29 junio 2012

Fragmentos de libros: Juego de damas

—Las mujeres somos peces que perdieron las escamas por vanidad hace muchos siglos. Pero aún conservamos en nuestra naturaleza femenina la agilidad de las criaturas acuáticas. ¿Has oído hablar de las aguane? Son hadas que pueblan los fondos de los lagos y matan a los hombres de amor.

***

—El deseo y el amor son cosas distintas —dijo Lady Morgan—. Se complementan a veces. A veces no. A veces recaen sobre una misma persona. Pero otras veces se reparten caprichosamente. Se puede desear sin amor y amar sin deseo.


27 junio 2012

El festín de la muerte - Jesús Díez de Palma

Edición: SM, 2012
ISBN: 9788467553369
Páginas: 399
Precio: 15,50 €/ 8,50 €

En cuestión de literatura juvenil, Ediciones SM me parece una de las mejores editoriales que tenemos en España: su oferta aúna temas atractivos para el lector y valores que invitan a la reflexión, además de una edición cuidada en todos los aspectos. No en vano su Premio Gran Angular tiene mucho prestigio, y es que no solo premia obras de calidad, sino que a menudo los elegidos son escritores poco o nada conocidos, lo que da más credibilidad al galardón.

Este es el caso de Jesús Díez de Palma, el último ganador, que además lo ha sido con una novela un tanto atípica: El festín de la muerte, que recopila historias sobre la Segunda Guerra Mundial. En un momento en el que el sector está invadido por el género fantástico, el jurado ha mostrado valentía al apostar por un libro que a priori se aleja bastante de los gustos del joven lector (a modo de curiosidad, ni siquiera el autor se veía con posibilidades porque no tenía claro que considerara su escrito adecuado para adolescentes). No sé cómo funcionará con su público objetivo, pero conmigo ha acertado de pleno y entiendo perfectamente las razones de su triunfo.

Jesús Díez de Palma

Jesús Díez de Palma (Madrid, 1962) se licenció en Historia del Arte y ha ejercido como profesor durante algunos años. En la actualidad trabaja en el madrileño parque del Retiro como educador ambiental, y ha publicado tres novelas juveniles: El maletín del arqueólogo (SM, 2002), La casa del indiano (Edelvives, 2004) y El festín de la muerte (SM, 2012), flamante ganadora del Premio Gran Angular. En esta última recrea diversos aspectos de la Segunda Guerra Mundial, un tema que le fascina desde su juventud y que le ha llevado un arduo proceso de documentación. Si queréis conocerlo un poco más, os recomiendo que leáis esta interesante entrevista.

Sinopsis

En este apartado normalmente redacto una sinopsis con mis palabras. No obstante, el texto de la contracubierta me parece tan bello (y tan acertado) que por una vez voy a permitirme el lujo de copiarlo para que comprobéis que las palabras de la editorial también pueden ser una pequeña obra de arte:

Da igual de dónde seas o a qué te dediques.
Da igual que estés en Polonia, en Alemania o en Rusia;
que seas un niño o un adulto, una promesa del fútbol
o un soldado enrolado a la fuerza.
Ni las balas ni las bombas hacen distinciones
y, quien dispara, a veces también es una víctima.
Esta es la historia de esas personas anónimas que,
en la Europa de 1939,
fueron arrastradas al festín de la muerte.

Así pues, El festín de la muerte nos habla de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, a diferencia de aquellos libros que escogen un punto de partida concreto y se limitan a un único hilo argumental, esta obra recoge distintas vertientes del conflicto: un muchacho de las Juventudes Hitlerianas que cree en la lucha, dos niños franceses que deben huir sin la compañía de sus padres, tres hermanos ingleses que ven con ojos muy distintos la batalla, incluso un chico español que acude como voluntario de la División Azul. Personas que no se relacionan entre ellas, pero que tienen en común ese festín de la muerte que cambió sus vidas para siempre.

Comentario personal

Bajo la luz de aquella estrella se había desarrollado una civilización milenaria que se tenía en aquel tiempo por la más culta y avanzada del orbe, y que, a su pesar, estaba a punto de demostrar ser la más incivilizada y salvaje de cuantas habían madurado bajo el sol (pág. 9).

