Edición:
Lumen, 2008 (trad. Esther Benítez)
Páginas:
176
ISBN:
9788426416773
Precio:
17,90 € (bolsillo: 8,95 € / e-book: 6,99 €)
Leído en la edición en catalán de Proa,
2008 (trad. Francesc Vallverdú).
Turín,
melancolía, locura, muerte. Turín, fiesta, excesos, erotismo. Turín,
pasado, presente, futuro solo quizá. Los contrastes dan forma a Entre mujeres solas (1949), una de las
últimas (y más logradas) novelas del escritor piamontés Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908 – Turín, 1950), una voz clave de la
literatura italiana del siglo XX. La obra se publicó como parte del volumen El bello verano, galardonado con el
Premio Strega, que comprendía tres libros independientes, escritos en épocas
distintas, que tenían en común la localización en el Piamonte y la concepción
simbólica del verano, bien como la época en la que transcurre la historia, bien
como un anhelo, una espera. La producción de Pavese constituye un exponente del neorrealismo italiano, que se
caracteriza por mostrar la realidad social de las clases menos favorecidas en la
Italia de posguerra, empleando un estilo accesible para muchos lectores, con un
desarrollo lineal. En Pavese, además, destaca su condición de
inadaptado, su relación incómoda con el entorno, que en Entre mujeres solas se hace muy evidente.
La
novela está narrada en primera persona por Clelia, una modista turinesa de
origen humilde que ha prosperado en Roma. Es soltera, no tiene hijos ni
ataduras familiares; una mujer que renunció a su vida personal en favor de su
carrera, en parte motivada por las palabras de su madre, una
herencia simbólica con respecto a los hombres («Madre
mascullaba siempre que un hombre, un marido, era un asunto triste, que los
hombres no son malos sino estúpidos, y hete aquí que yo también la había
seguido», p. 73). Una protagonista
femenina, como en El bello verano,
si bien en esta ocasión se trata de una mujer curtida, de vuelta de todo, y no
una joven que se inicia en el mundo de los adultos. Mujer, también, como las
que aparecen, retratadas desde el punto de vista de un narrador masculino, en De tu tierra (1941) y La luna y las hogueras (1950). Todas encarnan
una violencia silenciada, son mujeres envueltas en un halo de sensualidad, pero
también de malestar profundo, en buena medida por la educación de la época, que
no contribuía a que se hicieran dueñas de sí mismas y, por el contrario, reforzaban su pasividad («Estas
chicas siempre han estado con la madre, han visto el mundo por un agujero», p.
18). Esta concepción de las mujeres recuerda un poco a la de su colega y amiga
Natalia Ginzburg (Pavese más trágico y nostálgico, eso sí).
En
plena posguerra, Clelia decide regresar a su ciudad natal para poner en marcha
una tienda. Se ha acostumbrado a tratar con damas de la alta sociedad, pero no
ha roto su vínculo íntimo con el pasado. Pavese plantea el tema del regreso
al origen, al lugar donde se desarrolló su infancia, un asunto crucial de
su obra que aborda asimismo en La luna y
las hogueras y Camino de sangre
(1959). Por mucho que los personajes crezcan, por mucho que tomen las riendas
de sí mismos, el lugar donde han nacido sigue diciendo mucho de ellos, de sus
heridas. Este retorno en la edad adulta supone un impacto: la toma de
conciencia de que todo ha cambiado, de que el pasado de su memoria ya no
existe. Y, al mismo tiempo, la tensión por las actuales diferencias entre sus antiguas amigas, reencarnaciones de sus madres, y Clelia, mujer independiente. La desdicha de sentirse incomprendida, de que
nadie esté ahí para valorar lo que ha conseguido. Clelia trata, no sin dificultades, de encontrar su sitio, de reconstruir su identidad en un entorno
conocido que sin embargo le resulta incómodo.
En
su búsqueda personal, la protagonista traba amistad con mujeres de la alta
sociedad, como Momina, una aristócrata con quien se entiende bien, y Rosetta,
una joven que se intentó suicidar en el hotel donde se aloja Clelia. Mujeres,
amigas que se juntan sin dejar de sentirse solas. Rosetta, en apariencia, lo tiene
todo —juventud, dinero, pretendientes—; aun así, la embarga una profunda
insatisfacción, no soporta la noche, anhela la soledad. La paradoja es que los
de su alrededor intentan apoyarla, aunque nadie consigue llegar a ella y la
sombra de la muerte reverbera en toda la novela. Este argumento se ha relacionado
con el suicidio de Pavese, acontecido
poco después de publicar el libro. A esta obra pertenece una de sus frases
célebres: «A quien no se salva por sí solo, nadie lo puede salvar» (p. 36). Entre mujeres solas aborda, quizá por
encima de cualquier otro asunto, la imposibilidad de ayudar a quien no se deja,
porque ha dicho basta, porque no le compensa. El intento de suicidio de Rosetta,
a su vez, dialoga con las preguntas existenciales de Clelia, como la posibilidad
de formar una familia, con ese poso de arrepentimiento por las decisiones
tomadas («La cuestión es que si una mujer tiene un hijo deja de ser ella. Tiene
que aceptar muchas cosas, tiene que decir que sí», p. 66); el deseo de dar la vida
frente al deseo de morir.
