Edición:
Errata naturae y Periférica, 2016 (trad. Richard Gross)
Páginas:
592
ISBN:
9788416544134
Precio:
24,50 €
He
aquí un libro de altura. Un libro que enriquece nuestra perspectiva sobre la
primera mitad del siglo XX en Alemania, un libro que narra una historia
apasionante sobre una mujer no menos apasionante, un libro que plantea pertinentes
reflexiones sobre la elección de una existencia
libre, sobre el amor, la maternidad, la amistad, la pérdida y la solidaridad. Angelika Schrobsdorff (Friburgo, 1927), autora de una docena de títulos, reconstruye en Tú no eres como otras madres (1992), su
obra maestra, la vida de su progenitora, Else Kirschner (Berlín, 1893 –
Gauting, 1949), una mujer criada en una familia judía burguesa que no se
conformó con los planes que sus padres tenían para ella y desde muy joven hizo
gala de una personalidad indomable, que la llevaría a disfrutar con intensidad
del Berlín de los años veinte, a tener tres hijos de tres hombres diferentes y
a comenzar de cero cuando la amenaza del Holocausto la condujo al exilio. Este
libro, que se lee como una novela, es a
la vez una crónica sobre Else y unas memorias colectivas sobre una época y un
lugar determinados. La autora lo escribió cuatro décadas después de la
muerte de su madre, cuando ella misma era una mujer madura y contaba con la serenidad
de la distancia, que le permite hilvanar un texto que rebosa veracidad.
Además de sus recuerdos, emplea fragmentos de la correspondencia de la propia
Else, que reflejan la vitalidad de esta. La obra fue un best-seller en
Alemania, y ahora se traduce por primera vez al castellano como el lanzamiento
estrella de la temporada de dos pequeñas (y selectas) editoriales que se han
unido para la ocasión.
Una mujer distinta en
un mundo distinto
Me he interrogado una y otra vez sobre el secreto de su fascinación, se lo he preguntado a personas que tuvieron amistad con ella. Pero nadie, ni yo misma, ha sabido dar en el blanco. Es cierto que tenía una cara bonita, que era inteligente, ingeniosa, desbordante en su amor, su vitalidad y su generosidad. Ignoraba las convenciones, los cálculos, las pretensiones. Pero no era sólo eso. Tenía un carisma que no se explica con dotes físicas, humanas o intelectuales. Cuando trato de describirla para mí o para otros, vuelvo una y otra vez sobre la palabra «autenticidad». Else era —en un mundo de autoengaño, de disimulo y de hipocresía— tan auténtica y elemental como sólo puede serlo una criatura de la naturaleza. (P. 21-22)
La primera parte
se titula «Lo completamente distinto». Else podría haber sido una muchacha
judía alemana más, tranquila y fiel a las tradiciones, pero desde su infancia
mostró una atracción por todo aquello que se alejaba de su entorno. Para
empezar, la religión cristiana, con unas celebraciones navideñas que la entusiasmaban
de pequeña. Esa experiencia quedará en anecdótica al alcanzar la juventud, con
otros quebraderos de cabeza para sus padres: «Desde la más temprana edad se la
instruye y moldea para un matrimonio bien acomodado en el que no deberá ni
podrá ser otra cosa que hembra y madre» (p. 15). Mientras le buscan un buen
partido, Else se enamora de un dramaturgo, cristiano para más inri, por el que
abandonará la casa familiar. «Sus rizos cortos y tupidos eran indomables. No
eran lo único que no se podía domar en ella» (p. 11), reflexiona Schrobsdorff.
En efecto, a partir de este cruce de caminos con el primer hombre que ha de
marcar su existencia, Else se adentra en el
ambiente bohemio de Berlín. Los locos años veinte han comenzado.