Lo único bueno que tienen las guerras es que se acaban. Este es el mensaje que transmite Jesús Díez de Palma a lo largo de estas cuatrocientas páginas llenas de dolor, miedo y sueños rotos. El libro contiene diversas historias sobre personajes que podrían haber vivido el conflicto en primera persona: en algunos casos se trata de relatos breves, mientras que otros se alargan varios capítulos, aunque las tramas rara vez llegan a cruzarse. En cualquier caso, el no estar acostumbrado a este tipo de organización no supone ningún problema de cara a la comprensión y el disfrute de la obra, pues el interés de la narración compensa los «problemas» habituales que algunos lectores ven en los textos breves.

El tema esencial son las infancias y adolescencias robadas, que se plasman a través de la situación de los protagonistas durante la guerra y sus recuerdos. El autor sabe conectar el pasado con el presente, en pocas páginas construye vidas enteras y el lector tiene la sensación de conocer bien a los protagonistas. El espacio está bien aprovechado y en ningún momento llega a aburrir (en parte porque no da tiempo). Entre mis historias favoritas, destaco la de Hanna, que además es la que abre el libro: sencillamente preciosa, me encantó la escena de los árboles y su final es de los que no dejan indiferente a nadie. Me parece una opción excelente para empezar, no solo por estar situada al inicio de la guerra, sino porque transmite tanto y está tan cuidada que invita a seguir leyendo. Además, Hanna tiene una personalidad con la que muchos adolescentes se pueden identificar.

¿Y cuál es el mío? –preguntó—. ¿Qué árbol es como yo?
Jaroslaw miró a su alrededor hasta que encontró una respuesta.
No hay árboles como tú en Polonia. No, los árboles como tú están en la selva africana o en Indochina. Allí están los árboles más preciosos, pero están escondidos, nadie los ve (pág. 34).

La trama de los niños franceses también está cargada de emoción, sería una digna recomendación de mi selección temática de infancias difíciles. Por otro lado, la de los hermanos Clement-Moore me gustó por los cambios de opinión que se dan en ellos (sobre todo en el pequeño), creo que refleja muy bien la interiorización que hacen de la guerra. La del chico alemán, Heinrich, me pareció interesante para conocer las fuertes convicciones de quienes eran partidarios de Hitler (no todo puede limitarse a sus víctimas). En general, hay dos aspectos que valoro mucho: por una parte, que muestre la evolución en los personajes que tienen continuidad en la obra; por otra, que en las historias que solo duran un capítulo consiga ser tan intenso, hay algunas muy especiales (como la del bebé que no llegó a cumplir un año y la de las niñas polacas en Navidad).

¿Qué hacía que dos jóvenes se matasen sin ni siquiera entenderse? ¿Cómo podrían discutir? ¿Cómo podrían ofenderse? Y si llegaran a comunicarse, ¿acaso no sería más fácil que compartiesen sentimientos e incluso aficiones? Un hombre puede ser comunista, o fascista, o republicano —pensó Juan—, igual que puede ser español, o ruso, o alemán, pero por debajo de ello, un hombre es un hombre. La cuestión sería poner esta condición por encima de todo lo demás (pág. 233).

Considero que se trata de un buen Premio Gran Angular y una muy buena recreación de la Segunda Guerra Mundial. Además de la consistencia de la narración, hay diversos puntos dignos de mención. En primer lugar, la estructura: abarca toda la guerra y en múltiples escenarios, lo que puede resultar muy útil para adquirir una visión panorámica del tema. En segundo lugar, todos los protagonistas son niños y jóvenes con los que el lector se puede sentir identificado: como el propio autor comenta, la primera mitad del siglo XX no queda tan lejos, y las aspiraciones de estos muchachos se asemejan a las que se pueden tener hoy en día. Además, engloba muchos ámbitos del conflicto: el campo de batalla, los aviones de bombarderos, la población civil, la División Azul, las Juventudes Hitlerianas… Realmente da para tener una buena charla en el aula o junto a los padres.

En relación con la escritura, el autor tiene una prosa amena y cuidada, fácil de leer y llena de observaciones interesantes. No quiero olvidarme de hablar de la edición que, como siempre en SM, es magnífica: la cubierta puede resultar poco llamativa a simple vista, pero me parece adecuada para el contenido (eso sí, la edición de tapa dura se desgasta con el roce). Por si fuera poco, en las guardas hay mapas de Europa antes y después de la guerra, acompañados de fotografías en blanco y negro. También hay imágenes al final de cada capítulo que se relacionan con lo que se ha contado en él; muy buen detalle.

