Edición:
Periférica & Errata naturae, 2017 (trad. Regina López Muñoz)
Páginas:
520
ISBN:
9788416291533
Precio:
23,00 €
Cualquier familia compuesta por más de un miembro es una familia disfuncional. En otras palabras: en el barco donde tan sola puedo sentirme, en realidad, vamos todos.
Elijo
esta frase —escrita por la autora en un prólogo de 2004, casi diez años después
de la publicación del libro— para encabezar la reseña porque condensa tanto la
esencia de la obra como la empatía que esta genera en el lector. Hay
publicaciones que se leen, por así decirlo, desde la barrera: como un
espectador que las analiza (y las disfruta) en frío, sin
despeinarse. Sin embargo, hay textos que, además de dejarse leer, acompañan. Estos libros no tratan al
lector como a un invitado, acomodándose a él, sino que le hacen partícipe de
sus trapos sucios, sus turbulencias. Y, con ello, establecen una
complicidad y lo empujan a remover sus propios asuntos, a mirarse a sí mismo y
no solo al libro, porque el contenido, en cierto modo, le atañe, le interpela. El
resultado es una lectura en la que uno se siente como cuando se apalanca en el
sofá y pone los pies en la mesilla: cómodo, desinhibido, sin complejos. Así me
he sentido al leer El club de los
mentirosos (1995), de Mary Karr (Texas, 1955), un memoir tan descarnado como hilarante que se convirtió en un
fenómeno en Estados Unidos, donde se considera un referente del género. Permanecía
inédito en castellano hasta ahora.
Mary
Karr relata su infancia, primero en una localidad petrolera de Texas,
luego en Colorado, luego en Texas de nuevo. Estamos en los años sesenta, en ese
sur tan sucio, en el seno de una familia que encarna esa sordidez: el padre, bebedor,
suele divertirse con su cuadrilla (llamada el «club de los mentirosos»)
en el bar; la madre, una mujer con varios matrimonios a sus espaldas, afronta
sus propias crisis personales, además de renuncias que no se atreve a desvelar;
por último, Mary y su hermana, dos niñas que, en semejante ambiente, aprenden
a espabilarse solas a muy temprana edad. Sí, la infancia de la autora estuvo
marcada por el desorden reinante en su entorno: el alcohol, la violencia, los
brotes de locura, la inestabilidad general. Podría tildarse de una infancia
«macabra». Aun así, no se lamenta. En absoluto: no cuenta la épica de una
mujer que superó las adversidades, sino de una chica plenamente integrada entre
los suyos, que es capaz de mirar a su familia con transparencia, riéndose de todo y sin lloriquear. En toda familia hay tragedias, episodios vergonzosos
y momentos de risas; pero, sobre todo, existen unos códigos compartidos que
solo ellos entienden, que hacen únicas sus vivencias (el «léxico familiar»,
como diría Natalia Ginzburg); el logro de Mary Karr es haber plasmado el «alma»
de su familia. Terca, embrutecida… y muy socarrona.
(Los propios cuadros se me grabaron a fuego con esa intensidad tan característica de la niñez. Cuando, años después, tropezaba con las pinturas auténticas en los museos, solía apoderarse de mí esa sensación que te asalta al entrar en tu antiguo colegio, la de volver a ser pequeño en un mundo descomunal e incontrolable, pese a que la escasa altura de las fuentes revela todo lo contrario, que ahora eres un gigante. Cuando a los dieciocho años tuve delante la Habitación en Arlés de Van Gogh, el cuadro me pareció ridículamente pequeño, y sin embargo extremadamente familiar.)
¿Dónde
está el truco? La voz, siempre en la voz. El título no solo alude a los amigos
de su padre, sino que todos los miembros de la familia pueden asimilarlo. Comenzar
unas memorias hablando de las mentiras de su familia, admitiendo aquellos
sucesos sobre los que han corrido un tupido velo, es una declaración de
intenciones. «Comprobamos que las heridas cicatrizaban mejor si las dejábamos
al aire […]. Nuestras catástrofes, tan lejanas, se volvieron asumibles. Es lo
que los griegos llaman catarsis» (p. 7), reflexiona la autora. Al pensar en
este libro me vienen a la mente palabras como «naturalidad» o «confianza»;
cualidades difíciles de medir, poco amigas de la teoría literaria, poco objetivas. No obstante, definen el tono
de Mary Karr y la voluntad con la que afronta este libro: transparencia, sacar
a la luz la verdad después del tiempo de las mentiras, la contención y los secretos
incómodos. Como dice Lena Dunham en el epílogo, «Antes, la tradición dictaba
que había que silenciar estas historias […]. Pero el rechazo de Karr a
reprimirse, su rechazo a mentir, nos
señala que esos tiempos ya han quedado atrás. De aquí en adelante se hará la
luz» (p. 515). Y lo cuenta, además, con humor, con gracia. Tiene algo de Lucia Berlin, otra gran escritora de su propia vida, en su capacidad para narrar con
chispa unas experiencias que en la práctica resultaron dolorosas. Es reseñable
el uso del paréntesis (a veces párrafos enteros): me he visto con frecuencia
subrayando precisamente estos pasajes, estos apuntes al margen que en teoría no
son lo principal, y que sin embargo comprenden algunas de las cavilaciones más
lúcidas, las observaciones más interesantes. Es en lo pequeño, en el detalle,
donde más se desnuda.
