Edición: Periférica, 2018 (trad. Ángeles de
los Santos)
Páginas: 232
ISBN: 9788416291694
Precio: 17,75 €
–El amor –dijo–, aunque no pensamos en ello con frecuencia, tiene un amplio guardarropa. No todo el mundo puede llevar sus prendas más lujosas; nosotros, usted y yo, no podemos. Demos gracias por que nos ofrezca algunas, porque sin su caridad iríamos desnudos. Podemos ser camaradas, usted y yo, y sólo eso, me parece. Es el acuerdo más sensato, el mejor posible, ya que los enamorados terminan como nosotros no podemos terminar. Usted no me perderá de vista, como si fuéramos buenos amigos, buenos soldados, hasta que el enemigo ataque; y atacará, ya lo sabe. «Algunas formas de amor» (p. 75)
Los
personajes de Algunas formas de amor
han amado. Y han vuelto a hacerlo. De otra persona, de otra forma de
pertenencia al mundo. O bien han sido ellos los destinatarios de un afecto no
siempre correspondido. Ya se sabe: el amor no sigue un camino liso y sin
obstáculos, sino que se enreda por vericuetos imprevistos, y nadie como
Charlotte Mew (Londres, 1869-1928) para contarlo, para dar una voz
delicada y concienzuda a ese alboroto íntimo que apenas se insinúa
por fuera. La autora, más conocida por su faceta como poeta, también cultivó el
relato, y este libro recoge, por primera vez en castellano, cinco de sus textos
en prosa más brillantes. Su obra se sitúa entre el realismo
del siglo XIX y el modernismo anglosajón de principios del XX; se la puede
emparentar con Henry James o Edith
Wharton. Charlotte Mew quedó eclipsada por los grandes nombres, aunque despertó la admiración de escritores
de la talla de Thomas Hardy o Penelope Fitzgerald (que incluso escribió una
biografía sobre ella).
Las
cinco narraciones reunidas comparten afinidad en el tratamiento del
sentimiento amoroso: la proposición; la elección entre múltiples opciones; la
pérdida (de la persona amada, pero también de una manera de estar en sociedad,
de un entorno); la muerte como presencia latente y culminación.
Agentes activos y agentes pasivos; y testimonios de excepción de las andanzas
de los protagonistas. En «La esposa de Mark Stafford», el primero, la narradora
es una mujer que vela por la joven hija de una amiga fallecida.
La chica se cruza con dos hombres, casi opuestos. A través
de la mirada de esa mujer, una elección magistral del punto de vista, somos
testigos de cómo la muchacha se convierte en otra al elegir, siempre según la
narradora, al candidato equivocado («para mí se convirtió en una cuestión
importante si el fondo no iría oscureciéndose a medida que ella aumentara su
luminosidad», p. 33). Cómo el amor, o lo que se concibe como amor, tiene la
facultad de transformar a alguien, quizá no a mejor; y la tristeza de quienes
ven cómo sus seres queridos han dejado de ser quienes eran, se han perdido.
Mew demuestra una destreza extraordinaria con el diálogo, como en «Algunas
formas de amor», en el que un hombre se halla en una encrucijada entre dos
mujeres que lo aman. Alternando la conversación con una y otra, explora la
conciencia de la finitud del ser humano y la imposibilidad de las segundas
oportunidades; breve, emocionante, intenso, de una dolorosa
contundencia. En «Una puerta abierta», una chica rompe su
compromiso para hacerse misionera en un país remoto («Se ha ido enfadado,
distante, y con razón. He helado todos los corazones», p. 100). Todo parecía ir
bien, él era un buen chico, les esperaba un futuro sólido, y aun así… El
hombre, todavía enamorado, intenta que cambie de opinión, intenta comprender
qué ha ocurrido. Ella, sin embargo, concibe la experiencia solidaria como su
verdadera acción de amor, el sentido de su existencia. En medio, la hermana de
la joven trata de recomponerse mientras añora la infancia, el tiempo en el que
todo estaba en orden y no tenían que afrontar
decisiones definitivas. Crecer, elegir,
sufrir, perder. Vivir.
«El
amigo del novio», el único en primera persona junto con «La esposa de Mark
Stafford», narra un triángulo amoroso, como tantos otros y a la vez tan
exclusivo. El narrador conoce a la prometida de su amigo, de un amigo al que no
esperaba ver casado, y la situación se complica entre indirectas, silencios y
esperanzas vanas. Por último, «Fidelidad mortal» está protagonizado por
personajes maduros, a diferencia del resto: un hombre y una mujer, ambos
viudos, afianzan su amistad («La casualidad le da un
empujoncito a la piedra, y todo lo que nosotros tenemos que hacer es procurar
que siga rodando», p. 217). Se plantea la indefensión de la mujer al enviudar,
frente a la familia que amenaza con invadir su espacio privado, como si al
estar sola ya no pudiera disfrutar de una vida plena; pero, sobre todo, explora
las segundas oportunidades, las formas de amor entre gente curtida que no se
enfrenta a su «primera vez».
Charlotte Mew |
¿Por qué leer Algunas formas de amor? Mew es pura elegancia. Estilo poético, sutil, preciso, con frases largas y minuciosas a lo Henry James. La contención justa para no resultar afectada pese a que el contenido, de entrada, pueda prestarse a ello. Fragmentos iluminadores por su lirismo e inteligencia. Ojo clínico para diseccionar el alma y sus heridas, las sinuosidades de la experiencia amorosa. Melancolía, emoción. No, todavía no lo hemos leído todo sobre el amor. Cada año se recupera a autoras que han caído en el olvido, tantas que uno se pierde, pero a Mew no hay que perdérsela. Una voz exquisita.
Me lo apunto. Gracias por darlo a conocer.
ResponderEliminarBesos.
Es un libro precioso. Disfrútalo.
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