La única pega que puedo ponerle es que me hubiera gustado volver a saber algo de algunos personajes, como Anastasia o Jean Pierre. También pienso que habría sido interesante añadir un capítulo final de un estilo parecido al primero, es decir, con breves retazos de lo que queda de los chavales con la guerra terminada. En cualquier caso, lo que hay está bien, y con eso me quedo. Tengo que reconocer que cogí mucho cariño a los chicos, todas las tramas animan a seguir leyendo e incluso cuando dejaba el libro en la mesilla seguía pensando en ellos, en lo que les ocurriría a continuación (o en su fatalidad). Me dio mucha pena abandonarlos.

En conjunto, El festín de la muerte invita a la reflexión sobre lo absurdo de la guerra: el tener que matar a gente que no se conoce, el formarse una idea maquiavélica de unos rivales de los que no se sabe nada… Lo terminé con sensación de abatimiento, así que Jesús Díez de Palma ha conseguido hacerme llegar su mensaje. Si tengo que compararlo con el ganador anterior, Pomelo y limón, me quedo con el del título afrutado porque me pareció mucho más original, pero los dos son buenos y los recomiendo encarecidamente.

Sin guerra, seguramente habrían sido amigos. Pero estaban en guerra, y en la guerra lo bueno es malo. Es malo que una persona sea buena, porque esa persona es el enemigo y el enemigo siempre es malo. Es malo sentir lástima por alguien bueno; es bueno sentir odio por alguien malo (pág. 197).

Conclusión

El festín de la muerte es una propuesta interesante para acercar la Segunda Guerra Mundial (y cualquier conflicto armado en general) a los adolescentes: tiene personajes con los que el lector se puede identificar, abarca la guerra de principio a fin, plasma diversas vertientes del tema y, por último, está contado con elegancia y buen gusto. Pero, sobre todo, el valor de este libro reside en su capacidad para conmover e invitar a la reflexión sobre el sinsentido de la batalla. Al lado de otras propuestas juveniles similares, como El niño con el pijama de rayas, La ladrona de libros o Cuando Hitler robó el conejo rosa, la novela de Jesús Díez de Palma destaca por su visión panorámica, esto es, no se limita a un único aspecto de los hechos y con ello gana interés.

Además, opino que la obra también puede llenar a los adultos. Soy de las que piensan que un buen libro infantil o juvenil gusta a todas las edades, pero entiendo que en ocasiones el exceso de cuestiones estrictamente adolescentes («Me ha salido una espinilla», «El Jony me ha invitado a salir», «Odio a mi madre») puede provocar rechazo. Sin embargo, con El festín de la muerte podéis estar tranquilos: se trata de una novela seria que no desentonaría nada en la sección de narrativa general. Si sentís curiosidad, aquí tenéis el primer capítulo para haceros una idea.

25 junio 2012

Los prejuicios hacia el autor

La carta de presentación de cualquier novela se compone de un título, una cubierta, una sinopsis y, por supuesto, un autor. Aunque lo que importe sea el contenido, ese primer vistazo condiciona la impresión que el lector se lleva del libro y, por consiguiente, sus deseos de leerlo. En esta reflexión me centraré en uno de esos elementos: el nombre del autor.

Cuando se trata de un escritor de renombre, el número de ventas aumenta porque tiene un público fiel. Si es alguien desconocido, generalmente no provoca ninguna reacción, tan solo indiferencia. Pero esas no son las únicas posibilidades: el autor puede ser alguien conocido por motivos no literarios, lo que tal vez le perjudique en esa primera impresión. Veámoslo.

Por ejemplo, el autor puede ser un personaje popular (actor, presentador, deportista...) que en un determinado momento de su vida ha decidido publicar un libro. Algunos lo han hecho de forma puntual (Ana Milán, Raquel Sánchez Silva...), mientras que otros ya llevan varios títulos a sus espaldas y parecen tener la intención de seguir (Nuria Roca, Risto Mejide...). A pesar de que no todos los escritores han cursado estudios de letras, con los rostros conocidos se tienen más prejuicios que hacia alguien de cualquier otra profesión que un buen día decide ponerse a escribir.

