Edición:
Galaxia
Gutenberg, 2017
Páginas:
160
ISBN:
9788417088378
Precio:
17,90 €
El mundo se había
convertido en un hueco y ella estaba metida en el hueco.
(P. 61)
Cristalina.
Así es la escritura de Pilar Adón (Madrid, 1971), una de las mejores autoras
del panorama nacional, aunque aún desconocida por muchos. Límpida, precisa,
poética, delicada, fina. Y, a la vez, afilada, incisiva, penetrante. Se adentra
en el lado oscuro del ser humano con giros sutiles,
plasma situaciones de violencia contenida sin ensuciarse las manos, como si se deslizara
con suavidad por ellas. Se trata de una voz insólita en las letras españolas, anglófila
y nada castiza, con referentes que van desde Iris Murdoch, Virginia Woolf,
Marguerite Duras o Paul Bowles a Henry David Thoreau. Incluso se la puede
definir como «atemporal», porque, aunque los detalles de algunos textos
permitan asociarlos a determinadas épocas y lugares, tienen la atmósfera inamovible
de un cuento de hadas, existen fuera del tiempo. Ha publicado
poesía, novela —Las hijas de Sara
(2003) y Las efímeras (2015)— y
relatos, y quizá sea en estos últimos donde mejor se desenvuelva. Como en
su título más reciente, La vida sumergida
(2017), su nueva compilación después de Viajes inocentes (2005) y El mes más cruel (2010).
El
libro reúne trece relatos, algunos muy breves y otros extensos, más narrativos,
que son, en conjunto, Pilar Adón en estado puro; quien la haya leído lo
entenderá. La autora no cuenta historias, o no del modo en el que se suelen
contar historias. Sus escritos se asemejan más a una evocación, una imagen, un paisaje, una insinuación. Toda su producción mantiene una coherencia
irreprochable en cuanto a temas y estética, pero La vida sumergida, tal vez por proximidad en el tiempo, tiene resonancias
de Las efímeras. Dos motivos
recurrentes, ligados entre sí, son el
miedo y el aislamiento. Los personajes se mueven, o se quedan
quietos, paralizados, por el miedo; el peligro parece estar al acecho, como la
amenaza que impulsa el movimiento del mundo. El aislamiento se vehicula con
esto, a menudo se trata de parejas de hermanos o hermanas, apartadas de la sociedad,
sometidas a sus propias relaciones de poder en un ambiente asfixiante, como en
el (magnífico) primer relato («Pietas»). Hay más hermanos en
«Vida en colonias» (la espera, el viaje truncado, la tensión latente), «Virtus»
(diferentes formas de estar en el mundo, distancia, la cuerda que se estira) o
«Gravedad» (epistolar, una narradora que se desvela poco a poco); todos
espléndidos. Asimismo, la figura del padre tirano, que ya trabajó en Las hijas de Sara, aparece en «Dulce
Desdémona».
La
naturaleza es otro elemento distintivo, siguiendo la estela de Las efímeras. No consiste en un regreso al campo tal como se aborda desde el
neorruralismo (urbanitas que se marchan en busca de otro sentido para su vida),
sino de una concepción salvaje y hostil del paraje natural. La naturaleza tiene
sus propias leyes; un escenario ideal para que los humanos subviertan las
suyas. La dominación, la perversión y la sumisión forman parte del
engranaje de los cuentos. En ocasiones sirve como metáfora poética («Plantas
aéreas»), en otras constituye el marco. Y, en otras, su núcleo. Hay un relato
que se diferencia del resto, por su extensión (el más largo, como un aperitivo
de nouvelle) y por su carácter
rusófilo: «Un mundo muy pequeño», en el que un chico se une a una especie de
comuna de seguidores acérrimos de Lev N. Tolstói, lo que conlleva el abandono de
la ciudad en pos de una vida en comunidad en medio de la naturaleza. Sin embargo,
la experiencia dista mucho de resultarle liberadora; al contrario, lo asfixia
de forma paulatina. Manipulación, sometimiento, opresión; uno de los mejores
cuentos. La autora tradujo hace años El inicio de la primavera, una novela de la británica Penelope Fitzgerald en
la que también se evoca el «alma» rusa. De algún modo, debió de influir en ella.
