Edición: Errata naturae, 2018 (trad. Blanca
Ortiz Ostalé)
Páginas: 656
ISBN: 9788416544776
Precio: 25,50 €
Devastación (1968), del escritor danés Tom Kristensen (1893 – 1974), es sin ninguna duda una de las propuestas más
atrevidas de la temporada (y del año). No todos los días una editorial pequeña
se lanza a traducir seiscientas páginas de una lengua nórdica; además, el
contenido se puede considerar asimismo arriesgado, porque no constituye una
lectura sencilla, ni por los temas ni por la forma de plantearlos. Claro que,
viniendo de Errata naturae –que ya se aventuró con autores condenados a ser
minoritarios como los alemanes Leonhard Frank, Brigitte Reimann y Maxie Wander,
la noruega Torborg Nedreaas o la también danesa Kirsten Thorup–, esa exigencia ya
no debería sorprendernos. En esta ocasión, apuesta por una novela fundamental
de las letras escandinavas que ha sido elogiada por Karl Ove Knausgård.
Utilizar este nombre puede parecer una estrategia de promoción, pero tras
leerlo uno comprende por qué este libro cautivó justamente al autor de Mi lucha: de algún modo, Kristensen
anticipa esa exploración descarnada de las flaquezas del hombre que ha
definido a Knausgård.
Corren
los años veinte en la ciudad de Copenhague. Ole Jastrau, trasunto del autor, es
un crítico literario treintañero que trabaja para uno de los periódicos
más importantes del país. Está casado y tiene un hijo; lleva lo que se dice una
rutina estable de hombre de clase media. En el primer capítulo, dos personajes
irrumpen en su casa sin previo aviso: un viejo conocido del ambiente bohemio y
un joven poeta, hijo de un escritor reputado. La visita se prolonga; y la
influencia de los intrusos, en particular del chico, trastocarán la
existencia apacible de Jastrau y a la postre desencadenarán su caída en desgracia. O quizá no, quizá la visita tan solo
evidenciará una crisis personal que ya estaba allí y nadie quería ver. Esta es
la «devastación»: el descenso a los infiernos de un intelectual burgués que
parece tenerlo todo, pero todo lo pierde. Hace del alcohol su refugio, y con
ello se convierte en una de sus tantas víctimas en aquel tiempo.
Kristensen
narra la autodestrucción del hombre, su declive paulatino pero sin freno, un
hundimiento que los allegados presencian sin poder detener.
Jastrau se abandona a sí mismo y se queda sin nada, sin
mujer, sin hijo, sin trabajo, sin hogar. El mérito del autor reside en cómo
engarza ese viraje hacia el abismo, el descontrol, la incapacidad de ponerle fin, las compañías que no ayudan. Es una de las novelas que mejor
retratan el alcoholismo y cómo se convirtió en un problema social en el periodo
de entreguerras; por aquel entonces nadie sugería pedir ayuda, nadie
pronunciaba el verbo «curarse». Él cada vez está más solo, desamparado; la
bebida, los bares y la noche como el consuelo para los descarriados. Cuestiona el modelo de vida burgués: detrás
de ese matrimonio, de ese empleo reconocido, hay un hombre cansado de la
monotonía, insatisfecho, herido por la pérdida temprana de la madre, un
recuerdo que regresa en esos malos momentos. Su amigo contribuye a
su decadencia, pero los síntomas ya estaban ahí, latentes, en esa escena
inicial en la que hace malabarismos en casa.
Salvando
las distancias –temporales y de concepción literaria–, produce una sensación
similar a Tan poca vida (2015), de
Hanya Yanagihara, en el sentido de oponerse a la noción de progreso que tanto
se inculca en la sociedad occidental. El protagonista no solo no mejora, sino
que se va dejando caer, comete errores, desemboca en una espiral de degradación
permanente. Uno querría decirle: «No, no hagas eso, te vas a arrepentir», pero
él no puede parar, está atrapado en su adicción, en su crisis vital, en su falta
de anclaje. Desorientado, confundido, deshecho. Con todo, Kristensen no se
recrea tanto en las morbosidades como Yanagihara; es más contenido, más sutil. De
su estilo destaca lo mucho que se apoya en el diálogo. En lugar de plantear
reflexiones existencialistas, muestra el descarrío en las salidas nocturnas,
las risas tontas de los borrachos, los bucles, la agitación, la decrepitud, el delirio; la viva imagen del patetismo
humano. Teniendo en cuenta su fondo autobiográfico, resulta encomiable la
valentía del autor al hurgar en su intimidad, en la
fragilidad de esas noches desbocadas.
Más
allá de Jastrau, destaca el papel de su entorno en el proceso de autodestrucción. La
nocturnidad de Copenhague, el ambiente bohemio del periódico y los escritores,
conforman un personaje más, esta vez en su cara menos amable, por
cuanto pone de relieve la amargura que encierra para el protagonista esa forma
de estar en el mundo. Es interesante la reacción de sus allegados: algunos se
alejan, como su mujer; otros advierten la transformación de su mirada; otros no
dicen nada; otros están igual que él. En sus noches de perdición no faltan
chicas tan desorientadas como el propio Jastrau. Entre los personajes, vale la pena
hacer mención del poeta, su nuevo amigo, que, en plena rebeldía
juvenil, reniega de su padre, representante del estatus dominante en el sector cultural. Al salir con él, Jastrau «vuelve» a su juventud, a la
irresponsabilidad. No se trata de un regreso agradable, al contrario: tiene
algo vergonzante que un hombre de mediana edad, padre de familia, se deje
arrastrar por un muchacho inmaduro. La evolución del poeta, junto con su
historia familiar, descubre además la hipocresía de la clase acomodada;
revelaciones oscuras que salpican a Jastrau.
Tom Kristensen |
A
menudo la mejor literatura es la que supone un reto para el lector. La que no
resulta reconfortante, la que le pone ante un espejo que muestra la peor cara
del ser humano. Literatura que obliga a hacer una inmersión, a entregarse, a leer con los
cinco sentidos, a recorrer un camino desasosegante. Este es un libro de los que
se suelen tildar de «incómodos», que genera sensaciones encontradas por esa crudeza tan bien plasmada y no obstante tan difícil de digerir. Es también el
retrato de una época, los años veinte y sus claroscuros; y de un lugar, Copenhague,
todavía una gran desconocida en su vertiente literaria para el lector español.
Devastación está a la altura de sus
credenciales: he aquí una novela desgarradora e implacable, una novela importante. Hay
pocas oportunidades de leer una obra como esta.
Esta es una de las propuestas que más me interesan de "la vuelta al cole"
ResponderEliminarCreo que te gustará. Eso sí, prepárate para un buen "viaje" a los infiernos... Su desasosiego se me quedó en el cuerpo.
EliminarTengo ganas de este libro pero justo hace una semana he terminado Tan poca vida. Me ha encantado pero también me ha dejado un poco tocada. Voy a ver si la imagen de Judd se difumina un poco en mi memoria y le deja sitio a Ole Jastrau. Me ha gustado mucho tu reseña y me ha convencido, si cabe, más de leerlo.
ResponderEliminarBesotes!
Haces bien en no leerlos seguidos. Este no es tan, tan duro como "Tan poca vida", pero también remueve mucho. Después de leerlo tuve que buscar algo ligero, para compensar.
EliminarTiene buena pinta aunque a mi edad las novelas tan largas me acojonan. Quizás leyendo por partes, a salto de mata...
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