Por un lado, esos prejuicios tienen su fundamento: la popularidad les facilita el camino a la publicación, incluso aunque su manuscrito sea muy malo, de modo que no transmiten mucha confianza. Además, la mala fama que acompaña a algunos no ayuda (al menos a los lectores que buscamos calidad; el morbo es otra cosa), aunque también es justo reconocer que si conociéramos en persona a los demás escritores seguro que en ocasiones nos sentiríamos defraudados. De todos modos, nadie les puede quitar el derecho a escribir: tal vez alguno ya tenía pensado hacerlo antes de ser famoso, así que la popularidad no va a cambiar los atributos de su obra.

No obstante, los prejuicios no solo se tienen hacia personajes populares que deciden ponerse a escribir. A veces son los escritores consagrados los que transmiten esa sensación, sobre todo cuando son fuente de polémicas, como Lucía Etxebarria: siempre que he reseñado un libro de esta autora he recibido comentarios que dicen abiertamente que no tienen ningún interés en leer nada suyo porque les cae mal. Una lástima, pero algo inevitable en alguien que despierta amor y odio.

También hay casos de prejuicios por razones ideológicas. Por ejemplo, he leído comentarios muy feos sobre Gemma Lienas por su feminismo declarado, y mensajes que invitaban a boicotear la obra de Isabel-Clara Simó por sus ideas políticas. Solo puedo tachar estas actitudes de ignorancia: entiendo que se puedan tener prejuicios hacia alguien que ha protagonizado escándalos en un programa del corazón (porque es algo impropio del mundo literario), pero ¿tener una mala opinión de un autor por ser una persona implicada en los asuntos sociales, alguien que defiende sus convicciones? Tanto si se comparte su postura como si no, al menos se demuestra que ese autor tiene cultura y cosas que decir, lo que seguramente se note también en su obra literaria.

En cualquier caso, me parece fundamental saber separar autor y novela. Ni todos los libros de Gemma Lienas hacen una defensa apasionada del feminismo, ni todos los famosillos que escriben lo hacen para pasar el rato (no puedo aportaros ningún ejemplo comprobado por mí misma, pero por lo visto Boris Izaguirre no lo hace nada mal). ¿Cómo combatir los prejuicios? Leyendo, leyendo lo que han escrito esos autores y las opiniones de quienes los han leído. En otras palabras: salir de nuestra ignorancia.

22 junio 2012

Mis 10 recomendaciones veraniegas

En verano se suele tener más tiempo para leer. Algunos aprovechan para adentrarse en aquellas novelas extensas que no pueden saborear durante el resto del año; otros, en cambio, se decantan por historias ligeras perfectas para leer a la orilla del mar. Luego estamos los que seguimos con los hábitos de siempre, aunque eso sí, a más velocidad.

Hace dos años ya hice una selección temática de lecturas veraniegas para los que no quieran libros que les hagan pensar demasiado. Esta vez os propongo una lista parecida: libros fáciles de leer y cuyo tema me parece apetecible para esta época del año. Obras que, por supuesto, me han gustado mucho (si no no las recomendaría). Ahí van:

- Cuaderno para dos, de Rachel Cohn y David Levithan.
Una comedia romántica fresca y divertida que, pese a desarrollarse en Navidad, se puede disfrutar durante cualquier época del año.

- El tiempo entre costuras, de María Dueñas.
Una recomendación típica, pero no por ello menos acertada: entretenimiento a raudales y una trama llena de ingredientes interesantes. Además, se acaba de publicar la edición de bolsillo: ¡no hay excusa para no comprarlo!

- En el país de la nube blanca y su continuación, La canción de los maoríes, de Sarah Lark.
Esta recomendación es para los más románticos: amores y odios en Nueva Zelanda, con muchas aventuras y un paisaje cautivador. Dignas representantes de las landscape novels.

- La cosecha de Samhein, de José Antonio Cotrina.
Una recreación de un lugar sencillamente fascinante, con un planteamiento prometedor y una trama imposible de abandonar. No hagáis caso de la etiqueta de "juvenil": también puede gustar a los adultos.

- La mujer de papel, de Guillaume Musso.
Una lectura cien por cien veraniega: historia sencilla de corte romántico, pero con algún ingrediente original. Resulta muy amena y transmite buen rollo. Además, se ha editado hace poco en bolsillo.

- Palmeras en la nieve, de Luz Gabás.
El sol de Guinea, las plantaciones de cacao y un amor imposible. No hay mejor época para saborear estas setecientas páginas que en pleno verano.