Durante décadas, los demonios personales de mi madre habían sido un misterio para mí, al igual que su pasado. Pocos mentirosos natos emprenden conscientemente la senda de la verdad, ni siquiera quienes creen de una manera axiomática que dicho camino acabará por liberarlos. Varias veces volé a Texas con el firme propósito de abrir la puerta metafórica del pasado. Pero la resistencia con que me encontraba era tan invisible como implacable. Incluso papá, en la época en que aún podía hablar, se negaba. Ponía cara de soy-un-pobre-viejo-chocho y decía: «Joder, cariño, no me acuerdo de nada de eso».
En
el (brillante) elenco de personajes, la figura de la madre va ganando fuerza a
medida que pasan las páginas. No es la típica mujer «sometida» por el
patriarcado que mantiene a flote la familia mientras el marido se emborracha,
sino una persona curtida, dura, que ha hecho lo que ha querido y no obstante
padece sus propias presiones autoimpuestas. No, no es una «madre coraje» (cómo
detesto esta expresión); es una madre imperfecta, cómo no, y su hija comparte
abiertamente sus depresiones, los periodos en los que no pudo hacerse cargo
como es debido de ella y su hermana. Esos temas que antaño se silenciaban, que
tanto ensombrecían la reputación de una mujer, más aún de una madre, y que en estas
páginas se exploran como una parte más de la vida, aceptándola sin añadir dramatismo ni trivializar el sufrimiento. Es asimismo destacable cómo la narradora se abre al
mundo de los adultos (y al secreto de su madre) escuchando a hurtadillas, dando
forma al hilo de lo que nunca le contaron a partir de palabras sueltas, de
verdades a medias que oye aquí y allá. Así es como tan a menudo se descubren
las revelaciones: con pedazos que no cobran sentido hasta el final.
Y entonces fue como si un agujero negro me tragara entera. O, más bien, como si el agujero siempre hubiera estado dentro de mí y me hubiera devorado poco a poco a lo largo de esos años sin que yo me diera cuenta. Me rendí sin más. ¿Qué término era el que usaban los médicos? Ah, sí: implosionar. Implosioné.
Mary Karr |
Quizá
el mayor mérito de Mary Karr ha sido abrir la puerta a una forma desacomplejada
de entender el género del memoir: la
historia de su familia no constituye una mera línea cronológica de
acontecimientos, sino que se edifica sobre las sombras, las grietas, esos
espacios de desorden que suelen omitirse en las representaciones culturales
dominantes. «Qué raro […] que pensemos que lo “normal” es que los árboles
tengan hojas, cuando en realidad durante seis meses al año están completamente
pelados» (p. 374), comenta. Algo parecido ocurre con el hogar: qué raro es atribuir
unos determinados roles a cada miembro cuando, en la práctica, todos se
desdibujan y dan lugar a situaciones a veces cómicas, a veces brutales, a veces
tiernas. Porque en una infancia cabe todo, incluso en una infancia tan poco
convencional como la de esta autora. Después de su publicación, mucha gente se
le acercó para contarle sus propias trifulcas familiares; esta reacción nos da
una idea del sentimiento de identificación que provocan sus memorias (no con
los hechos específicos, sino más bien con el «misterio» inextricable de cada
familia). Todos llevamos a un mentiroso dentro, y esta obra invita a
reconciliarse (y a reírse) con él.
Citas
en cursiva de las páginas 13, 218-219, 493 y 504.
Excelente reseña. Ya tenía pensado leerlo, pero tus comentarios me han convencido definitivamente. La simbiosis entre estas dos editoriales da siempre libros fantásticos.
ResponderEliminarEs un libro excelente, demasiado ha tardado en publicarse en castellano. Estas editoriales están poniendo el listón muy alto.
EliminarY sigues descubriéndome libros. Y con reseñas como ésta me resulta imposible dejarlo pasar.
ResponderEliminarBesotes!!!
De este vas a ver muchas reseñas. Estoy segura de que será uno de los éxitos de la temporada.
EliminarEl sábado pasado paseando por una librería (un pasatiempo que me encanta) ví este libro y pensé que te gustaría. No te conozco (permíteme que te tutee) pero por las reseñas y por los libros que lee una persona uno puede tener algunas ideas. El caso es que pensé todo eso y me quedé dudando si comprarlo. Confieso que no lo hice, otro libro cayó pero después de esta reseña volveré a por él. Saludos!
ResponderEliminarIbas bien encaminada :). Yo creo que puede gustar a muchos lectores, ya me contarás qué te parece si al final te animas a leerlo.
EliminarTiene muy buena pinta.
ResponderEliminarMuchas gracias
Gracias a ti por pasarte por el blog.
EliminarExcelente reseña!!, y gracias por estos descubrimientos y por darme a conocer estas editoriales que suelen tener joyitas muy valiosas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tenemos unas editoriales pequeñas que hacen un gran trabajo: Errata naturae, Periférica, Hoja de Lata, Minúscula, Sexto Piso... Recomendarlas (y, sobre todo, leer sus libros) es un placer para mí.
EliminarInteresante. Anotado. Gracias
ResponderEliminar¡Espero que lo disfrutes!
EliminarGracias por tu magnífica reseña de este libro que voy a empezar a leer justo ahora mismo :-)
ResponderEliminarGenial. Espero que lo disfrutes.
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