Edición:
Galaxia
Gutenberg, 2017
Páginas:
240
ISBN:
9788417088125
Precio:
19,90 €
Tras
más de diez años dedicándose a la docencia y a la investigación académica en
Estados Unidos, Edurne Portela (Santurce, 1974) regresó a España para dedicarse
por completo a la escritura, esta vez dirigida al público general. Se dio a conocer
en 2016 con El eco de los disparos, una
serie de reflexiones sobre el conflicto vasco y su influencia en nuestra
cultura; y este año ha dado el salto a la narrativa pura con Mejor la ausencia (2017), la
historia de una educación sentimental en el marco de Euskadi en el último
cuarto del siglo XX, un ambiente golpeado por el terrorismo, las drogas y la contracultura. En la actualidad, con el éxito todavía reciente de Patria (2016), de Fernando Aramburu,
resulta tentador calificar cualquier novela que trate el tema, ni que sea de
refilón, como «literatura sobre ETA»; no obstante, aunque la violencia es una
cuestión determinante en la obra de Edurne Portela, el terrorismo aparece como telón de fondo. Influye en los acontecimientos, pero
no es ni lo único ni lo principal.
La
protagonista, Amaia Gorostiaga, tiene cinco años al comienzo de la novela.
Es la pequeña de cuatro hermanos, y la única niña. Forma parte de una familia
acomodada, que cuenta con una asistenta para cuidar de los niños. Esta
tranquilidad, sin embargo, no se traduce en orden en el hogar: el padre
desaparece algunas temporadas, la madre tiende a propasarse con la bebida, se
producen escenas violentas. Amaia no sabe con exactitud a qué se dedica su
padre, pero se intuyen asuntos turbios (los contactos con su tío, las pintadas
acusadoras en el portal, el visitante desconocido). Aunque todo va por épocas,
y los problemas en casa no son lo primordial para ella. Ante todo, es una niña,
una niña que detesta el colegio de monjas, que juega (y pelea) con
sus hermanos, que se enamora del hermano de una amiga. A lo largo de las
páginas la veremos crecer hasta convertirse en una adolescente. Entonces los
libros, la música y los bares la ayudarán a evadirse de las
turbulencias familiares.
Mejor la ausencia
está narrada en una primera persona de Amaia y en tiempo presente. Esto significa
que escuchamos (leemos, aunque su voz está tan viva que casi se la oye) a una
niña, no a una mujer que recuerda su infancia, que suele ser el punto de vista
habitual en las historias de aprendizaje. Se trata de una perspectiva arriesgada, por lo
difícil de captar cómo experimenta la pequeña cada momento, pero Edurne Portela
lo solventa, y muy bien. No solo resulta verosímil, sino que trabaja con
soltura otro aspecto complicado, el paso del tiempo (la primera parte se
desarrolla entre 1979 y 1992; la segunda, en 2009): plasma el crecimiento de
Amaia en su voz, en las modificaciones del léxico, en su persona, en sus
relaciones con los demás; todo se hace más complejo a medida que deja atrás la
niñez. Realmente la vemos crecer, evolucionar; no es la misma al
principio que al final. La brevedad de los capítulos ayuda: elige
las escenas que permiten condensar todos sus frentes abiertos en poco espacio,
a través de lo cotidiano; la política se entrevé en los hechos, en las
situaciones, nunca en un discurso. Y, del mismo modo que sabe decidir
qué contar, también domina las elisiones, un aspecto importante en una obra
que abarca más de una década. Está muy bien concebida.
La
mirada infantil tiene sus singularidades.
Amaia vive en su mundo, no le cuentan los asuntos de los mayores, no lee el
periódico, desconoce qué negocios se trae su padre; aun así, percibe las
tensiones, nota los cambios de humor, escucha a hurtadillas. Descubre el
laberinto de los adultos observando «entre visillos», como diría Carmen Martín
Gaite, con inocencia pero sin candidez, es una muchacha despierta y atenta. La
autora sobresale por su sutileza; deja entrever, escribe con filtros, sin dar
nada masticado. De este modo plantea el conflicto vasco: nunca le pone nombre,
sino que narra cómo se concreta en el día a día de una niña (la inestabilidad
familiar, los estallidos de rabia, el distanciamiento del padre, el recelo de
algunos vecinos, las enemistades entre compañeros del colegio). Mejor la ausencia es una novela de
naturaleza intimista, por lo que no hay que esperar un debate entre los
personajes, ni un ensayo. Simplemente, no tiene ese propósito (ni se echa de
menos).
