Edición:
Periférica, 2017 (trad. Natalia Zarco)
Páginas:
288
ISBN: 9788416291571
Precio:
19,00 €
Con rabia (1963), la segunda novela de la
escritora, pintora y cineasta italiana Lorenza Mazzetti (Roma, 1927), fue una de las
pequeñas revelaciones de 2017 («pequeña» porque destacó dentro
del margen de una editorial independiente, no porque se trate de una
publicación menor). Al igual que su ópera prima, El cielo se cae (1962), basada en la infancia de la autora, marcada
por el asesinato de su familia en manos de la policía nazi, Con rabia tiene un trasfondo autobiográfico,
pero es mucho más que un testimonio; aquí hay una obra literaria fascinante, con
una voz narrativa lograda y un planteamiento atrevido en materia de género,
sexualidad y religión. La acción se sitúa en la Florencia de posguerra, y
nos habla Penny, alter ego de Mazzetti,
una joven que intenta encontrar su forma de estar en el mundo después de una
niñez traumática («Enterradas en vida, eso es lo que somos, en una casa llena de
recuerdos», p. 256). No está sola: tiene una hermana gemela,
Baby, a la que quiere con devoción, aunque a medida que crecen toman caminos
distintos, algo que no le resulta fácil de asumir.
Por otra parte, no sé cómo explicar estas contradicciones: ¿cómo conciliar el deseo que tengo de matarlos a todos, uno tras otro, empezando por mi tutor, con ese otro deseo que siento de que me abrace todo el mundo? Soy, efectivamente, muy contradictoria. Un mar de contradicciones. Por ejemplo, ¿cómo explicar que lo que más me gustaría es ser un hombre, pero que jamás me casaría con una mujer? ¿Cómo explicar que amo de la misma forma a San Francisco y a Robespierre?
El
pasado, con la pérdida temprana de sus padres y el genocidio nazi, le pesa más que
a otras jóvenes de su edad, pero, a la vez, Penny no deja de ser una muchacha
que, como todas, se inicia a la vida adulta con miedo, rebeldía y no pocas
contradicciones. En su relato se entremezclan los vestigios del dolor de antaño
con la emoción que suscita en ella el descubrimiento de su entorno, las ganas
de vivir, de disfrutar del momento. De quejarse y patalear, también. Con una
narración en tiempo presente, su voz es de las pocas que suenan a adolescente
de verdad: fresca, vigorosa, descarada, sin tapujos y con mucho desparpajo. Rabiosa, sí. Un estilo intenso, fluido y
directo, poético a ratos y con cursivas enfáticas, que capta esa irritación característica
de la adolescencia. Es un cliché mencionar El
guardián entre el centeno al hablar de una novela de aprendizaje; aun así, salvando las distancias culturales y de género, el tono irreverente de Penny recuerda
al de Holden Caulfield.
Tengo la sensación de vivir en una sociedad bárbara donde ser mujer significa, simplemente, tener un montón de problemas con los ligueros. Teniendo en cuenta el frío que se pasa en invierno, no puedo entender por qué las mujeres han de llevar siempre falda. Los hombres van bien calentitos con sus pantalones y nosotras, las chicas, a morirnos de frío.
Este
es, por lo tanto, un libro de formación sobre una chica avispada y enérgica,
que se subleva ante las convenciones sociales (a diferencia de su hermana, más tranquila).
Ella vuelca sus preocupaciones con una transparencia poco habitual. Sobresale,
por ejemplo, su voluntad de no caer en el letargo después de los horrores del
Holocausto, el deseo de mantenerse despierta, alerta, para no olvidar a los muertos,
a su familia. En otros temas, como el despertar sexual o el catolicismo, su sinceridad
pone en jaque los valores de la sociedad italiana, por cuanto expresa cómo la
educación religiosa ha constreñido a las mujeres («Si no
hubiera tenido una educación tan religiosa quizá no sufriría tanto», p. 53).
