Edición:
Hoja
de Lata, 2017 (trad. Francisco Álvarez)
Páginas:
296
ISBN:
9788416537242
Precio:
21,90 €
Con
El
tiempo de en medio
(2012), novela que fue finalista del Premio Strega, Marcello Fois
(Nuoro, 1960) continúa su espléndida trilogía sarda que recorre la
historia del siglo XX siguiendo las andanzas de una familia de
herreros. Después de Estirpe
(2009; Premi Llibreter), que narra la fundación del clan Chironi, su
ascenso económico y su tragedia personal, esta segunda parte se
desarrolla de los años cuarenta en adelante y desplaza el peso del
relato a la tercera
generación, es decir, al nieto de Michele Angelo Chironi y su esposa
Mercede, un joven llamado Vincenzo que llega a Nuoro en
1943. Llega, porque nunca había estado allí,
y ni su abuelo ni su tía, los únicos parientes que conserva,
estaban
al tanto de
su existencia; se trata de un huérfano de guerra, hijo de Luigi
Ippolito, el Chironi estudioso y amante de las leyendas. Vincenzo
pasó su infancia en un orfanato de la península y, una vez
convertido en adulto, decide descubrir sus raíces, hacer el viaje de regreso a Cerdeña que su padre no pudo hacer.
Él, Vincenzo Chironi, de su propia historia solo tenía su nombre. E incluso eso lo había recibido con cierto retraso. Él lo sabía todo sobre la soledad. Sobre cómo se presenta bajo la forma de alguien que en la estación, o en la calle, o en el mercado, te saluda desde lejos y tú, aun cuando no lo reconoces, respondes de forma automática. Y sobre cómo entonces, a medida que se va acercando, te das cuenta de que no se trata de aquella persona que tú creías que era. Así, sin más.
A
diferencia de Estirpe,
en la que el protagonismo se repartía entre diversos miembros de la
familia, El
tiempo de en medio
es más bien una novela de un personaje, Vincenzo Chironi, representante de la transición del viejo orden, marcado por las dos
guerras mundiales y
la dictadura,
a las esperanzas que surgieron tras la proclamación de la república. La primera parte del libro, relativa a su llegada a
Nuoro, se
distingue de la tónica general: el tiempo se ralentiza
(setenta páginas para narrar la acción de cinco días, cuando lo
habitual es que abarquen años) y adquiere tintes de epopeya. Con el
protagonista en camino, el interés aún no está en el bullicio de
la localidad, sino en su hazaña, que se cuenta como un
verdadero relato de supervivencia. Vincenzo pasa por penurias hasta
que consigue encarrilar su viaje; el desasosiego se hace palpable en
estos episodios, con una escritura pegada a la piel, a la sed, al
instinto. Es la peripecia de un hombre fuera de la civilización,
perdido, extraviado entre unas normas diferentes a las que rigen la
sociedad. Y Fois se maneja de lujo en este registro.
Esta
condición de inadaptado será el rasgo definitorio de Vincenzo cuando se instale con los Chironi, no en vano ha sido toda la
vida un huérfano desamparado y, en Nuoro, incluso entre los suyos,
sigue siendo un forastero, el chico que no habla en dialecto, el chico al que su familia no puede someter como lo haría con un joven
criado entre ellos, y del que cabe esperar
cualquier salida. Es interesante la evolución de su trato con los
allegados: el espacio del abuelo Michele Angelo, el afecto ardoroso
de su tía Marianna, las primeras amistades. Una familia de extraños,
juntos por fuera pero con frecuencia distantes por dentro. El amor,
también llega el amor, la pasión arrebatada, la locura, la
desesperación; sentimientos intensos, pero bien medidos gracias al
pulso del autor. En este tramo, que ocupa los dos últimos tercios de
la obra, el tiempo pasa rápido, las décadas se suceden, como si
dijera que en la existencia del hombre solo que era antes cada día
era una larga travesía, mientras que en la confortable sociedad las
jornadas carecen de épica y transcurren en una apacible monotonía,
salvo en esos puntos álgidos en los que Fois vehicula la trama, con
un gran dominio de las elisiones.
¿Ves cómo acabas? Acabas pasando las hojas de un álbum de fotografías que te hacen volver a los días en los que te veías fea y sin embargo estabas guapísima, sin una sola arruga, con un pelo perfecto, delgada… Pero también acabas volviendo a verte cuando te considerabas tan bella, elegante como una reina y sin embargo eras desgarbada, feísima… Todo se escapa, Vincenzo, y aquello que crees que controlas acaba renegando de ti, sin piedad…
La
escritura de Fois está impregnada de resonancias
míticas que alejan la saga del costumbrismo.
Para empezar, su inicio se fundamenta en el mito del eterno retorno, la
concepción cíclica (más que lineal) del tiempo: Vincenzo
«reinicia»
la estirpe, una estirpe que había iniciado Michele Angelo, un
huérfano como él; la historia se repite. Siguiendo con Vincenzo, un
personaje muy logrado, resulta inevitable vincular su viaje con el
regreso de Ulises; con la particularidad, eso sí, de que Vincenzo no
había estado nunca en su tierra. En su caso se produce asimismo un
«reconocimiento»,
ya que los lugareños creen estar viendo una encarnación de su
padre, el que no sobrevivió a la guerra. Además, como en Estirpe,
los muertos están presentes de algún modo, les hacen compañía a
los vivos. Este ambiente, entre la superstición y el realismo
mágico, le da un sello inconfundible a la trilogía; y es meritorio
que el autor integre todas las referencias de una forma tan fluida,
con tanta verdad literaria, sin que nada desentone.
