Edición: Páginas de Espuma, 2005
Páginas: 128
ISBN: 9788495642547
Precio: 12,00 €
Es
extraño leer a una autora, y aún más a una autora en activo, y en plenitud
creativa, «hacia atrás»; es decir, es extraño descubrir sus primeras obras
después de haber leído sus títulos recientes y seguir su
evolución, cómo ha enriquecido su universo literario. Viajes inocentes (2005), el primer libro de relatos de Pilar Adón
(Madrid, 1971), recibió el Premio Ojo Crítico de Narrativa, un galardón que
suele reconocer a los nuevos talentos. Tal vez Pilar Adón no haya cosechado
tanta notoriedad como otros escritores de su (palabra odiosa) generación, pero se ha
labrado una carrera sin tacha en todas sus facetas: poesía, cuento, novela y
traducción (de escritores de la talla de Edith Wharton, John Fowles o Penelope Fitzgerald). En los relatos de El mes más cruel (2010) y La vida sumergida
(2017), así como en las novelas Las hijas de Sara (2003) y Las efímeras
(2015), explora conflictos como el miedo, las relaciones de
poder, el aislamiento, la naturaleza; todo ello en un espacio que, no importa que se identifique el país
o la ciudad, parece suspendido en el tiempo. Escribe con un estilo sutil, poético
y contenido, de resonancias inglesas, que hace de ella una rara avis en el panorama español.
Todos
estos rasgos se encuentran ya en Viajes
inocentes (la naturaleza en menor medida; es una de las materias en las que
ha profundizado con los años), una compilación espléndida. Como saben sus
lectores, más que narraciones con «trama», esboza imágenes de
personajes solitarios, complicidades peculiares y pequeñas liberaciones
cotidianas. Comentarlos cuesta, porque describir su «argumento» es un poco como
mancharlos, romper su encanto, o, mejor, su misterio.
Son relatos de una belleza fría, que tal vez no se alcanzan a comprender, pero da igual, porque su arte reside en la insinuación de un orden a punto de
quebrarse; la fragilidad y la brutalidad se funden en su prosa. El primer
cuento, «El final de la temporada de baile» (el título mismo es una fuente
poderosa de sugerencias) se centra en dos personajes que han perdido a un
amigo. A propósito, las parejas, no necesariamente sentimentales, desempeñan el
papel principal en muchas de las historias, como la maravillosa «La porción de
tarta», en la que los protagonistas llegan a una casa apartada. Esperan
reunirse con el propietario; sin embargo, este se ha ausentado, aunque lo ha
dejado todo preparado para que sus huéspedes estén cómodos. Este cuento es
Pilar Adón en estado puro: el lugar retirado, la incógnita de si el dueño se
personará, la extrañeza de ocupar un espacio ajeno, la tirantez entre la pareja
que se redescubre lejos de su hábitat acostumbrado. Un ejemplo perfecto de su
narrativa.
«Madre
Medea», un guiño al mito, perfila a una madre que cría a su hijo sola, sin
llevarlo al colegio, a escondidas, temerosa de que su niño caiga en lo que ella
considera salvajismo. El miedo de quien vive al margen, inmóvil, perturbado, como la
hermana mayor de Las efímeras. Más
inmersiones en el cautiverio: «Las ramas no son perfectas», una chica que
se queda encerrada, una voz narrativa que evoca esas horas de oscuridad, temor,
locura; o «Plantas de interior», uno de los mejores, sobre la soledad de una
mujer que ha perdido a su padre, las plantas como algo que cuidar y a la vez
una amenaza, el recuerdo de su progenitor y su propia angustia se funden con la
naturaleza, de una forma que trabaja también en relatos de El mes más cruel y La vida sumergida. «Un balcón extranjero», muy breve, sigue a una
chica italiana que desea ver el mar desde otro país (preciosa estampa) y se
instala en Catalunya; deja a la imaginación del lector las razones que la han
llevado a sentir esta necesidad.
Más
parejas: en «Sabes que no me importa», ella dirige una galería de
exposiciones y él es un artista al que no le permite exponer; el hombre, que la
ama, acepta el castigo como una piedra de Sísifo, la espera eterna, el
sacrificio por un amor más grande que él mismo, por no alterarla a ella, por no
modificar la particular sintonía de su relación. También se puede
leer como metáfora de aquellos deseos que postergamos una y otra vez, como si
siempre hubiera tiempo, en parte por el miedo al fracaso, en parte porque en el
fondo nos conformamos. En «Botellitas», la frustrada es ella, porque querría
que se trasladaran a una casa, pero la falta de ambición de él los mantiene a
la espera. La chica colecciona unas botellas de cristal que pinta de colores y
coloca como adorno en un rincón de la única habitación que puede permitirse. Hablando
de habitaciones, en «Inglés» una mujer que está de vuelta de todo comparte
cuarto con un joven inglés recién llegado a España. Él, entusiasta, quiere
mejorar el idioma, pero en su aventura acaba perdiendo la inocencia. Es
interesante subrayar, en todos los relatos en general, la habilidad de la
autora para trazar una línea entre los dos protagonistas, entre la tensión, la
dependencia, la renuncia. Cada imagen evoca un sinfín de sensaciones.
Pilar Adón |
En
«Libros azules», un gesto inocuo en apariencia trastoca a una mujer embarazada.
Este cuento, de los más breves, es otra muestra del talento de Pilar Adón para
crear esa atmósfera desasosegante: un instante basta para angustiar al
personaje; la crueldad inherente a un movimiento simple; el efecto de
contener la respiración al leer. Por último, cierra la compilación «Precioso»,
un relato sobre dos hermanos (otra pareja habitual en la obra de la autora). La
educación de uno, discapacitado mental, ha condicionado el trato de ambos por
parte de la madre, sobreprotectora, entregada a la crianza, de tal manera que,
para el otro, emprender solo un anodino viaje en autobús se convierte en una
victoria. De nuevo, sutileza, pinceladas que dejan entrever desesperación,
timidez, inseguridad, soledad. Estos once relatos, que se complementan con algunos poemas,
conforman un libro de una elegancia inusual, una exploración de los mecanismos
de control en las relaciones humanas, tenues, casi
imperceptibles, pero a menudo más firmes que la violencia física. El título,
bien elegido, ya da a entender esa idea del viaje, la transición, que parece
inocente pero esconde ataduras. Un escritor debe poseer una mirada personal
hacia su entorno, y la mirada de Pilar Adón es penetrante, delicada, exigente. Brilla especialmente en el cuento; es un lujo disfrutar de
sus historias.
Es una pena no poder leer todos los libros que recomiendas, es obvio el motivo. Tengo que decir que la mayoría q he leído han sido un placer, descubriendo autores y disfrutando de los conocidos. En esta ocasión, no se puede definir mejor la escritura de Pilar Adon, una de las mejores escritoras y poetas actuales Me encantan sus libros. Este no lo conocía y voy a Intentar leerlo.
ResponderEliminarGracias por tus recomendaciones.