible totalmente gratis aquí.

Hoy, por primera vez, os hablaré de una novela no publicada que he leído recientemente. La verdad es que me ha sorprendido gratamente, pues su calidad está por muy encima de los libros autoeditados que suelo leer (se nota que el autor tiene bagaje en el mundo de la escritura, aunque de momento no haya conseguido publicar sus obras de ficción). Aun así, eso tampoco quiere decir que me parezca perfecta. Si queréis saber más, os invito a seguir leyendo esta reseña.

José Matas Crespo

José Matas Crespo (Vilafranca del Penedès, Barcelona, 1971) es licenciado en Psicología por la Universidad de Barcelona y doctorado en Lingüística por el mismo centro. Empezó a escribir muy joven y hasta ahora tiene en su haber tres novelas, ninguna de ellas publicada: La mirada ajena (2003), La otra parte (2004) y En las horas previas (2006). Además, ha escrito cuatro libros por encargo: Pilates para principiantes (2007), Aprenda a decir NO (2008), Las claves del 2012 (2009, firmado con el seudónimo Alexander Fowler) y Entrena tu cerebro (2010). En la actualidad está trabajando en su cuarta novela, mientras lucha para conseguir que las otras tres vean la luz en el mercado.

Sinopsis

La otra parte nos cuenta la historia de unas personas normales y corrientes que sufren por sus relaciones. Por un lado, tenemos a Pedro, un policía casado y padre de dos hijos al que todo parece ir bien; por el otro, Nacho, un chico que se acaba de mudar a un edificio donde tiene una vecina muy molesta, la señora Gertrudis. Sin embargo, ese no es el único problema de Nacho: sale con una chica, Sara, pero no está seguro de querer seguir adelante con la relación. ¿Y cuál es el punto en común entre Pedro y Nacho? Molly, un amigo que tiene la particular afición de organizar cenas con gente muy dispar. Es en una de estas comilonas donde Pedro y Nacho se conocen, aunque en la mesa los acompaña más gente, como Cristina, una joven atrevida que da un giro de ciento ochenta grados a la vida de uno de ellos, y Marta, la esposa de Pedro, que también sufre un antes y un después tras el acontecimiento. En estas páginas conoceréis los detalles de una amalgama de relaciones que promete un final de infarto.

Comentario personal

Tal vez el primer problema al que se enfrenta La otra parte es el hecho de tener un título que no dice nada. No llama la atención, no explica nada sobre su contenido y, además, tanto puede valer para el argumento que os he expuesto como para referirse al escondite de un asesino en serie o a un paisaje de otro mundo. De todos modos, al menos lo compensa con una cubierta que sí representa un aspecto crucial de la historia (del que no voy a decir nada, claro). En cualquier caso, aunque la presentación importe, sin duda lo interesante reside en el interior, y en eso me voy a centrar.

La otra parte es una novela de personajes. Desde gente normal, como Pedro, Nacho y Marta, a gente más peculiar, como la imparable Cristina, que seguramente encarna al sueño erótico de muchos hombres. Todos tienen en común una caracterización exhaustiva que permite conocerlos bastante bien y sentir empatía por ellos. Personalmente, he tenido predilección por Pedro, un hombre curioso y sensible que tiene la capacidad de marcarse un monólogo a partir de cualquier detalle irrelevante; sus conversaciones con un compañero de trabajo le dan un toque de humor a la obra. Cristina y su prima Lidia también tienen interés por las diferencias entre ellas y, al mismo tiempo, su proximidad.

Como consecuencia de lo anterior, los temas mejor tratados son los vinculados a las relaciones, sobre todo los problemas de pareja y otras cuestiones cotidianas, como la soledad de los ancianos (que se plasma a través de la vecina insoportable de Nacho) y la actitud frente a la sexualidad, en la que se reflejan perspectivas de todo tipo. La idea de mezclar personajes que no tienen nada que ver a partir de un encuentro me gustó mucho, y esa escena de la cena es una de las mejores del libro. Por lo demás, destaco el triángulo amoroso que surge y las dudas de Nacho entre la estabilidad de una relación y la adrenalina de vivir al límite; considero que ambas tramas plantean cuestiones que todos hemos pensado alguna vez y resulta fácil verse reflejado en alguna de las situaciones. No obstante, no me gustó la forma de abordar el contacto entre Nacho y su vecina: ella reclama su atención constantemente y él protesta para sus adentros de forma muy cruel, una posición que puede parecer de mal gusto para algunos lectores. El desenlace de esta última trama no me resultó creíble (no explico los motivos para no revelar nada).

En relación con la historia en conjunto, tiene un buen arranque, con un fragmento en segunda persona que consigue captar el interés del lector. A continuación se pasa al narrador omnisciente que se mantiene durante toda la novela, y enseguida se hace un flash-back al pasado (de hecho, lo que os he contado en la sinopsis es esa historia previa que debe conducir a lo relatado en el primer capítulo). A pesar de ser un recurso útil para crear intriga, lo cierto es que durante toda la novela he tenido la sensación de no saber hacia dónde va la historia. Como cada capítulo se centra en un personaje distinto, se ralentiza el ritmo. El planteamiento, el nudo y el desenlace están claros; el problema se encuentra en que por el camino se dan demasiados detalles, hay conversaciones que se alargan demasiado y el hilo principal se pierde. Hay escenas que se podrían haber eliminado sin mayores consecuencias.

Cambiando de tercio, el final es consecuente con todo lo que se había planteado hasta entonces y a la vez consigue impactar; me gustó mucho (a excepción de ese tema de Nacho y su vecina, que no me convenció). Aun así, tengo que señalar algunos inconvenientes: he echado de menos un fragmento sobre Cristina en el último capítulo y considero que la trama relativa a su prima Lidia no queda cerrada. Comprendo que ella no es la protagonista, pero si en determinados momentos se habló mucho de sus inquietudes, lo más lógico habría sido poder ver su evolución en el desenlace.

