Los proyectos tienen un principio y un final, y nunca
me ha gustado prolongar la agonía. Este blog empezó su andadura el 14 de enero
de 2010. Por aquel entonces llevaba cuatro años opinando sobre libros en
diferentes páginas, de forma informal, como entretenimiento. Crear un
blog era el siguiente paso. Llevo, pues, muchos años habituada a compartir mis
lecturas por Internet; a terminar una novela, tomar apuntes y redactar un
comentario. Hoy cierro esta etapa, o, más bien, cierro una manera de desarrollarla.
Porque estoy segura de que, tarde o temprano, de un modo u otro, volveré a escribir
sobre libros y literatura.
Han sido diez años de lectura, de escritura, de estudio;
porque analizar una obra implica un pequeño estudio, aunque se trate de una
afición. Estas tres actividades, leer, escribir, estudiar, conforman mi manera
de estar en el mundo, son mucho más que un pasatiempo para mí: las he convertido en mi
profesión. Me dedico a leer, a corregir manuscritos; y espero dedicarme algún
día también a escribir, a analizar. Mi forma de entender la crítica literaria
se aleja de la inmediatez, de la recomendación masticada que impera en la actualidad. En parte, mi decisión de cerrar el blog se debe a ello: me considero una rata
de biblioteca, una artesana que no solo intenta comunicar una opinión, sino
aprender en el proceso. Ese tipo de reseña, próxima al ensayo,
conlleva mucho trabajo, y he llegado a un punto en el que el esfuerzo de
hacerlo por amor al arte no me compensa. Esa es la realidad: estoy cansada.
No oculto que la falta de remuneración es un
problema: me he hartado de dedicar tantas horas a una actividad que no me
reporta ningún ingreso, que cae (no me engaño) en saco roto. Además de lo que se ve, el
blog me ocupa muchos pensamientos: el tiempo de rumiar lecturas, de buscar
imágenes y datos técnicos, de mantenerme al día de las novedades, de responder
mensajes, de programar las entradas y planificar las publicaciones de cada mes. Me
he convertido, un poco sin darme cuenta, en crítica literaria: hago lo
mismo que muchos periodistas, solo que sin cobrar. No soy nadie en el sector.
Esa es otra realidad.
Confiaba en que el blog me ayudara a darme a conocer,
para colaborar con algún medio; sin
embargo, no he tenido suerte, o no he dado con los contactos oportunos, o no
soy lo bastante buena. O, quizá, lo que uno desea a veces tarda en llegar. En
cualquier caso, más allá del dinero, también me despido por la falta de
estímulos. El estancamiento: estoy cansada de hacer siempre lo mismo de la misma
forma. En los últimos meses me sentía mentalmente exhausta, escribía reseñas
con el piloto automático. No me compensa continuar así. Tengo tanto respeto,
tanto amor (me voy a permitir esta cursilería) por este oficio, que, si
escribo, quiero hacerlo con el esmero y el cariño que definen mi forma de
entender la literatura. De ahí mi necesidad de nuevos proyectos y
colaboraciones: el blog se me ha quedado pequeño.
Todavía hay otro motivo por el que pongo punto
final, más alentador: mi propósito es volcarme en la escritura literaria. He
tardado en expresarlo en público, por el respeto que tengo por esta palabra,
pero mi mayor meta es, desde niña, convertirme en escritora. Y escribir exige
tiempo, el tiempo que hasta ahora dedicaba al blog. En la entrada del octavo
aniversario dije que el blog era algo así como mi obra; y, de hecho, podría
continuar con él ad infinitum. No obstante, si me pregunto cómo quiero
verme en el futuro, como una bloguera eterna o como una autora profesional, mi
respuesta está clara. Sé que el camino de la literatura será largo, que un
libro, un buen libro, no se escribe en cuatro días, que recibiré muchos
rechazos, que tendré que enfrentarme a la frustración. Aun así, elijo ese
camino. No me perdonaría no intentarlo. Esa es mi vocación. La crítica
literaria, a su lado, es secundaria.
Haciendo balance, hay muchas cosas que podría haber
hecho mejor para mantener el blog más vivo. Podría haberme adaptado a las
nuevas tendencias, Instagram, YouTube y demás; podría haber modernizado el diseño;
podría haber reconvertido las reseñas en otro tipo de artículo para no
estancarme. Es solo que esas novedades me han pillado de vuelta de todo,
demasiado tarde para emprenderlas con ganas. Eso, y lo que ya he dicho, que me
interesa leer, escribir, estudiar, no tanto convertirme en influencer,
aunque, indirectamente, lo he sido un poco, he regalado mucha publicidad a las editoriales. En
ocasiones me parece que estoy enamorada de un oficio, la crítica literaria, que
ha dejado de existir tal como me gustaba.
Me despido con una mezcla de tristeza y alivio.
Tristeza, por el vacío de dejar de reseñar, de estar al día de las novedades,
de charlar con otros lectores; ya lo estoy echando de menos. Y alivio, porque
me quito un peso de encima, porque por fin podré centrarme en contar historias
sin remordimientos por tener el blog abandonado. No lo eliminaré de la red, así
que todas las reseñas seguirán disponibles. Tampoco desapareceré de las redes
sociales, y espero que me sirvan para mantener el contacto. Lo
mejor que me ha aportado esta experiencia, estos diez años, sois vosotros, los
que me leéis y alentáis, los que hacéis que esto no sea un monólogo. Desde
que anuncié el cierre del blog he recibido muchas muestras de afecto y me
siento muy arropada. Solo puedo daros las gracias.
Quiero creer que esto no es un adiós, sino un hasta pronto. No me
despido de los libros ni de la escritura. Me despido del blog, de la dinámica
de reseñar con regularidad. Estoy segura de que volveré
a escribir sobre libros, algún día, pero ya no será en Devoradora
de libros.
Hoy termino una etapa. Ojalá me acompañéis en la
siguiente. Pase lo que pase, GRACIAS.
P.
D. Nada de comentarios tristes: lo dejo porque quiero, con mucha ilusión por
lo que vendrá. Una última petición: comentadme, aquí o en las redes, algún
libro que recomendé y os gustó. Saber que he contribuido a
enriquecer un poco vuestra vida lectora será un regalo para mí.