Edición:
Errata naturae, 2015 (trad. Laura Naranjo y Carmen Torres)
Páginas:
304
ISBN:
9788415217909
Precio:
19,90 €
Hojas de hierba, 1960-61 |
Mucho
se ha dicho y estudiado sobre Walt Whitman (West Hills, 1819–Camden, 1892), uno
de los más célebres poetas norteamericanos de todos los tiempos. Crónica de mi mismo, una selección de más de cien cartas
escritas por él a lo largo de cincuenta años, desde 1840 hasta los días previos
a su muerte, permite ahondar en su lado más personal, el del Whitman amigo,
compañero y amante, que se expresa con naturalidad y se preocupa por los
quehaceres cotidianos, sin entrar en disquisiciones literarias. Su vastísima
correspondencia, que comprende más de tres mil misivas, permanecía inédita en
castellano hasta ahora. Errata naturae ha recuperado, con una excelente
traducción anotada de Laura Naranjo y Carmen Torres, algunas de sus cartas más
importantes siguiendo un criterio que muestra las experiencias que más marcaron
al autor y la evolución de sus intereses con el paso del tiempo. Son textos
honrados, claros, de un hombre que sabe adaptar su tono al del destinatario —desde
soldados semianalfabetos que conoció en el hospital a los editores de su libro Hojas de hierba— y desprende una gran
viveza en todo cuanto escribe. No es
esta una correspondencia de literato, sino más bien de la persona que hay
detrás del genio.
W. M. Rossetti |
La
editorial, para situar el contexto en el que las misivas fueron escritas y
facilitar el seguimiento por parte del lector, propone una división en siete
etapas, algunas bastante breves. En las dos primeras, las cartas de juventud,
se entrevé cómo a Whitman le cuesta encontrar su sitio mientras coquetea con
los ambientes bohemios de Nueva York, hasta que en 1855 publica la primera
versión de Hojas de hierba. Es en el
tercer bloque, más dilatado, en el que se comienza a profundizar más en él.
Corresponde a las cartas escritas entre 1861 y 1965, en plena guerra de
Secesión, cuando Whitman se pasea como voluntario
en los hospitales militares para ofrecer consuelo, compañía y pequeños
regalos a los soldados heridos. Whitman se siente extrañamente cómodo entre los
jóvenes destrozados por la contienda, actúa como un padre y un colega a la vez,
y en sus escritos a amigos y familiares expresa con transparencia el afecto que
siente por ellos, las horas que les dedica —la creación literaria y la búsqueda
de trabajo pasan a un segundo plano durante este periodo—. Es sorprendente —y
no lo sería menos para los militares— imaginar a un hombre de letras, ya
maduro, entre los pasillos del hospital, reconfortando a los muchachos de forma
desinteresada, solo a cambio de una pizca de la estimación con la que él los
trata. Whitman escribe asimismo a los soldados y a los padres de algunos de
ellos; textos que derrochan educación y sensibilidad en medio del horror. Entre
los chicos, destaca Tom Sawyer, con el que mantiene una relación más estrecha.
Madre, no puede hacerse una idea de lo que siente un hombre después de haber visto o vivido lo que ocurre en el frente, en el ejército, con los heridos… Nace en su interior el sentimiento más profundo que haya experimentado jamás. La bandera, la cancioncilla del «Yankee Doodle» y cosas así producen un efecto sin parangón en los hombres. He visto a algunos deshacerse en lágrimas y a otros empalidecer en tales circunstancias. A su madre, 1864, pág. 100.
Anne Gilchrist |
Terminada
la contienda, Whitman publicó Redobles de
tambor (1866), su poemario de guerra, y poco a poco Hojas de hierba se fue difundiendo en Europa, gracias al interés de
William Michael Rossetti, hermano de Dante Gabriel y Christina Rossetti, con el
que mantuvo una intensa correspondencia; aunque seguía con dificultades para
conseguir reputación en Estados Unidos —se había autopublicado, sus ventas eran
exiguas y apenas recibía atención de los críticos—. Las cartas de esta época se
centran más en su obra, en lo crítico que el propio Whitman se muestra con sus
primeros textos y en lo meticuloso que es con la edición (hace peticiones sobre
la tipografía, la cubierta y demás cuando escribe a su editor). Lidió con la
censura por los contenidos sexuales explícitos de Hojas de hierba, que en principio se negaba en rotundo a suprimir. Además, como
consecuencia de su publicación en Inglaterra, una mujer, Anne Gilchrist, le
escribe cartas de admiradora enfebrecida —un fenómeno fan precoz—. Whitman
responde incómodo, pero con su cortesía habitual, y con el tiempo afianzan una
sólida amistad más allá del océano. En esta época abundan, por otro lado, las
cartas a Peter Doyle, un veinteañero semianalfabeto, veterano del ejército, con
el que mantuvo su relación más duradera, una amistad que, como la de Tom Sawyer,
está a camino entre el amor, la
fraternidad y los sentimientos paternales. A él dedica sus cartas más
sentidas, hablando de cualquier tema cotidiano, para animarlo —Doyle tenía
tendencia a deprimirse—.