Con respecto al estilo, el autor escribe con mucha fuerza, consigue arrastrar al lector por las páginas (y eso no es fácil de conseguir). Su punto fuerte son los diálogos, que facilitan la lectura y además reflejan perfectamente las diferentes voces (subrayo especialmente la de la anciana), pero también aprueba con nota en los párrafos en los que plantea reflexiones, puesto que hay algunos muy bonitos. En general, cuida bastante bien los inicios y los finales de capítulo (en los primeros incluye bellos poemas de Mario Benedetti), aunque en algunos tramos se producen cambios de persona verbal que con una revisión de estilo se podrían haber corregido. A propósito del tema, hay algunas faltas y erratas; no obstante, no llegan a ser tan graves ni tan abundantes como para impedir el disfrute de la novela.

Conclusión

En definitiva, La otra parte es una novela de personas normales, con sus dudas, sus arranques y sus arrepentimientos, y un desenlace estremecedor que va acorde con todo lo que se había planteado. El autor profundiza en los entresijos de las relaciones de pareja a través de las vivencias de diversos personajes, cuyas vidas dan un giro que no esperaban gracias a una cena muy especial. Por lo demás, el libro se lee sin dificultad gracias a la sencillez del estilo y el abundante diálogo, aunque en muchos momentos no he sabido hacia dónde me llevaba la historia y esta sensación puede quitar las ganas de seguir adelante. Aun así, pienso que si se puliera un poco podría convertirse en una buena novela.

Si queréis adentraros en La otra parte, en este enlace podréis descargar la obra sin ningún tipo de coste.

25 mayo 2012

22 Britannia Road - Amanda Hodgkinson

Edición: Bruguera, 2012
ISBN: 9788402421005
Páginas: 368
Precio: 19 €

A pesar de la cantidad de libros que se han escrito sobre la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias, día a día compruebo que todavía se pueden ofrecer nuevas perspectivas sobre el conflicto y las vivencias de la gente que lo sufrió. No comparto en absoluto las opiniones que dicen que este tema está demasiado trillado en la oferta actual: personalmente, pensar hay demasiadas novelas sobre guerras me parece igual que decir que hay excesivas novelas de amor, de médicos o de códices secretos. Puede que abunden, no lo niego, pero cada una aporta algo distinto porque la magia de la literatura es esta, crear y construir un buen relato a partir de una idea que el autor desarrolla con su sello personal. Además, no se puede negar que la primera mitad del siglo XX marcó un antes y un después en la historia mundial, de modo que es lógico que se hable de estos hechos.

De todos modos, la intención de esta reseña no es defender el género bélico, sino ahondar en mi última lectura: 22 Britannia Road, obra de una escritora novel que ha conquistado a la crítica y los libreros de Inglaterra. Me llamó la atención en cuanto la vi entre las novedades, apenas necesité leer reseñas de los anglosajones para convencerme de que tenía que leerla. Y no me arrepiento de haberlo hecho.

Amanda Hodgkinson

La autora de esta novela es Amanda Hodgkinson, una inglesa nacida en Somerset en la década de los sesenta que se declara una gran cinéfila. Cuando tenía diez años, sus padres abrieron una tienda de libros de segunda mano y entonces nació su amor por la literatura: mientras sus hermanos miraban la tele y tocaban la guitarra, ella pasaba horas y horas entretenida con la lectura; seguramente fue entonces cuando decidió que quería dedicarse a escribir. Años más tarde, cuando ya era madre de dos hijos y tenía una larga lista de empleos a sus espaldas, decidió hacer realidad su sueño y estudió Escritura Creativa en la Universidad de East Anglia. Poco después se trasladó al sur de Francia con su familia, donde terminó de escribir 22 Britannia Road (2011), su primera novela, que ha tenido una gran acogida en su país de origen.

22 Britannia Road

Londres, 1946. La guerra ha terminado y es la hora de los reencuentros: Janusz y Silvana, un joven matrimonio polaco, se vuelven a ver después de seis años de separación obligada. Él tuvo que marcharse para defender a su país, aunque las cosas no siguieron el rumbo previsto y acabó en Inglaterra, donde ha comprado una casa para su familia en el número 22 de Britannia Road. Ella, por su parte, pasó una larga temporada en el bosque con su hijo Aurek, un niño de carácter retraído que no se separa de su madre. Precisamente él es el primer obstáculo para la adaptación en su nuevo hogar: el pequeño se muestra huraño con su padre y Silvana se resigna a su actitud, mientras que Janusz se desespera al comprobar lo difícil que le resulta ganarse su confianza.

Sin embargo, Aurek no es la única dificultad que debe superar la pareja. Los dos han cambiado y esconden secretos que todavía los distancian más: Janusz tuvo un amor y Silvana está profundamente marcada por la relación que mantuvo con su hijo durante el conflicto. Él pone todo su empeño en cultivar su perfecto jardín inglés y ella se esfuerza en ser una buena ama de casa, pero lo que ocultan golpea su interior y tarde o temprano tiene que salir a la luz… si es que son capaces de afrontarlo.

Comentario personal

En 22 Britannia Road hay tres historias en una: Janusz en la guerra, Silvana con su hijo en plena lucha por sobrevivir y el reencuentro en el que Aurek es el gran protagonista. El que haya variedad de temas y algunos se centren más en los sentimientos que en el conflicto armado puede hacerlo atractivo para un sector más amplio de lectores. Por otra parte, escribir una historia que alterna dos tramas (presente y pasado) no es tan simple como plantear dos tramas e intercalar sus capítulos; también hay que saber encajar ambas para que las grandes revelaciones vayan a la par. Amanda Hodgkinson lo sabe y por eso su novela contiene grandes dosis de emoción, lo que unido a su habilidad para cerrar los capítulos con mucha intriga, invita a seguir leyendo en todo momento.

Su forma de escribir es meticulosa, gusta de detenerse en los detalles y en general desprende mucha delicadeza y calidez. Emplea la tercera persona, aunque se centra bastante en la figura de Silvana (salvo en los fragmentos dedicados a las vivencias de Janusz en el pasado). Destaco su habilidad para plasmar la evolución psicológica de los personajes sin necesidad de emplear largas descripciones: lo transmite todo a través de los hechos, como debe ser. Por lo demás, los capítulos son breves y el ritmo más bien pausado; es un relato para saborear con calma, sin perder de vista sus muchas cualidades.

