Edición:
Siruela, 2017 (trad. Carlos Gumpert)
Páginas:
176
ISBN:
9788417041410
Precio:
16,95 € (e-book: 9,99 €)
Era cada vez más difícil encontrar sitios libres en los que colocar los souvenirs que me habías traído sin tapar algún otro. Los había de todos los países, de cada rincón del planeta, con mi habitación que, viaje tras viaje, iba convirtiéndose en el mapamundi de tu ausencia cotidiana.
En
los últimos años me he interesado por la narrativa italiana. Empecé por los
escritores fundamentales del siglo XX, y poco a poco he ido abriendo mi abanico
de lecturas a la literatura contemporánea. A autores ya consagrados como Erri De Luca, Elena Ferrante o Milena Agus, se les han unido nuevas voces como
Valeria Parrella, Giorgio Fontana y el que comento hoy, Andrea Bajani, nacido
en Roma en 1975. Cabe precisar que Bajani se dio a conocer en 2002 y en estos
momentos ya ha publicado una decena de novelas; no obstante, las traducciones
han tardado tanto en llegar que hacen que aquí le demos el trato de «joven
promesa». De hecho, hasta la fecha solo se han traducido dos libros suyos: Saludos cordiales (2005; Siruela, 2015)
y Mapa de una ausencia (2007;
Siruela, 2017). Este último, galardonado con los premios Super Mondello,
Brancati y Recanati, viene avalado por un trío de excepción: Antonio Tabucchi, Emmanuel
Carrère y Enrique Vila-Matas. Sí, lo sé: a veces las alabanzas no significan
nada. En esta ocasión, sí.
Mapa de una ausencia
aborda la educación sentimental de un hombre joven a partir del primer gran punto
de inflexión en su vida: la muerte de la
madre. El libro comienza con una escena demoledora: el chico viaja desde
Italia a Bucarest para enterrar a su madre. Allí le esperan las personas que compartieron los últimos años de su progenitora y una ciudad
que aún no ha cicatrizado las heridas de antaño: un lugar en el que descubrir
qué fue de ella y, tal vez, qué será de él. Emprende el viaje sin el llanto ni la
desesperación que producen las pérdidas repentinas, pues existía cierta frialdad
y distanciamiento entre ambos. Llevaban mucho tiempo sin verse, nunca mantuvieron
una relación maternofilial al uso y ella se había trasladado a
Rumanía. Con este planteamiento, el narrador protagonista entrecruza
dos hilos: su presente en Bucarest, tratando de rellenar los huecos de lo que
ella no le contó, y una reconstrucción de la relación con su madre desde su infancia,
una relación llena de silencios y desapego a la que intenta dar sentido.
El
autor lleva a cabo una desmitificación de la figura maternal arquetípica: la
madre del protagonista fue madre soltera, una mujer de negocios, independiente
y pionera, que no dudó en poner su trayectoria profesional por delante de la
maternidad y el ámbito doméstico. Con los años, conoció a un hombre que adoptó el rol de
padre para el chico, y se quedó con él durante las largas ausencias de ella,
ausencias que se volvieron definitivas. He aquí una aproximación a la madre ausente, un motivo mucho menos
explorado que su homólogo masculino, tanto en literatura como en otras
manifestaciones culturales. Se trata, además, de una mujer que ha construido
una vida de superficialidad: se dedica a vender unas máquinas milagrosas para
perder peso, fabricadas en países de Europa del Este para abaratar costes. No resulta fácil
sentir empatía por este perfil de profesional centrada en obtener beneficios a
cualquier precio, que deja de lado a la familia (no solo al hijo: es, a su vez,
una persona incomprendida por sus padres); pero, por eso mismo, porque rompe
esquemas, es aún más interesante la novela. Algunos relatos sobre mujeres
emancipadas tienden a darles un tratamiento de «víctimas» y «luchadoras»,
buscando la compasión. Esta obra muestra una cara menos amable: una mujer, una
madre, también puede pensar con frialdad, también puede participar en
negociosos éticamente cuestionables, también puede alejarse del niño.
La
otra cara de esta novela es la del hijo-narrador: él indaga en el recuerdo de
su madre, en su mundo de apariencias; rompe la capa de hielo que ella construyó
a su alrededor. El viaje a Rumanía es al mismo tiempo un viaje interior para
acercar posturas, entender, incluso conocer (o reconocer) a su madre. Porque lo que encuentra en Bucarest no se
corresponde con aquella mujer fuerte y poderosa que veía en Italia. Tampoco
algunos recuerdos que vuelven a su mente, imágenes borrosas que le remiten a esos
abuelos que renegaron de su hija; ella tuvo que hacer muchas renuncias, y quién
sabe hasta qué punto influyeron en su carácter duro. En Bucarest también
conoce a un elenco de personajes, todos atormentados a su manera: el socio de
su madre, un tipo un tanto turbio; una chica que le descubre lo mejor y lo peor
del país y de quienes viajan allí; y un joven conductor con quien
enseguida congenia. Bucarest en sí mismo es otro personaje: el que saca las
vergüenzas de los occidentales que solo se asoman allí por interés.
Andrea Bajani |
Una
madre que recorrió el mundo, que se distanció, y un hijo que rehace sus pasos
para reencontrarla, para decirle adiós. Y para empezar de nuevo, porque a la
muerte real de la madre le sigue su muerte simbólica en los recuerdos del hijo,
por la confrontación entre la madre recordada y la madre redescubierta en
Rumanía. Eso es este Mapa de una ausencia
tan bien armado. Eso, y una ciudad, un país, que saca a los urbanitas del sur
de Europa de su zona de confort. La novela está concebida como una obra de
naturaleza intimista, y el punto de vista es un aspecto fundamental: el
hijo-narrador se dirige a un «tú», que es la madre, como una forma de afrontar
el duelo y las preguntas sin respuesta: hablarle, hablarle en silencio, para sí
mismo, hablarle más que cuando aún vivía. Esta voz dota el estilo de intensidad
y vigor, sin caer en la afectación. Es elegante, pulcra y precisa, funde
monólogo y narración en un ejercicio de contención espléndido. No le falta ni
le sobra nada. Andrea Bajani es uno de esos escritores que obligan a mirar de
frente todo aquello de lo que apartamos la vista, pero lo hace tan bien, hay
tanta «belleza» en su lenguaje, que resulta hasta placentero.
Cita
inicial de la página 36.
Y nada, que con reseñas como ésta es imposible bajar la lista de pendientes. Otro más para la lista!
ResponderEliminarBesotes!!!
Me parece una buena novela. Nos queda mucho por descubrir de la literatura italiana (se traduce poco, en comparación con el francés, por ejemplo), así que merece la pena aprovechar oportunidades como esta.
EliminarMe encontré con este libro hace poco, pero como estaba en una etapa de thrillers, al final lo volví a colocar en la estantería pero creo que voy a tener que leerlo porque tiene muy buena pinta.
ResponderEliminarSí, merece la pena. Cuando te apetezca algo más intimista es una excelente opción :).
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