—No puedes imaginarte cuánto nos divertíamos —dice Ilse. Me lo puedo imaginar perfectamente, ¿y por qué no deberían haberse divertido? Eran jóvenes, exaltados, confiados, egocéntricos, enamorados de la vida, enamorados del amor. Habían vivido la abdicación del káiser, los avatares y dolores de parto de la República de Weimar, la inflación, el paro masivo, el crac económico. No ganaban para sustos, y no obstante el grano que les salía justo el día de la primera cita con un hombre codiciado les era más importante que un acto de terror de las SA, por ejemplo. (P. 215)
Schrobsdorff
traza un espléndido retrato de aquella década a partir de la figura de Else: las fiestas, los placeres, el desorden, el
arte. Los romances se suceden; los embarazos, también. Else llega a compartir hogar con sus hijos, su segunda pareja, su ex y la nueva
compañera de este. Una vida fuera de lo común, pero que se sostiene por el
compromiso de todos los implicados. Else aprendió mejor que nadie que no hace
falta seguir unas pautas concretas para encontrar el bienestar personal, que se
puede ser feliz, o al menos algo parecido, actuando por instinto, sin
acomodarse a lo que la sociedad esperaba de ella. Fue valiente, sí, y su
posición le permitió serlo. Mientras devenía una mujer pionera en el disfrute de su independencia, se alejaba
del modelo tradicional de esposa y madre («Sólo había conocido la lucha y la
victoria en el terreno del amor, del placer y de la diversión, no en el de la
vida cotidiana. No estaba preparada, no estaba armada para esa vida», p. 162),
y para ello fueron fundamentales los lazos de amor y amistad. Con todo, no
estuvo exenta de decepciones: vivir con intensidad también tiene su
contrapartida, y muy pronto tuvo que conocer la pérdida y el desamor («Eras un
hombre —escribió entonces con sabio presentimiento— a quien querer… un
cristiano, un artista, pero no un marido», p. 63).
Y la guerra lo cambió
todo
Si en la primera
parte la autora muestra a una Else jovial, indómita y nada convencional en el
Berlín de los años veinte, en la segunda mitad se produce un giro de ciento
ochenta grados, marcado por la llegada de Hitler al poder. Paradójicamente,
Else (y con ella sus hijos), que nunca ha venerado la fe judía, se ve amenazada
por esta razón. Gracias al estatus de su última pareja, el padre de Angelika, había
llevado una vida acomodada y sin preocupaciones, una vida que se verá forzada a
abandonar para marcharse a Sofía, Bulgaria, con sus dos hijas. El hijo mayor,
por su parte, vaga solo por Europa, otro motivo de preocupación para Else («El otro
día leí en un libro: “El amor de madre siempre es un amor infeliz”. Yo también
he tenido ocasión de comprobarlo…» p. 547). En Sofía, madre e hijas se acostumbran a una existencia modesta,
en constante alerta por los bombardeos y las persecuciones, que llegará al
límite cuando se tengan que refugiar en el campo («Por todas partes hay horror,
toda la vida es un horror. Nuestra equivocación consiste en que cuando somos
jóvenes pensamos que la vida es bella», p. 557). La capacidad de adaptación define
a Else: a pesar de todo lo que le ocurre, se mantiene fuerte.
¿Por qué escapé yo —de la forma que fuese—? Yo, que fui tan mala hija y madre. ¿Alguna vez he hecho algo que haya tenido un sentido y valor profundos? ¿No ha sido mi vida más que una cadena de locura, superficialidad, egoísmo, ansia de placer, delirio erótico? ¿Tú también ves con tanta claridad todos tus errores y te siguen torturando como a mí? Yo sólo veo mis errores y nada, absolutamente nada, en lo que pudiera sostenerme, de lo que pudiera decir que estuvo bien y fue decente. No obstante, a veces ni siquiera me arrepiento. Fue, a pesar de todo, bello. (de una carta de Else, pp. 557-558).
El libro narra el auge y la caída de Else: su plenitud
y su decrepitud, su consecución de una vida libre y la anulación de su carácter
arrollador como consecuencia de la pérdida (de sus seres queridos, de su hogar,
de todo lo que dejó atrás). Y, aun así, es consciente de que tuvo suerte, a
diferencia de muchos de sus coetáneos («Basta ya, hay personas que han sufrido
mucho más que yo. Y, sin embargo, la vida ha sido bella», p. 567). Esta caída
de Else se puede leer a su vez como la
caída de la Alemania intelectual y esplendorosa de entreguerras, la
Alemania que quedará manchada por el nazismo y tardará años en recomponerse. Uno
de los aspectos más inquietantes del ascenso al poder de Hitler, de hecho, es
que se produjo en un momento y un lugar civilizado y cultivado. Tú no eres como otras madres plasma el
antes y el después de una sociedad que no volverá: el oasis de los años veinte
y el horror de la Segunda Guerra Mundial («Nunca comprenderás lo que puede
hacer una guerra perdida», p. 585).