Cambiando de tercio, el tema central me parece muy atrayente: una familia se vuelve a encontrar y desea salir adelante, pero todos sus miembros son conscientes de que han cambiado y nada es lo mismo. «La guerra había sido un invierno continuo, una sucesión de diciembres y eneros. Por eso la paz tenía que ser el verano. Y creyó que éste por fin había llegado cuando empezó a vivir en esta casa, cuando dio comienzo a esta vida en este pueblo de Inglaterra, con su mujer y su hijo» (pág. 302). El flash-back para averiguar qué les sucedió también despierta mucho interés y resulta imprescindible para entender lo que sienten los protagonistas en 1946: «Los recuerdos se encogen. Igual que una pastilla de jabón que se usa repetidamente, empiezan a deformarse, van perdiendo el aroma, se vuelven demasiado livianos y resbaladizos» (pág. 340-341).

Además de las profundas transformaciones que provoca una guerra en quienes la viven, la novela invita a reflexionar sobre hasta qué punto los secretos pueden destruir una relación y una vida (y no hace falta ser amante del género bélico para entender esto). Las páginas están cargadas de tensión y miedo, pero sobre todo de dolor, mucho dolor por el daño que esas verdades ocultas les hacen a ellos mismos, en especial a Silvana. Por otro lado, el simbolismo del jardín merece una mención aparte: Janusz y Silvana trabajan para tener un perfecto jardín inglés, pero a la vez este patio se convierte en el reflejo de las mentiras de su relación. Me pareció un elemento curioso, un detalle inteligente que da más valor a la historia. El desenlace va acorde con el planteamiento, resulta coherente con los hechos y, al mismo tiempo, bonito. Me ha dejado con la sensación de que la autora lo tenía todo bien atado, y eso me gusta.

En relación con los personajes, Aurek me cautivó de inmediato: un niño de carácter difícil absolutamente apegado a su madre. La cubierta lo refleja muy bien: el pequeño escondido detrás de ella con expresión de recelo. Silvana también está muy bien caracterizada, debe adaptarse a la rutina de Londres y aprender a ser una buena ama de casa inglesa, una cuestión que obsesiona a su marido. En mi opinión, la relación entre madre e hijo es el tema más importante de la obra, tanto por lo que vivieron en el bosque (unas escenas llenas de espíritu de lucha y supervivencia) como por la etapa actual; el libro habría sido digno de figurar en mi selección de novelas sobre la maternidad en la literatura. «Así es como se presenta Silvana, como un soldado dispuesto a matar por su país. Y el país de Silvana es su hijo» (pág. 246). Creo que gustará especialmente a quienes se emocionen con este tipo de historias.

Asimismo, las amistades que traban con los secundarios tienen un gran atractivo. Por ejemplo, la de Aurek y Peter, un niño que vive con muchas más comodidades que él (a ratos esta pareja me recordó a El niño con el pijama de rayas por el contraste entre ambos) y cuyo padre tiene un papel decisivo en el libro. El contacto entre Janusz y Silvana con sus vecinos, una mezcla de interés mutuo y cariño sincero, también da mucho de sí. Lo mismo sucede con sus camaradas durante la guerra, ya que ambos conocen a gente que deja huella en ellos, para lo bueno y para lo malo. Siempre presto mucha atención a las construcciones psicológicas y las relaciones entre personajes, y todo lo que hay aquí me ha convencido, he conectado al cien por cien con el enfoque de Amanda Hodgkinson.

Por lo demás, 22 Britannia Road es una novela llena de sentimientos, especialmente en la parte del presente. A través de los hechos, la autora muestra la realidad de tres personas en un momento en que, pese a haber superado lo peor, están muy afectados por lo ocurrido y tienen que hacer frente a un nuevo reto: el de aprender a vivir con unas heridas que no cerrarán nunca. Me impliqué en la vida de Silvana, Aurek y Janusz (en este orden); al dejar de leer seguía pensando en ellos y me preguntaba qué les ocurriría después, cómo terminaría todo. No me ha dejado indiferente, y con esto lo digo todo.

Conclusión

22 Britannia Road se suma a El puente invisible, La vendedora de huevos, Cuando Hitler robó el conejo rosa, La ladrona de libros, Un secreto bien guardado y tantas otras novelas que recrean algún aspecto de la Segunda Guerra Mundial que me han hecho disfrutar (y sentir) mucho. Esta vez no toca leer sobre campos de concentración ni bombardeos, sino sobre una mujer que se escondió en el bosque con su hijo y un hombre que encontró un nuevo amor mientras retrasaba el momento de luchar en el frente. Pero, por encima de todo, 22 Britannia Road es la historia del reencuentro de unos extraños que luchan por rehacer su vida, un tema que invita a la reflexión y está cargado de emociones que permanecen en la memoria. La recomiendo vivamente a quienes tengan la suficiente sensibilidad para adentrarse en las entrañas de estos tres personajes y recorrer este camino junto a ellos.

Nota: las fotografías están sacadas de la web de la autora.

23 mayo 2012

Fragmentos de libros: El tiempo entre costuras

Y entonces se levantó la patrona, y alzó por todos su copa resquebrajada. Por los presentes, por los ausentes, por los unos y los otros. Nos abrazamos, lloramos, y por una noche no hubo más bando que el que juntos compusimos aquel pelotón de infelices.

***

Dolía inmensamente, pero logré acostumbrarme a convivir con ello como quien tira de un fardo: arrastrando una carga inmensa que, aunque ralentiza el paso y exige un sobreesfuerzo, no impide del todo seguir el camino.

***

La normalidad no estaba en los días que quedaron atrás: tan solo se encontraba en aquello que la suerte nos ponía delante cada mañana. En Marruecos, en España o en Portugal, al mando de un taller de costura o al servicio de la inteligencia británica: en el lugar hacia el que yo quisiera dirigir el rumbo o clavar los puntales de mi vida, allí estaría ella, mi normalidad. Entre las sombras, bajo las palmeras de una plaza con olor a hierbabuena, en el fulgor de los salones iluminados por lámparas de araña o en las aguas revueltas de la guerra. La normalidad no era más que lo que mi propia voluntad, mi compromiso y mi palabra aceptaran que fuera y, por eso, siempre estaría conmigo. Buscarla en otro sitio o quererla recuperar del ayer no tenía el menor sentido.

