Edición:
Automática, 2012 (trad. Laura Salas Rodríguez)
Páginas:
144
ISBN:
9788415509073
Precio:
16,50 €
Me apetecía leer una novela gótica breve, en la línea de Otra vuelta de tuerca (1898), de Henry
James, o Siempre hemos vivido en el castillo (1962), de Shirley Jackson, dos obras maestras del género. De esa
forma llegué a Los papeles de Aspern
(1888), también de Henry James, y La bruja Lois (1861), de Elizabeth Gaskell. No obstante, más allá de los
nombres conocidos, me esperaba una sorpresa: Jorge, mi librero de confianza, me
recomendó con entusiasmo La chaise-longue
victoriana (1953), de una desconocida Marghanita Laski (1915-1988), escritora
y periodista británica, de la que solo se ha traducido al castellano este libro. En realidad,
ya me había fijado en esta novela cuando se publicó: fue una de las primeras
publicaciones de la editorial Automática, y tanto la cubierta como la sinopsis
la hacían irresistible para todos los amantes del género. Sin embargo, como
suele ocurrir, esta novedad pronto dejó de serlo y no tardé en olvidarla. Por
suerte, las buenas historias tienen vidas inagotables, y he podido disfrutarla unos años más
tarde, sin que haya perdido un ápice de frescura.
En
el Reino Unido, La chaise-longue
victoriana fue reeditada en 1999 por Persephone Books, un sello
especializado en recuperar a autoras olvidadas o desconocidas del siglo XX (entre las que se
encuentran Elizabeth Jenkins, E. M. Delafield, Frances Hodgson Burnett y
Penelope Mortimer, entre otras, que también han sido publicadas en España). A
Laski hay que situarla en la escuela del horror gótico, que bajo su tensión psicológica in crescendo y sus ambigüedades siempre esconde una
aguda crítica social, en este caso relacionada con la subordinación de las
mujeres en dos periodos históricos. La protagonista, Melanie, es una joven
madre que se recupera de una tuberculosis. Cuando por fin se levanta de la
cama, se dispone a hacer reposo en una chaise-longue
de segunda mano, comprada justo antes de enfermar. Con todo, el reposo se
convierte en agonía, porque este mueble la hace retroceder al pasado en una
pesadilla asfixiante, en la que encarna a Milly, una mujer de la
era victoriana.
Como
todas las buenas novelas, La
chaise-longue victoriana tiene varias capas de lectura. La más evidente se
refiere a la trama en sí: el motivo del personaje atrapado en la pesadilla. El miedo a no poder salir, a quedarse para siempre anclado en otra época, en otro cuerpo, en una
identidad que no le corresponde. No falta la duda en torno a lo sobrenatural: ¿se trata de una mera alucinación, fruto de la enfermedad de
Melanie, o realmente está ocurriendo? El relato comienza de forma apacible, con
un tono suave que poco a poco, casi sin que uno se dé cuenta, deriva en
angustia; en este sentido, la autora hace un trabajo espléndido con el suspense psicológico:
todo está en la mente de Melanie/Milly, y su inquietud se contagia al lector. Este
horror tiene un punto irónico porque la pesadilla se sitúa en la época
victoriana, un periodo que se ha idealizado mucho. Frente a todas esas
representaciones que la muestran como una etapa de esplendor, Laski recuerda su
cara menos amable desde la perspectiva de una enferma acomodada en la chaise-longue: la ausencia de inventos
que posteriormente han hecho la vida más fácil, las costumbres degradantes, la
total dependencia (para la mujer) de los demás a la hora de tomar decisiones o
la omnipresencia de la religión.
Esto
último se relaciona con una segunda lectura: la contraposición de la mujer en
la época victoriana y la mujer de mediados del siglo XX, planteada desde un
enfoque feminista. Las dos son definidas como mujeres «corrientes» en sus
respectivos contextos: no han estudiado una carrera, no han viajado, no tienen
grandes conocimientos. Las dos, además, han hecho lo mismo: amar a un hombre,
tener un hijo y enfermar del mal típico de su tiempo (tisis y tuberculosis,
respectivamente). Aun así, sus situaciones presentan diferencias que tienen
mucho que ver con el progreso de la
emancipación femenina: mientras que la mujer victoriana está sometida a la
familia y al párroco, a una moral rígida que la constriñe más que los dolores
físicos, la de los años cincuenta es más libre e independiente, y tiene más
cultura general pese a no ser una persona instruida. Es subrayable la presencia
del sacerdote junto al lecho de Milly, una figura ausente en el entorno de
Melanie. De todas formas, pese a reconocer el progreso, Laski es asimismo
crítica con la subordinación de su coetánea (Melanie le dice a su marido una
frase demoledora por el bajo concepto que tiene de sí misma: «Qué listo eres,
cariño. […] Me siento tan tonta en comparación contigo», p. 22), como si
reconociera que se ha mejorado, sí, pero todavía queda mucho por hacer.
Marghanita Laski |
La
obra está cuidada al detalle para hacer verosímil ese particular viaje en el
tiempo, como demuestra la adaptación de los diálogos (una expresión más formal y encorsetada
en el pasado, directa y sin rodeos en el presente). También se presta
atención a cuestiones como el vestuario, la decoración y los hábitos. Tiene
poco más de cien páginas, pero Laski condensa dos universos completos en ellas. Es una
narradora sutil, precisa, elegante, que juega con los dobles sentidos y nunca
da nada masticadito. La chaise-longue
victoriana sobresale por la originalidad de su planteamiento, la inteligencia
de su trasfondo y la finura de su ejecución. Ah, y por el horror, por supuesto,
un horror que no surge de lo sobrenatural, sino de la mente, la mente enferma;
aunque cabe preguntarse si la verdadera enfermedad se debe a causas fisiológicas o a
las presiones de la sociedad. En una palabra: magnífica.
Me parece un argumento interesantísimo, y eso que no soy amante de la novela gótica. Pero como siempre me pasa con tus reseñas, tomo nota del título, quizás pueda encontrarla en inglés en mi librería de segunda mano favorita. Un saludo!
ResponderEliminarMe parece una novela muy fácil de disfrutar, tanto si te interesa la novela gótica como si no. Además, es tan breve que se lee en una tarde. Ya me contarás qué te parece :).
Eliminarhola! no acabo de leer toda tu reseña que ya me copie varios nombres, parece la lectura que nos gustan, seguro!!!si es victoriano es nuestro, gracias mil! saludosbuhos y te invito a que pases por la morada para ver lecturas victorianas!!!
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarLas novelas góticas siempre vienen bien (o eso me parece a mí, jejeje). Conocí a la autora precisamente gracias a Persephone Books (que hace una labor enooorme y maravillosa). Me compré Little Boy Lost de segunda mano, y como me suele pasar, se quedó en la estantería esperando ser leído.
Cuando vi que Automática Editorial la había publicado, ya era demasiado tarde, no era novedad, y no la encontré por donde la busqué.
Aún así, intentaré de nuevo volver a buscarla, porque cuando sabía poquito de la obra ya quería leerla. Y ahora con tu reseña, me parece aún más interesante y apetecible que antes. Las dos lecturas, los paralelismos entre una y otra mujer, esa desmitificación de la época victoriana....no sé, me parece que me llama a gritos.
Muchas gracias!