Edición:
Lumen, 2014 (trad. Celia
Filipetto Isicato)
Páginas: 480
ISBN: 9788426401489
Precio:
24,90 € (e-book: 9,99 €)
Advertencia:
Las deudas del cuerpo es la tercera
parte de la tetralogía Dos amigas. Si
no has leído los libros anteriores, La amiga estupenda y Un mal nombre, te
aconsejo no seguir leyendo, puesto que en la reseña se hace referencia a temas
importantes de estos. En cualquier caso, te animo encarecidamente a
descubrirlos: son extraordinarios.
***
La
amistad entre Lenù y Lila, las dos jóvenes napolitanas nacidas en los años
cuarenta que protagonizan la saga Dos
amigas, llega a una nueva fase en Las
deudas del cuerpo. En La amiga estupenda, la primera parte, las conocimos de niñas, cuando destacaron en
el estudio y empezaron a soñar con salir del entorno humilde y embrutecido del
barrio. De jovencitas, en Un mal nombre,
descubrieron el amor y cada una definió su camino, un camino que sigue su
particular tira y afloja en la tercera entrega. Lenù, convertida en escritora,
está a punto de casarse con Pietro Airota, con quien se irá a vivir a Florencia;
mientras que Lila, ya madre, malvive de su trabajo en la fábrica de embutidos y
comparte piso (e inquietudes) con Enzo Scanno. Se han intercambiado los roles
una vez más: si al principio de Un mal nombre Lila encarnaba el éxito personal y social (o, mejor dicho, la
apariencia de éxito), ahora Lenù —a estas alturas más Elena que Lenù, pues el
apodo solo se usa en el dialecto del barrio— regresa triunfante de la
universidad y en breve se emparentará con una familia influyente. Antes de
instalarse en Florencia, no obstante, Lenù ayudará a Lila, una forma de
devolverle la generosidad que esta mostró años atrás, cuando le facilitó los
recursos para estudiar.
Elena Ferrante, la misteriosa escritora, heredera de Elsa Morante, que sigue sin
desvelar su identidad, continúa la espléndida historia de estas dos mujeres con
la honestidad abrumadora, el costumbrismo de alto nivel y la agilidad narrativa
que han cautivado a miles de lectores en todo el mundo. La saga explora los
entresijos, no solo de la amistad, sino de lo que significa hacerse mujer en la segunda mitad del siglo
XX, en una época de transformaciones socioculturales profundas que
cuestionan los valores de la sociedad donde han crecido con respecto a la
feminidad, el amor, la maternidad y el sexo. Hablando de
cambios, el primer tramo de Las deudas
del cuerpo gira alrededor del Mayo del 68, un movimiento que entronca con
las preguntas que Lila y Lenù se han hecho siempre y pone sobre
la mesa el conflicto de lucha de clases —el otro gran tema de la tetralogía,
que hasta ahora se había planteado de forma implícita—. Estas claves sociológicas
se analizan, paso a paso, a continuación.
Lucha de clases
Con
el matrimonio y la realización profesional, el rol de Elena cambia: la
hija del conserje se convierte en una escritora casada con el hijo de un
prestigioso profesor. Y, además, cumple su sueño de marcharse del barrio. Sin
embargo, Ferrante nos recuerda de forma constante que para ascender de clase no
basta con estudiar, casarse o tener dinero: Lenù a veces no encaja con su nueva
familia (y, cuando encaja, es porque ella accede a los deseos de su suegra o, dicho
de otro modo, se deja manipular para refinar su aspecto o sus hábitos); se
avergüenza de sus padres y hermanos cuando les presenta a Pietro; y, por
último, se da cuenta de que el matrimonio no garantiza la satisfacción. Lila,
en cambio, lleva una vida precaria, pero mantiene viva (y activa) su
inteligencia; no se resigna a pasarse los años en la fábrica («Tú querías
escribir novelas, yo la novela la he hecho con personas de verdad, con sangre
de verdad, en la realidad», pág. 356). Además, prepara el futuro de su hijo, al
que le habla en italiano. Ferrante hace que nos preguntemos el significado de «ascender» de clase:
¿de verdad se asciende?, ¿qué aporta el ascenso?, ¿se deja atrás el pasado?