***

Enlace a mi reseña del libro.

21 mayo 2012

Las torres de Sancho - Toti Martínez de Lezea

Editorial: Maeva
Páginas: 448
ISBN: 9788496231542
Precio: 10 €

Las torres de Sancho

La novela gira en torno al rey Sancho, pero no se limita a su figura, sino que hay una serie de personajes a su alrededor que nos permiten acercarnos a él. El primero, Eneko, un joven de origen vascón que vive en una abadía. Sin embargo, él tiene claro que no quiere hacer los votos y la suerte se pone de su parte: consigue alejarse de allí sin que los monjes sospechen y empieza una nueva vida en las montañas. Una vida de la que aprenderá mucho, pero que tampoco le durará eternamente: Eneko tendrá que volver a empezar una y otra vez. En uno de esos comienzos, se hará amigo del rey Sancho de Navarra, pero no voy a contar cómo.

Como casi siempre en las novelas de Toti, también hay un colectivo de personajes religiosos, como el abad de Cluny, un hombre ambicioso que lucha por expandir su poder (por cierto, la abadía de Cluny es en la que vivía Eneko) y Arnoldo de Blanzy, otro de los malos de la película.

Por otra parte, tenemos a los tres hermanos Bela, aunque el que tiene más peso de los tres es el mayor, Rodrigo. Su padre les hace jurar venganza hacia quien lo derrotó, y aunque los tres jóvenes vayan a pasar un tiempo con el señor de Castilla para prepararse, no olvidan su promesa. Para complicar aún más las cosas, habrá un tema de amoríos relacionado con uno de ellos y otro de los personajes de la novela.

Finalmente, están las mujeres, que en esta novela tienen poquísimo peso. Básicamente aparecen la abuela, la madre, la esposa y la amante de Sancho. Todas ellas podrían haber sido personajes interesantes si se hubiera desarrollado más su personalidad, pero lamentablemente quedan en un segundo plano que hace que apenas las recuerde.

Revuelto de personajes

Este punto es algo que ya he comentado en muchas opiniones sobre los libros de Toti: hay demasiados personajes y ningún protagonista definido. De los que aparecen más, todos tienen un peso similar y eso me parece un gran fallo. Se nos intenta vender la novela como la vida del rey Sancho, de modo que él debería ser el protagonista; sin embargo, no se profundiza lo suficiente en él y su papel en la novela es parecido al de Eneko y otros.

¿Qué ocurre cuando hay demasiados personajes? Que se confunden. Conozco a los “principales”, por llamarlos de alguna manera después de más de 400 páginas de lectura, pero me costó mucho entrar en la novela porque al principio sí que me liaba, y bastante. Entiendo que se alternen los temas de cada capítulo para dejar al lector con intriga y conseguir que siga leyendo, pero no se puede dedicar un capítulo a Sancho, el siguiente a Eneko, el otro a Arnoldo de Blanzy y el otro a los hermanos Bela, porque el resultado es un cacao impresionante y un interés nulo por el libro. Me ocurrió algo parecido con El jardín de la oca, donde también se emplea esta estructura.

Al libro le falta un protagonista con fuerza, que logre despertar el interés del lector. Un protagonista como Catalina de La herbolera o las dos madres de Los hijos de Ogaiz. Todos los personajes de Las torres de Sancho me parecen planos y, aunque es algo que he observado en Toti desde que empecé a leerla, en esta obra va a peor.

Creo que la autora comete un error, que probablemente sea el mismo que en A la sombra del templo: intenta abarcar algo demasiado grande sin tener el dominio suficiente para hacerlo, y el resultado es el que os estoy contando: muchos personajes, muchas tramas, pero también mucha confusión y un gancho inexistente. Toti me parece mucho mejor en las novelas con un protagonista definido, que aunque también tengan muchos secundarios planos al menos hay una referencia clara que conoces y capta tu interés.

Hombres protagonistas

Me ha llamado la atención que el peso de la novela lo lleven únicamente los hombres: Sancho, Eneko, Arnoldo, el abad, Rodrigo, etc. Las mujeres son extremadamente secundarias. Los únicos libros de Toti que recuerdo que también tienen protagonistas masculinos son El verdugo de Dios y El jardín de la oca, pero en el primero eran mucho más interesantes que en el segundo y en el que os comento hoy.

A pesar de las excepciones, un rasgo característico de Toti es la fuerza de sus personajes femeninos (dos de las novelas que más me han gustado son precisamente La herbolera y Los hijos de Ogaiz, en las que destacan las féminas). En lugar de meter tanta conspiración, Las torres de Sancho sería más seductor para mí si los personajes femeninos tuvieran una mayor presencia en el texto, en especial Sancha, la amante de Sancho, que es la que me ha llamado más la atención. Todo esto va a gustos, por supuesto; tal vez hay quien prefiere hombres y conspiraciones antes que las mujeres con todos sus matices, pero para mí hace que el libro pierda puntos.

Un poco de historia

Si algo bueno tienen las novelas de Toti, incluso esta, es que con todas ellas se puede aprender algo. En sus libros hay una mezcla de realidad y ficción (en el caso de este libro es muy evidente: en el índice de personajes se indica quiénes existieron y quiénes han sido inventados por la autora), por lo que no podemos creer todo lo que narra al pie de la letra. Además, la autora tiene un gran mérito: nos explica cosas de manera muy amena. Más abajo comentaré que el libro me ha aburrido, pero no ha sido por el aspecto histórico que, como siempre, está muy bien.

Además, el periodo histórico del reinado de Sancho Garcés III el Mayor era algo que desconocía por completo. Puede parecer que una vez has leído una novela de Toti, en el sentido histórico, ya las has leído todas, pues suelen ambientarse en los mismos lugares (Navarra y el País Vasco) y en la Edad Media. Sin embargo, con cada nueva novela demuestra que puede centrarse en diferentes aspectos de la historia, por lo que siempre aporta algo nuevo. Esta variedad de temas históricos es un punto a su favor: demuestra el trabajo de documentación que hay detrás de cada una de ellas y además no se repite en los libros (ya podrían aprender otros).