En
1873, las cosas empeoran para Whitman: cada vez más distanciado de su amigo
Doyle, sufre una apoplejía que lo deja confinado en casa, poco después muere su
madre y lo despiden del trabajo. Se ve obligado a subsistir con pocos recursos,
apartado del bullicio. Las cartas de los amigos son su único consuelo; ha
pasado de ser el hombre afectuoso que ayudaba a los soldados a necesitar él esa
atención, aunque su mente sigue fresca a pesar de la difícil recuperación y
nunca se queja. Sigue escribiéndose con sus editores, se muestra obcecado para
defender su obra, que poco a poco se va vendiendo más. El autor, además,
abandona Washington para instalarse en Camden, en una granja que evoca los
ambientes de su infancia. En esta etapa también encuentra tiempo para una
amistad con un joven, Harry Stafford, que repite los mecanismos de las
anteriores. En sus últimos años, cada vez más débil y paralizado, Whitman trata
de sobrellevar el dolor con estoicismo
—literalmente: cita a Epicteto—. Llama la atención su aliento, la fortaleza con
la que se enfrenta a la enfermedad, sin dramatizar ni autocompadecerse. Incluso
en estas circunstancias aún es capaz de ofrecer cariño a sus allegados.
Walt Whitman Querido hijo, hay que mirar hacia delante y «lanzar las penas al viento»; al fin y al cabo, la tristeza reside en uno mismo y no depende del exterior. La vida es como el tiempo, tienes que aceptarla tal como venga y puedes hacer que vaya bien sólo con proponértelo (y prepararte convenientemente para la lluvia y la nieve). A Harry Stafford, 1882, pág. 229.
Esta
Crónica de mí mismo descubre al
Whitman más íntimo, un Whitman apasionado, generoso, familiar, tranquilo y
bienintencionado, un Whitman de ideales firmes que se desvive por sus amigos (y
por sus más que amigos) y no desiste en su empeño por dar a conocer su obra.
Ahora el lector puede conocerlo mejor a él gracias a estas cartas.
Aunque tengo un libro de poesía de él por casa no creo que me llame tanto para leer su biografía. Lo dejo pasar.
ResponderEliminarBesos.
De todas formas, esto no es una biografía, sino una recopilación de cartas.
Eliminar¡Hola! Es una entrada muy interesante. Me gusta mucho leer biografías porque al conocer la vida de estos autores podemos entender mucho mejor su obra. Todavía es mejor poder leer su correspondencia pues, al escribir una carta, solemos plasmar en ella nuestros más íntimos sentimientos, sobre todo si va dirigidas a un amigo. Un beso.
ResponderEliminarLas cartas de Whitman son muy interesantes para conocerlo mejor, sin duda.
EliminarLo he tenido en la mano varias veces y siempre lo devolvía a la estantería. Me has convencido.
ResponderEliminarUn beso.
Me alegro ;). Ya verás como no te defrauda.
EliminarEsta lectura no es para mi asi que lo dejo pasar.
ResponderEliminarSaludos
Interesante conocer al autor a través de estas cartas. No conocía el libro así que gracias por traerlo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Me parece interesante lo que cuentas, pero este tipo de libros me apetecen más cuando he leído algo del autor o me interesa su vida por alguna razón en especial. No es el caso, así que lo voy a dejar pasar.
ResponderEliminar1beso!
La he tenido en mis manos muchas veces. Me gusta esta editorial y me parece muy interesante este libro en concreto (adoro los libros epistolares). Me acabas de convencer del todo. Debe ser mío! jajaja
ResponderEliminarUn abrazo
Entonces no hay duda, es un libro para ti :). Ya me contarás qué te parece.
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