Lenù está obsesionada con abandonar el barrio, el barrio dominado por los
Solara, pero con el tiempo se da cuenta de que la vida no funciona como una
escalera y el pasado no se borra:
Y me largué, vaya si me
largué. Aunque para descubrir en las décadas siguientes que me había
equivocado, que se trataba de una cadena con eslabones cada vez más grandes: el
barrio remitía a la ciudad, la ciudad a Italia, Italia a Europa, Europa a todo
el planeta. Hoy lo veo así: no es el barrio el que está enfermo, no es Nápoles,
sino el planeta, es el universo, o los universos. La habilidad consiste en
ocultar o en ocultarse el verdadero estado de las cosas.
Pág. 25.
San Giovanni a Teduccio |
Durante
su infancia, Lenù y Lila formaban parte de la clase obrera. El tiempo las ha
distanciado en este aspecto; y ahora, en plena actividad comunista (Pasquale) y con la dura represión fascista (Solara, Soccavo), se encuentran en posiciones
distintas. Lila experimenta la convulsión desde dentro, como trabajadora
consumida por las malas condiciones (y con el añadido de ser madre). Se da una
paradoja: Lila conoció a Bruno Soccavo, el propietario, en un momento magnífico para
ella —aquel verano en Ischia—, mientras que ahora ese apellido es la fuente de
su angustia. Por su parte, Lenù, gracias a los contactos de su familia
política, acude a las reuniones de la universidad, donde sus colegas (Mariarosa,
Silvia, Nadia) filosofan sobre los derechos del proletariado. Estos
revolucionarios de salón —jóvenes acomodados que nunca han pisado una fábrica—
despiertan antipatía en Lila («Yo sé qué significa la vida acomodada llena de
buenas intenciones, tú no te imaginas siquiera lo que es la verdadera miseria»,
pág. 134.), Con todo —y aquí reside el interés—, Ferrante no narra una lucha
maniquea entre pobres de buen corazón y ricos sin escrúpulos, sino que pone de
relieve las múltiples caras del conflicto, como el uso de la violencia por
ambas partes o la hipocresía del
activismo de universidad.
La soledad de las mujeres
Entrando
en los conflictos personales, la escritura de Ferrante se caracteriza por su
falta de tapujos: se prodiga al detallar todo aquello que
atormenta a las chicas, incluidos los temas de los que una joven criada en ese ambiente
no hablaba jamás. Esta transparencia le aporta una enorme veracidad, hace que
el lector se crea lo narrado y se implique en ello. Más allá de contar una gran
historia, una trama dinámica de amor y
drama costumbrista, realiza un minucioso retrato de la situación de la
mujer. En Las deudas del cuerpo, para
empezar, se topa de bruces con la desprotección
de la madre soltera o separada. Lila, que abandonó a su marido, trabaja en
la fábrica sin ninguna facilidad para criar a su hijo (solo la ayuda
desinteresada de una vecina) y sus opciones de prosperar pintan más negras que
para Enzo, que continúa estudiando por la noche. Llama la atención ver a una
mujer fuerte como Lila tan derrotada, aunque quizá este carácter indomable
aumenta todavía más el rechazo de los demás (en contraposición a Lenù, que como
«buena chica» se deja moldear).
Se introduce
otro personaje que asimismo ilustra este desamparo: Silvia, una joven madre
soltera, amiga de Mariarosa Airota, que va y viene de las reuniones de sus
colegas con el bebé en brazos. Todos conocen la identidad del padre, que nunca
se hizo cargo de su hijo. A diferencia de Lila, Silvia procede de una familia
con recursos, pero el descalabro que supuso para ella el niño demuestra que la
desprotección legal de las mujeres no solo afecta a la clase humilde. La toma
de conciencia de este problema —la soledad con la que la mujer se enfrenta a la
maternidad— hace que se hable de la píldora anticonceptiva, aún muy mal vista en la época, que
prácticamente se debe conseguir de forma clandestina, gracias a la solidaridad
femenina de algunas doctoras. Dar al mundo todos los niños que una pueda ya no
es una opción para las mujeres que aspiran a realizarse profesionalmente.
—Un hombre, salvo los
momentos locos en que lo amas y se mete dentro de ti, se mantiene siempre
fuera. Por eso, después, cuando ya no lo amas, te irrita incluso el hecho de
pensar que alguna vez lo quisiste. Yo le gusté a él, él me gustó a mí, punto.
Me ocurre varias veces al día que alguien me guste. ¿A ti no? Dura un poco,
luego se me pasa. Solo queda el niño, es una parte de ti; el padre, en cambio,
era un extraño y vuelve a ser un extraño. Ni siquiera su nombre tiene ya el
sonido de antes. Pág. 92.