Decepcionante

Hablando de gancho y adicción a la lectura, con los libros de Toti me han ocurrido dos cosas: algunos me han atrapado desde el principio pero a medida que avanzaban han ido perdiendo el nivel (La herbolera); en cambio, otros tardaron un poco en engancharme pero después han ido a mejor (El verdugo de Dios, Los hijos de Ogaiz). Las torres de Sancho no me enganchó de entrada, así que pensé que sería de estos últimos y por eso seguí leyendo.

Pero fue en vano: el libro no me enganchó en ningún momento. ¿Por qué? En gran medida, por la abundancia de personajes que he comentado antes. Ya de entrada me gustan más los libros con un solo protagonista y no con varios, pero es que aquí son muchos y no se profundiza en ninguno. Se tarda demasiado en conectar la historia de cada uno con la de los demás, por lo que nos encontramos con un capítulo dedicado al personaje 1, el siguiente al personaje 2 y el otro al personaje 3, y así sucesivamente hasta que termine la “ronda” y volvamos al 1 (y cuidado con que no toque un salto en el tiempo, porque entonces aún sabemos menos de los personajes en esa época).

Aparte la gran cantidad de tramas y personajes, la falta de interés que he sentido también se debe a la falta de un protagonista en sí. Ningún personaje me ha llegado, no he sentido interés por ninguno y es probable que esto haya dificultado la lectura. Cuando leo no me basta con que el libro esté bien escrito y documentado: necesito que tenga algo que despierte mi interés, ya sea un personaje, una historia o ambas cosas.

El libro, en general, es aburrido y para mi gusto le sobran páginas. Aunque, más que páginas, lo que le sobran son complicaciones: sin tantos personajes ni tantas historias estaría mucho mejor. Entiendo que la vida de los que existieron de verdad se tiene que contar; no obstante, si ya se cuenta con tantos personajes reales tal vez no hacía falta añadir tantos de la cosecha de la autora.

Como punto positivo, además de lo didáctico que es porque nos enseña un periodo histórico, debo decir que la lectura es amena. El contenido será todo lo caótico y aburrido que queráis, pero por suerte el estilo de Toti siempre es entretenido y fácil de leer. Cada capítulo se lee bien porque la autora sabe cómo contar cada cosa; el problema viene a la hora de conectarlo todo.

Conclusión

Me ha decepcionado mucho. Toti Martínez de Lezea me parece una gran autora de novela histórica, pero este libro se hace aburrido, tiene demasiados personajes y tramas. En lugar de intentar abarcar tantas cosas habría sido mejor que se centrara en la vida de uno de ellos, así sería más fácil que el lector conectara con la novela. A pesar de todo, como la lectura es amena y didáctica, le doy un aprobado justito. Sólo lo recomiendo a los fans de esta escritora, pero si aún os quedan varios libros suyos por leer, yo me dejaría este para el final. A los que no habéis leído nada suyo, os recomiendo descubrirla con La herbolera, Los hijos de Ogaiz, La Universal o La calle de la judería, por ejemplo.



16 mayo 2012

El fenómeno de las "landscape novels"

Las cuatro novelas de la imagen tienen mucho en común: están ambientadas en un lugar exótico, sus argumentos prometen aventuras y romance, son fáciles de leer, tienen una extensión considerable y sus autoras son de Alemania. ¿Casualidad? No, estamos delante de un nuevo fenómeno literario, el de las "landscape novels" (literalmente, "novelas de paisaje"), término que acuña Ediciones B en su último boletín de novedades para describirlas.

En efecto, esta editorial es la máxima responsable del reciente apogeo de este género en España. Tras el éxito de En el país de la nube blanca y su continuación, La canción de los maoríes, ha apostado por dos novelas que no duda en comparar con las de Sarah Lark: El cielo sobre Darjeeling y El río de la fortuna, que se ambientan en la India y Australia, respectivamente. El diseño de las cubiertas es muy similar y no da lugar a engaños. Al parecer, estas escritoras fueron creadas expresamente por una editorial alemana para aprovechar el tirón de las "novelas de paisajes". No sería raro que en los próximos meses se publicaran más títulos similares, pues.

El otro libro que incluyo en el grupo es Estrellas sobre Tauranga, de Maeva. No he visto que la editorial lo compare abiertamente con En el país de la nube blanca (supongo que para no citar a la competencia), pero lo cierto es que la sinopsis se le asemeja mucho: chica joven que viaja a Nueva Zelanda con la esperanza de encontrar la felicidad allí. Además, la autora es alemana y ha tenido un gran éxito en su país, de modo que seguramente sigue en la línea de las demás.

El tema en sí no es nuevo (innovar en literatura resulta complicado); lo que supone una novedad es el hecho de apostar fuerte por él. ¿Qué opináis sobre este género? A mí me parece atractivo porque me gusta descubrir otros países a través de la lectura. No obstante, cuando busco calidad me decanto por otras opciones, puesto que estas novelas me parecen más bien literatura de entretenimiento. Preferiría que profundizaran en los personajes en lugar de dar tanto peso al amor (al menos así lo he percibido en las novelas de Sarah Lark. Tendré que leer las demás para poder juzgarlas en condiciones).

¿Seguirá este fenómeno la estela del thriller pseudohistórico de Dan Brawn, la novela negra nórdica y la literatura juvenil de vampiros, o se quedará en algo pasajero? El tiempo lo dirá, pero con esas presentaciones tan atractivas seguro que consiguen un buen puñado de lectoras, aunque evidentemente no todos los títulos funcionarán tan bien como En el país de la nube blanca. De momento, tengo la intención de leer alguno porque me apetece perderme de nuevo en los paisajes de Oceania (el que se ambienta en la India no me atrae tanto).

Eso sí, también digo que lo poco gusta y lo mucho cansa. Esperemos que estas autoras hayan sido capaces de plantear tramas distintas y no sean una mera repetición de una misma historia en diferentes ambientes.

14 mayo 2012

El error azul - Javier Lorenzo

Edición: Planeta, 2011
Páginas: 350
ISBN: 9788408092407
Precio: 20,90 €

Una pareja bailando, envuelta en ese halo de magia que transmiten las fotografías en blanco y negro. Así es como se nos presenta lo último de Javier Lorenzo, un autor que saltó a la fama en 2005 con su novela El último soldurio, que obtuvo una excelente acogida por parte de los lectores. A pesar de no haber leído su obra más conocida, tuve un pálpito con El error azul y no me equivoqué: además de saborear un libro interesante y cuidado, he descubierto a un gran escritor.

