23 noviembre 2016

Entre mujeres solas - Cesare Pavese



Edición: Lumen, 2008 (trad. Esther Benítez)
Páginas: 176
ISBN: 9788426416773
Precio: 17,90 € (bolsillo: 8,95 € / e-book: 6,99 €)
Leído en la edición en catalán de Proa, 2008 (trad. Francesc Vallverdú).

Turín, melancolía, locura, muerte. Turín, fiesta, excesos, erotismo. Turín, pasado, presente, futuro solo quizá. Los contrastes dan forma a Entre mujeres solas (1949), una de las últimas (y más logradas) novelas del escritor piamontés Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908 – Turín, 1950), una voz clave de la literatura italiana del siglo XX. La obra se publicó como parte del volumen El bello verano, galardonado con el Premio Strega, que comprendía tres libros independientes, escritos en épocas distintas, que tenían en común la localización en el Piamonte y la concepción simbólica del verano, bien como la época en la que transcurre la historia, bien como un anhelo, una espera. La producción de Pavese constituye un exponente del neorrealismo italiano, que se caracteriza por mostrar la realidad social de las clases menos favorecidas en la Italia de posguerra, empleando un estilo accesible para muchos lectores, con un desarrollo lineal. En Pavese, además, destaca su condición de inadaptado, su relación incómoda con el entorno, que en Entre mujeres solas se hace muy evidente.
La novela está narrada en primera persona por Clelia, una modista turinesa de origen humilde que ha prosperado en Roma. Es soltera, no tiene hijos ni ataduras familiares; una mujer que renunció a su vida personal en favor de su carrera, en parte motivada por las palabras de su madre, una herencia simbólica con respecto a los hombres («Madre mascullaba siempre que un hombre, un marido, era un asunto triste, que los hombres no son malos sino estúpidos, y hete aquí que yo también la había seguido», p. 73). Una protagonista femenina, como en El bello verano, si bien en esta ocasión se trata de una mujer curtida, de vuelta de todo, y no una joven que se inicia en el mundo de los adultos. Mujer, también, como las que aparecen, retratadas desde el punto de vista de un narrador masculino, en De tu tierra (1941) y La luna y las hogueras (1950). Todas encarnan una violencia silenciada, son mujeres envueltas en un halo de sensualidad, pero también de malestar profundo, en buena medida por la educación de la época, que no contribuía a que se hicieran dueñas de sí mismas y, por el contrario, reforzaban su pasividad («Estas chicas siempre han estado con la madre, han visto el mundo por un agujero», p. 18). Esta concepción de las mujeres recuerda un poco a la de su colega y amiga Natalia Ginzburg (Pavese más trágico y nostálgico, eso sí).
En plena posguerra, Clelia decide regresar a su ciudad natal para poner en marcha una tienda. Se ha acostumbrado a tratar con damas de la alta sociedad, pero no ha roto su vínculo íntimo con el pasado. Pavese plantea el tema del regreso al origen, al lugar donde se desarrolló su infancia, un asunto crucial de su obra que aborda asimismo en La luna y las hogueras y Camino de sangre (1959). Por mucho que los personajes crezcan, por mucho que tomen las riendas de sí mismos, el lugar donde han nacido sigue diciendo mucho de ellos, de sus heridas. Este retorno en la edad adulta supone un impacto: la toma de conciencia de que todo ha cambiado, de que el pasado de su memoria ya no existe. Y, al mismo tiempo, la tensión por las actuales diferencias entre sus antiguas amigas, reencarnaciones de sus madres, y Clelia, mujer independiente. La desdicha de sentirse incomprendida, de que nadie esté ahí para valorar lo que ha conseguido. Clelia trata, no sin dificultades, de encontrar su sitio, de reconstruir su identidad en un entorno conocido que sin embargo le resulta incómodo.
En su búsqueda personal, la protagonista traba amistad con mujeres de la alta sociedad, como Momina, una aristócrata con quien se entiende bien, y Rosetta, una joven que se intentó suicidar en el hotel donde se aloja Clelia. Mujeres, amigas que se juntan sin dejar de sentirse solas. Rosetta, en apariencia, lo tiene todo —juventud, dinero, pretendientes—; aun así, la embarga una profunda insatisfacción, no soporta la noche, anhela la soledad. La paradoja es que los de su alrededor intentan apoyarla, aunque nadie consigue llegar a ella y la sombra de la muerte reverbera en toda la novela. Este argumento se ha relacionado con el suicidio de Pavese, acontecido poco después de publicar el libro. A esta obra pertenece una de sus frases célebres: «A quien no se salva por sí solo, nadie lo puede salvar» (p. 36). Entre mujeres solas aborda, quizá por encima de cualquier otro asunto, la imposibilidad de ayudar a quien no se deja, porque ha dicho basta, porque no le compensa. El intento de suicidio de Rosetta, a su vez, dialoga con las preguntas existenciales de Clelia, como la posibilidad de formar una familia, con ese poso de arrepentimiento por las decisiones tomadas («La cuestión es que si una mujer tiene un hijo deja de ser ella. Tiene que aceptar muchas cosas, tiene que decir que sí», p. 66); el deseo de dar la vida frente al deseo de morir.
La amistad entre mujeres, como ocurre en El bello verano, está teñida de celos, erotismo y lesbianismo. Pavese pone el foco en lo clandestino, lo que se silencia, lo que solo ocurre en la turbia noche turinesa. El retrato de los hombres, también como en otras novelas, es bastante diferente. Encarnan diversos roles: Maurizio, el amor que Clelia dejó antes de ir a Turín, aún presente para ella; Loris, un pintor de poca monta, que tontea con chicas de la alta sociedad; Becuccio, un obrero agradable, de principios parecidos a los de Clelia, que conecta con el origen de esta; y Febo, el maestro de obras de la tienda, un hombre encantado de conocerse, chulo. La intimidad con determinados hombres es, como le decía su madre, «un asunto triste» para las mujeres, o, más que triste, oscuro, fruto del dominio que ejercen sobre ellas y de la dificultad de estas para defenderse: «Pero el amor, todo, es una cosa sucia» (p. 152). Para jugar al amor, hay que ser valiente: «Quien hace el amor se quita la máscara. Se desnuda» (p. 44). La herida del amor las asfixia.
Por otro lado, no se puede obviar la dimensión simbólica característica del autor, que en este libro sobresale por la riqueza de su estilo, más preciso y concentrado que en sus comienzos, y también por la variedad de los símbolos empleados. El primer capítulo es significativo: la acción empieza los días de carnaval, la fiesta de la transgresión. En estas fechas se intenta suicidar Rosetta («Tomar veneno por carnaval; qué pena», p. 16); además, en estas fechas murió años atrás el padre de Clelia. En teoría, estos días deberían ser de diversión, pero los personajes son incapaces de disfrutar. La muerte, o la amenaza de la muerte, se plantea como parte del descontrol, de la perversión. De aquí en adelante, la novela está llena de contrastes, enfatizados por la alternancia de capítulos que se desarrollan de día y de noche: de día, las responsabilidades, la revisión de las obras en la tienda, la serenidad emocional; de noche, los bailes, el desenfreno, el sexo, la tragedia. Turín, por su parte, es un símbolo más: la ciudad atestada de gente, donde «nadie iba de paseo, todos parecían ajetreados. Por la calle la gente no vivía, solo se escapaba» (p. 18), en oposición a la colina, tranquila, asociada al verano, la añoranza, la esperanza.
Cesare Pavese
En suma, Entre mujeres solas es un excelente despliegue del universo literario del autor, con una particular incisión en los personajes femeninos y sus tribulaciones, consigo mismas, con las demás, con los hombres y con el mundo. Indaga en la soledad como parte esencial de la vida, la soledad buscada, la soledad inevitable. Y, como consecuencia, en la incapacidad para salvar al otro, que tiñe estas páginas de impotencia y amargura. Una obra llena de contrastes, sencilla en la forma y compleja en el fondo; Pavese destaca por su habilidad para formular grandes preocupaciones de la existencia humana con una voz fluida, fácil de leer, y en este caso con unos diálogos especialmente brillantes. Hay muchas frases memorables sobre el amor y sus fisuras, sobre la soledad cuando se está rodeado de gente, sobre la muerte; pequeñas píldoras demoledoras que nos recuerdan el lado más frágil y oscuro del ser humano. Como dice un personaje: «El mundo es hermoso, si no fuera por nosotros» (p. 175).