Florencia |
Sin
embargo, no solo las solteras tienen problemas. En Un mal nombre, Lila sufrió las dificultades del matrimonio, que
ahora afectan, de otra manera, a Lenù. En su caso, no se casa con un
maltratador, pero sí con un hombre inseguro, que rehúye los contactos y teme
que su mujer destaque más que él; otra forma de machismo latente que lleva a
Lenù a sentirse muy sola y aislada, como la torpe ama de casa que nunca ha
querido ser. Lenù se adapta a todo: renuncia a casarse por la Iglesia, abandona
Nápoles, se queda en el hogar tras ser madre. Aunque, hay que decirlo,
ella tampoco es del todo honesta con Pietro: se casa cuando aún piensa en Nino,
y hay quien podría reprocharle que se mueve por el interés, como se movió Lila con
Stefano. De nuevo, Lenù, la Lenù adulta, repite los pasos de su amiga. En
cierto modo, la saga escenifica la
decepción en el amor al descubrir que la realidad es bien distinta de las
ensoñaciones juveniles. Y no solo eso: pone en entredicho que el matrimonio
deba ser el estado definitivo de las cosas, que a partir de ahí se termine la
posibilidad de conocer a otras personas. Lila se atrevió a romper ese orden.
Por
otra parte, el matrimonio lleva a la maternidad, y resulta inevitable plantear
las complicaciones de conciliar familia,
profesión y vida social. La madre de Elena, en su situación, se habría
contentado con dejarse mantener y llevar una «vida de señora»; pero Elena pertenece
a otra generación, se ha formado y aspira a continuar su carrera. En este
sentido, Ferrante hace hincapié en la falsedad de la creencia de que el
nacimiento de los hijos es el mejor momento para una pareja, muestra cómo el
bebé altera la rutina de forma explosiva y los sacrificios que deben hacer los
padres, especialmente la madre. Llega al extremo de afirmar, en boca de la
siempre brutalmente sincera Lila, que «La vida de otro, dijo, primero se te
agarra al vientre y cuando al fin sale, te convierte en prisionera, te lleva de
la traílla, ya no vuelves a ser dueña de ti misma» (pág. 261). Esta percepción
va muy en consonancia con la de Chicas felizmente casadas (1964), de la irlandesa Edna O’Brien, que transcurre más
o menos en el mismo periodo.
Los tabúes del cuerpo
Entre
los temas a los que Ferrante da voz en este libro destaca, por su sinceridad rotunda
y su cuestionamiento de los estereotipos, la
experiencia femenina del sexo. La novela «sucia» de Lenù supone el
pistoletazo de salida a una serie de confidencias de las jóvenes del barrio:
todas saben, todas coinciden en ciertos puntos, pero no se atreven a hablar
hasta que descubren que la otra también sabe y ya no se sienten extrañas. Ferrante
pone en su boca temas como la falta de placer, los abusos, la inseguridad; pero
también el deseo, el deseo de sexo por parte de la mujer, que no tiene por qué
ser la parte pasiva («El sexo me había perseguido, me había invadido, sucio y
atractivo, obsesivamente presente en los gestos, las charlas, los libros. Las
paredes divisorias se estaban derrumbando, las cadenas de los buenos modales se
estaban rompiendo», pág. 94). Al darles voz —una voz que describe los
encuentros íntimos con realismo y una vívida profusión—, Ferrante no solo pone
en entredicho las costumbres de la época —que todavía defendía que los novios
debían llegar vírgenes al matrimonio—, sino que pone el dedo en la llega en
nuestra sociedad «hipersexualizada» al plasmar una faceta desencantada del
encuentro íntimo.
—A estas alturas ni sé
qué acabé poniendo en mi libro —murmuré a la defensiva.
—Acabaste poniendo
cosas sucias —dijo—, cosas que los hombres no quieren oír y que las mujeres
saben pero tienen miedo de decir. ¿Y ahora qué haces, te escondes?
Pág. 195.
Florencia |
Dejando
el sexo a un lado, la representación cultural del cuerpo femenino abarca otros
aspectos. Desde su primer libro, Ferrante ha incidido en el cuerpo de
la mujer, en cómo se siente cada una con respecto a este y cómo se perciben
entre ellas. Durante un tiempo, Lila encarnó el ideal de las modelos altas y
delgadas, y la belleza «salvaje» asociada a las morenas; un físico que, no
obstante, no está exento de problemas, puesto que padece más por su salud que
su amiga. Lenù, en cambio, tiene una belleza de donna angelicata que la acompleja durante buena parte de la saga,
hasta que el acceso al dinero le permite «arreglarse» según la moda. Las dos,
en determinados momentos, despiertan la admiración de los demás por su imagen,
pero para ellas la satisfacción nunca es absoluta y sienten la presión de tener que ser bonitas y
elegantes además de buenas madres, esposas y profesionales —una presión que
pierde fuerza a medida que se hacen adultas y otras responsabilidades (hijos) ganan prioridad—; una presión que, a veces, las lleva a competir
de forma inconsciente entre ellas.