Javier Lorenzo

Javier Lorenzo (Madrid, 1960) es periodista. Ha trabajado para medios como Cadena Ser o El Mundo, y también ha sido guionista de televisión. En 2005 debutó en el mundo literario con la novela histórica El último soldurio, que vendió más de cincuenta mil ejemplares y tuvo una continuación, Las guardianas del tabú (2007). No obstante, unos años antes ya había publicado el ensayo La España hortera (1996), en el que comenta en clave de humor esas actitudes que resultan un tanto grotescas (el libro se puede encontrar en formato e-book). Con El error azul (2011) abandona las aventuras cántabras en la época del imperio romano para adentrarse en la guerra civil en Teruel.

Sinopsis

El error azul es la historia de un triángulo amoroso en la España de la posguerra. Amelia, una joven hermosa y de familia bien, se aleja de los suyos al enamorarse de Martín, un republicano con el que se casa por lo civil. «Si ella cumplía, ¿por qué no la dejaban vivir? ¿Por qué no podía decidir su futuro y hacer lo que le pedía el corazón? […] Había oído hablar de la felicidad y no quería morirse sin haberla probado» (pág. 158). Martín, a su vez, vive escondido en casa, donde escribe para no dejarse morir poco a poco. «Escribo para no volverme loco. Para ocupar los dedos y la mente en algo más que el vacío, el recuerdo y el dolor. Para no olvidarme, en definitiva, de quién es este cuerpo casi inútil y dejar sobre el papel constancia de que aún existo. De que aún soy» (pág. 19).

Por último, está Alberto, el temido alférez Repellejo, enamorado de Amelia y frustrado porque no lo eligiera a él. En su creencia de que Martín ha desaparecido, todavía mantiene la esperanza de conseguirla y por ello le regala un sello muy especial para él. «Él había matado, había torturado y había traicionado; había humillado y destruido a cientos de hombres, más alguna que otra mujer. Eso era innegable. Pero todo lo había hecho por un ideal, por algo superior a él que le había exigido, y aún le exigía, llevar a cabo todas esas atrocidades» (pág. 88).

¿Qué les ocurrió para llegar a este extremo? ¿Qué harán ahora para salir adelante? Las respuestas, en las páginas de El error azul.

Comentario personal

«Ninguna mujer es culpable de que la amen dos hombres a la vez» (pág. 11). Con esta frase contundente arranca una historia profunda, cargada de los impulsos y el instinto de supervivencia que solo una situación trágica puede provocar. La elección de la primera oración puede parecer un tema baladí, mas en realidad resulta clave porque es lo primero que cala en el lector, además de ser una señal del cuidado que ha puesto el autor en los detalles. En este sentido, Javier Lorenzo lo borda: no solo empieza bien, sino que nos deja un sinfín de fragmentos escritos con buen gusto que invitan a la reflexión y culminan en un desenlace conmovedor y coherente con el resto de la historia. Un momento, ¿ya estoy hablando del final? Me temo que antes de llegar a él tengo que contar muchas otras cosas.

El error azul se puede definir como una novela de tres personajes: Amelia, curiosa y rebelde, rechazada por los suyos; Martín, culto, encerrado, que se esfuerza para no volverse loco; Alberto, tan cruel como sensible, una personalidad peculiar. Todos ellos tienen un retrato interesante de descubrir, con muchos matices, en parte gracias al conocimiento que tenemos de su infancia y sus allegados (a propósito del tema, la abuela de Amelia y el tío de Martín, personas entrañables e inteligentes, son dos grandes secundarios), además de su situación en el presente, por supuesto. Aun así, no he podido evitar tener debilidad por Martín, el vencido que recibe por todas partes, pero que a pesar de todo mantiene sus principios y su ánimo de lucha con una fuerza encomiable.

La estructura contribuye a potenciar ese carácter triangular. Hay tres tipos de capítulos: en tercera persona sobre la infancia y la adolescencia de los tres, centrados en la figura de Amelia; de Martín en primera persona cuando está encerrado, con la guerra ya terminada; y de nuevo un narrador en tercera, esta vez sobre Alberto y lo que vive después del conflicto armado. Aunque la historia comienza in media res, se avanza tanto en sentido lineal como a través de los recuerdos, que nos permiten entender por qué se llegó a la situación actual. Todo ello, con una prosa poderosa y elegante que emplea un vocabulario rico (sobre todo en los capítulos de Martín). No es una novela para leer en el metro, sino para paladear poco a poco, sin perderse ningún detalle. El único problema que le puedo ver al libro es que no es apto para cualquier lector: hay que afrontarlo con predisposición a encontrar un estilo mucho más erudito que el de una novela comercial.

Volviendo a los personajes, lo que une a los dos hombres son los sentimientos hacia Amelia, un amor que complica todavía más las terribles circunstancias que atraviesan. «Siempre que se habla de amor, alguien acaba muriendo» (pág. 162). Sin embargo, no hay que caer en el error de catalogar El error azul como novela romántica: aunque el punto de unión sea este triángulo, el hilo central no es el romance, sino las vidas de los tres, desde su niñez al presente, con la guerra civil y sus consecuencias como marco histórico. En definitiva, la obra narra qué los ha llevado a estar así y qué harán para salir de ello, aunque por el camino se plantean una gran cantidad de temas que enriquecen el contenido.

Entre ellos, destaco la fe que tiene Martín en la educación para convertirnos en seres más civilizados (mensaje que comparto plenamente). Mientras leía no pude evitar pensar que esta mentalidad es compartida por el propio Javier Lorenzo, que hay un poco de él en Martín y el tío Nicolás, pues si algo refleja El error azul es precisamente ese saber hacer, esa prosa cultivada y esa capacidad para remover el interior de quien lee, no solo en el terreno emocional, sino en el del pensamiento. Porque, quizá, una de las mayores diferencias entre El error azul y otras novelas sobre la guerra es que esta no solo se limita a recrear unas vivencias y hacernos comprender la desgracia de quienes la vivieron; las reflexiones que se dejan caer (sobre el conflicto, pero también sobre cuestiones cotidianas) son una parte importante y a menudo se pueden aplicar a otros contextos. En otras palabras: no hace falta ser un aficionado a los libros bélicos para disfrutar de esta obra.

