Edición:
Errata naturae, 2016 (trad. Regina López Muñoz)
Páginas:
192
ISBN:
9788416544066
Precio:
19,00 €
Resulta curioso que las palabras parezcan una necesidad, un consuelo, al mismo tiempo que encarnan una equivocación, un desliz, una fuente de incomprensión. Me dejan perplejo y consternado la desenvoltura oratoria, esas bocas llenas de sí mismas, esas voces que lucen, que proclaman alto y claro su pertenencia a la «realidad» —quiero decir a la autoridad—. Naturalmente, ante este vasto ruido demasiado bien ordenado se abren abismos, y no me creo ni una palabra. Creo en el balbuceo, en la palabra hecha añicos entre sus zarzas y su maleza. Creo en una verdad total y absoluta, y perfectamente inefable.
Es
más difícil explicar cómo son los libros de Frédéric Pajak (Suresnes, Francia,
1955) que acercarse a una librería, hojearlos y descubrirlo por uno mismo. El
autor escribe y dibuja, el texto dialoga con las ilustraciones —siempre en
blanco y negro, oscuras, como de periódico antiguo, siempre reproducciones de
lugares y personas, siempre con un aire entre melancólico y triste, evocando
una época del pasado—, pero esa no es su mayor particularidad. Algunos lo han
bautizado como «ensayo gráfico»,
aunque tampoco se trata de un ensayo convencional acompañado de imágenes. En La inmensa soledad (2011; Errata
naturae, 2015), la publicación con la que se dio a conocer en España, Pajak
entremezcla vivencias personales con episodios de la vida del filósofo alemán Friedrich
Nietzsche y el escritor italiano Cesare Pavese, todos ellos vinculados a la
ciudad de Turín, donde Nietzsche perdió la razón y Pavese se suicidó. Para
llevar a cabo este singular collage (de
épocas, orígenes, ideas y géneros), combina la narración, entre biográfica, íntima y reflexiva, con citas de la bibliografía de los protagonistas o de quienes han hablado sobre ellos. No aspira a trazar
un retrato completo, sino a construir un discurso único gracias a esta mezcla
de elementos concebida con verdadera maestría.
Cada ser humano es un
pedazo de carne palpitante de nuestra humanidad. Carecemos de valor, porque
nada valemos. Nuestra palabra es vana. Por eso hablamos de más.
Pajak
utiliza la misma técnica en Manifiesto
incierto (2012; Errata naturae, 2016), obra magna y ambiciosa que comenzó a
planificar en su juventud y por ahora cuenta con cuatro volúmenes, de los que este
año se ha traducido el primero. Si explicar cómo son sus libros es difícil,
concretar de qué van no se queda atrás. En esta ocasión, el centro de la
narración, además de sí mismo, es el filósofo Walter Benjamin. Sin embargo, al
igual que ocurría en La inmensa soledad,
no se puede tildar de obra sobre
Benjamin. Lo que hace Pajak es más original que una biografía al
uso. Su punto de partida es la
vulnerabilidad del ser humano frente a los totalitarismos. Los que
experimentó Pajak en su infancia, cuando vio a un compañero atizar a una niña
judía, o en su juventud, cuando viajó a la Italia de los años de plomo. Ahí se empezó
a gestar este manifiesto. Las ideologías, también, que marcaron la trayectoria
de Benjamin, judío y marxista, que no pudo regresar a Alemania tras el ascenso
de Hitler al poder. Pero, de nuevo, tampoco es una crónica sobre el nazismo. Más bien se trata de una aproximación al modo en
que la opresión se cierne sobre la vida, la de los años treinta o la de hoy,
porque el fascismo no termina con el fin de las dictaduras: es asimismo una
elección individual que se expresa a través del comportamiento.
Podemos
amar el trabajo, la rigidez de los gestos obligatorios. Podemos también amar el
caos, la duda, la torpeza, el error. Podemos amar no elegir, o incluso elegir
no elegir.
Frédéric Pajak |
La
predilección de Pajak por hombres
«atormentados» de la intelectualidad europea no pasa desapercibida. Él mismo, según sus narraciones, también
se considera como tal. Quizá de ahí surgen los
dibujos sombríos y el tono pesimista de la escritura. Sus obras son
profundas, introspectivas; el resultado de alguien acostumbrado a mirar hacia
dentro, a no quedarse con la primera impresión. Por eso traza perfiles tan personales,
por eso sabe relacionar lo que en apariencia no tiene ningún vínculo. Épocas,
personas, lugares, idiomas. Este Manifiesto
incierto se compone de fragmentos breves, que comprenden desde
observaciones sobre lo cotidiano (como la estancia de Benjamin en Ibiza) a
meditaciones existenciales, pasando por las referencias a otros artistas o
pensadores que complementan la narración. El autor lo define como una
«evocación de la historia borrada y de la guerra del tiempo» (p. 10). Además de
«evocación», se podrían añadir palabras como «diálogo» o «encuentro»: construye
un discurso con sentido pleno a partir de la historia y de sí mismo, de modo
que dialoga, crea un punto de encuentro literario, establece un nexo entre
ambos. Y ese nexo, en este Manifiesto
incierto, se llama duda, desencanto, horror.
Citas en cursiva de las pp. 22, 87 y
102.
Siempre descubriéndome libros, autores... Y siempre dejándome con ganas.
ResponderEliminarBesotes!!!
Pajak ya tuvo cierto éxito el año pasado con "La inmensa soledad" (fue portada de Babelia, si no recuerdo mal). Tanto este como el nuevo son muy interesantes.
EliminarHola
ResponderEliminarAhora que reseñas el libro con detalle, me reafirmo en lo que dije en la post que comentabas que era un libro recomendable, sin duda es un libro que buscaré, La combinación de dibujo, literatura y política/filosofía se me hace irresistible. Gracias
Sí, es bueno, muy bueno. Una combinación de dibujo, texto, reflexión y biografía muy bien concebida.
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