Edición:
Anagrama,
2012
Páginas:
272
ISBN:
9788433997562
Precio:
17,90 € (e-book: 5,99 €/ bolsillo: 9,90 €)
«¿Es
mejor vivir libres y desprotegidos o vivir controlados y protegidos?» (p. 85). Este dilema, esta pregunta, bien podría resumir la esencia de nuestra era hiperconectada e hipervigilada.
La pronuncia un personaje de Cuatro por
cuatro (2012), la novela finalista del Premio Herralde con la que Sara Mesa
(Madrid, 1976) fichó por Anagrama y empezó a hacerse notar en el panorama literario nacional.
Más tarde publicó Cicatriz (2015;
Premio Ojo Crítico), que muchos consideran su consagración. La autora, que reside en
Sevilla desde su infancia, tiene una voz singular dentro de la narrativa
española y no sorprende que llamara la atención de un editor de la talla de
Jorge Herralde. Su estilo no es el más exuberante; en cambio, sobresale
en la construcción de la novela y en el alejamiento del costumbrismo castizo.
Ese estilo tan sobrio que algunos le reprochan (frases cortas, despojadas de
artificios y con diálogo) se amolda a la perfección a lo que cuenta y a la aridez
del ambiente. Es buena, muy buena.
Cuatro por cuatro
se desarrolla en el Wybrany College, un internado elitista, situado en una zona
alejada de la sociedad. Nadie sabe con exactitud qué ocurre ahí, ni siquiera
(sobre todo) los que están dentro. La acción comienza con un grupo de chicas intentando
escapar. No les sale bien la jugada, así que vuelven al colegio. ¿Una travesura
o tenían motivos de peso para marcharse? De forma paulatina, dosificando la información, se deja entrever la estratificación del prestigioso centro: por
un lado, los hijos de los ricos; por el otro, los becados, procedentes de
familias muy pobres cuyas madres suelen estar empleadas en tareas de limpieza o
cocina en el propio internado. Les hacen un favor, o al menos así quieren
hacérselo creer. Chicos y chicas se encuentran separados. La cabecilla del
grupo que intentó fugarse, Celia, pertenece a los becados, solo que su madre no
trabaja allí. La tachan de escoria social, de perdida. La fama
de la madre persigue a Celia, pero le aporta un aprendizaje útil:
Celia conoce el mundo, la calle, el tabú, mejor que cualquiera de sus
compañeras. Esto le da una oportunidad… o la condena («a Celia esto del colich le viene grande […]. Se
acostumbró a la rapiña, a los saqueos, a la vida fácil y sin normas. Ahora está
aquí como un animal encerrado», p. 37).
La
estructura es muy inteligente. La primera parte se compone de fragmentos breves narrados en tiempo presente, que muestran la rutina del
centro con el foco puesto en dos alumnos: Celia e Ignacio. Poco a poco, se
vislumbran las anomalías en el funcionamiento del colegio, las relaciones de
poder (entre profesores y alumnos, entre el director y el resto del claustro)
que van más allá de lo que cabría esperar. Celia, espabilada, sospecha lo que
se cuece ahí y hace un pacto con un profesor. Ignacio, por su lado, vive su
despertar sexual en un entorno masculino, entre el temor y la atracción. La
segunda parte, que acontece a continuación de la anterior, consiste en el diario de
un nuevo profesor, un sustituto. Este hombre, a su vez, es un intruso; no se
dedica a la docencia («Todos
fingimos y lo único que nos define son los distintos matices del fingimiento»,
p. 201). Con la mirada limpia del forastero novato, va contando las rarezas que
descubre a medida que pasan los días; él también se siente preso. Además,
nadie le quiere decir por qué se marchó el profesor al que sustituye. El
sustituto es un eterno aspirante a escritor, y de algún modo su diario acaba
siendo su obra. Cierran la novela unos papeles dispersos del profesor que lo
precedió en el cargo.
Cuatro por cuatro
no es una historia de internado sobre las relaciones entre chicos y
chicas. No, no va por ahí. Las apariencias engañan (nunca mejor dicho). Esta novela recrea
un microcosmos con una jerarquía perfectamente engarzada, oscura, degradante, opresiva,
que guarda paralelismos con la sociedad contemporánea. El primero puede ser el
propio misterio del colegio: tiene fama, tiene un nombre británico, se vende
como un internado de largo recorrido; no obstante, hay muchas mentiras en este
cuento. Invita a reflexionar acerca de la construcción del relato, en cómo quien
ostenta un poder (el director del colegio puede representar a todo tipo de
altos cargos) es capaz de comunicar un mensaje lleno de engaños, mentiras y
ocultaciones con total impunidad («Nadie conoce nunca las reglas. Es ley de
vida», p. 195). El receptor, el pueblo, el público ignora la trama que hay
detrás («la mayor debilidad reside en la propia ignorancia de ser débil», p. 64).
La sospecha, quizá, pero carece de armas para demostrarla, y tampoco le serviría
de nada sacarla a la luz. Eso le ocurre al sustituto («Tápate un ojo y mira con
el otro. Así es como yo miro siempre las cosas», p. 77).
La
jerarquía del colegio está calculada al milímetro. Becados y no becados van
juntos a clase, pero ocupan habitaciones separadas, como una metáfora de la escuela pública: juntos en el aula, y luego
cada uno a su casa. Acceden a los estudios, se les habla de igualdad de
oportunidades, pero en la práctica el determinismo se impone casi siempre.