- Pomelo y limón, de Begoña Oro.
No os dejéis engañar por su apariencia: esta novela no tiene nada de frívola o banal. En realidad, se trata de una obra llena de creatividad y está contada con mucha gracia. Una de mis imprescindibles en verano... y en cualquier época del año.

- Un secreto bien guardado, de Maureen Lee.
La historia de una madre y una hija que se vieron obligadas a separarse en la primera mitad del siglo XX. Se puede definir como un libro entrañable, de esos que dejan buen sabor de boca.

- Una chica años veinte, de Sophie Kinsella.
Una demostración de que el chick-lit también se puede reinventar; en esta ocasión, con el elemento imaginario de un fantasma. Una novela que transmite mucho optimismo (muy recomendable para quienes estén pasando "mal de amores").

- Saga Vampire Academy, de Richelle Mead.
Aventuras, sentido del humor y unos personajes espléndidos (nada que ver con las crepusculadas, os lo aseguro). Cualquier momento del año es bueno para perderse con estos vampiros, pero si todavía no los habéis conocido, estos meses pueden ser la ocasión ideal para haceros con los seis libros de la saga (o al menos los cuatro traducidos al castellano).

Clicad en los títulos para saber más sobre ellos.

20 junio 2012

Fragmentos de libros: El vino de la soledad

A veces, tenía la sensación de que en su cuerpo vivían dos almas sin mezclarse, yuxtapuestas sin confundirse… Era una niña, pero poseía ya tantos recuerdos que no le costaba entender aquella palabra de los adultos: “Experiencia”.

***

“El padre piensa en una mujer con quien se ha cruzado en la calle y la madre acaba de estar con su amante. No entienden a sus hijos, y sus hijos no los quieren. La chica piensa en su novio y el chico, en las palabrotas que ha aprendido en el instituto. Sus hermanos pequeños crecerán y serán como ellos. Los libros mienten. En el mundo no existen ni la virtud ni el amor. Todos los hogares son parecidos. En las familias sólo hay codicia, mentiras e incomprensión mutua.”

***

—Tú, mi pobre prima, perteneces a la raza de los apasionados, que se entregan por entero y sin enmienda, contra todo deber, contra toda moral… Son así. No los cambiarás. Yo no soy como ellos… Pero hay lazos que ya no se aflojan, que te aprisionan, que te ahogan… Tal vez hice daño, pero al menos me arrepiento, no puedo relegar al olvido determinadas cosas… No comprendo esa avidez, esa crueldad… Creí entenderlas…

***

“No haber sido una niña cuando era el momento hace que te parezca que nunca podrás madurar como los demás. Estás ajada por un lado y verde por el otro, como una fruta sometida al frío y al viento demasiado pronto…”.

***

—Me gustaría vivir con un hombre que no hubiera conocido a mi madre, ni mi casa, que ni siquiera conociera mi lengua ni mi país, que me llevara lejos, da igual dónde, al infierno, lejos de aquí.

***


Enlace a mi reseña del libro.


18 junio 2012

La mágica afinidad entre el lector y el escritor

Hay libros que me cautivan por sus historias; sin embargo, no me hacen sentir deseos de adentrarme en el resto de la obra del autor. No porque escriba mal, sino porque me da la sensación de que con esa obra tuvo una idea genial, algo muy puntual que no volverá a repetirse. Hablo de novelas como, por ejemplo, La mujer del viajero en el tiempo o Contra el viento del norte (y las reseñas que he leído sobre las otras publicaciones de sus respectivos autores me dan la razón).

En cambio, hay libros que, además de maravillarme por sus tramas, tienen algo más: una prosa exquisita y, sobre todo, una forma de tratar los temas con la que conecto enseguida. En esto hay mucho más que unas ideas puntuales, hay un largo trabajo de perfeccionamiento de un estilo y una mente que piensa de forma parecida a mí (o, más que «pensar», que se fija en los mismos detalles que yo, que gusta de abordar las situaciones de una manera que me agrada, etc.). Estas novelas son las que me producen deseos de querer leer el resto de la obra del autor y, si veo que no me defrauda, puedo ponerle la etiqueta de «favorito».

No hablo de algo tan simple como separar escritores malos y escritores buenos: hay autores de calidad contrastada a los que no les cojo el punto (Amélie Nothomb o Haruki Murakami, por ejemplo), del mismo modo que algunos que a mí me encantan no entusiasman tanto a otros lectores. Se trata de una afinidad especial, difícil de explicar, pero fácil de sentir cuando se está leyendo a uno de los preferidos.

