Edición:
Anagrama, 2016 (trad. Inga Pellisa)
Páginas:
344
ISBN:
9788433979582
Precio:
19,90 € (e-book: 11,99 €)
Leído en la edición en catalán de la
misma editorial (trad. Ernest Riera).
El
fenómeno de Las chicas (2016), la
primera novela de la californiana Emma Cline (1989), empezó mucho antes de que
el libro llegara a las librerías: un adelanto de dos millones de dólares,
derechos de traducción vendidos a treinta y cinco países y una posible
adaptación al cine a cargo del oscarizado productor Scott Rudin. Había tantas
expectativas como recelos, aún más si cabe porque se inspira en la
«familia Manson», cuyos crímenes conmocionaron Estados Unidos el verano de 1969.
Con todo, la autora no pretende novelizar el suceso ni hacer de él un A sangre fría, sino que lo utiliza como
pretexto para dar voz a una adolescente que mariposea con la secta,
pero no llega a formar parte de su núcleo y no participa en los
asesinatos. Cline, de hecho, cambia los nombres de los implicados y otros
detalles para dejar claro que no busca la reconstrucción fiel. El quid del
libro reside en el coming-of-age de la
protagonista: cómo la juvenil búsqueda
de sentido se topa con una comuna peligrosa.
La
mayor parte de la novela se centra en las vivencias de 1969, narradas en
primera persona por Evie, la chica que se adentró en el rancho de Russell, músico
frustrado y gurú. De forma paralela, una Evie de mediana edad relata su
situación actual, cuatro décadas después. Es una mujer que no
ha conseguido encauzar su vida, vive de los beneficios que le reportan las
películas de su abuela, una actriz reconocida, y ocupa el
apartamento de un amigo. El hijo de este, acompañado por su novia, se presenta
de improviso y Evie convive por unos días con la pareja. La rebeldía de los
muchachos, la fragilidad de la chica, así como la curiosidad de ambos por su
pasado en la secta —la fama de los asesinatos ha trascendido generaciones—, reaviva
la memoria de Evie, que reconoce su yo adolescente en la inseguridad de la
chica que aún no controla su feminidad. La actitud de él, que antaño fue un
niño dócil pero ahora ha dejado los estudios y trafica con drogas, también recuerda
a la «desviación» del camino recto que sufrió Evie aquel verano. Con este
acertado planteamiento a dos tiempos, Cline mantiene la tensión —los capítulos
en presente funcionan como interludios, retrasan la acción principal mientras
acrecientan el interés al dejar caer migajas de información— y pone de relieve
que los conflictos de la Evie adolescente, a pesar de la exclusividad de la
secta, son atemporales.
En
la California de 1969, Evie tiene catorce años y es hija única de padres acomodados que se han divorciado hace poco. Su único lazo más allá del
hogar es su mejor amiga, la de toda la vida, una chica tranquila con quien
nunca hace nada emocionante. Evie se percibe a sí misma como una persona
mediocre: no es especialmente guapa, no destaca en los estudios ni tiene
ninguna habilidad fuera de lo común. Esto, para una adolescente alimentada con
los mensajes de la cultura popular sobre lo que debe ser una mujer, genera un fuerte desarraigo («Esperaba que
alguien me dijera qué tenía yo de bueno. […] Todo el tiempo que había empleado
en prepararme, los artículos que me decían que la vida solo era una sala de
espera hasta que alguien se fijaba en ti», p. 32). En medio de
esta pérdida de rumbo, se fija en unas chicas de aspecto andrajoso que se divierten en
el parque; su descaro llama su atención. Así empieza la fascinación por las chicas de Russell. El descuido de
los padres, fruto de la separación —él se ha marchado con una veinteañera; ella trata de recuperar el tiempo perdido con nuevas aficiones
y un novio—, acrecienta el descontrol en Evie y le da alas para entrar y salir a su antojo. Y todo ocurre en verano, época de cambio, de aprendizaje,
de perversión.