Pero a veces
—especialmente cuando me arreglaba no solo para hacer buen papel en general,
sino para un hombre— me parecía que prepararme (esta era la palabra) tenía algo
de ridículo. Todo ese trajín, todo ese tiempo dedicado a disfrazarme cuando
podía estar haciendo otra cosa. Los colores que me quedan bien, los que no me
quedan bien, los modelos que me adelgazan, los que me engordan, el corte que me
favorece, el que no me sienta bien. Una larga y costosa preparación. Un
convertirme en mesa dispuesta para el apetito sexual del macho, en vianda bien
adobada para que se le haga la boca agua. Y después la inquietud de no estar a
la altura, de no parecer guapa, de no haber conseguido ocultar con destreza la
vulgaridad de la carne con sus humores, sus olores, sus deformidades.
Pág. 417.
Encontrarse a una misma
El
título original de esta novela, Storia di
chi fugge e di chi resta, podría traducirse por Historia de lo(s) que huye(n) y lo(s) que queda(n). Además de la
lectura evidente (Lenù huye y Lila se queda), se puede interpretar en clave
simbólica por la influencia que el pasado —la infancia, la adolescencia— tiene
en las etapas posteriores. Lenù se marcha, pero en sus pensamientos siguen presentes
las experiencias anteriores. Entre ellas,
las que compartió con Lila, que siempre dotó su vida de intensidad. Incluso a
pesar del paso del tiempo, de la distancia, ese hilo intrincado que las une
sigue ahí, y adquiere nuevas formas como consecuencia del contacto telefónico,
que permite mentir y ocultar a discreción, pero también imaginar (y elucubrar)
acerca de lo que hace la otra —un inciso: ¿cómo habría sido esta relación en la
era de las redes sociales? ¿Se habrían sentido más próximas o las fotografías
aún habrían aumentado más la falsa felicidad que se presuponen la una a la
otra?—. Pero esta vez ocurre algo insólito: Lenù se da cuenta de que se ha
pasado los años condicionada por Lila y adaptándose a lo que los demás (padres,
profesores, familia política) esperan de ella. Su personalidad, su voluntad, se
ha anulado; y está dispuesta a remediarlo. Aunque, quizá, este «remedio»
también la lleve a repetir los pasos de Lila…
Desde pequeña me había
construido un mecanismo autorrepresivo perfecto. Ni uno solo de mis deseos
auténticos había conseguido imponerse jamás, siempre había encontrado la manera
de encauzar todos mis afanes. Pero ya basta, me decía, que salte todo por los
aires, yo la primera. Pág. 454-455.
Las deudas del cuerpo,
una novela tan extraordinaria como sus predecesoras, La amiga estupenda y Un mal nombre, puede leerse como el relato de dos
revoluciones paralelas, entre la macrohistoria y la microhistoria: la
revolución de costumbres de finales de los años sesenta y la revolución
personal de Lila y, sobre todo, Lenù. Se trata, además, del libro en el que las
chicas han perdido por completo la inocencia, se enfrentan a la vida y
descubren muchas cosas que no les habían contado. La autora lo cuenta como
siempre, narrando una trama vigorosa y ágil que convive con una profunda
introspección de la narradora, que observa a los demás y reflexiona a su vez. Lenù
afirma, en la última página, que «Está en marcha algo grande que destruirá por
completo el antiguo modo de vivir y yo formo parte de esta destrucción» (pág.
477). Ferrante cuenta como nadie esa transformación, que culminará con La niña perdida, la cuarta y última parte.
No voy a comentarte mucho, Rusta. Sólo decirte que leo tanto y tan bueno de esta autora que no dejaré pasar mucho tiempo antes de leer algo suyo, el que sea. Tengo la intuición, por las personas a las que os he leído/oído comentar de Elena Ferrante que voy a ir sobre seguro con ella.
ResponderEliminarUn abrazo
Empieza por "La amiga estupenda". Es magnífica, ya lo verás.
Eliminarpodria por favor, compartirme la 3era y 4ta parte, la busco por todos lados y no esta y en mi pais tampoco, tengo muchas ganas de terminarla. al igual que mi mama y hermana..