Rosa Montero fue una de las primeras que me transmitió esa sensación: hable del tema que hable, me fascina su capacidad tratar tantas cuestiones que hacen pensar sin que se note a simple vista. Anna Gavalda también me sedujo enseguida, con ese estilo tan suyo y elegante. Irène Némirovsky es otra que me embelesa con su prosa poderosa y su habilidad para contar mucho en pocas páginas. Entre mis últimos descubrimientos, destaco a Blanca Busquets y Begoña Oro, a las que pienso seguir la pista.

Hallar una novela excepcional es siempre satisfactorio, pero diría que encontrar a autores con los que conecto todavía me maravilla más. Me gusta referirme así a ellos: «autores con los que conecto», no «grandes autores», pues me parece que define mejor el vínculo que siento entre su obra y yo misma (aunque por supuesto que para mí son «grandes»).

Con esta entrada he pretendido hacer mi pequeño homenaje, no (solo) a mis escritores favoritos, sino a este sentimiento, esta atracción hacia su prosa y sus historias, que me parece otra de las grandezas de la lectura. Ahora me gustaría que contarais si vosotros lo percibís igual y, si queréis, que os animéis a decir los nombres de los que os han hecho sentir así.

En la imagen: Dama en amarillo escribiendo, de Johannes Vermeer (1665).

13 junio 2012

Un destino por descubrir - Clare Vanderpool

Edición: Molino, 2011
Páginas: 400
ISBN: 9788427201200
Precio: 17 €

Un destino por descubrir es una novela que captó mi interés de inmediato: una niña, un pueblo remoto y muchos secretos. Se trata de una historia tranquila, con buenos personajes y unos temas históricos de lo más interesantes. Aunque esté catalogada como juvenil, me parece un libro apto para todas las edades. Si queréis conocer mi opinión de forma más detallada, leed esta reseña.
Enlace

11 junio 2012

Aprender a aceptar críticas

Ser escritor no solo implica dar rienda suelta a la imaginación y terminar con los dedos doloridos de tanto teclear. Adentrarse en esta profesión (y en cualquiera de tipo artístico) lleva el añadido de tener que escuchar las críticas de los demás, que no siempre son favorables. Aun así, hay autores que parecen no ser conscientes de ello y se molestan cuando alguien se atreve a decir algo malo sobre su libro. De ellos va mi reflexión de hoy.

En primer lugar, quiero decir que entiendo que no resulte agradable que se hable mal de una obra a la que se ha dedicado tiempo y cariño: somos humanos y estas cosas nos duelen. No obstante, no hay que dejar que la rabia momentánea se imponga y provoque que el escritor (o sus amiguitos) pongan verde al reseñador. Entre otras cosas, porque el único perjudicado por ello es el autor, ya que su imagen queda terriblemente dañada. Por muy dura que pueda ser la crítica, hay que tener la elegancia de no mostrar públicamente el enfado.

Además, a veces las reseñas negativas pueden tener razón, en especial cuando se trata de libros autoeditados que no han pasado por ninguna revisión. En este sentido, me he encontrado con novelas muy deficientes en todos los aspectos, de modo que comprendo que fueran rechazadas. Hay autores que agradecen las críticas porque les ayudan a mejorar, mientras que otros justifican sus errores con excusas que no tienen ningún sentido y hablan de lo malas que son las editoriales porque no han apostado por ellos. Con esta actitud no se puede avanzar (ni en este mundo ni en ninguno).

A mí me gusta comparar una novela con un examen: tú puedes estudiar mucho y esforzarte para dar lo mejor de ti, pero siempre existe la posibilidad de que tengas un mal día, que te encuentres una pregunta que no preparaste, que plantees mal el comentario, que olvides un punto importante y que, en definitiva, el resultado no sea el que esperabas. Como consecuencia, se suspende, es decir, no se llega a publicar. Sin embargo, esto no debe considerarse una derrota, sino una experiencia más que servirá para hacerlo mejor la próxima vez.

Y para eso el papel del profesional es fundamental: del mismo modo que el profesor corrige los exámenes e indica al alumno en qué se ha equivocado, el editor o el agente analiza el manuscrito y hace sugerencias para mejorarlo. Quien quiera dedicarse a escribir debería meterse en la cabeza que una novela no solo es cosa de él mismo, sino que las valoraciones críticas de quienes entienden del tema resultan imprescindibles.