De todas formas, tampoco negaré que la guerra está presente, con las situaciones límite que eso conlleva. «La vida adquiere otros tintes cuando está continuamente al borde de un precipicio. Es más hermosa y más fuerte cuanto más cerca está de extinguirse. Y también más contradictoria.» (pág. 175). Tal vez esa habilidad del ser humano para adaptarse a lo que venga es uno de los rasgos más interesantes de este tema; por muchas novelas sobre guerras que lea, nunca dejo de impactarme al leer sobre un personaje que vive escondido o sobre las tropelías que se cometieron sobre los vencidos.

Otro tema destacable es la filatelia, la afición del alférez Repellejo. «Las personas, pensó, eran como los sellos. Como ese que tenía ante sí. Cada uno era distinto y único pero, al igual que las personas, su valor procedía de su pureza y perfección, aunque también —no era tan imbécil para negarlo— del que le concedieran los demás.» (pág. 30). De hecho, el error azul del título hace referencia a un sello que tiene un valor simbólico dentro del libro (bastante fácil de suponer). Personalmente, nunca me ha interesado esta afición, pero he disfrutado con lo que se cuenta del asunto y además he aprendido un poquito sobre las falsificaciones (está todo muy documentado).

Cambiando de tercio, no puedo pasar por alto el escenario de los hechos: Teruel. Ni Madrid ni Barcelona, esta vez la historia nos traslada a un lugar mucho menos trillado en la literatura, lo que para mí siempre es un punto a su favor porque me permite descubrir tradiciones y curiosidades que hasta ahora desconocía. Además de recordar lo que ocurrió allí durante el conflicto, el autor aprovecha para contarnos alguna leyenda y presentarnos los edificios más emblemáticos. Me parece una buena ambientación, y estoy segura de que los turolenses se sentirán satisfechos con la imagen que se transmite de su ciudad.

Ahora sí que he llegado al final, a ese cierre que me dejó tocada y que demuestra, una vez más, que El error azul es una novela muy trabajada en todos los aspectos: unos personajes marcados por el dolor, un trasfondo en el que sale lo mejor y lo peor de cada uno, una guerra que dejó muchas heridas… y un desarrollo impecable que no dejará indiferente a nadie. Sí, es una historia más sobre la guerra civil española, pero no todas tienen este enfoque ni están tan bien escritas. Merece la pena olvidarse de los prejuicios y adentrarse en la vida de Amelia, Martín y Alberto: por mucho tiempo que haya transcurrido desde entonces, el ser humano no pierde la capacidad para sentir empatía hacia sus semejantes.

Conclusión

El error azul es la historia de una guerra, de cómo la vivió un hombre de cada bando y una mujer que se alejó de su familia, y de un amor en tiempos turbulentos que consigue emocionar hasta el último instante. Pero no solo se trata de una novela sobre esta época, sino que además es una obra literaria muy cuidada (Planeta también puede publicar libros no comerciales, sí señor). Si creéis que os puede gustar, adelante con ella. Las vivencias de estos tres personajes no os dejarán fríos porque, en las palabras del autor, «es increíble lo que puede llegar a hacer —o a dejar de hacer— un ser humano para sobrevivir» (pág. 348).

11 mayo 2012

Si tienes algo que decir, ¡comenta!

Con esta imagen tan simpática empiezo una breve reflexión sobre lo importante que es dejar comentarios en los blogs que leemos. Todos hemos oído alguna vez ese eslogan de "Un blog se alimenta de comentarios", pero tal vez quienes no llevan un espacio de este tipo no comprenden a qué se debe este deseo de conocer la opinión de los lectores. Aquí tenéis algunos motivos:

- Los comentarios son una demostración de que los contenidos interesan. Los blogueros escribimos sin que nadie nos diga de qué tenemos que hablar, por eso no sabemos si las entradas gustarán hasta que se publican y vemos la acogida que tienen. El número de visitas también ayuda, pero ese dato es frío e impersonal; a veces da más alegría un comentario en el que se nota que te han leído que unas estadísticas espectaculares.

- Hablando de visitas, a menudo se da el caso de que una entrada muy leída prácticamente no tiene comentarios. ¿Pereza? ¿Miedo a opinar? ¿No se sabe qué decir? Desde aquí quiero lanzar una petición: intentad comentar siempre que os paséis por una entrada, no hay que temer decir una tontería (todos las decimos alguna vez) y es una forma de manifestar que se valora el trabajo del bloguero. Además, recibo aviso de todos los comentarios que se publican, así que os leo siempre, aunque comentéis en reseñas antiguas.

- Eso sí, tampoco se trata de comentar cualquier cosa. El respeto por la labor de la persona que lleva un blog y por los autores de los que habla debe estar por encima de todo, así que nada de insultos ni mensajes de spam (aunque sé que decir esto es como hablar con la pared). No pretendo que siempre se haga un comentario largo y enjundioso (a veces simplemente no se nos ocurre), pero lo que se diga tiene que estar relacionado con la entrada.

- Por último, los blogs no deberían ser un espacio en el que el bloguero cuenta algo y los demás lo leen, sino un lugar de debate en el que los comentaristas también intercambien opiniones entre ellos. En la blogosfera literaria esto apenas se da, la mayoría de aportaciones a las reseñas son un simple "¡Qué buena pinta! Me lo apunto", lo que sin duda es una pena. ¿Por qué no nos esforzamos en crear diálogo? Aparte de sacarle más partido a las publicaciones, es un pasatiempo entretenido y enriquecedor. Yo estoy muy orgullosa de que hace poco surgiera un debate espontáneo aquí.

Así pues, repetid conmigo:

¡Y ponedlo en práctica!

07 mayo 2012

Los lectores se decantan por las novelas

¿Qué prefieres leer: novelas o relatos? Los lectores de este blog lo tienen claro, como así demuestra la encuesta del pasado mes de abril:

¿Eres lector de relatos o de novelas?

Novelas................................ 262 (80%)
Relatos..................................... 5 (1%)
Ambos por igual.................... 59 (18%)
Total de votos: 326

La mayoría es aplastante: las novelas se llevan el gato al agua y solo un 1% de votantes afirma que prefiere los relatos. La oferta del mercado y el tipo de títulos que suelen estar en la lista de más vendidos también lo demuestran, ya que las antologías de cuentos suelen pasar más desapercibidas y rara vez se cuelan entre los éxitos del momento.

Aun así, resulta evidente que las preferencias personales no tienen nada que ver con la calidad: un relato puede ser tan o más bueno que una obra extensa; de hecho, pienso que llegar a ser un buen escritor de historias breves no es tarea fácil, puesto que hay que aprender a condensar las ideas y contar mucho con pocas palabras. Del mismo modo, hay autores que no podrían ser novelistas (¡tampoco vayamos a pensar que una cosa es más difícil que la otra!) porque esta opción requiere ser capaz de manejar muchos hilos y profundizar más, entre otras habilidades. Cada arte tiene su ciencia.

Y si está tan claro que los relatos no tienen nada que envidiar en calidad, ¿por qué triunfan menos? No lo sé, pero puedo hablaros de los motivos por los que yo he votado por la novela: cuando tengo ganas de desconectar mediante la lectura, deseo que el libro me dure varios días, que me implique en su trama y me haga sentir ganas de continuar leyendo. Un cuento puede provocar sensaciones maravillosas, pero esa continuidad, no.

De todas formas, he leído relatos que me han encantado, como los Doce cuentos peregrinos, de García Márquez, las historias sobre féminas de Mujeres, de Isabel-Clara Simó, o la recopilación Quisiera que alguien me esperara en algún lugar, ópera prima de una de mis autoras preferidas, Anna Gavalda. También recuerdo Una historia de amor como otra cualquiera, de la polémica Lucía Etxeberría, que me gustó mucho, y Estaciones de paso, de Almudena Grandes, que no me acabó de convencer (Almudena Grandes me parece un ejemplo de novelista magnífica que no es tan hábil con lo breve, pero ojo, solo es mi opinión), entre otros.

Sin embargo, lo cierto es que hace bastante que no me sumerjo en este género y veo difícil que esto cambie en un futuro próximo. A mi inclinación natural hay que añadir que las novedades en las que me fijo siempre son novelas (recupero lo que he dicho antes sobre lo que predomina en el mercado), y supongo que a muchos de los que habéis votado os ocurre lo mismo. En cualquier caso, contadme, ¿por qué preferís las novelas?

06 mayo 2012

Madres e hijos en la literatura (Especial Día de la Madre)

Hoy es el Día de la Madre y quiero celebrarlo con un pequeño homenaje a las grandes madres de la literatura. No, no me refiero a las escritoras, sino a personajes de ficción (o reales) que han inspirado historias en las que la maternidad está muy presente. Dada la universalidad del tema, en casi cualquier libro podemos encontrar alguna muestra de la relación entre madres e hijos, pero he querido quedarme con aquellos en los que goza de mayor protagonismo.

Empiezo por una madre entrañable, tanto como sus cuatro hijas, que viven solas mientras el padre está en la guerra. Os suena, ¿verdad? Hablo de Mujercitas, un clásico inolvidable cargado de sabias enseñanzas de la señora March. Una mujer con coraje, aunque el mayor ejemplo de valentía lo tenemos en No sin mi hija, el relato verídico de Betty Mahmoody, que se vio encerrada en Irán junto a la pequeña Mahtob. Su caso es el más conocido, pero, por desgracia, no el único.

Por otro lado, hay novelas en las que tenemos la oportunidad de conocer a más de una generación de madres, como sucede en la deliciosa Lo que sé de Vera Candida, en la que las tres féminas de caracteres muy distintos crian a su hija solas. También está Una madre imperfecta, escrito en clave de humor, que trata temas tan actuales como la maternidad juvenil o la senilidad.

Más tristes son las obras sobre madres separadas de sus hijos, por motivos bien distintos. Desde la enfermedad y la muerte de Paula, la hija mayor de Isabel Allende, al secuestro inspirado en hechos reales de Nunca olvides que te quiero, un libro que alterna fragmentos de narración con cartas de la madre a su pequeña desaparecida, cargadas de sentimiento. Pero la separación puede darse por muchos otros motivos, por ejemplo, que la madre se encuentre encarcelada, como en Un secreto bien guardado.

Si os fijáis, en muchos escritos sobre la maternidad la figura del padre queda desdibujada o en un lugar secundario. No es de extrañar, pues, que haya tantas obras sobre madres solas, bien porque el matrimonio se acabó, como en Lo que me queda por vivir, bien porque el padre nunca quiso hacerse cargo de la niña, como en El club de los viernes o El tiempo entre costuras.

Cambiando de tercio, sería injusto centrarme únicamente en las madres biológicas. La adopción también merece su mención, pues no basta con concebir a la criatura, sino que hay que cuidarla y sacarla adelante. La protagonista de La hija de mi mejor amiga se hace cargo de una niña porque su progenitora muere por enfermedad. Su vida da un giro de ciento ochenta grados y, para complicarlo más, las dos son de diferente raza, lo que provoca prejuicios entre la gente. Muy distinto es el caso de La hija del Ganges, que narra el regreso real de Asha Miró (adoptada por una familia catalana) a la tierra donde nació.

Finalmente, me quedan las madres que no son madres, o mejor dicho, las madres que no actúan como tales, porque las hay. La frívola mujer de El vino de la soledad, más preocupada por sus amantes que por su hija, es un buen ejemplo de ello. Por otra parte, en Criadas y señoras hay unos cuantos ejemplos de relaciones complicadas entre madre e hijos, desde esa Elizabeth llena de dudas con su pequeña a las adultas Skeeter y Hilly que no se entienden con sus madres. Suerte que al menos tienen una Aibileen para calmar los ánimos.

En definitiva, madres para todos los gustos, desde las tiernas y cariñosas a las duras como una roca, aunque casi todas comparten ese amor incondicional por los hijos. Aquí solo os he hablado de unas pocas, pero la literatura está llena de muestras de este sentimiento único y especial que pocas veces deja indiferente al lector. ¿Os animáis a comentar cuáles son vuestras favoritas?

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