Aunque
a grandes rasgos la trilogía de los Chironi es una saga «masculina»,
el rol de las mujeres en El
tiempo de en medio,
pese a constituir un hilo secundario, está bastante bien planteado.
De entrada, por la relación entre tía y sobrino: Marianna, una
mujer que padeció estragos en Estirpe,
adinerada pero sin luz, hundida en su desdicha, renace ante la
oportunidad de ocuparse del joven. El afecto, no obstante, se revela
descompensado. A ratos lo trata como una madre abnegada, a ratos como
una amante febril; se apega a él sin ser consciente de que nunca
podrá controlarlo del todo, una cuerda que se tensa más a medida
que Vincenzo, como cualquier hombre al entrar en la madurez, se
distancia del núcleo familiar para establecerse por su cuenta. Hay,
por otra parte, un retrato brillante de la vida de las mujeres en la
sociedad de mediados de siglo: siempre sometidas a la autoridad
del hombre (primero el padre, luego el marido), en esa época
comienzan a salir del hogar, a desempeñar una profesión, no sin
despertar murmullos de recelo. El autor muestra sus reuniones espontáneas en la calle, el cotilleo, ese
placer fugaz en el que ponen en común sus pesares:
La única forma de felicidad que alcanzan a concebir son estas reuniones para contarse el mundo como debería ser, no como es en realidad. Y se imaginan un destino serio, fiable, en lugar de ese destino que actúa como un payaso infantil, dando y quitando a su antojo. Ellas se imaginan una paz hecha de nada. No piden nada más que lo necesario. De eso están hablando, de lo poco que se precisa para ser feliz: salud, ante todo para los hijos, comida en la mesa todos los días… Han sintetizado de ese modo años y años de reflexiones. Han sentido que la historia les rozaba la espalda sin preguntarse siquiera hasta qué punto era maligno negarla o benigno eludirla.
Marcello Fois |
Esta novela no solo está a la altura de su predecesora, sino que podría decirse
que hasta la supera, por la hondura del protagonista, por integrar
con maestría diversos niveles de historia (de la general a la
íntima, con la singularidad de Cerdeña respecto al resto de Italia,
un microcosmos único) y, no menos importante, por su versatilidad
de registros, con la sorpresa del cambio de perspectiva al final. En
otras palabras, no repite el esquema de Estirpe
(que también habría funcionado), sino que lo enriquece; al igual
que las innovaciones técnicas se instalan en el día a día de los
personajes (el teléfono, el televisor), la saga se renueva,
no se acomoda. En lo que sí se mantiene, por fortuna, es en su
estilo envolvente, poético y alusivo, con maravillosas descripciones
del paisaje. La narrativa sarda, por siempre ligada a la Nobel Grazia Deledda, ha dado con Marcello Fois una voz subyugante y fluida, que
da forma a libros en los que el lector se sumerge y olvida el ruido.
No habrá que esperar mucho para leerlo de nuevo: la tercera parte,
Luz
perfecta
(2015), llegará a las librerías españolas en los próximos meses.
Citas
en cursiva de las páginas 37, 219 y 189.
!Qué ganas de leerlo!. Estirpe me gustó, aunque algo menos que La memoria del vacío del mismo autor, pero es una saga sin duda interesante. Las traducciones de Francisco Álvarez son además canela fina. Un saludo
ResponderEliminarYo todavía tengo pendiente "La memoria del vacío", un libro que me han recomendado bastante. Me alegra, además, que te acuerdes del traductor; son los grandes olvidados, y es cierto que Francisco Álvarez hace un trabajo excelente.
EliminarTengo pendiente a este autor desde que leí tu reseña de Estirpe. Y ahora veo que esta continuación te ha gustado hasta más! Me voy a tener que dar un capricho, porque estos libros no llegan a la biblioteca de mi ciudad.
ResponderEliminarBesotes!!
Y harás bien en darte ese capricho, esta trilogía merece mucho la pena. Además, Hoja de Lata es una editorial pequeña que trabaja muy bien.
EliminarHola otra vez! Pues yo a Fois lo descubrí hace ya tiempo con "Sempre caro", un librito sobre el abogado decimonónico Bastianu Satta. Me gustó mucho, no sólo por tener prólogo de Camilleri (que ya de por sí es casi garantía de calidad), sino por la forma de describir al protagonista, a su mundo (interior y exterior) y a la mentalidad sarda de la época. Cuál no sería mi sorpresa al ver que el libro tenía continuación! Pero no es la típica serie policiaca regional que tan de moda esta últimamente, va más allá. Y si esta trilogía sigue esa línea y la mejora, tendré que hacerle un hueco. Besos.
ResponderEliminarPor lo que veo es un autor que suele inspirarse en el pasado. Interesante. El título que comentas lo publicó Salamandra hace muchos años, quizá me anime a leerlo. (Y también debería leer a Camilleri...).
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