¿Leéis los apartados de agradecimientos de los libros? Muchos autores hacen mención al trabajo de la editorial, y no creo que siempre se haga por quedar bien. Me viene a la cabeza el caso de Carmen Pacheco, que en En el corazón del sueño dice que la novela es mucho mejor que en un principio por la ayuda de los editores. También recuerdo que su hermana Laura, que dibuja las divertidas tiras de Let's Pacheco!, comentó en una entrevista que le vino muy bien tener un editor ilustrador, ya que podía consultarle sus dudas.

En conclusión, formar parte de este mundo requiere ser capaz de dejar que otros opinen sobre tu creación, tanto los expertos (que te orientarán para pulir los fallos, un trámite indispensable) como los lectores (la última palabra siempre la tienen ellos). Alegar ante las críticas negativas que «todo es cuestión de gustos» es solo una forma de engañarse a uno mismo, puesto que hay aspectos que están por encima de las meras percepciones personales (afirmar lo contrario sería como admitir que la literatura es un caos). Menos humos y más receptividad, por favor.

08 junio 2012

De tíos buenos y lectores simples

De eso va, a grandes rasgos, mi último artículo para El Tiramilla: del hastío que me provoca que los héroes de la novela romántica siempre sean chicos con un físico diez. Para los curiosos, se me ocurrió plantear este tema tras leer la maravillosa novela Hija de humo y hueso, que me hizo pensar que es una lástima que incluso una autora tan genial como Laini Taylor caiga en ese tópico (aunque también se le puede aplicar a mi querida Richelle Mead). De todas formas, mi reflexión no consiste en un rechazo absoluto de este recurso; mejor os dejo que la leáis y me deis vuestra opinión al respecto.

06 junio 2012

Fragmentos de libros: En el corazón del sueño

Tal vez porque las promesas más importantes en nuestra vida son aquellas que no se pronuncian en alto, que no se gritan ni se declaran, que se formulan íntimamente, y que una vez cumplidas nos colman de una secreta y profunda felicidad mucho más auténtica y perdurable que cualquier tipo de gloria.


Enlace a mi reseña del libro.

04 junio 2012

Relecturas: placer y decepción

¿Sueles releer los libros?

Sí, a menudo...................... 145 votos (34%)
Ocasionalmente................. 205 votos (48%)
No, nunca.............................. 72 votos (17%)
Total de votantes: 422

La relecturas pueden ser grandes placeres o grandes decepciones: placeres cuando nos embelesan tanto como la primera vez y nos permiten apreciar detalles que entonces no captamos; decepciones cuando la segunda lectura no consigue volver a provocar el mismo sentimiento, ya sea por el momento o por ser menos impresionable. También hay otro tipo de relecturas: libros que en un principio no nos gustaron y luego, cuando tenemos más experiencia, somos capaces de entender y disfrutar.

Parece que la mayoría de lectores que han votado en la última encuesta se han fijado más en su lado positivo: aunque la opción intermedia se lleve casi la mitad de los votos, resulta llamativo que el "Sí" tenga el doble de votos que el "No". Los libros se leen más de una vez, quizá no todos, quizá no siempre, pero sin duda hay gente interesada en hacerlo.

Por mi parte, esta vez me encuentro en el grupo minoritario: hace mucho que no releo, no por miedo a decepcionarme, sino porque hay tantas novedades por leer que prefiero dedicar mi tiempo a descubrir nuevos libros. De todas formas, lo que sí hago con algunos títulos es sacarlos de la estantería, abrir una página al azar y recordar momentos (por ejemplo, con Mujercitas, una obra maestra de principio a fin). No sé si esto se puede considerar relectura, pero es una forma más de saborearlos y no dejar que caigan en el olvido.

Y vosotros, ¿soléis releer? ¿Qué libros habéis leído más veces?

01 junio 2012

Fragmentos de libros: Lo que me queda por vivir

El que envidia aumenta la fortuna del envidiado.

Hay sensaciones que pierden su valor en cuanto las convertimos en palabras.

Nadie observa con más agudeza que el que desea ser querido.

“Hablaremos”, esa palabra en un tiempo verbal que contenía posibilidades de esperanza.

La única nostalgia que me duele es la de haber perdido una forma de mirar que embellecía el mundo.


Enlace a mi reseña del libro.

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