El
hilo principal, la relación entre padre
e hija, se aborda de manera conmovedora pero sin sentimentalismo. Pone a
prueba el tópico de que en los vínculos familiares el afecto siempre gana la
partida; expone una faceta oscura, embrutecida, de la familia, con sus
altibajos a lo largo del tiempo, hasta que ya no hay vuelta
atrás. La segunda parte se distancia de la anterior para narrar el regreso de
la protagonista en 2009, convertida en una adulta, si bien no liberada de las experiencias
traumáticas. En este sentido, Mejor la
ausencia ahonda en el perdón, en si es posible el perdón después de tanto dolor. Resulta asimismo interesante el retrato del resto de miembros del
clan (siempre a través de la mirada de Amaia, de cómo los ve, más que de cómo
son): la madre, los hermanos, la abuela, los amigos. Merece la
pena detenerse en los hermanos, que representan
diferentes roles, todos muy bien planteados: Aníbal, el mayor, que tiene
problemas con las drogas (la lacra de los ochenta), Aitor, el estudioso reservado
que ansía marcharse de allí (la prueba de que en una misma familia los hijos
presentan inclinaciones distintas); Kepa, que coquetea con la kale borroka y quién sabe hasta dónde es
capaz de llegar; y la menor, Amaia, que pasa por muchas fases.
Desde
su individualidad, Amaia encarna la
memoria de una generación. Su coming-of-age,
además de estar marcado por la violencia en distintas caras (el descubrimiento
del sexo, las discusiones con los padres, el alcohol, las salidas nocturnas),
condensa las tendencias de la cultura popular y las tribus urbanas de los años
ochenta y noventa. Se nota en los grupos de música, en sus
lecturas de formación y en la ropa, que van evolucionando. La autora ha cuidado
los detalles; a menudo, una prenda o un peinado dicen más de cómo se encuentra
la protagonista, de su fase vital, que los pensamientos en sí mismos. Es,
insisto, muy sutil. Lo mismo ocurre con la familia en conjunto, que atraviesa
épocas de bonanza y periodos de necesidad, la madre que a veces se arregla
y a veces no. La dimensión social se refleja en lo íntimo, la
violencia repercute en el interior y en el cuerpo, en los cambios
físicos de Amaia.
Edurne Portela |
La novela está
narrada con un estilo depurado, preciso, con abundante diálogo. No hace poesía,
no aspira a ser la prosista más exuberante, pero su voz se acopla a la
perfección a sus necesidades, en un libro en el que el lenguaje coloquial, próximo a la oralidad, es fundamental. Tan solo hay algún pequeño desliz, como
los laísmos («la pegó», p. 27, «no la
hago caso», p. 31, «la dio un cachete», p. 40, «Kepa la mira los pies», p. 62).
Mantiene la tensión en todo momento, es más, la obra crece poco a poco,
se engrandece, como los propios personajes. Mejor la ausencia tiene muchas capas y
es extraordinaria en su sencillez. Nada más y nada menos que una historia bien
contada, que enlaza con la tradición de los relatos de aprendizaje y le añade
lo particular de la generación de la autora, en lo personal, lo cultural y lo
sociopolítico. Un muy buen debut, en definitiva. Edurne Portela ha tomado una excelente
decisión al dedicarse a la literatura.
Este libro lleva tentándome muchísimo tiempo, y lo leeré pronto!!!! Buen análisis de la novela :) Abrazos y gracias por traernos novelas impresionantes siempre.
ResponderEliminar¡Gracias a ti por leerme! He disfrutado mucho de esta novela, ha sido una grata sorpresa. La terminé hace casi un mes y aún recuerdo con cariño a los personajes. Pocas veces puedo decir lo mismo.
EliminarMuy buena pinta. Se nota cuando disfrutas con una gran novela. Me la llevo apuntada, que no la conocía.
ResponderEliminarBesotes!!!
Sí, así es. La leí sin esperar nada en concreto y su historia fue creciendo a medida que avanzaba. Da gusto encontrar una primera novela como esta.
EliminarLa lei ayer. El regreso de Amaia no me ha acabado de cuajar, pero esta novela de Edurne es un debut interesante, con un manejo de la historia muy hábil y convincente.
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