Edición: Libros del Asteroide, 2017 (trad.
Carlos Manzano)
Páginas: 272
ISBN: 9788417007232
Precio: 19,95 € (e-book: 10,99 €)
Giorgio Fontana (Saronno, 1981) firma uno de los proyectos más inteligentes, frescos y pertinentes de la narrativa actual con dos obras,
independientes pero complementarias, sobre el sentido de justicia: Por ley superior (2011; Libros del
Asteroide, 2017) y Muerte de un hombre feliz (2014; Libros del Asteroide, 2016), que han recibido varios premios
en Italia y se han traducido a diversos idiomas. La segunda –la primera en
publicarse en castellano– se sitúa en los años de plomo y se inspira, en parte,
en los magistrados de Democracia Cristiana asesinados por un grupo terrorista. Por ley superior transcurre en el presente y explora tensiones como la inmigración, las
desigualdades sociales y la ineficacia del poder judicial. Comparten, sin
embargo, un planteamiento en torno a una investigación (los protagonistas,
ambos fiscales, son amigos y se cruzan referencias en sus historias),
que sirve de pretexto para abordar los grandes dilemas de su profesión.
En
Milán, Roberto Doni, un fiscal ya veterano, trabaja en un caso en principio fácil
de resolver: un joven albañil tunecino ha asumido su culpabilidad en un ajuste
de cuentas y el abogado defensor no pone mucho empeño en demostrar lo contrario.
Con todo, el asunto se complica con la entrada en escena de una periodista
treintañera, Elena, que asegura a Doni que el chico es inocente y le pide que
no lo condene. El fiscal se halla en una situación incómoda: ante la incompetencia
del abogado, Elena ha recurrido a él, pero no le aporta ninguna prueba sólida,
más allá de su convicción y su amistad con las personas del entorno del acusado,
que no se atreven a declarar. Sería sencillo ignorar las palabras de
la chica y hacer como si nada; nadie se molestaría por un magrebí más en prisión. No
obstante, a lo largo de este relato Doni cambia de opinión. Es consciente de
que los inmigrantes acusados tienen dificultades añadidas, como los amigos que
no prestan declaración por su condición de ilegales, o los contactos turbios que se
ven obligados a establecer para subsistir cuando llegan al país. Quizá ese chico
sea de verdad inocente. Y quizá la justicia consista en algo más que aplicar
las leyes.
Para
Doni, «la Justicia y la ley pueden diferir de forma significativa, pero en
estos tiempos vacíos la interrogación sobre la primera ha de reducirse por
fuerza al respeto de la segunda» (p. 77). El caso del albañil tunecino le hace
cuestionar esta máxima. Doni tiene más de sesenta años, un matrimonio duradero,
una trayectoria sin tacha. La novela empieza con una referencia a los clavos
que sostienen el Palacio de Justicia; todo ello evoca la firmeza, la estabilidad, el
camino seguro. A la vez, representa una antigüedad, una tradición que corre el
peligro de anquilosarse. Tiene que entrar aire fresco en el edificio, en forma de
una periodista joven y un tanto idealista, para que el fiscal tome conciencia del mundo
que está más allá de esas paredes. O, más que para que tome conciencia (no es
ningún ignorante), para recordárselo. Porque Doni es un hombre bienintencionado, íntegro.
Ese es uno de los aciertos del autor: un protagonista sensible a las
injusticias, pero con la racionalidad necesaria para su cargo. Alguien que quiere
hacer las cosas bien, aunque conoce los riesgos que eso conlleva.
Fontana
contrapone la justicia sobre el papel, el código penal, con la idea de justicia como ética o moral, esa «ley superior» que no siempre va de la mano de las normas
escritas. No solo se trata de si el tunecino es culpable o no, sino, y
sobre todo, de los puntos débiles del proceso, la revelación de que la ley humana
favorece al privilegiado y en ocasiones deja sin escapatoria al inocente (una
reflexión aplicable a numerosos casos de actualidad, lo que pone de manifiesto la
oportunidad de la novela). Ante esta descompensación, el fiscal se arriesga a
perder su prestigio; el «salvador» de un inmigrante nunca se convierte en héroe,
y menos todavía cuando en el otro bando hay una familia burguesa. Este
rol (complejo) de Doni es otro asunto reseñable: cómo un hombre experimentado, tranquilo y
prudente, acostumbrado a una manera determinada de trabajar, cruza la frontera
en un punto de su vida en el que no tendría por qué hacerlo, y a pesar de que los suyos en
general le aconsejen lo contrario.
Elena,
además, hace salir del despacho a Doni en sentido literal: lo lleva al barrio
del chico tunecino, para que conozca su día a día y hable con sus allegados. «Este
barrio es algo más que los sucesos que se producen en él» (p. 100), dice la
periodista. Inmigración, pobreza, delincuencia; la realidad de la calle en un
Milán que podría ser cualquier ciudad de Occidente, una ciudad de contrastes en
la que sus gentes rara vez se mezclan. Aún hay otra confrontación, de tipo
generacional, encarnada en los dos protagonistas: por un lado, Doni, un hombre progresista
que hizo carrera y prosperó; por el otro, Elena, joven y humilde, perteneciente
a una generación lastrada por la falta de oportunidades, una mujer implicada y
entusiasta, pero no ingenua. Está también la hija de Doni, estudiante de
posgrado en Estados Unidos: hay un distanciamiento entre padre e hija, y con
esta peripecia Doni se acerca más a ella, aunque solo sea en su capacidad para entenderla.
Sin caer en los clichés, Fontana retrata a unos personajes representativos de
la sociedad plural, profundamente humanos, con los que la empatía y la
identificación surgen sin esfuerzo.
Giorgio Fontana |
Fontana
no solo sobresale por su agudeza para reconocer y desarrollar un tema clave de esta
época: destaca asimismo por la forma de vertebrar una novela en torno a ello.
Por su estilo depurado, claro, preciso, diáfano, sin esa tendencia a la verbosidad de
los narradores mediterráneos. Por una construcción paulatina, sosegada, que mide los
tempos del protagonista y muestra con sutileza cómo un mensaje o una charla con
el dueño del bar inciden en él. Por su hondura. Ha escrito dos obras
espléndidas y conmovedoras, prueba de su madurez como escritor; Por ley superior y Muerte de un hombre feliz son mucho más que una intriga judicial y mucho
más que una crítica social. Literatura que remueve, que da en el blanco: «Nunca hay una opción justa
para todos. […] Debes decidir qué es lo más importante» (p. 246). Es un tópico considerar
a un autor «uno de los mejores de su generación», pero Giorgio Fontana lo es
sin ninguna duda.
Pues nada, tendré que apuntar bien el nombre de este autor y buscar alguno de sus libros, que me has convencido.
ResponderEliminarBesotes!!!
Me alegra que te haya interesado. Es aún muy desconocido en España, pero confío en que poco a poco consiga un público fiel. Estas dos novelas distan mucho de ser "comerciales", aunque eso las hace más interesantes a mi juicio.
EliminarCompré este libro en diciembre del año pasado. Pero es uno más de los muchos comprados pendientes de leer. Pero tras este comentario tendré que ir buscando un hueco
ResponderEliminarMuchas gracias
Harás bien en hacerle un hueco. Además, tiene un estilo muy fluido, nada árido, que se lee con mucho gusto. A mí me ha gustado incluso más de lo que esperaba.
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