14 enero 2020

Décimo aniversario del blog: final de una etapa


Los proyectos tienen un principio y un final, y nunca me ha gustado prolongar la agonía. Este blog empezó su andadura el 14 de enero de 2010. Por aquel entonces llevaba cuatro años opinando sobre libros en diferentes páginas, de forma informal, como entretenimiento. Crear un blog era el siguiente paso. Llevo, pues, muchos años habituada a compartir mis lecturas por Internet; a terminar una novela, tomar apuntes y redactar un comentario. Hoy cierro esta etapa, o, más bien, cierro una manera de desarrollarla. Porque estoy segura de que, tarde o temprano, de un modo u otro, volveré a escribir sobre libros y literatura.
Han sido diez años de lectura, de escritura, de estudio; porque analizar una obra implica un pequeño estudio, aunque se trate de una afición. Estas tres actividades, leer, escribir, estudiar, conforman mi manera de estar en el mundo, son mucho más que un pasatiempo para mí: las he convertido en mi profesión. Me dedico a leer, a corregir manuscritos; y espero dedicarme algún día también a escribir, a analizar. Mi forma de entender la crítica literaria se aleja de la inmediatez, de la recomendación masticada que impera en la actualidad. En parte, mi decisión de cerrar el blog se debe a ello: me considero una rata de biblioteca, una artesana que no solo intenta comunicar una opinión, sino aprender en el proceso. Ese tipo de reseña, próxima al ensayo, conlleva mucho trabajo, y he llegado a un punto en el que el esfuerzo de hacerlo por amor al arte no me compensa. Esa es la realidad: estoy cansada.
No oculto que la falta de remuneración es un problema: me he hartado de dedicar tantas horas a una actividad que no me reporta ningún ingreso, que cae (no me engaño) en saco roto. Además de lo que se ve, el blog me ocupa muchos pensamientos: el tiempo de rumiar lecturas, de buscar imágenes y datos técnicos, de mantenerme al día de las novedades, de responder mensajes, de programar las entradas y planificar las publicaciones de cada mes. Me he convertido, un poco sin darme cuenta, en crítica literaria: hago lo mismo que muchos periodistas, solo que sin cobrar. No soy nadie en el sector. Esa es otra realidad.
Confiaba en que el blog me ayudara a darme a conocer, para colaborar con algún medio; sin embargo, no he tenido suerte, o no he dado con los contactos oportunos, o no soy lo bastante buena. O, quizá, lo que uno desea a veces tarda en llegar. En cualquier caso, más allá del dinero, también me despido por la falta de estímulos. El estancamiento: estoy cansada de hacer siempre lo mismo de la misma forma. En los últimos meses me sentía mentalmente exhausta, escribía reseñas con el piloto automático. No me compensa continuar así. Tengo tanto respeto, tanto amor (me voy a permitir esta cursilería) por este oficio, que, si escribo, quiero hacerlo con el esmero y el cariño que definen mi forma de entender la literatura. De ahí mi necesidad de nuevos proyectos y colaboraciones: el blog se me ha quedado pequeño.
Todavía hay otro motivo por el que pongo punto final, más alentador: mi propósito es volcarme en la escritura literaria. He tardado en expresarlo en público, por el respeto que tengo por esta palabra, pero mi mayor meta es, desde niña, convertirme en escritora. Y escribir exige tiempo, el tiempo que hasta ahora dedicaba al blog. En la entrada del octavo aniversario dije que el blog era algo así como mi obra; y, de hecho, podría continuar con él ad infinitum. No obstante, si me pregunto cómo quiero verme en el futuro, como una bloguera eterna o como una autora profesional, mi respuesta está clara. Sé que el camino de la literatura será largo, que un libro, un buen libro, no se escribe en cuatro días, que recibiré muchos rechazos, que tendré que enfrentarme a la frustración. Aun así, elijo ese camino. No me perdonaría no intentarlo. Esa es mi vocación. La crítica literaria, a su lado, es secundaria.
Haciendo balance, hay muchas cosas que podría haber hecho mejor para mantener el blog más vivo. Podría haberme adaptado a las nuevas tendencias, Instagram, YouTube y demás; podría haber modernizado el diseño; podría haber reconvertido las reseñas en otro tipo de artículo para no estancarme. Es solo que esas novedades me han pillado de vuelta de todo, demasiado tarde para emprenderlas con ganas. Eso, y lo que ya he dicho, que me interesa leer, escribir, estudiar, no tanto convertirme en influencer, aunque, indirectamente, lo he sido un poco, he regalado mucha publicidad a las editoriales. En ocasiones me parece que estoy enamorada de un oficio, la crítica literaria, que ha dejado de existir tal como me gustaba.
Me despido con una mezcla de tristeza y alivio. Tristeza, por el vacío de dejar de reseñar, de estar al día de las novedades, de charlar con otros lectores; ya lo estoy echando de menos. Y alivio, porque me quito un peso de encima, porque por fin podré centrarme en contar historias sin remordimientos por tener el blog abandonado. No lo eliminaré de la red, así que todas las reseñas seguirán disponibles. Tampoco desapareceré de las redes sociales, y espero que me sirvan para mantener el contacto. Lo mejor que me ha aportado esta experiencia, estos diez años, sois vosotros, los que me leéis y alentáis, los que hacéis que esto no sea un monólogo. Desde que anuncié el cierre del blog he recibido muchas muestras de afecto y me siento muy arropada. Solo puedo daros las gracias.
Quiero creer que esto no es un adiós, sino un hasta pronto. No me despido de los libros ni de la escritura. Me despido del blog, de la dinámica de reseñar con regularidad. Estoy segura de que volveré a escribir sobre libros, algún día, pero ya no será en Devoradora de libros.
Hoy termino una etapa. Ojalá me acompañéis en la siguiente. Pase lo que pase, GRACIAS.

P. D. Nada de comentarios tristes: lo dejo porque quiero, con mucha ilusión por lo que vendrá. Una última petición: comentadme, aquí o en las redes, algún libro que recomendé y os gustó. Saber que he contribuido a enriquecer un poco vuestra vida lectora será un regalo para mí.

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