7 comentarios :

  1. Parece una muy buena historia... .

    Besos

    Noa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La historia, los personajes, el estilo... Todo es muy bueno. Merece la pena :).

      Eliminar
  2. Mira que tus otras reseñas no me habían acabo de animar, no sé por qué, pero con esta me has convencido. Tiene una pinta estupenda. ¿Te parece un buen libro para iniciarse con Pavese?

    Me llama la atención que las protagonistas sean mujeres, sobre todo por las reflexiones que hace sobre el rol de la mujer. ¿Es algo característico de su obra?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pavese suele construir buenos personajes femeninos, aunque en esta novela y "El bello verano" (que también es una magnífica opción para descubrirlo) está especialmente acentuado. En otras novelas quizá se nota más el tema de la amistad y la rivalidad entre hombres.

      Eliminar
  3. Mañana lo leo de todas maneras ... gracias por la información 👓👀📖👍

    ResponderEliminar
  4. Apuntado! me lo leo seguro, quería leer algo de este escritor

    ResponderEliminar
  5. Um, pues a mí, por lo que recuerdo, fue la que menos me gustó de las tres. "El bello verano" me pareció una obra maestra. Está llena de encanto, tal como dices en tu reseña, y (tal como dices en tu reseña) creo que su sencillez es un mérito y no un demérito; todo el que haya probado a escribir tres líneas sabe lo difícil que es escribir así de sencillo. "El diablo en las colinas" me pareció una historia intensa y absorbente, y "Entre mujeres solas"... No sé, por momentos me daba la impresión de que Pavese no sabía muy bien lo que hacía, de que ponía a la protagonista aquí, allá, la subía a un coche, la llevaba a una fiesta, luego a la tienda, luego la hacía encontrarse con este o con aquella, un poco sin ton ni son, improvisando sobre la marcha, para ver qué ocurría. Ni que decir tiene que los vagabundeos de un personaje de Pavese siguen siendo mucho más interesantes que las mejores peripecias de los personajes de muchos otros escritores, pero yo no terminé de comulgar con la historia. Lo que conservo de ella en la memoria es el ambiente opresivo y una rara desorientación, o sea, algo parecido a lo que recuerdo de "El diablo en las colinas", pero sin su intensidad. Probablemente me pilló en un mal momento.

    ResponderEliminar

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails