15 julio 2019

Le llamé Corbata - Milena Michiko Flašar


Edición: Siruela, 2015 (trad. Sandra Santana)
Páginas: 128
ISBN: 9788416396085
Precio: 14,90 € (e-book: 7,99 €)

En su tercera novela, la escritora Milena Michiko Flašar (Sankt Pölten, Austria, 1980) examina dos vertientes del desarraigo en la sociedad contemporánea: por un lado, Hiro, un chico que ha pasado los últimos años encerrado en su habitación; por otro, un hombre de mediana edad al que han despedido de la empresa pero no se atreve a contárselo a su esposa. Los dos coinciden en un parque, donde, encuentro tras encuentro, traban algo parecido a una amistad. La autora, de padre austríaco y madre japonesa, sitúa Le llamé Corbata (2012) en Japón: los personajes encarnan el rol del hikikomori y el salaryman, respectivamente. Aun así, plantea unos conflictos tan extendidos en el presente que su lectura se puede extrapolar a Occidente; de hecho, el planteamiento tiene bastante en común con Cara de pan (2018), de Sara Mesa.

No intentaba engañarme. Al igual que antes, la cuestión era estar solo. No quería encontrarme con nadie. Encontrarse con alguien significa implicarse. Quedar anudado a un hilo invisible. De ser humano a ser humano. Nada más que hilos. En todas direcciones. Encontrarse con alguien hace que te conviertas en parte de su tejido; precisamente esto era lo que trataba de evitar.

El narrador, Hiro, empieza a relatar esta historia cuando su amigo, al que apoda Corbata por su atuendo (guiño afectuoso que refuerza su unión), ha dejado de acudir al banco del parque. Por lo tanto, comienza cuando su relación ha concluido; es una especie de homenaje que Hiro rinde al amigo perdido. En sus reuniones sucesivas, los dos personajes se fueron abriendo, confesando, recordando, como una purga. Hiro va al parque porque ha mejorado un poco: sale de casa, habla con sus padres, pero dista mucho de llevar lo que se dice una vida «normal». Con él, la autora explora el caso del hikikomori: un joven que vive encerrado en su habitación; no trabaja, no estudia, no se divierte, no piensa en emanciparse. No se relaciona con nadie, los padres le dejan la comida en la puerta. Esta inadaptación –que también ocurre en España– se enraíza en la dificultad para integrarse en el colegio o el entorno laboral, surge como respuesta tras un episodio traumático, por miedo o presión social. Implica, además, un estigma para la familia por cuanto tiene de tabú: los padres lo ocultan, fingen que su hijo vive fuera. Al guardar silencio sobre el asunto, hallar una solución se complica todavía más.

Y tal vez era en eso justamente en lo que nos parecíamos. Ambos nos quedábamos mirando mientras todo se nos escapaba, y ambos sentíamos un secreto alivio por no estar en condiciones de arreglar las cosas. Tal vez esa era la razón por la que nos habíamos encontrado. Para constatar de modo irrefutable y simultáneo que no nos era posible retroceder en los acontecimientos, no en aquel punto, no a partir de ese momento. Y tal vez por eso su historia era también la mía. Trataba de aquello que había abandonado y que, precisamente por eso, era imposible anular.

En el otro lado está el salaryman (nombre con el que se conoce a los empleados varones en Japón), que representa la disfuncionalidad en otra etapa, cuando el hombre ya es adulto y ha formado un hogar propio. Ha estado integrado en la sociedad hasta que su condición ha cambiado a «desempleado»: alguien habituado a cumplir órdenes, que se ha sacrificado por sus superiores, se ve de pronto con las manos vacías. Los hombres como Corbata son los otros grandes perjudicados por el capitalismo: en su madurez, una edad difícil para reciclarse, se encuentran apartados del sistema. Humillado, deprimido, esconde la verdad a su mujer por vergüenza; el «valor» del individuo supeditado a su desempeño profesional, a su capacidad para producir. Hay también conflictos personales, porque no tienen hijos; parece que a él y a su esposa no les queda «nada», según una sociedad que considera la institución de la familia como la base de todo. Corbata padece por los remordimientos, los errores, la imposibilidad de volver atrás. Es lo opuesto a un «triunfador»: el derrotado, el fracasado, el inútil.

Una palabra brillaba con especial luminosidad. La palabra de la sencillez. Me acercaría a ella, con paso ligero, la contemplaría desde todos los frentes, la tomaría finalmente en mi mano y, hechizado por ella, reconocería que su hechizo consiste en brillar desde su centro, desde su puro significado. Sencillez. Estar sencillamente aquí. Sencillamente mantenerla. Cuanto más la mantengo tanto más fácil resulta comprender la belleza, la sencilla belleza que reside en estar aquí.
Milena Michiko Flašar

Si el joven teme el futuro, lo incierto, a Corbata le pesa el pasado, lo inamovible; dos caras de la misma moneda de la marginación social, con el añadido de que la cultura nipona se ha presentado a menudo como un modelo de progreso (económico, pero no solo), un referente para el futuro. La autora desmitifica esta idea para poner de relieve el coste (humano, familiar) de priorizar las fuerzas de producción, la competitividad y el individualismo como motor del hipotético «progreso». Más allá de esta lectura, Le llamé Corbata es una novela intimista, a ratos tierna, a ratos afilada, de dos soledades que se reconocen. Está narrada en fragmentos breves; una prosa precisa, con pasajes evocadores y líricos. Milena Michiko Flašar escribe en alemán, y se nota: la historia se construye por acumulación, a machetazos, una escritura concentrada que suena distinta a las traducciones del japonés (más tenues, depuradas). El libro se lee como una larga conversación, esperanzadora y trágica al mismo tiempo, como la vida, que a veces permite salir adelante y a veces da la espalda.
Citas de las páginas 12, 30 y 114.

3 comentarios :

  1. Hola!

    aún estoy leyéndolo, pero me quedan pocas páginas. Tengo que reconocer que se me ha hecho algo tedioso y que el desarrollo ha sido tan previsible que me aburría bastante.

    De todas formas tiene un par o tres de pasajes dignos de su lectura, así que dado la limitada extensión de la obra, vale la pena su lectura aunque sea solo por encontrarse con estas dos o tres joyas. Una de ellas, por ejemplo, es la historia con el profesor de piano que reía mientras su mujer estaba enferma en la habitación... una historia preciosa.

    Muchas gracias por tus reseñas que, como ves, van guiando mis lecturas.

    Un beso!!!

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  2. Corrijo: veo que has publicado esta reseña hoy, así que esta vez me he adelantado a tus lecturas. No sé de dónde saqué la recomendación...

    Otro beso!!!

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  3. Me falta muy poco para terminarlo. Me ha gustado mucho, de hecho estoy buscando otros libros de esta autora!
    Tiene algunos pasajes preciosos, coincido con el del profesor de música.
    En su día me gustó también mucho El cielo es azul,la tierra blanca de Hiromi Kawakami

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