Edición: Periférica, 2018
Páginas: 160
ISBN: 9788416291755
Precio: 16,00 €
Munir Hachemi (Madrid, 1989) ha comenzado su carrera literaria sin ruido, pero
con firmeza: Cosas vivas (2018), una
novela breve publicada por Periférica, una editorial independiente y con un catálogo
exquisito. El autor, licenciado en Filología Hispánica, está trabajando en una
tesis doctoral sobre Jorge Luis Borges. Este dato no pretende ser una simple
presentación, sino una pista de lo que encontramos en su libro: una apuesta por
la metaficción, fruto de muchas lecturas bien integradas en el discurso. El
narrador, una especie de alter ego
llamado Munir, relata la estancia de cuatro amigos veinteañeros en el sur de
Francia. Han decidido pasar el verano allí para participar en la vendimia, pero
no queda trabajo y terminan en una empresa biotecnológica, «ese mercado de las
cosas vivas –y nosotros los trabajadores también formábamos parte de la
mercancía–» (p. 76). La experiencia los aleja del ambiente universitario en el
que se han movido hasta entonces; pero, más desconcertante aún, en la zona
empiezan a ocurrir sucesos extraños, muertes repentinas que nadie logra
explicarse.
El
planteamiento, junto con los rasgos que el autor comparte con el narrador,
invita a pensar en una novela de aprendizaje, como tantas óperas primas: los
jóvenes leídos pero inexpertos que se dan de bruces con una realidad incómoda
cuando se arremangan para trabajar lejos de casa. En cierto modo, es así; no
obstante, el viaje iniciático solo supone una capa ligera de Cosas vivas. Lo mismo sucede con el
origen argelino del narrador: influye en las relaciones que entabla en Francia,
también en su dominio del idioma, en sutilezas diversas; pero esta no pretende
ser una historia de iniciación sobre un personaje «con diferencia». Está ahí
sin ser lo principal. Lo importante aquí no es tanto el relato de los
acontecimientos como la voz del narrador, sus juegos, su ironía. En el primer capítulo advierte que va a contar los hechos tal como
sucedieron, con simplicidad. No, no lo hace. Combina el recuerdo
con los fragmentos de un diario escrito ese verano. Sin embargo, el desarrollo
dista mucho de ser llano. El narrador enreda
al lector a conciencia, domina los giros del lenguaje, utiliza la
intertextualidad, se nutre de fuentes diversas para construir un discurso personal
que no toma las vías convencionales.
Munir Hachemi |
El libro se diferencia de una autoficción
al uso en diversos aspectos: el pulso narrativo (Munir Hachemi escribe de lujo, subyuga
al lector, y eso es un talento que se tiene o no se tiene); la inteligente
unión de alta cultura (de la formación de los personajes, de las reflexiones
eruditas que salpican la narración) con trabajo asalariado rural (la brutalidad del
campo, la sencillez de los operarios, la distensión de los propios
universitarios durante las vacaciones), una fusión que se extiende, claro, al vocabulario, en un
narrador que tan pronto se marca un análisis literario sesudo como llama «la
gorda» a un personaje; y, por último, sobresale por el sentido del humor, socarrón, porque el
narrador no se toma muy en serio a sí mismo, y eso es bueno. Todo se resume en
una palabra: estilo. No importa el qué (aunque da bastante de sí: la amistad a
lo largo del verano, el estrato social de cada chico, la explotación agraria,
etc.), sino el cómo. El autor escribe tan bien que uno lo leería con
independencia del argumento; he aquí un escritor prometedor de verdad, capaz de
cuanto se proponga. Quizá la única torpeza de este primer libro sea el título.
Es cierto que el título no es muy atractivo. Yo, por el nombre, no lo leería, jeje. El libro, por lo demás, tiene buena pinta. Me alegro de que lo hayas disfrutado.
ResponderEliminarBesos!
Es interesante, sí. Más que por la novela, por descubrir una nueva voz (bastante más consistente que otras que han recibido mucha más promoción, hay que decirlo).
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