Edición:
Libros del Asteroide, 2016 (trad. Carlos Manzano)
Páginas:
352
ISBN:
9788416213665
Precio:
21,95 € (e-book: 12,99 €)
Se
suele decir que el principal valor de un editor es su capacidad para detectar
el talento ajeno y «descubrir» nuevas voces. Sin cuestionar esta idea, también resulta
importante que el editor sepa qué obras ya conocidas deben ser reeditadas para
que formen parte del bagaje lector de las generaciones de hoy en día. No todas
las recuperaciones están justificadas, no todo lo que se promociona como un «clásico
moderno» lo es. Con todo, aquí tenemos un ejemplo de una excelente decisión: el relanzamiento
del primer volumen de las memorias
de la poeta, cantante, bailarina y actriz Maya Angelou (San
Luis, Misuri, 1928–Winston Salem, 2014). Yo
sé por qué canta el pájaro enjaulado se publicó en 1969 y ya había sido
traducido al castellano, pero llevaba años descatalogado (la edición más
reciente era de Lumen, 1993). Esta obra, que toma el título del poema «Sympathy»,
de Paul Laurence Dunbar, abarca desde la infancia hasta los dieciséis años de
la autora, y, como dice Toni Morrison, es importante, entre otras razones, por «abrir
el camino de la escritura a las mujeres afroamericanas de Estados Unidos».
Maya
Angelou pasó la mayor parte de su infancia en el pueblo de Stamps, en Arkansas,
junto a su hermano Bailey, solo un año mayor que ella. Sus padres se habían
separado, y los niños se fueron a vivir en casa de la abuela paterna, llamada
la Yaya. Los primeros recuerdos de la autora se encuadran en esta zona rural y
empobrecida, en la que negros y blancos vivían separados, física y
simbólicamente. «Éramos criadas, granjeras, mozos y lavanderas, y cualquier
aspiración a algo superior era ridícula y presuntuosa» (p. 220), reflexiona
Angelou. Entre los negros, además, existía una jerarquía propia, en la que la Yaya,
que regentaba una tienda, era una mujer respetada. No obstante, a pesar de la
relevancia de la segregación social, Angelou no cae en la tentación de limitarse a denunciar las
desigualdades. Yo sé por qué… es,
ante todo, un memoir sobre cómo una
niña, una niña negra de Arkansas, aprende a estar en el mundo a partir de la
observación del comportamiento de los adultos y sus relaciones de poder. Muestra,
por lo tanto, su sorpresa ante los hallazgos cotidianos, la progresiva pérdida de inocencia y, en definitiva,
la inseguridad de quien se abre a la vida.
Todo
empieza por la familia. Bailey, el
hermano, es su primer amor: comparten juegos y confidencias, aunque Maya se
vuelve más introvertida tras sufrir una experiencia traumática (lo que
acentúa su afición por la lectura). En segundo lugar, la Yaya aparece como una
presencia omnipotente, una señora de temperamento fuerte, poco afectuosa, entregada al cuidado de los nietos. Como las mujeres que han vivido siempre en
el pueblo, «Su mundo lindaba por todos lados con el trabajo, el deber, la
religión y “su lugar”» (pp. 75-76). La autora, a propósito, reflexiona sobre la
fortaleza atribuida a las mujeres negras, un rasgo que suele
verse con desagrado. Ella lo asocia a las condiciones de vida, unas
circunstancias que las han obligado (también a la propia Maya) a desarrollar
este carácter como forma de supervivencia. No solo es una cuestión de discriminación,
sino de clase: son trabajadoras y humildes, desde pequeñas aprenden
que nadie les pondrá las cosas fáciles.
A
medida que se adentra en la adolescencia, Maya asume su triple identidad de mujer, negra y pobre; tres facetas problemáticas.
De entrada, se encuentra desprotegida frente a los potenciales acosadores en
una época en la que impera el desconocimiento sobre el tema y las víctimas son
muy vulnerables. Además, a medida que toma conciencia de su cuerpo, le preocupa
no convertirse en una mujer «normal» (sic): es alta, grandota y poco «femenina».
Nadie le ha hablado de la intimidad con el sexo opuesto, lo que le produce una
gran angustia. Estos valores son fruto de una sociedad profundamente religiosa
y tradicional, que inculcaba a las chicas una educación poco práctica, que incidía en un concepto ya entonces anticuado de la feminidad al que ni
siquiera podían aspirar («nosotras quedábamos rezagadas
aprendiendo los valores victorianos y sin apenas dinero para abandonarnos a
ellos», p. 130). Maya, en el colegio, era una estudiante ejemplar, pero esto no
bastaba para equilibrar su preparación con la de las muchachas blancas. Aun así,
se convierte en una mujer valiente y de valores nobles a pesar de las
circunstancias, o quizá precisamente como resultado de estas.
El
racismo tampoco se queda atrás. La
separación territorial era extrema hasta el punto de afirmar «Recuerdo
no haber creído nunca que los blancos fueran de verdad reales» (p. 38). No solo
los blancos desconocían a los negros, sino que estos, por imposición, desconocían a los blancos y construían un imaginario en torno a ellos. La
discriminación étnica, sin embargo, no era una constante para Angelou: en su niñez
apenas salió de Stamps, por lo que estaba bien integrada en la comunidad negra.