El sistema se revela, no ineficaz, sino concebido para perpetuar las
desigualdades y someter a los menos favorecidos. Es sintomático el hecho de que
tanto a ellos como a sus familias les hagan creer que tienen suerte de estar
allí; el sometimiento camuflado de ayuda, como cuando se explota a empleados no
cualificados en las empresas. Cuatro por cuatro explora la dominación y la
sumisión en diferentes grados, hasta dónde se puede llegar con la manipulación,
con el poder. Discriminación, abusos, control del cuerpo. Lo peor de la
humanidad. Un microcosmos que se apoya en falsas apariencias provoca que
todos sus súbditos (de Celia al profesor sustituto) se muevan por sus pasillos
como el animal que trata de subsistir. Sí, hay algo de instinto de supervivencia,
de desconfianza que late en el cuerpo, de carácter huraño, esquivo.
A todo esto, la historia se sitúa en una realidad que no es la nuestra. No del todo. Se insinúa que la
civilización tal como se entiende se ha hundido, que en las ciudades impera el
caos; un futuro distópico en el que el internado se presenta como un hipotético
remanso de paz. Esta comparación sonará
exagerada, pero, por su ambiente estratificado y asfixiante, recuerda a El cuento de la criada (1985), de
Margaret Atwood. Sin construir una sociedad tan compleja y rica en símbolos como la de Atwood (y no es que el entramado de Mesa no sea complejo), tiene
puntos en común con ella. En primer lugar, la sumisión de los
protagonistas, solos ante el peligro, que asumen las normas sin oponer
resistencia, aceptan los códigos del colegio, renuncian, aunque aun así en su relato hay
resquicios por los que se cuela la naturaleza patológica de la organización. En
segundo lugar, su concepción de novela-testimonio, es decir, está narrada (en
parte) por alguien que vive en primera persona lo que ocurre ahí dentro y deja
su testigo en forma de papeles (ambos profesores), como Defred dejó unas
cintas. Ambas trabajan la incertidumbre; no se
llega a conocer todo, sino que el secreto se descubre de manera parcial, a
través de los ojos de un personaje que solo sabe una pequeña parte. Tampoco en
la vida llegamos a saberlo todo. En esta novela no importa tanto lo que sucede
como lo que subyace bajo la superficie, lo que se insinúa. El terror no está (solo)
en lo que ocurre sino en las posibilidades infinitas que se pasan por la mente.
Sara Mesa |
Después
de leer Cuatro por cuatro no se puede
sino celebrar que en España haya una novelista con una propuesta tan fresca e
interesante como la de Sara Mesa. Inteligentísima, demoledora, sutil; la novela se engrandece conforme avanza y atrapa como una telaraña.
En la narrativa española hay prosistas excelentes, hay voces reflexivas e
introspectivas, hay también continuadores del realismo... Pero pocos, muy pocos
tienen la ambición (y la capacidad) de recrear ambientes como este, de mantener la tensión psicológica, de animar a seguir leyendo sin bajar el listón
literario. Literatura de calidad que se disfruta, en definitiva, nada de soliloquios
intelectuales autocomplacientes. Su atmósfera lúgubre y la concisión del estilo
recuerdan a Fleur Jaeggy. Comparte motivos asimismo con Pilar Adón (los
patrones de conducta en condiciones de aislamiento, miedo, dominación), aunque,
y esto es curioso, tienen un estilo muy distinto (Adón más poética, casi preciosista;
Mesa, depurada y directa, con una trama más dinámica). En suma, un gran
descubrimiento.
P.
D. Tiene un potencial enorme para adaptarla al cine o a la televisión. No sé a
qué esperan.
De esta autora leí "El trepanador de cerebros" y me gustó tanto su estilo que tengo ganas de repetir. Este libro o "Mala letra", sobre todo, son mis próximos candidatos... (Si has leído más de ella, acepto consejos sobre con cuál seguir).
ResponderEliminarEste es el único que he leído. Sé que "Cicatriz" tuvo muy buena crítica, supongo que seguiré por ahí.
EliminarTenía ya "Cicatriz" apuntada y me apunto este título, sin duda. Pero me parece que en mi próxima visita a la biblio, el libro que esté de Sara Mesa se viene conmigo, sea cual sea.
ResponderEliminarBesotes!!!
¡Me alegro de haberte animado! Es muy buena, ya lo verás. Hacía tiempo que no tenía esta sensación de "descubrir", no solo una buena novela, sino a una buena autora, y encima española y encima bastante atípica. Poco a poco espero leer todas sus obras.
EliminarYo he leído Cicatriz me gustó mucho y volví con ella con el libro de cuentos Mala letra y esperaba más, lo intentaré de nuevo con este que has reseñado.Un beso
ResponderEliminarGracias por tu opinión. Tengo la intención de ir leyendo toda su obra poco a poco, así que ya os contaré qué me parece. De entrada me apetecen más las novelas que el libro de relatos. Me gustan los cuentos, pero por su forma de escribir tengo la sensación de que se desenvuelve mejor en la novela. No sé, le veo muy buena cabeza para las estructuras de largo alcance.
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarHe leído algunas reseñas de su obra Cicatriz, y la verdad es que tengo ganas de descubrirla. Me has terminado de convencer y creo que si empiezo con ella será por esta novela, me parece muy atractiva.
¡Gracias por la recomendación!
Ya ves que yo la he disfrutado mucho. Y sí, tiene un planteamiento muy atractivo. Ahora tengo muchas ganas de leer "Cicatriz".
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