Edición: Gatopardo, 2018 (trad. Irene Oliva
Luque)
Páginas: 334
ISBN: 9788417109493
Precio: 20,90 €
Quédate conmigo (2017), la primera novela de Ayọ̀bámi Adébáyọ̀ (Lagos, Nigeria, 1988), finalista del Baileys Women’s Prize for Fiction, se enmarca en las historias sobre mujeres «atrapadas» en una sociedad patriarcal, con la particularidad de situarse en Nigeria,
un país donde perviven tradiciones que para los lectores occidentales resultan
ajenas. Desde el principio sabemos que Yejide, la protagonista, se liberó: su
relato comienza en 2008, con un regreso a ese lugar que abandonó quince años
atrás. No obstante, cabe preguntarse cómo lo consiguió y a qué precio; no hay
ruptura inocente. Eso nos lleva a la trama principal, el pasado, entre finales
de los ochenta y principios de los noventa, una época convulsa para el país.
Por aquel entonces, Yejide era una joven recién casada con Akin, al que había
conocido en la universidad. Estaban muy enamorados y, además, conformaban un matrimonio «moderno» con respecto a sus progenitores: ambos, al ser personas
cultivadas, trabajaban y rechazaban la poligamia. Pero todo se complicó cuando
ella no conseguía quedarse embarazada.
La
novela está narrada en primera persona, alternando los puntos de vista de ambos
cónyuges, con predominancia de Yejide. En general, tiene un planteamiento
bastante interesante y la primera parte (unas cien páginas) no está mal: ante
la imposibilidad de concebir, los parientes se entrometen en el matrimonio e
imponen la llegada de una segunda esposa. Ni siquiera el marido está de
acuerdo, pero la presión familiar (sobre todo, de las mujeres de la generación
anterior: madre, tías, madrastas, forzadas a su vez a compartir a su esposo) lo
obliga a aceptarla. El mundo de Yejide se viene abajo: después de estudiar, de
regentar su propio negocio, de pensar por sí misma, se ve tan anulada como muchas
mujeres antes que ella. Hay una tensión entre la progresiva emancipación de las
chicas y las costumbres autóctonas; la occidentalización se resiste a
instalarse del todo, del mismo modo que las circunstancias políticas se
resisten a estabilizarse; es un periodo de transición en más de un sentido.
El
retrato de Yejide en esa primera parte muestra las presiones
hacia una mujer de la época. Para empezar, los orígenes: el hecho de ser
huérfana de madre (y, por lo tanto, de haber sido criada por las otras esposas
del padre, celosas, resentidas, que no adoptaron nunca una actitud «maternal») la
vuelve más vulnerable; carece de un apoyo femenino incondicional. En segundo
lugar, la «culpa» por no quedarse embarazada: aunque se hizo las pruebas
pertinentes y en teoría carece de problemas para concebir, la señalan a ella.
Prevalece la idea de que una mujer no vale nada si no tiene hijos, por mucho
que ni ella ni el marido den tanta importancia a la descendencia. A
continuación, el tema de la segunda esposa. El matrimonio de Yejide y Akin fue
por amor, no por conveniencia, de modo que la entrada en escena de un miembro
indeseado por ambos resulta humillante. El peso de la institución
familiar, las estructuras anquilosadas, pone frenos a una pareja que se ha
esforzado por construir una sociedad con más libertad y oportunidades para las
mujeres. Como consecuencia, Yejide, joven fuerte y preparada, cae en la
desesperación que había controlado con su educación: reacciones viscerales como
los celos y la violencia (hay mucha violencia, física y verbal, entre mujeres), la irracionalidad (en su turbación, recurre a las creencias míticas, como sus
antepasadas) y la enfermedad. Incluso una «nueva mujer» como ella puede caer en
todo eso.
Hasta
ahí, bien: una novela correcta sobre las ataduras de una nigeriana moderna. Sin
embargo, en conjunto, Quédate conmigo
es una oportunidad fallida. Se desmorona de la segunda parte en
adelante, sin repuntar en ningún momento. De pronto, muchos giros, sin
controlar el ritmo (en un capítulo de cinco páginas pueden ocurrir varios
sucesos trascendentales, sin margen para asimilarlos, para darles tempo). Y, lo peor, esos giros argumentales son puros clichés de telenovela.
