Edición: Periférica, 2018 (trad. Richard
Gross)
Páginas: 336
ISBN: 9788416291649
Precio: 19,00 €
Alice Herdan-Zuckmayer (1901-1991), austríaca de origen judío, conoció a su marido,
el reputado escritor y guionista alemán Carl Zuckmayer (1896-1977), cuando trabajaba
como actriz y secretaria en Berlín. Corrían los locos años veinte, una época en la
que él despuntó –escribió el guión de El ángel azul (1930), la película protagonizada por Marlene Dietrich, entre otros– y el matrimonio frecuentaba el círculo intelectual, junto a nombres como Stefan Zweig, Bertolt Bercht o Alma Mahler. Sin embargo, esa vida bohemia
sufrió un revés con la llegada de Hitler al poder: se vieron obligados a
exiliarse a Estados Unidos, en concreto, se instalaron en una granja de
Vermont, donde se dedicaron al cuidado de los animales como una familia de
campesinos más, mientras él continuaba redactando sus guiones. De esa
experiencia, que se prolongó hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, surge
este libro, Una granja en las Green
Mountains (1949), que supuso el debut como escritora de Alice y pronto se
convirtió en un éxito en Alemania. Ahora se traduce por primera vez
al castellano.
Más
que de una obra con pretensiones «literarias», se trata de un testimonio cuando
menos curioso sobre cómo dos urbanitas acostumbrados
a vivir sin ensuciarse las manos empezaron de cero en unas condiciones adversas
y aprendieron a sobrevivir en el campo a base de mucho esfuerzo. Lo cuenta,
además, con humor, sin recrearse en las renuncias y sin autocompasión, riéndose
de sí misma por las meteduras de pata en su adaptación a la montaña. Este es el
relato de una pareja dinámica y perseverante, que, a pesar de los obstáculos, a
pesar de la añoranza de Europa y el mundo cultural, no decae y sigue adelante con firmeza. En
comparación con los títulos de nature
writing más recientes, mucho de lo que explica la autora sobre su estilo de
vida rural se ha quedado obsoleto, aunque esto aumenta más si cabe el carácter
extraordinario del libro. Habla, por ejemplo, de la comunidad de vecinos y la
línea de teléfono compartida (una fuente de anécdotas, por supuesto), de los
catálogos de venta por correo o los boletines informativos para los granjeros.
El retrato de una era desaparecida, con el añadido de estar contada por alguien
que no había nacido allí y tenía la capacidad de sorprenderse y fijarse en
detalles que pasarían inadvertidos a los autóctonos.
Alice Herdan-Zuckmayer |
Lejos
de idealizar las costumbres del campo con respecto a la civilización urbana (el
matrimonio se toma la granja como una estancia temporal, nunca pretende
convertirla en su hábitat permanente), la autora aborda las dificultades del
día a día, como el aislamiento en invierno o la cría de animales. Dedica
capítulos minuciosos a la adquisición de patos, gansos y gallinas, y a
su aclimatación. Frustración, imprevistos, pero también tesón, mucho tesón. No olvida su vertiente intelectual: aun en la
montaña, su marido sigue escribiendo y ella narra en los últimos episodios los
viajes que hacía a la biblioteca (llegar allí en esas circunstancias era un
acontecimiento). El interés de Alice por los libros no desapareció, aunque tuvo
(qué remedio) que ajustarse al nuevo escenario y buscar minutos entre actividades extenuantes. Desde la perspectiva actual, en esta sociedad de la inmediatez y la sobreinformación, las vivencias de los Zuckmayer resultan sin duda «inspiradoras»: una demostración de empeño, disciplina y paciencia cuando las cosas
eran mucho más complicadas que en el presente y los pequeños progresos se
valoraban más. Por lo demás, una lectura agradable, por su tono ameno y optimista,
y por el valor histórico del testimonio.
No pinta mal, pero en esta ocasión no termina de llamarme del todo. Así que no creo que me anime.
ResponderEliminarBesotes!!!
Bueno, no se puede leer todo. Otra vez será.
Eliminar