Además, la narradora analiza a los hombres sin pudor, manifiesta su curiosidad
por el sexo y denuncia los tabús al respecto («¿Quién se desnuda
antes? ¿El marido? ¿La mujer? La primera noche de casados me la imagino como un
momento aterrador», p. 41). Pocas autoras de la
generación de Mazzetti han planteado esas dudas de una forma tan abierta, con
tanta naturalidad.
¡Dios, Dios, Dios, ayúdame! Quiero ser santa. Es decir, no exactamente santa, porque no creo en los santos, pero quiero ser lo máximo mejor posible de mí misma, no sé bien qué es lo que quiero, pero no quiero nada de mí que no me guste.
Lo
mismo ocurre con el pensamiento. La narradora verbaliza su
desencanto con el catolicismo, reconoce haber dejado de creer. En
cierto modo, esta es una novela sobre el «después del Holocausto y de Dios»:
con lo que ha vivido, las creencias inculcadas en su infancia pierden
fundamento, por lo que debe buscar unas alternativas por su cuenta. En otras palabras: construir su identidad adulta («Desde que
perdí a Dios no he hecho otra cosa que buscar una nueva verdad», p. 95).
Penny, inquieta, se introduce en el ambiente intelectual, donde encuentra un nuevo
sentido a su existencia, gracias a la literatura y la filosofía, que le proporcionan recursos para interpelar la sociedad. Shakespeare, Kafka…, pero,
sobre todo, lee a franceses como Proust, Baudelaire, Camus, Sartre o Stendhal; le
parece una literatura más comprometida con su tiempo que la italiana. Resulta
muy interesante cómo plasma el hecho de «aprender a pensar» de manera crítica; no se limita a hablar de sus relaciones afectivas, sino que aborda con acierto el despertar de la conciencia.
Los hombres desnudan a las mujeres con la mirada, pero yo no he aprendido todavía a desnudar a los hombres sólo con mirarlos. Porque, por lo que intuyo, además del mundo de los hombres y las mujeres vestidos, existe otro mundo, el de los hombres y las mujeres desnudos: un denso bosque en el que la humanidad se encuentra desnuda, para reaparecer después, vestida y arreglada, por las calles y plazas
Lorenza Mazzetti |
Penny
se convierte en una mujer joven inteligente, perspicaz e inconformista, que no olvida
ni perdona porque todavía carece de la templanza del adulto. Quizá, ante todo, Con rabia sea una novela sobre la imposibilidad
de creer en el futuro, de confiar en el futuro cuando se ha sufrido tanto y tan pronto. No obstante, lejos de
caer en el nihilismo adormecido, la narración rebosa carácter, brío, picardía («Todo lo
que no se aprende en clase se aprende en los lavabos de la escuela», p. 81);
uno se lo pasa bien leyéndola.
Por sus contenidos, se puede relacionar con escritoras como Natalia Ginzburg y
Elena Ferrante (miradas descarnadas al universo femenino), solo que tiene un tono más corrosivo. Lorenza Mazzetti enriquece
el corpus de novelas de iniciación con un libro en el que la protagonista y su
peripecia son uno, y se funden en esa voz implacable y feroz que arrastra al
lector por sus páginas. Un gran hallazgo.
Citas en cursiva
de las páginas 10-11, 23, 102 y 113.
Hola, Cris
ResponderEliminarTu magnífica reseña refuerza lo que ya sabía sobre el libro. Lamentablemente, aún no ha llegado a mis costas, pero lo tengo apuntado.
Espero encontrarlo en la próxima Feria, que aquí comienza el próximo jueves.
Gracias por tus líneas.
Un abrazo.
Espero que así sea, Marcelo. Es un buen libro, y Periférica es una de esas editoriales que vale la pena seguir de cerca.
EliminarFantástica tu reseña. Y de nuevo me descubres autora. Y tanto los temas que trata como que se desarrolle en la Florencia de la posguerra, me resulta muy atractivo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Para mí ha sido un gran descubrimiento. La literatura italiana del siglo XX escrita por mujeres va más allá de Natalia Ginzburg y Elsa Morante.
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