Aunque
el libro se centra en Else, para la autora resulta inevitable hablar asimismo de
los allegados de la protagonista, sobre todo de sus hermanos y ella misma, los hijos de Else: los tres tienen una
juventud mucho más dura que la de su madre, una paradoja que no resulta fácil de asimilar. Ya no hay
confianza en el progreso, el nazismo ha destruido la esperanza de un futuro
mejor. El mayor, Peter, vaga por Europa; es rebelde como lo fue su madre, pero
en un tiempo menos favorable para las almas libres. La segunda, Bettina, es la
más calmada, la que en apariencia sobrelleva mejor la situación, pero la
contienda será feroz con ella. Angelika, la pequeña, creció como una niña
mimada y caprichosa —son reseñables las escenas en casa de los abuelos paternos, que
celebraban la Navidad con ostentación y repartían sacos llenos de regalos para
todos— y se convierte en adulta en Bulgaria. Su vida es la de alguien que en su
infancia ha tenido todos los lujos posibles y de pronto los pierde, sin tener
aún madurez para aceptarlo. Aun así, su estancia en el campo le enseñará nuevos
valores, como explica en el siguiente fragmento:
Para mí, Bujovo fue una revelación. Nunca antes y nunca después he estado más cerca de la vida que allí, me he sentido tan libre, tan segura, tan física y anímicamente sana, tan despreocupadamente feliz. Bujovo me enseñó lo que es la vida en su forma primigenia, lo que pueden ser las personas que viven desde el corazón. Nunca antes y nunca después he conocido una generosidad tan desinteresada como la de esos campesinos sin recursos, nunca una actitud tan noble frente a personas extrañas de las que sólo sabían que pasaban necesidad, nunca una empatía tan profunda y genuina. (P. 470)
El legado de una madre
singular
Angelika Schrobsdorff |
Schrobsdorff
narra la vida de su madre con un estilo
lúcido y reflexivo, que ahonda en el sufrimiento pero también en la fuerza
arrolladora de ser uno mismo, sin miedos. Las páginas están llenas de oportunas
observaciones sobre los acontecimientos, fruto de la meditación acerca de Else
y acerca de la autora para con su propia vida. Else, en efecto, no es como otras madres,
pero no porque se despreocupe de sus hijos o carezca de afecto por ellos, sino
porque eligió un rumbo independiente y menos conservador que el
de sus antepasados («Ser libre y autónomo son cosas que a una no la decepcionan
nunca. Ojalá lo hubiera sabido antes y no hubiese estado siempre tan
consentida.», p. 575). En el fondo, lo que la autora aprende de su madre es
eso: la valentía, la confianza en uno mismo, la elección de una existencia
sin ataduras involuntarias («Siempre que he seguido los consejos ajenos en vez
de mi propia intuición e instinto me he equivocado», p. 347). Else se adelantó
a su tiempo, y dejó un testimonio inspirador para las siguientes generaciones. Un libro memorable sobre una mujer memorable.
Fotografías
de Berlín en los años veinte y treinta (fuente).
Dices: "Uno de los aspectos más inquietantes del ascenso al poder de Hitler, de hecho, es que se produjo en un momento y un lugar civilizado y cultivado". Pero no olvidemos que era también el momento de una tremenda crisis económica y de la humillación que supusieron para Alemania las condiciones del Tratado de Versalles. Es una constatación muy triste pero las condiciones de vida siempre serán más importantes para la mayoría que todo lo demás...
ResponderEliminarsaludos
Sí, tienes razón, las condiciones de la República de Weimar siempre fueron frágiles. En el libro se muestra muy bien la evolución de esos años, cómo se fue complicando todo.
EliminarMuy pero muy interesante este libro. Otro que me llevo bien anotado.
ResponderEliminarBesotes!!!
Para mí ya es uno de los libros del año. No te lo pierdas.
EliminarHabía estado esperando encontrar un momento tranquilo para leer esta reseña y ha merecido la pena. El análisis que has hecho me ha parecido apasionante, así que no sabes con que ganas me dejas de leer la novela. Aquí en Alemania lo van a reeditar a final de año, así que esperaré a ver, porque ahora mismo solo está disponible en bolsillo y tiene una letra bastante pequeña.
ResponderEliminarGracias por el descubrimiento Rusta:)
Me parece una apuesta segura. Una de las mejores novelas que he leído en mucho tiempo: por la protagonista, por las reflexiones planteadas, por el pedazo de historia que retrata, por la "verdad" que rebosa en cada página... Un gran libro.