A
menudo, los relatos parecen «inocentes» al principio, con la introducción de un
lugar o un personaje, hasta que en un determinado momento se revela el fondo
perverso que palpita bajo la calma aparente. En «Pietas» deja caer,
como quien no quiere la cosa, «Que Brígida muriera resultaba provechoso para
ella. De modo que se lo pidió» (p. 14). La autora desliza estas píldoras de
crueldad como si nada, imágenes que rompen la templanza y estrechan el círculo.
Quién sabe cómo lo hace, pero dota sus cuentos de una extrañeza y una ferocidad
con una limpieza, una pulcritud al alcance de muy pocos. Otra muestra de su
elegancia, en este caso para crear escenas de ensoñación, leves y al mismo
tiempo cargadas de significado, abiertas a las múltiples interpretaciones, es
«La invitación», uno de los más breves, la alegoría de una bailarina que, al
ejecutar un salto, parece tocar el cielo; tiene reminiscencias de «El infinito
verde», un cuento de El mes más cruel
en el que una chica se funde con la naturaleza. Ambos reproducen ese instante de
metamorfosis en el que el personaje, bien flota, bien se enraíza, en el
universo, en un universo mucho más grande que él, ilimitado.
En
«La primera casa de la aldea», rinde homenaje a Angela Carter y sus retellings de La cámara sangrienta (a propósito, qué agradable es seguir la
evolución de un escritor y comprobar cómo va agregando influencias de obras que
se han recuperado hace poco). En realidad, la influencia de los cuentos
(versionados o no) está muy presente en la obra de Pilar Adón: el bosque, el
peligro, los guiños a Caperucita Roja…
Cuentos oscuros, como los del Romanticismo, aunque sin ese punto sádico de
Angela Carter; es más sutil. La mencionada atemporalidad, junto con la falta de
localización, potencian este efecto. Salvo excepciones, podrían desarrollarse en cualquier periodo, en (casi) cualquier
país europeo. No le interesa el contenido social, sino que da forma a una
literatura profundamente lírica, simbólica y etérea, que trasciende su
contexto histórico. Por mucho que los nombres y las descripciones se puedan
asociar a determinados lugares y estratos, prevalece la sensación
de tiempo detenido, de que las circunstancias exteriores no importan, lo que
refuerza la idea de aislamiento.
Pilar Adón |
Pilar
Adón es una estilista formidable, comedida, atenta a la cadencia de las frases,
a su sonoridad. En estas páginas no hay ni una palabra de más, nada fuera de
tono, ningún exceso. Es un libro impecable. Y, todavía mejor,
tiene una mirada, unos motivos, tan sugerentes como extraños y
personales. Al poner La vida
sumergida en perspectiva, se evidencia que se mantiene fiel a sí misma,
que ahonda y enriquece su corpus narrativo obra tras obra. ¿Hace falta decir
más? Quizá sí: en estas fechas se publican muchas listas. Este título probablemente no aparecerá en ellas, no al menos en las de los medios más
importantes. Su autora no es muy conocida, pese a llevar ya más de quince años
de carrera (debutó en 1999 con El
hombre de espaldas), y además se trata de un libro de relatos, el género
despreciado por excelencia. No, no destacará, pero tiene una
calidad (y una originalidad, con respecto a otras propuestas de narrativa en
castellano) indudable. Si con este comentario alguien se anima a leerla, esta
lectora se dará por satisfecha.
Hace tiempo que tengo en mente leer a esta autora pero aún no me he atrevido a dar el paso. No obstante algo me dice que lo daré tarde o temprano, pues me ha resultado muy atractivo lo que se cuenta de ella en la mayoría de las reseñas que he leído.
ResponderEliminarEs muy, muy buena. Te recomiendo empezar por sus cuentos o por la novela "Las efímeras".
EliminarMuchas ganas de leer su último libro. Me encanta esta autora.
ResponderEliminarMe alegro de encontrar a otra seguidora de Pilar Adón. El libro no defrauda, está en la línea de sus trabajos anteriores.
EliminarMe ha resultado muy interesante tu crítica, todo lo que cuentas me llama mucho la atención. Conozco a la autora pero nunca he leído nada suyo, intentaré ponerle solución pronto con esta obra. Muchas gracias por compartirla.
ResponderEliminarSara.
Me alegra que te haya llamado la atención. Te recomiendo también "Las efímeras" y "El mes más cruel", son de lo mejor que he leído en los últimos años en el ámbito de la narrativa española.
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