Edición:
Errata naturae, 2015 (trad. Esther Cruz Santaella)
Páginas:
160
ISBN:
9788415217985
Precio:
15,50 €
Los niños le enseñan a uno la propia vida y se dejan asombrar. Los padres los observan y supervisan el producto de la reproducción, se alegran. A veces, se reconocen a sí mismos, en pequeño. Piensan, desde luego, que su vida está ahí otra vez. Piensan que ahí hay una realidad que ríe y llora y grita y muestra pequeñas escenas de la vida. Una realidad que quiere que la alimenten. Auténtica vida. Le doy un paseo en un cochecito de bebé. Pág. 95.
El
alemán David Wagner (Andernach, 1971) está considerado uno de los escritores
más importantes y versátiles de su generación. Licenciado en Literatura
Comparada e Historia del Arte, ha vivido en Bonn, Berlín, París, Roma,
Barcelona y México; y desde su debut, en 2000, ha publicado dieciséis obras,
que comprenden narrativa, poesía y ensayo, aunque destaca sobre todo en la
llamada «miniatura en prosa» o composición a partir de fragmentos breves. Algunos
lo saludan como el heredero de Franz Hessel, ya que también es un autor muy
berlinés y ha escrito un libro de paseos por la ciudad, ¿De qué color es Berlín? (2011), por ahora no traducido. Wagner, que suele escribir sobre temas autobiográficos, se
inspira en la relación con su hija y en su propia infancia para dar forma a Cosas de niños (2009), su primera novela
traducida al castellano, en la que su habilidad para el texto corto se une a
una gran capacidad de observación para hablar, con creatividad y realismo, de
un tema tan complejo y a la vez tan corriente como la paternidad.
Fuente: Miguel Gener. |
Cosas de niños
se construye con fragmentos breves que toman como punto de partida un objeto,
un lugar, una rutina o cualquier otra actividad que ataña al narrador y a su
hija, una niña aún muy pequeña. Los fragmentos se relacionan entre sí, ordenados
uno detrás del otro, como las perlas de un collar; y de este modo conforman una novela íntima y singular sobre la
infancia, sobre ser padre, y también sobre ser hijo, porque la niñez de la chiquilla
aviva los recuerdos del hombre sobre su propia niñez y la relación con sus
progenitores. Tener hijos, en cierto modo, lo lleva a recordar cómo era él como
hijo, a reconocerse en algunos comportamientos de su hija y, en definitiva, a
reflexionar sobre la forma de entender el mundo cuando se es niño y cómo esta
perspectiva se transforma al convertirse en adulto («Siempre me he visto como
un niño grande. […] La niña me hace ser niño otra vez. Y me hace pueril otra
vez. Hacerse mayor significa también hacerse cada vez más joven», pág. 10). En
otras palabras, Wagner invita a pensar en el paso del tiempo, en lo que
permanece y lo que se va, y lo hace a través de un más que consistente retrato
de la infancia y la relación padre-hija.
En
estas páginas lo anecdótico adquiere un significado trascendental gracias a la
pericia del autor, que puede referirse a un cochecito, un calcetín o un
peluche, pero siempre está ahondando en algo más profundo, va más allá de lo
evidente. Por ejemplo, reflexiona sobre el
papel del niño, la sensación de que nunca será adulto y el modo en el
«aprende a estar en el mundo» hasta que más tarde se aleja del espacio
confortable de la niñez («Los niños son actores todo el día. Todo el tiempo que
permanecen despiertos representan la infancia delante de nosotros. El papel que
hemos inventado para ellos. Hasta que un día, mucho antes de lo que
quisiéramos, encuentran su propio papel», pág. 63). Habla asimismo de cómo
perciben los niños a sus padres («Y me acuerdo del día tan decepcionante en el
que me di cuenta de que tampoco mi madre lo sabía todo», pág. 13), y viceversa
(«Casi todos los padres aspiran a contar que sus niños están por encima de la
mediocridad. A mí en el fondo eso me da auténtico miedo», pág. 83).
David Wagner |
Wagner
escribe sobre las emociones, los pensamientos y las inquietudes —es decir, lo
interior, lo que perdura y se puede extrapolar a los demás— tomando como base
todo lo material, y por lo tanto efímero, que los suscita. Es un narrador tierno, lúcido, divertido y
melancólico, que sabe plantear las tensiones que afectan al protagonista con
mucha sutileza («… del libro Conni va a
la escuela. Conni es la niñita modelo de la familia modelo. […] Para todas
las situaciones de la vida, existe el librito pertinente. Sólo falta, lo he
buscado, Los padres de Conni se divorcian»,
pág. 21). Como resultado, Cosas de niños,
más que contar una «historia» al uso, propone un ameno ejercicio de introspección, a
modo de ruta por Berlín de la mano de la niña, un paseo en el que lo profundo
no está reñido con el sentido del humor y que trasciende el simple testimonio para
identificar con inteligencia las pequeñas y grandes alegrías, inseguridades y vértigos de la paternidad en la sociedad
contemporánea.
No conocía este libro. Y creo que me gustaría. No voy a correr a por él, por todos los pendientes que tengo en la estantería, pero si se cruza, no lo dejaré pasar.
ResponderEliminarBesotes!!!
No lo dejes pasar, no. Además, con lo corto que es, no te va a llevar mucho tiempo y está bien para intercalar entre lecturas más extensas.
EliminarInteresante , el tema , los personajes, la manera en la que esta escrito, creo que me gustaría
ResponderEliminarPues sí. Tiene muchos aspectos interesantes: lo principal el tema, las reflexiones que provoca, pero esta forma de estar construido, en forma de pequeñas piezas que poco a poco conforman un todo, también tiene su miga. Me gusta la apuesta de Errata por este autor.
EliminarLa verdad es que parece que tiene un muy buen argumento. Personalmente, creo que hay libros que si no has vivido una serie de experiencias no se llegan a "entender del todo". No llegas a captar completamente lo que quiere transmitir el autor, o no llegas a empatizar con la historia tanto como deberías. En este caso me da completamente la impresión de que me pasaría eso. Al decir que habla tanto desde el punto de vista de un hijo (cuando se da cuenta de que ni su madre lo sabe todo) y del de un padre (cuando habla de que todos los padres quieren sentir que sus hijos no son mediocres), creo que entendería muchísimo el punto de vista del autor hijo, pero no terminaría de comprender al autor padre.
ResponderEliminarMuchas gracias por la reseña, le echaré un vistazo al autor. Aunque si no tiene nada traducido...
Saludos
Es verdad que hay libros que se aprecian mejor cuando se ha vivido una serie de experiencias. De todas formas, también se le puede dar la vuelta a esto: una obra que consigue hacerte sentir algo que para ti es lejano tiene un mérito enorme. No lo digo por esta novela en particular -es un texto muy ameno, y al relacionar la paternidad con la infancia en general creo que también lo pueden disfrutar perfectamente las personas sin hijos-, pero a veces ocurre.
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