EliminarYa tenía apuntado los dos anteriores libros por tus reseñas. Me queda muy claro que tengo que estrenarme con esta autora.
ResponderEliminarBesotes!!!
Sí, estrénate con ella, no lo dudes. Sé que me repito, pero Elena Ferrante me parece lo mejor que se ha publicado en los últimos cinco años, y además es una obra con la que te lo pasas genial leyendo.
EliminarRusta, llevo tiempo leyéndote en silencio y quería agradecer todas tus recomendaciones.
ResponderEliminarMuchas gracias, Eva. Para mí es un placer hablar de libros :).
EliminarEstoy deseando leer el cuarto. Los 3 primeros me los targué literalmente, y los he recomendado a mucha gente que se ha leído los tres sin pensárselo.
ResponderEliminarEscribe tan bien!
La evolución de las protagonistas y de su amistad no me gusta, y aún asi estaba deseando seguir leyendo la historia.
Acabo de volver de Nápoles y me acordaba mucho mucho de la amiga estupenda.
Estoy pensando si releerlo por ubicar la niñez y juventud de Lina y Lenu.
¡Es que es tan buena...! Este año he pasado por una mala racha lectora y me costaba leer libros de más de trescientas páginas, pero en agosto leí "Un mal nombre" y "Las deudas del cuerpo" del tirón en apenas dos semanas. Y habría continuado de haber tenido ya el cuarto. Es probable que en los próximos meses relea el primero, han pasado tres años desde que lo leí y me gustaría recordarlo mejor para relacionarlo con los demás.
EliminarTengo en mi e-book esperando esos dos primeros libros de los que hablas, de modo que tras el Murakami de turno (soy un vicioso, lo sé), me pondré con ellos. Claro que con la portada tan estimulante que tiene el libro que comentas, no sé si podré resistir la espera...
ResponderEliminarJugando con el segundo de sus títulos ("Un mal nombre"), el último de ellos ("Las deudas del cuerpo") me parece excelente, de ésos que invitan a leer. Ya sé que no hay que fiarse y que un buen título y mejor portada no son necesariamente antesala de ninguna joya, pero apetece, desde luego.
Todas las cubiertas españolas (con fotografías de Ferdinando Scianna) son magníficas. Elegantes, sugerentes..., en fin, mucho mejores que las originales. En cuanto al título, "Las deudas del cuerpo", no se ha traducido de forma fiel al original, pero aun así me parece muy acertado y vinculado al contenido.
EliminarEn fin, ya verás que es una saga magnífica (pero empieza por el principio, "La amiga estupenda" :)).
Un análisis magnífico. "La niña perdida", la novela que concluye la saga, no os defraudará. Es otra maravilla.
ResponderEliminarMuchas gracias, Devoradora de Libros.
Celia Filipetto
Gracias a ti por comentar, Celia. Aprovecho para felicitarte por la parte que te toca: has hecho un trabajo excelente con esta saga.
EliminarHe puesto el freno de mano al leer tu primer párrafo. Los tengo anotados, los cuatro, tras la recomendación en el programa "Libros con uasibi", y tras tu, este, primer párrafo, voy a ir a por ellos! Quiero leerlos!
ResponderEliminarBesos
Haces bien. Ya nos contarás qué te parece "La amiga estupenda" :).
EliminarUna amiga me recomendó la trilogía de Elena Ferrante. Leer tus comentarios me han convencido que tengo que leerla ya.
ResponderEliminarPues sí, no te la pierdas. Es lo mejor que he leído en años.
EliminarWow, tremendo análisis que has hecho!
ResponderEliminarHa sido gratificante encontrar esta página, de verdad. Dijiste muchas cosas que pensaba, que estaban revueltas de alguna forma en mi cabeza, y aquí aparecen todas ordenadas e incluso con ejemplos! Me encantó.
Y eso me anima a leer lo que falta, la saga está buenísima!!!
¡Muchas gracias! Me alegro de que compartamos el entusiasmo por esta autora.
EliminarA mi peració un poco pesada la amiga estupenda, pero un mal nombre me la he leido del tirón y me ha parecido magnifica.
ResponderEliminarA mí me encantaron todos, pero tengo debilidad por "Un mal nombre". Ese verano es inolvidable.
EliminarExcelente las obras de Elena Ferrante, mi reconocimiento y admiración por romper el paradigma y las estacas mentales que las ata a ustedes tiernas y sensuales mujeres, me da gusto por saber lo que piensan y sienten. Nosotros los hombres desconocemos muchas cosas de mujeres y si no las cuentan, pues menos las sabemos.
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