La amistad entre mujeres, como ocurre en El bello verano, está teñida de celos, erotismo y lesbianismo. Pavese
pone el foco en lo clandestino, lo que se silencia, lo que solo ocurre en la turbia noche turinesa. El retrato
de los hombres, también como en otras novelas, es bastante diferente. Encarnan
diversos roles: Maurizio, el amor que Clelia dejó antes de ir a Turín, aún
presente para ella; Loris, un pintor de poca monta, que tontea con chicas de la
alta sociedad; Becuccio, un obrero agradable, de principios parecidos a los de
Clelia, que conecta con el origen de esta; y Febo, el maestro de obras de la
tienda, un hombre encantado de conocerse, chulo. La intimidad con determinados hombres
es, como le decía su madre, «un asunto triste» para las mujeres, o, más que
triste, oscuro, fruto del dominio que ejercen sobre ellas y de la dificultad de
estas para defenderse: «Pero el amor, todo, es una cosa sucia» (p. 152). Para
jugar al amor, hay que ser valiente: «Quien hace el amor se quita la máscara.
Se desnuda» (p. 44). La herida del amor
las asfixia.
Por
otro lado, no se puede obviar la dimensión simbólica característica del autor,
que en este libro sobresale por la riqueza de su estilo, más preciso y
concentrado que en sus comienzos, y también por la variedad de los símbolos empleados. El primer capítulo
es significativo: la acción empieza los días de carnaval,
la fiesta de la transgresión. En estas fechas se intenta suicidar Rosetta («Tomar
veneno por carnaval; qué pena», p. 16); además, en estas fechas murió años
atrás el padre de Clelia. En teoría, estos días deberían ser de diversión, pero
los personajes son incapaces de disfrutar. La muerte, o la amenaza de la
muerte, se plantea como parte del descontrol, de la perversión. De aquí en
adelante, la novela está llena de contrastes, enfatizados por la alternancia de
capítulos que se desarrollan de día y de noche: de día, las
responsabilidades, la revisión de las obras en la tienda, la serenidad
emocional; de noche, los bailes, el desenfreno, el sexo, la tragedia. Turín, por su parte, es un símbolo más:
la ciudad atestada de gente, donde «nadie iba de paseo, todos parecían ajetreados.
Por la calle la gente no vivía, solo se escapaba» (p. 18), en oposición a la
colina, tranquila, asociada al verano, la añoranza, la esperanza.
Cesare Pavese |
En suma, Entre mujeres solas es un excelente
despliegue del universo literario del autor, con una particular incisión en los
personajes femeninos y sus tribulaciones, consigo mismas, con las demás, con
los hombres y con el mundo. Indaga en la soledad como parte esencial de la vida, la
soledad buscada, la soledad inevitable. Y, como consecuencia, en la incapacidad para salvar al otro, que tiñe estas páginas de
impotencia y amargura. Una obra llena de contrastes, sencilla en la
forma y compleja en el fondo; Pavese destaca por su habilidad para
formular grandes preocupaciones de la existencia humana con una voz fluida, fácil
de leer, y en este caso con unos diálogos especialmente brillantes. Hay muchas
frases memorables sobre el amor y sus fisuras, sobre la soledad cuando se está
rodeado de gente, sobre la muerte; pequeñas píldoras demoledoras que nos
recuerdan el lado más frágil y oscuro del ser humano. Como dice un personaje: «El
mundo es hermoso, si no fuera por nosotros» (p. 175).
Parece una muy buena historia... .
ResponderEliminarBesos
Noa
La historia, los personajes, el estilo... Todo es muy bueno. Merece la pena :).
EliminarMira que tus otras reseñas no me habían acabo de animar, no sé por qué, pero con esta me has convencido. Tiene una pinta estupenda. ¿Te parece un buen libro para iniciarse con Pavese?
ResponderEliminarMe llama la atención que las protagonistas sean mujeres, sobre todo por las reflexiones que hace sobre el rol de la mujer. ¿Es algo característico de su obra?
Pavese suele construir buenos personajes femeninos, aunque en esta novela y "El bello verano" (que también es una magnífica opción para descubrirlo) está especialmente acentuado. En otras novelas quizá se nota más el tema de la amistad y la rivalidad entre hombres.
EliminarMañana lo leo de todas maneras ... gracias por la información 👓👀📖👍
ResponderEliminarApuntado! me lo leo seguro, quería leer algo de este escritor
ResponderEliminarUm, pues a mí, por lo que recuerdo, fue la que menos me gustó de las tres. "El bello verano" me pareció una obra maestra. Está llena de encanto, tal como dices en tu reseña, y (tal como dices en tu reseña) creo que su sencillez es un mérito y no un demérito; todo el que haya probado a escribir tres líneas sabe lo difícil que es escribir así de sencillo. "El diablo en las colinas" me pareció una historia intensa y absorbente, y "Entre mujeres solas"... No sé, por momentos me daba la impresión de que Pavese no sabía muy bien lo que hacía, de que ponía a la protagonista aquí, allá, la subía a un coche, la llevaba a una fiesta, luego a la tienda, luego la hacía encontrarse con este o con aquella, un poco sin ton ni son, improvisando sobre la marcha, para ver qué ocurría. Ni que decir tiene que los vagabundeos de un personaje de Pavese siguen siendo mucho más interesantes que las mejores peripecias de los personajes de muchos otros escritores, pero yo no terminé de comulgar con la historia. Lo que conservo de ella en la memoria es el ambiente opresivo y una rara desorientación, o sea, algo parecido a lo que recuerdo de "El diablo en las colinas", pero sin su intensidad. Probablemente me pilló en un mal momento.
ResponderEliminar