La conciencia de ser negra, y de que ser negra conlleva problemas sociales, solo
ocurre en ocasiones puntuales, cuando entra en contacto con algún blanco,
cuando se construye la «diferencia». La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi
Adichie capta a la perfección esta sensación en su novela Americanah (2013): «Yo
vengo de un país donde la raza no era motivo de conflicto; no pensaba en mí
como negra, y me convertí en negra precisamente cuando llegué a Estados Unidos»
(p. 373). Ha pasado medio siglo entre la obra de Angelou y la de Adichie, pero,
aun así, plantean tensiones parecidas.
Para Angelou, las situaciones en las que «se
convierte en negra», esto es, cuando sufre una discriminación por su etnia, tienen
un efecto secundario: reforzar la cohesión de la sociedad negra. No la atacan
solo a ella, los atacan a todos. La rabia y la impotencia aumentan la lealtad hacia
los suyos, como en la emocionante escena de su graduación. La
autora reflexiona asimismo sobre la necesidad
de referentes negros. Figuras como el atleta Jesse Owens o el boxeador Joe
E. Louis fueron inspiradores para los negros de su generación, sus éxitos suscitaban
unión y esperanza, les hacían creer que un negro también podía triunfar,
también podía vencer a un blanco. Además,
Angelou comparte una anécdota tan divertida como significativa sobre sus
lecturas: leía tanto a escritores negros como blancos, pero se mostraba más
fiel a los primeros por una cuestión de lealtad. Ahora bien, el
descubrimiento de Shakespeare le provocó tal fascinación que experimentó un
verdadero dilema interno.
En
un determinado momento, Maya y su hermano abandonan Arkansas para trasladarse
con su madre, primero a California y luego a San Francisco. Además de conocer a
su progenitora (y a su padre, al que también ven), este cambio resulta
trascendental por el nuevo entorno: de vivir en Stamps, un pueblo pequeño y
encerrado en sus costumbres, a abrirse paso en una gran ciudad. La ciudad no es menos opresiva (en cierto
modo, lo es más, por los peligros callejeros y la ausencia del manto protector
de la comunidad), pero enriquece su perspectiva de la realidad, le muestra
la diversidad del mundo, le enseña que puede convertirse en otra Maya. «Me
volví intrépida, carente de miedos, embriagada por la realidad física de San
Francisco» (p. 256), explica. Si el pueblo y la Yaya encarnaban su infancia, la
ciudad y sus padres son los que marcan su adolescencia (aunque la palabra «adolescencia»
no significa lo mismo para ella que para nosotros. Angelou se hizo adulta mucho
antes).
Maya Angelou |
Más
allá de su testimonio, lo que hace de Yo sé
por qué… unas memorias extraordinarias es la naturalidad con la que Angelou
reconstruye su historia, sin intensidades ni cursilerías. Ha pasado por
experiencias muy duras (basta leer la biografía de la solapa para hacerse una
idea) y, sin embargo, no las narra con victimismo. Estas páginas rebosan ternura y sentido del humor, además de inteligencia.
Están llenas de vida, porque cuenta lo que conoce, sin suavizarlo ni
engrandecerlo. La palabra que la define es honradez. No escribe con rabia, aunque recuerda
situaciones que le hicieron sentir mucha rabia. No escribe con fines
didácticos, aunque nos da más de una lección con su testimonio. No aspira a
sentar cátedra, pero se convirtió en un referente para las escritoras
negras (y no solo para ellas). No se las da de grande, pero, sin duda, lo es. El solo hecho de que
podamos leer este libro, de que Angelou lo escribiera después de una existencia
tan complicada, ya es un motivo de celebración. Aprovechémoslo.
PUes habrá que aprovechar, no sé cuándo, que los pendientes se me acumulan de forma alarmante, pero habrá que hacerle hueco a este libro.
ResponderEliminarBesotes!!!
Este es de los que vale la pena tener en cuenta, Margari. Todo lo que nos aporta Maya Angelou es un bien para nosotros mismos, para reconciliarnos con el mundo y empatizar con los demás.
EliminarSerá mi próxima lectura... ahora me encuentro con Un juego para toda la familia de Sophie Hannah
ResponderEliminarYa me contarás qué te parece. Es un libro precioso.
EliminarAy qué ganas de leer este libro! Hace poco más de un mes he leído "El color púrpura", que es una de las mejores lecturas en lo que llevo de año. Fue escrito más adelante y supongo que es bastante diferente, porque además es un historia ficticia, pero tratan los mismos temas y se desarrollan en el mismo ambiente, así que seguramente una de las influencias de Alice Walker fue Maya Angelou.
ResponderEliminarÚltimamente estoy disfrutando mucho de historias de otras culturas, razas, etc. así que me apetece mucho leer más del tema. Tengo "NW" de Zadie Smith y "Half of a Yellow Sun" de Chimamanda Ngozi Adichie en casa, así que no tardaré en leerlos. Por cierto, este año también he leído la colección de relatos de Adichie, que como todo lo que escribe, me encantó. ¿Has leído algo más suyo?
No, todavía no he leído nada más de Chimamanda (y también tengo pendientes a Zadie Smith y Alice Walker..., ¡qué vergüenza!). Yo también debería ponerme las pilas con los autores negros y mestizos, siempre resulta enriquecedor leer su punto de vista. Otra a la que tengo muchas ganas de leer es Toni Morrison.
EliminarVergüenza ninguna, tienes un bagaje lector que ya desearía yo para mí:) Yo también tengo muchas ganas de leer a Toni Morrison. No tengo muy claro por dónde empezar, pero por lo que he leído por ahí creo que "The Bluest Eye" o "Beloved" serían un buen comienzo.
EliminarSí, son dos de sus obras más reconocidas. También me llama la atención la última, "La noche de los niños".
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