26 agosto 2017

Lolly Willowes - Sylvia Townsend Warner



Edición: Siruela, 2016 (trad. Celia Montolío)
Páginas: 212
ISBN: 9788416638789
Precio: 19,95 € (e-book: 9,99 €)
Leído en la edición en catalán de Minúscula, 2016 (trad. Marta Hernández y Zahara Méndez).

Llega la rentrée. Llegan decenas de novedades a las librerías. Y, entre ellas, muchas que pasarán desapercibidas. Esta es una de las que, hace ahora justo un año, no tuvieron suerte: Lolly Willowes (1926), la primera novela, y la más exitosa, de la escritora británica Sylvia Townsend Warner (1893 – 1978). Una lástima, que no tuviera suerte, porque se trata de una recuperación más que notable, con un punto original que bien podría hacerla destacar entre la masa. En apariencia, es otra historia de costumbres que explora el rol de la mujer soltera en la Inglaterra de principios del siglo XX; no obstante, en un determinado momento se introduce un elemento simbólico-paranormal que representa de manera creativa la particular liberación del personaje. Suave en el tono e inteligente en el fondo; la mejor forma de inocular una potente crítica de la moral, una defensa de la autonomía personal y una celebración del goce de vivir. La han comparado con autoras posteriores como Angela Carter, Jeanette Winterson y Sarah Waters; pero Sylvia Townsend Warner suena tan solo a sí misma.
Tras la muerte de su padre, Laura, de veintiocho años, se instala en casa de su hermano mayor. Todo su entorno lo considera el paso lógico en su vida: después de estar bajo la protección del padre, y ante la falta de un marido, Laura estará resguardada por otro varón de su familia. Nótese el sistema social representado: la mujer debe «pertenecer» a un hombre, se la pasan de uno a otro como un bien material, no se baraja la posibilidad de que permanezca sola. Además, podrá ayudar a cuidar de sus sobrinas: será, por lo tanto, una «subordinada» en el orden del hogar, alguien que interesa por su «utilidad» y no por sí misma. La protagonista se pasa veinte años con la familia de su hermano, veinte años en los que se somete a su control en todos los ámbitos (social, económico, afectivo). Es una sumisión asumida por las dos partes: Laura la acepta por voluntad propia.
Sin embargo, aunque en la superficie todo parezca en orden (todo esté en orden, de hecho), Laura experimenta una fisura, un hartazgo de la constante dependencia, del hecho de estar al servicio de los demás («Era en las cosas que no salían a la superficie en lo que Laura se sentía inadecuada», p. 54). Este cambio de identidad se refleja hasta en el nombre: Laura se convierte, para sus allegados, en la tía Lolly («había renunciado a una parte tan grande de sí misma que parecía natural abandonar también el nombre», p. 62). Esta transformación se extiende a la forma del relato: mientras que en los diálogos se la llama Lolly, la narración, en tercera persona, mantiene el nombre de Laura, lo que permite contraponer la perspectiva de los familiares (la tía entrañable y mansa con la que pueden contar a todas horas) con la que ella tiene de sí misma (ese interior que se va resquebrajando a medida que se pierde).
A los cuarenta y siete años, Laura / Lolly pasa por un punto de inflexión: sus sobrinas ya no son unas niñas, por lo que en casa no la necesitan tanto. Ella se siente estancada en la rutina, necesita decir adiós, romper las ataduras conocidas («cuando abría las cortinas se miraba el día sin curiosidad. Ya lo tenía visto», p. 50). Nadie le pide que se vaya, pero ella quiere irse. Haciendo caso omiso de los consejos de sus familiares, a los que no les importaría que permaneciera recluida, como una sombra, Laura se marcha a un pueblo retirado. Con unas reflexiones que evocan el espíritu de independencia y búsqueda personal de Henry David Thoreau («Es mejor, a medida que uno se hace mayor, despojarse de las posesiones, dejarse ir hacia abajo como un árbol, serlo prácticamente todo tierra antes de morir», p. 102) y anticipan la defensa de la emancipación femenina de Virginia Woolf («No hay nada inviable para una mujer soltera de mediana edad que tiene una renta propia», p. 99), Laura emprende su propio camino, esto es, su propia liberación.
Sylvia Townsend Warner
No es una «liberación» sencilla. Al contrario: a la incomprensión de los suyos se suman unos sucesos extraños en la localidad («Reconoció que había algo que no terminaba de entender, pero ya le iba bien quedar excluida del secreto, fuera lo que fuese», p. 120). La autora plantea aquí el riesgo que conlleva todo cambio, toda apertura a lo desconocido; aun así, la protagonista encuentra el atractivo en ello, porque es preferible aventurarse al peligro (y aprender de él, y divertirse con él) que permanecer entre las paredes, cada vez más asfixiantes, de la quietud conocida. Se introducen elementos paranormales, muy sutiles, eso sí, para representar en clave simbólica su nueva identidad: la comida, el gato (tan mágico), el viento, los bosques, las fiestas. Laura hace un singular pacto con el Diablo para liberarse del yugo familiar; hay una metáfora de la bruja como encarnación de la mujer soltera e independiente: las han juzgado por atreverse a vivir, pero a Laura ya no le importa que la condenen («Por eso nos hacemos brujas: para mostrar nuestro desprecio hacia ese hacer ver que en la vida no hay riesgo, para satisfacer nuestra pasión por la aventura», p. 217). Esta es su libertad, ni la soledad, ni el pueblo, sino este «me da igual», esta patada a las convenciones. Esta actitud, esta fortaleza, esta madurez que ha tardado cuarenta y siete años en alcanzar.
En una palabra: magnífica.

4 comentarios :

  1. Me ha llamado mucho la atención el tema de este libro, y las dos formas de presentar al personaje. Creo que tengo más de una cosa en común con Laura/Lolly y podría aprender de su experiencia. Gracias por la recomendación. Abrazos.

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    1. Es una muy buena novela. Plantea un tema que ya entonces se había abordado bastante de una forma imaginativa, elegante y sutil. Me parece un acierto seguro.

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  2. Hola!
    Había visto este libro hace tiempo en el catálogo de minúscula, pero no sabía que estuviera traducido también al castellano, así que ¡mira tu qué alegría!
    Recientemente me he dado cuenta de que tengo algunos puntos en común con la protagonista (no digo que sea la única forma de empatizar con ella ni mucho menos) y que posiblemente "necesite" este libro de alguna forma.
    Me gusta la especie de viaje por el que atraviesa Laura, desde "un bien material" que los hombres de su familia se turnan, hasta como bien dices, la habitación propia de Virginia. Más que apuntado el libro, a la lista directo :)
    Muchas gracias!

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    1. Pues, por lo que dices, creo que lo disfrutarás. Me parece una muy buena aproximación a todo lo que afecta a la mujer soltera por voluntad propia, que como sabemos sigue siendo un tema actual.

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