En
esta búsqueda de identidad, Cline construye
el discurso de la muchacha que necesita una pertenencia y la encuentra en una
secta, sin ser consciente de dónde se mete. Evie reúne dos características de
la psicología de una adolescente: la inseguridad y el deseo de rebelión. Con
respecto a lo primero, Cline, con una capacidad de observación extraordinaria,
enfatiza las diferencias de género que ponen a una chica en una posición más
vulnerable: la presión en cuanto al cuerpo y las relaciones con los hombres,
las ganas de crecer deprisa, la concepción idealizada del amor. La afinidad por
el movimiento antisistema, por otro lado, surge del malestar en su ambiente cotidiano
—los padres, la amiga, el colegio— y la atracción por lo prohibido de las
chicas de Russell. La integración en el rancho se produce con una mezcla de miedo y
seducción: no conoce los engranajes de la secta, es más una huésped que un
miembro fijo, pero el contraste de este singular universo con su entorno la embriaga
(«mi
vida había adquirido un relieve marcado, misterioso, que revelaba un mundo más
allá del mundo conocido, el paisaje oculto detrás del mueble de la biblioteca»,
p. 174).
La prosa lírica y sensitiva de Cline capta con precisión los matices de la
transformación de Evie.
La
elección del punto de vista es inteligente, dado que proporciona una mirada hasta cierto punto «externa» a
la secta. Evie convive en el rancho sin convertirse en una actriz principal
del mismo. Se mueve entre la adhesión ciega y el recelo, de ella hacia los
demás, pero también de los demás hacia ella, que ven en Evie a una niña bien de
quien tal vez no pueden fiarse. El lector no conoce lo que pasa por la mente de
las otras chicas, sus desarraigos particulares, por qué acabaron ahí; Cline, sutil,
usa la insinuación para mantener el interés, sugiere pero no explicita nada, encandila
al lector como las chicas de Russell encandilan a la protagonista. Evie es una
observadora que, aun con su alejamiento de la familia, no ha perdido por
completo las raíces de una vida ordenada. Tiene reparos a la hora de cometer
imprudencias, no ha llegado a la inconsciencia del resto («Era difícil saber
cómo actuar sin los gestos y las formas habituales de la buena educación. No
estaba segura de saber qué otras normas me tenían que guiar», p. 74). Y, sin
embargo, está muy, muy cerca de ellos. La Evie madura, en su retrospección, se pregunta qué habría ocurrido si ella
hubiera estado en el escenario del crimen —otro motivo que justifica la voz en
presente—.
La
amistad entre las chicas es otro
plato fuerte de la novela, no en vano el título las alude solo a ellas, en
detrimento del líder de la comunidad. La autora desgrana con ojo clínico las
particularidades de las relaciones entre jóvenes: la tendencia a «evaluar» a la
otra de inmediato, a compararse, ponerse en valor. Más que suscitar una reflexión de hondo calado,
Cline sobresale en la descripción de sensaciones, es decir, de impresiones momentáneas
que pasan por la cabeza de Evie al interactuar. Entre las chicas del rancho,
destaca Suzanne, la cabecilla, por quien la narradora siente verdadera
fascinación. Tiene cinco años más que Evie, y se notan: más seguridad en sí
misma, mayor conciencia de su feminidad, mayor control de las relaciones
íntimas. Una mujer que, como consecuencia de su estancia prolongada en el
rancho, se ha acostumbrado a vivir en un desorden permanente, sin tabús, sin
reparos: «Rompía los límites para hacerme saber que no existían» (p. 200). Evie,
ingenua y retraída, se rinde ante ella. Suzanne adopta un rol dominante, maneja
a la otra a su antojo, tan pronto le da como le quita. No obstante, la relación
está teñida de ambigüedad, se intuyen celos por ambas partes, tiranteces, aunque
también una unión poderosa en determinados momentos.
Russell,
el gurú, tiene un papel secundario, pero su presencia sirve para contraponer los roles de género y denunciar la
subordinación de las chicas en el contexto de la secta. «Él lo podía hacer,
eso. Cambiar para encajar con la persona, como el agua que adopta la forma de
cualquier recipiente que ocupe. Podía ser todas esas cosas al mismo tiempo. […]
El hombre que lo conseguía todo gratis» (p. 191). Él decide, él manda. Y ellas
revolotean a su alrededor. Cline sugiere que las jóvenes son más proclives a
caer en manos del embaucador porque su falta de autoestima —resultante
de la presión social— les hace confundir la manipulación con un afecto sincero,
el afecto que tanto anhelan. Además, en el
rancho adquieren una aparente libertad en cuanto a sexo y drogas que, en una
sociedad con el feminismo en pañales, para una chica solo era posible en
determinados ambientes juveniles. Se hacen muchas reflexiones en esta línea: «Pobres chicas. El
mundo las engorda con la promesa de amor. Cuánto lo necesitan, y qué poco
recibirán jamás la mayoría de ellas. Las canciones pop empalagosas, los
vestidos descritos en los catálogos con palabras como “atardecer” y “París”. Y
luego les arrebatan sus sueños con una fuerza violentísima; la mano tirando de
los botones de los vaqueros, nadie mirando al hombre que le grita a su novia en
el autobús» (p. 149).