EliminarLo estoy leyendo, voy ya por la mitad, coincido totalmente contigo. Además, disfruto su lectura por la forma de narrarlo.
ResponderEliminarEs que está muy bien escrito. Tengo curiosidad por el resto de su obra, a ver si se animan a traducirla.
EliminarApasionante y doloroso. Un bello recorrido por la vida de una mujer libre, por la Alemania prebélica, etc. Interesante y necesario.
ResponderEliminarTotalmente. Es un libro "necesario" por tantos motivos...
Eliminar
ResponderEliminarExcelente,novedoso punto de vista,la incidencia del nazismo
En la vida cotidiana de una familia rica sin ideologia,no se a quien dar las gracias,sin duda a la autora,de la que no sabia nada.
Me alegra que lo hayas disfrutado. La autora fue muy generosa al contar la historia de su madre con tanta honradez.
EliminarApasionante lectura, una mujer que vivió el aquí y ahora, sería lo que llámanos conciencia plena. El libro es todo emoción.
ResponderEliminarAbsolutamente. Una mujer llena de vida.
EliminarVoy casi por la página trescientos y se me está atravesando. De verdad que necesitaba leer esta reseña o algo así para animarme porque me están entrando ganas de tirarlo por el balcón. Else me parece frívola, Angelika mimada, un mundo de burgueses privilegiados ajenos a su propia realidad. Aunque reconozco que está muy bien escrito, se me atraviesa y no sé... gracias por la reseña
ResponderEliminarA mi tb, llevo 100 páginas y buscando ánimo para seguir...y eso q lo cogí con ganas. Lo seguiré intentando.
ResponderEliminarA mi me pasa igual. De hecho estaba buscando críticas y ya pensaba q soy la única a la que le está costando. Voy por la 160 y a ratos me atrapa y otros me da una pereza infinita. Está bien escrito pero no se pq no me atrae. Quizás es q no es mi momento
EliminarPues tengo q rectificar lo escrito anteriormente. Ya lo terminé y vale la pena acabarlo. Creo q al principio me costó pero pq yo andaba dispersa.
EliminarMe ha sorprendido como vivian todo lo q sucedia a su alrededor y q parecia q no querian darse cuenta de lo grave q iba a ser todo. Aunque el libro me ha gustado no me gusta como actuó Else, si, vivió como si estuviera en otra época pero no me gusta como es con sus hijos. No entiendo q se vaya d viaje y los deje durante bastante tiempo. Será conservador mi comentario pero así lo siento.
Lo q está claro es q fué una mujer distinta y atrevida
A mí como a vosotras se me ha atragantado en varios momentos uno ha tomado vuelo casi casi nunca, aunque sí en algún breve momento. Todo lo que sucede es normal y verosimil, incluso el comportamiento de Else que como mujer burguesa que era dejaba a sus hijos por un tiempo al cuidado de otros (abuelos, parejas, servicio...) igual igual que hoy hacen quienes se lo pueden permitir.
EliminarLe doy más valor a su escritura: la narración en 1a y 3a personas debidamente distribuidas, la inclusión de cartas como manera de incluir otro yo en el relato, y... poco más.
Un abrazo
Una vez terminado, me ha parecido una novela excelente. Pero tengo que reconocer, como otros lectores, que la primera parte me ha costado mucho trabajo, he juzgado a Else y su grupo con mucha dureza, no me cabe en la cabeza, esa juventud que vive en su burbuja y sólo se preocupa por divertirse, cambiar de amantes y asistir a fiestas. No asimilo algunas actitudes de Else que la colocan ante su familia con una total y absoluta falta de responsabilidad (ojo, no falta de cariño, porque es verdad de era una mujer muy amorosa) y en determinado momento creo que su independencia es bastante ficticia, pues no deja de depender económicamente de sus hombres durante toda su vida (no la hemos visto trabajar ni una vez).
ResponderEliminarPero claro, luego llega la segunda parte y la Else de la madurez recoge todos los frutos sembrados. Sufre con una hija arisca en huída constante de los problemas, sufre la culpa por la pérdida de aquellos a los que piensa que no dedicó suficiente atención y sufre por la dependencia económica en la que la deja la madurez. Pobre Else.
Aquí es donde el personaje se hace inolvidable.
Además me gustaría reseñar la extraordinaria franqueza y generosidad con que la autora narra sus errores personales, que no vacile en reconocer su rechazo a su madre, que nos muestre a una Else con sus luces y sus sombras, creo que eso solo lo da la madurez.