Edición: Salamandra, 2018 (trad. Sonia Tapia
Sánchez)
Páginas: 256
ISBN: 9788498388374
Precio: 18,00 € (e-book: 11,99 €)
Con
Necesitamos nombres nuevos (2013), su
primera novela, NoViolet Bulawayo (Zimbabue, 1981) ganó el PEN/Hemingway Award
y resultó finalista del Man Booker Prize, entre otros galardones. El libro, que
se desarrolla en Zimbabue a comienzos del siglo XXI, está narrado por Darling,
una niña de diez años que nos acerca a su tierra desde su mirada infantil, con
un lenguaje fresco, cercano a la expresión oral, aunque al mismo tiempo muy
elaborado en el sentido literario. Darling, que vive en una chabola junto a su
madre y su abuela, tiene una pandilla de amigos, con los que juega a «Buscar a
Bin Laden» y roba guayabas en el vecindario rico. Ninguno de ellos va a la
escuela; los profesores se marcharon a otros países, como también hizo el padre
de Darling («Me enfado cuando pienso en él, con lo que casi siempre hago como
si no existiera; es mejor así», p. 27). Niños de la calle, niños que los
miembros de la ONG fotografían sin pudor, niños de familias que perdieron sus escasas pertenencias, niños sin esperanza en el futuro; pero niños vivarachos y
con desparpajo pese a todo.
La
primera mitad recrea la niñez de la pandilla, un poco como Los pescadores (2015), del nigeriano
Chigozie Obioma, o Pequeño país
(2016), del franco-ruandés Gaël Faye. La inocencia del punto de vista no atenúa
la crudeza del día a día, sino que la pone de relieve: el hambre, el hallazgo
del cadáver de una mujer colgado de un árbol, la niña de once años embarazada, las
diferencias con otros barrios, las sensaciones encontradas hacia los «regalos»
de la ONG. La autora escribe con perspectiva sociológica; la voz
infantil como instrumento para comunicar de forma creativa las condiciones
inhumanas de los zimbabuenses. En la segunda parte, Darling abandona el país y
se instala con su tía en Estados Unidos en busca de un futuro, como la protagonista de Americanah (2013), de Chimamanda Ngozi
Adichie. En este lugar vive su adolescencia y conoce a una nueva galería de
personajes. En teoría, emigrar iba a ser su oportunidad, pero no tarda en
descubrir que lo que le espera en Estados Unidos no está exento de sorpresas
desagradables; su identidad de extranjera africana la persigue.
He
mencionado otras novelas recientes para insinuar una idea: Necesitamos nombres nuevos no cuenta nada que no se haya narrado ya.
Esto no importa, siempre que el estilo, la mirada singular del autor, aporte matices diferentes, enriquezca esta tradición de historias de niños africanos
emigrados –un inciso: soy consciente de lo etnocéntrico que resulta englobar
todo lo que se escribe en África como «africano», y lo mismo ocurre con
Latinoamérica. En el caso que me ocupa, no se puede comparar un país como
Nigeria, del que salen muchos escritores, con uno como Zimbabue. Aun así, por
desconocimiento o por comodidad, lo hago, lo hacemos–. Sin duda, NoViolet
Bulawayo tiene talento e inventiva, juega con el lenguaje y saca partido al
punto de vista en detalles como los apodos de los personajes (Bastardo,
Madredehuesos, Sabediós) y el registro coloquial, trufado de referencias a la
cultura (blanca occidental) dominante, que evidencian esa especie de contradicción en la
que viven los muchachos: pobres, pero con una cotidianeidad salpicada de
marcas, equipos de fútbol y nombres de famosos.
NoViolet Bulawayo |
Sin
embargo, pese a ser un debut meritorio, me parece más el
descubrimiento de una voz con potencial –no en vano las frases promocionales
destacan precisamente esto– que de una novela lograda. Para empezar, es
inexacto considerarla una «novela»: se compone de relatos que funcionan por
separado (el primero, «Asalto a Budapest», incluso recibió un premio en 2011;
fue la semilla de la obra). Comparten narradora, escenario y personajes, pero
no están vehiculados en una trama. Este es uno de los problemas: hace falta encauzar
el argumento, definir hacia dónde quiere llegar. Además, el estilo, ese
parloteo infantil en presente, eclipsa la historia. Como les ocurre a
muchos escritores noveles, NoViolet Bulawayo intenta demostrar constantemente
que sabe escribir, hasta el extremo de caer en la verbosidad y la abundancia de
metáforas y comparaciones (overwritten,
por utilizar el término en inglés). Falta fluidez; lo que funciona en pequeñas
dosis no vale para un proyecto de largo alcance, un lenguaje demasiado
concienzudo puede lastrar la narración. He leído unas páginas muy bien
escritas, pero una novela mediocre; esa es mi impresión.
La leí este verano y me decepcionó. Dudaba de si su estilo era una deficiente imitación del registro iinfantil-juvenil o una evidencia de la simpleza estilística de la autora. Me da pena decirlo, pero esa fue mi experiencia.
ResponderEliminarDoy por bien leídas las novelas de países de los que apenas sabemos nada, así que, a pesar de todo, puedo decir que no me arrepiento de haberla leído. Eso sí, es una lectura muy por debajo de las expectativas que me generó la presa.
Yo también me llevé una decepción. Quería leer este libro desde hacía años, estuve a punto de comprarlo en inglés varias veces, la nominación al Booker me daba confianza.
EliminarEn parte es normal que tenga carencias, porque no deja de ser una primera novela de una autora joven, pero las traducciones llegan tan hinchadas por los elogios desmedidos de la crítica anglosajona que dan una idea equivocada al lector.
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