Edición:
Minúscula, 2014 (trad. Lluís Maria Todó)
Páginas:
184
ISBN:
9788494145742
Precio:
16,50 €
¿Cómo pueden convivir
en mí las certezas de ser a la vez genial y miserable?
(135)
Pietra viva
(2013), tercera novela de la violinista francesa Leonor de Recondo (1976), se
inspira en la figura de Michelangelo Buonarroti para construir una ficción en
la que el polifacético artista del Renacimiento atraviesa una crisis: Andrea,
un joven monje por el que Michelangelo sentía fascinación, ha fallecido de
forma repentina. El protagonista lo descubre cuando le traen el cuerpo de
Andrea para la disección: un cuerpo vigoroso, de proporciones perfectas en el
sentido clásico, tal como le gusta a él. Michelangelo no se ve capaz de
diseccionarlo y se marcha a Carrara, donde debe controlar la extracción de
mármol para la tumba del papa Julio II. Corre el año 1505 y Michelangelo ya es
un escultor reconocido, ha esculpido el David
y su Pietà más importante. Aunque justifica
su viaje a Carrara por motivos de trabajo, el genio necesita tomar distancia de
todo para superar la pérdida de
Andrea y, a la vez, reencontrarse a sí
mismo.
De
Recondo combina datos sobre el personaje —en 1505 pasó ocho meses en Carrara—
con afecciones que se le atribuyen (el carácter volátil, la falta de equilibrio
emocional, la atracción por los hombres), y, a partir de aquí, trata de evocar
sus sentimientos, todo lo que ronda por la cabeza de un artista que, como él
mismo manifiesta en la frase citada al principio de esta reseña, reúne en su
interior lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Este Michelangelo no es un
personaje carismático: tiene un carácter taciturno, retraído, que en ocasiones
se muestra antipático. De Recondo se acerca a su lado más vulnerable: lo
concibe como a un hombre triunfador en su profesión, pero infeliz en su vida
íntima. En Carrara, Michelangelo conoce a un niño, Michele, hijo de un
trabajador, con quien traba una singular amistad. El nombre del muchacho no es casual:
a raíz de la relación, el protagonista recuerda su propia niñez, sus traumas,
que guardan cierto paralelismo con los del chaval. Sin habérselo propuesto, la
estancia en Carrara le hace regresar a
sus orígenes para enfrentarse a una puerta que hasta ahora no se había
atrevido a cerrar.
Este
redescubrimiento de sus orígenes atenúa en cierto modo el dolor por la pérdida
de Andrea. El artista desconoce la causa de su muerte, por eso escribe cartas a
otro monje, unas cartas que rara vez se atreve a enviar y que se asemejan más a
un diario en el que vuelca sus confesiones. Lo que sentía Michelangelo por
Andrea es una mezcla de amor y obsesión, una
fascinación por el cuerpo joven y vigoroso. De Recondo, una narradora sutil
y contenida, describe este sentimiento con elegancia, delicadeza y sensualidad,
sin caer nunca en lo explícito. Su estilo intimista y poético está más pulido
que en su novela anterior, Sueños olvidados (2012), y brilla por su precisión y agilidad. Tiene cierto aire
onírico, en parte gracias al tratamiento de los personajes secundarios, también
más elaborados. Además de Andrea y el niño, destacan dos hombres de Carrara a
quienes se relaciona con animales: Cavallino, el hombre unido a una yegua, y
Topolino, el hombre liviano y raudo como un ratón. Al referirse a ellos se
utiliza el vocabulario propio de los animales que representan, lo que
proporciona ese efecto de ensoñación
tan característico de la autora. Más allá de los personajes imaginarios, que
representan a gente anónima, el protagonista se refiere asimismo a personajes
históricos, como Lorenzo de Médici, que le regaló un libro de Petrarca que
siempre lleva consigo.
Leonor de Recondo |
Pietra viva
tiene muchos rasgos en común con Sueños olvidados: estructura en capítulos breves, con alternancia de la tercera
persona con las cartas/diario del protagonista; la ambientación en una época
remota, en un lugar alejado de su entorno; y el argumento sobre un personaje
que atraviesa una crisis personal que lo empuja a abandonar su sitio para intentar
reinventarse. En este proceso, el arte
adquiere un papel fundamental, y no solo porque sea la profesión de
Michelangelo: De Recondo parece evocar las disciplinas artísticas como un
refugio, un medio para purificar el dolor, como ocurría con la familia que huye
de la guerra civil española en Sueños olvidados. No se trata, en ningún caso, de una novela histórica al uso: la
concepción del hecho literario de la autora va más allá de la mera recreación
de una sucesión de acciones y ante todo se centra en la transformación interior de sus personajes. Sus novelas brillan por
este tono sensible (que no sentimental), un tono que trasciende los contextos
históricos particulares para quedarse con lo íntimo, lo que no cambia con el
tiempo.
No conocía esta novela así que la apunto porque parece interesante.
ResponderEliminarBesotes
Lo es. Leonor de Recondo escribe de forma muy pulcra y elegante, con una sensibilidad bien entendida. Me alegraría que encontrara más lectores.
EliminarEstoy leyendo "verde agua" de anteriores reseñas referidas a autoras femeninas poco conocidas. Es maravilloso, de una calidad literaria extraordinaria, intimista y conmovedora, sencillamente delicioso. Gracias
ResponderEliminar¡Cuánto me alegro! Madieri es maravillosa :).
EliminarA pesar de que has encontrado esta novela superior, los temas que trata la otra me interesan más, así que empezaré por ahí.
ResponderEliminarCualquiera de las dos es recomendable. La autora tiene un estilo tan característico que si te gusta una te gustarán todas.
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