El
aprendizaje se extiende al ámbito doméstico. Cline acierta al no
despegar por completo a la protagonista de su familia: le resulta útil para la
historia, para que Evie no se entregue del todo a la secta, y a la vez le permite
concretar la evolución en su forma de entender
a los adultos. En la niñez, los padres parecen dioses a ojos de sus hijos.
En la adolescencia, los muchachos se rebelan a su control. En su iniciación a
la vida adulta, Evie aprende a ver a sus padres como dos personas con defectos,
sin juzgarlas por ello. Reconoce los puntos débiles de su madre, una mujer
que sacrificó muchas experiencias y ahora trata de aprovechar el tiempo. «Perdona»
el abandono de su padre, porque al fin y al cabo uno no siempre desea lo que se
considera correcto, y Evie lo ha comprobado en sus carnes («Querías cosas, y no
lo podías evitar, porque solo existía tu vida, cuando te despertabas lo hacías
solo contigo mismo, ¿y cómo podías decirte a ti mismo que aquello que querías
no estaba bien?», p. 271).
La cuidada estructura culmina en un final redondo y sugerente, tanto para la Evie
adolescente como para la Evie adulta, en quien el recuerdo de aquel verano
permanece inquebrantable. Aun así, y a pesar de sus muchos aciertos en el
retrato de la psicología adolescente, sería excesivo calificar Las chicas de sobresaliente. Cline tiene
un estilo rico, pródigo en metáforas e imágenes poderosas, que se recrea lo justo
en las morbosidades y es hábil con el diálogo; una artesana de las palabras,
atenta al detalle. Esto, que a priori es lo que hace del libro una obra de buen
nivel literario, se vuelve un lastre por momentos: tiene la escritura redicha
de una autora novel que siente la necesidad de demostrar su talento en cada
página. La prosa no termina de fluir con la suficiente naturalidad, aunque
seguro que sabrá pulirla en su próximo trabajo, cuando haya ganado confianza.
Por otra parte, cabe preguntarse hasta qué punto la elección de la «familia
Manson» en particular responde a intereses comerciales. Por el tratamiento dado,
en el que prima el aprendizaje de la chica sobre los acontecimientos, podría
haber sido cualquier otra secta o banda criminal anónima la que absorbiera a la
protagonista.
Emma Cline |
Con
todo, Las chicas es un debut más que notable,
que destaca por méritos propios entre las novedades de este año. Cline narra la
pérdida de inocencia de una
adolescente haciendo énfasis en la perspectiva de género en las relaciones con su
entorno: los matices de la amistad entre chicas, el descubrimiento de los
hombres, la libertad manipulada de la secta, la comprensión progresiva del
mundo de los adultos. Lo hace, además, con una historia de tensión creciente
que muestra a la perfección el proceso por el que una muchacha anodina llega a sentir
atracción por el microcosmos perverso pero embriagador de la comunidad. Esto no
es un entrenamiento para el futuro: Cline ya
sabe escribir una novela, una novela que se lee con fruición y se cierra con
admiración. Tiene buen ritmo, un desarrollo logrado, temas que no caducan y dos
personajes memorables (Evie y Suzanne). Ojalá
sea el comienzo de una gran carrera.
Yo lo disfruté mucho. Me parece que la autora plasma muy bien, los sentimientos, pareceres y formas de actuar de una adolescente. Un beso ;)
ResponderEliminarEstamos de acuerdo, pues :).
EliminarHola!
ResponderEliminarNo se porque pero no me termina de convencer...
Muy buena reseña.
Un beso
Está bastante bien, pero tampoco es un imprescindible. No te voy a insistir :).
EliminarSe ve que está gustando muchísimo, sólo leo cosas buenas, lo tengo ya apuntado y espero que me guste tanto. Besos!
ResponderEliminarYo también estoy leyendo reseñas que no lo ponen demasiado bien. Creo que como primera novela está muy bien, aunque se han creado unas expectativas tan altas que en parte es normal que decepcione un poco.
EliminarA mí me defraudó un poco, no la prosa de la autora que me pareció estupenda, la historia en si misma me supo a poco.
ResponderEliminarUn beso
A mí, en cambio, me gustó mucho cómo está planteada la trama. Ese punto de contención de la protagonista me mantuvo enganchada.
