07 septiembre 2018

Lady L. - Romain Gary


Edición: Galaxia Gutenberg, 2018 (trad. Gema Moral Bartolomé)
Páginas: 176
ISBN: 9788417088910
Precio: 17,50 € (e-book: 10,99 €)
–Realmente no tuve suerte –decía–. Podría haber amado a un borracho, a un jugador, a un estafador, a un drogadicto… pero ¡no! Tenía que ser a un auténtico idealista. Así pues, yo también me di al terrorismo. Digamos que fui una buena alumna, eso es todo.*
Romain Gary (Vilna, Imperio ruso, 1914-París, 1980), seudónimo de Roman Kacew, de origen judío ruso, es uno de los grandes nombres de la literatura francesa del siglo XX. Novelista prolífico, escribió en diversas lenguas y es el único que ha recibido dos veces el prestigioso Premio Goncourt; la segunda, eso sí, escondido bajo otro apodo, lo que generó mucha controversia. Su obra Lady L., recuperada hace unos meses por Galaxia Gutenberg, tiene la particularidad de haber sido escrita en inglés en 1959, y vertida al francés por él mismo en 1963; una elección que se entiende al conocer a su personaje principal, una anciana aristócrata bien instalada en la sociedad victoriana tardía. No obstante, esta dama venerable nació de hecho en Francia, y no ha olvidado su origen: en estas páginas rememora toda su (apasionante) vida. La novela fue llevada al cine por Peter Ustinov en 1965, con Sophia Loren y Paul Newman como protagonistas.

Lady L. celebra su octogésimo cumpleaños. Vive en una mansión, está rodeada por su numerosa familia y cuenta con el respeto de las personalidades más ilustres de la sociedad británica. Sin embargo, esta señora extravagante, que «después de más de cincuenta años en Inglaterra, aún pensaba en francés» (p. 12), no nació en este ambiente de lujo y ostentación, no es una lady al uso. En los primeros episodios, en un despliegue magistral de estilo e ironía, el autor introduce a una protagonista inmensa, irreverente, una mujer hecha a sí misma, en quien se mezclan lo francés y lo inglés, lo elevado y lo vulgar; una mujer de mundo que está de vuelta de todo y no se asusta, no se escandaliza por nada. Con un gran sentido del humor y un registro alusivo, el relato de sus vivencias se adereza con reflexiones sobre la vejez y su aprendizaje a lo largo de los años. Nadie conoce su pasado ni su secreto mejor guardado, pero después de la fiesta se lo confía a Sir Percy, poeta de la corte y fiel «caballero sirviente» (p. 14).
«Annette Boudin nació en un callejón sin salida» (p. 27). Así comienza la confesión de Lady L., que recorre la segunda mitad del siglo XIX en el viejo continente. Ese callejón sin salida resultó no ser tal, en vista del nivel de vida que consiguió más adelante, pero en un principio nada hacía sospecharlo: Annette, una joven de familia humilde, tuvo que sobrevivir en los bajos fondos de Francia trabajando como prostituta, hasta que se cruzó con Armand Denis, un anarquista revolucionario y, a la postre, su gran amor. Armand no la rescató como un caballero a su princesa, sino que la convirtió en su aliada, una pícara con quien llevar a cabo acciones de ética dudosa. Acompañados de un elenco de personajes del movimiento anarquista, Annette y Armand recorrieron Europa movidos por sus ideales. «Como todos los aristócratas auténticos, tiene usted un temperamento terrorista, tiene esa clase de humor que a veces produce el mismo efecto que una bomba» (p. 47), le hace notar Percy a la anciana Lady L. Y, en efecto, la reconstrucción permite entender cómo llegó a ser tan astuta, tan terca, tan libre.
Romain Gary
Romain Gary hace una crítica mordaz de la sociedad británica y, a la vez, una inmersión en el anarquismo de la segunda mitad del siglo XIX. El estilo (explosivo, sarcástico, deslumbrante, y no obstante sutil, preciso) del autor justifica por sí solo la lectura, pues no hay página sin genialidad, pero Lady L. tiene, además, esa magnífica recreación histórica, en parte realidad, en parte imaginación, con las aventuras integradas con eficacia en un contexto político convulso; un retrato más que convincente. Y, sobre todo, la novela tiene dos grandes personajes, Lady L./Annette y Armand Denis, dos antihéroes idealistas, gamberros, carismáticos; sin desmerecer tampoco a los secundarios, que contribuyen a dar forma a un fresco social rico y vivaz. Una lectura recomendable, en definitiva.
*Cita de la página 168.

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