Sentimentalismo, afectación, lágrimas y más lágrimas. El problema no es un
aspecto concreto, sino la «proyección» de la obra: está concebida como un
melodrama con intrigas (manido y chapucero), no tanto como una novela realista
con perspectiva de género, como podrían ser las de Chimamanda Ngozi Adichie (que
la autora considera un referente) o Elena Ferrante. Hace un tratamiento acrítico
y emotivo de la maternidad; el trasfondo sociopolítico (golpes de Estado y
demás) no se integra lo suficiente en los acontecimientos de la vida de los
protagonistas. En cuanto al motivo por el que ella no se queda embarazada,
cuesta creer que una mujer que ha ido a la universidad y tiene un centro de
belleza (ambiente femenino), desconozca hasta ese extremo la intimidad. No
convence nada.
Ayọ̀bámi Adébáyọ̀ |
Por
lo demás, Adébáyọ̀ es una narradora solvente, aunque su estilo tiende a la cursilería; se echa en falta un trabajo de edición más exhaustivo para pulir frases como estas: «Tenía unos ojos pequeños que nadaban en un charco de lágrimas estancadas que se negaban a caer. El brillo de sus ojos emitió un destello al anunciar la noticia» (p. 79), «el silencio glacial se derritió en palabras cálidas pronunciadas con dulzura» (p. 85), «El placer estaba suspendido por mi ardiente esperanza de que todo sería perfecto» (p. 129), por ejemplo. Al libro le sobra sensiblería en contenido y forma. Los personajes, planos y previsibles: la mujer oprimida, el marido débil y cobarde, la suegra entrometida… Maniqueísmo. El rol de la segunda esposa se desaprovecha. La historia llega a resultar inverosímil por sus continuas tragedias y la ligereza con que se plasman. Una lástima, porque el planteamiento funcionaba.
Pues sí, una lástima, porque estaba pintando bastante bien.
ResponderEliminarBesotes!!!
Melodrama puro. Esperaba más de un libro que ha recibido tan buenas críticas, la verdad.
EliminarYo también. Pero no transmite, a pesar de la dureza de los acontecimientos no transmite. Narrativamente hablando, muy correcta.
EliminarMe viene de camino y ahora me quedo un poco chafada, porque no me apetece leer un libro plagado de cursilería y melodrama (los ejemplos que has puesto me desaniman bastante). Cuando llegue veré si finalmente me lo quedo :-(
ResponderEliminarBueno, si ya lo has pedido no pierdes nada por leerlo. A muchos lectores les ha encantado, así que quién sabe...
EliminarNo estoy para nada de acuerdo con tu reseña. Me parece que obvias lo que el libro tiene más acentuado, lo que hace que te deje un perfume agradable tras leerlo: la poesía. El trasfondo del pensamiento mágico de una sociedad que, aunque no lo parezca, está imbuida de ritos y de imágenes que se remontan a muchos siglos atrás. La duda, como elemento que guía las conductas. La visión del hombre como antagonista y, a la vez, como víctima. No he visto tal maniqueísmo, ni me parece que sea sensiblero el tono. Pero en esto de leer hay tantas opiniones como lectores. Y lectoras.
ResponderEliminarAna María Matute decía que "Nadie lee nunca el mismo libro". Si a ti te ha gustado, me alegro por ti :).
EliminarPues anda que me quedo con dudas. Había visto buenos comentarios, pero te tengo por muy fiable, así que cuanto menos no me voy a precipitar con este libro, y mira que yo soy floja con la sensiblería, pero que me la den bien envuelta, por favor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Vas a tener que leerla para sacar tus conclusiones, je, je :).
EliminarJodía 😜😉
Eliminarestoy totalmente de acuerdo con la reseña. el libro pierde fuerza según va avanzando y decepciona por mucho que haya recibido distintos premios. Si hay que remitir a otro nombre que no sea la gran Chimamanda yo remitiría a Noviolet Bulawayo y su necesitamos nombres nuevos en Salamandra
ResponderEliminarDe nigerianos, me quedo con el gran Chinua Achebe
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