Eliminar¿Qué tal Rusta?
ResponderEliminarAunque no tenga absolutamente nada que ver con el post -y no tiene absolutamente nada que ver con el post- me atrevo a entrar en esta, tu casa, para invitar a tus numerosos lectores a pasar un rato entretenido con Agatha Christie y P. G. Wodehouse a los que he sorprendido merendando juntos en los veladores del Claridge's.
http://julianbluff.blogspot.com.es/2016/10/boodles-agatha-christie-y-p-g-wodehouse.html
En cualquier caso... (como ves no me resisto a comentar sobre la novela de E. Cline) ¿No estaremos viviendo a estas alturas del XXI un resurgimiento de los movimientos contraculturales... llamémosles... extremos, por parte de algunos jóvenes airados, como consecuencia del completo borreguismo imperante entre el resto de sus coetáneos?
Ergo... la novela de esta chica tiene unas aspiraciones comerciales innegables. Lo que, por otra parte, no me parece mal. Ni bien tampoco, que conste. ¡Ja ja ja!.
¡Un abrazo para todos!.
¡Bienvenido! No vas mal encaminado con lo de los movimientos contraculturales. Este año también se ha publicado a bombo y platillo "Ciudad en llamas", de Garth Risk Hallberg, ambientada en esa época, también una primera novela, también un suculento adelanto... En España ha pasado más desapercibida que la de Cline, aunque tiene mucha más envergadura literaria (o quizá por eso mismo no ha destacado tanto).
EliminarAh, ¡y gracias por la recomendación!
Bueno... es que el que andes como loco por las Kardashian, con diecinueve años, también es pura kontrakultura. Bueeno... eesto... vamos a dejarlo con que gusten las Kardashian en general, con independencia de la edad que tengas. ¡Miren, si no, lo que le ha pasado al decatleta! ;-)
EliminarMagnífica reseña, esta novela me tenía medio convencida pero tu reseña lo ha hecho del todo. Y creo que en un principio me llamaba por lo de Manson, así que no creo que estés equivocada del todo con ese aspecto comercial, pero tras leer tu opinión creo que esta novela tiene mucha más profundidad y que me gusta, me gusta la idea de que haya experimentado con la adolescencia, esa etapa vital tan complicada. Espero poder leerla pronto. Un saludo.
ResponderEliminarEs muy buena en el retrato de las emociones de la adolescencia, y en las complejidades de la relación entre chicas jóvenes. Ojo clínico, ya digo. Al final, lo de Manson es lo de menos, aunque para promocionarlo les ha ido muy bien.
EliminarPese a que finalmente te ha convencido, este libro no termina de tentarme. Y con tanto por leer...
ResponderEliminarBesotes!!!
Pues a otra cosa. ¡Será por libros...! :)
EliminarHas terminado de confirmarme que tengo que leerlo. Lo único que me tiraba para atrás es la prosa, que había leído que abusaba en el uso de metáforas, lirismo etc., lo que has dicho tú, vamos. Aún así, estoy segura de que me puede gustar mucho:)
ResponderEliminarCambiando de tema, ¿has leído algo de Maylis de Kerangal? Me llama mucho la atención su novela "Reparar a los vivos", que tuvo mucho éxito en su día. Anagrama ya ha publicado tres de sus novelas y es una editorial de la que me fió, pero quería saber tu opinión:)
Sí, creo que te puede gustar mucho. Además, aunque la escritura sea un poco redicha, es fácil de leer, tiene diálogo y se avanza con facilidad. No es que sea un libro denso.
EliminarSobre Maylis de Kerangal, tengo "Reparar a los vivos" en casa, todavía sin leer. El año pasado me la recomendaron mucho, así que estoy segura de que merece la pena. Si la lees antes que yo ya me contarás :).
Me gustó mucho. Para ser primera novela y autora joven es una obra muy madura. Ojalá no se quede en libro único y siga escribiendo más.
ResponderEliminarSí, ojalá siga creciendo. Es un muy buen debut.
EliminarMe gusto el libro, la verdad que lo acabo de leer después de cierto tiempo de haberlo comprado porque no lo podía digerir, me parecía tan confuso, pero siempre estaba en mi escritorio porque desde el nombre me parecía tan cautivante. Hasta que llegó un poco de frío en mi cuarto y lo llegué a coger y no lo dejé hasta terminar de leer. Ya voy en su segunda lectura que no me deja de cautivar la forma como escribe esta joven escritora. Saludos Marcelo.
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