Edición:
Errata naturae, 2015 (trad. Martín López-Vega)
Páginas:
168
ISBN:
9788415217954
Precio:
15,50 €
En
apenas dos años, Errata naturae ha recuperado tres novelas que tienen bastante
en común: Las chicas de campo (1960),
de la irlandesa Edna O’Brien (1932), La pequeña Jonna (1977), de la danesa Kirsten Thorup (1942) y, por último, Nuestras calles (1969; reeditado en 2005
con nuevo título), de la italiana Alessandra Lavagnino (1927). Las tres se
desarrollan a mediados del siglo XX, aproximadamente, y narran el coming-of-age de una chica de naturaleza
tranquila y estudiosa que experimenta la confrontación entre el ambiente en el
que se ha criado y sus propios deseos para forjarse un futuro. En los casos de
O’Brien y Thorup, este choque se debe al contraste entre la humildad de su
familia —proceden de un entorno rural y embrutecido— y las inquietudes culturales
de la protagonista, que en la escuela ha descubierto que puede elegir un camino
diferente al de sus madres. En la propuesta de Lavagnino también se produce una
tensión familiar, pero en este caso la joven es hija de una profesional
reconocida y el conflicto interior surge porque no desea seguir sus pasos
aunque lo tendría todo a su favor para hacerlo.
Ponte Garibaldi |
La
historia de Nuestras calles
transcurre en Roma entre los años treinta y cincuenta. La protagonista, Marzia,
perdió a su padre cuando era pequeña y se ha criado con su madre, Anna, una de las primeras mujeres en ejercer la
abogacía en Italia. Anna se mueve en un mundo de hombres, y tal vez por eso
asume asimismo el rol típicamente masculino en el hogar: lejos cuidar de su
hija con ternura, se muestra fría e intransigente con ella, quiere aderezarla
para que el día de mañana pueda ser una mujer fuerte y competitiva como ella. Sin
embargo, Marzia carece de seguridad en sí misma: desde su infancia tiene problemas
para expresarse, es tímida y tartamudea. Este defecto condiciona (y complica)
sus relaciones; la convierte en una persona muy insegura, que a veces parece
algo ausente. La madre, en cambio, está acostumbrada a tratar con la gente por
su trabajo en los juzgados. El miedo a
hablar de Marzia simboliza en cierto modo las dificultades que hay en la
comunicación afectiva entre ambas: la hija silencia sus pensamientos, pero las
dos silencian sus emociones.
Piazza Cavour |
Marzia
nos habla en una primera persona introspectiva, siguiendo un orden cronológico
desde su infancia hasta la primera juventud. En las primeras páginas evoca su niñez
a partir de las calles donde ha vivido, asocia cada zona a un recuerdo, a una
fase de su vida: los episodios de niñez en la casa de su abuela, la
adolescencia con su madre… y más adelante llegará el lugar que representará su
futuro. No siempre ha estado sola con su madre: el ama, Elide, la consentía más
y le daba el poco cariño que ha recibido. La parte más interesante de la
novela, no obstante, comienza cuando madre e hija se encuentran solas y Marzia
ya es una adolescente. Lavagnino, una narradora muy sutil y hábil para las
elisiones, para insinuar más que revelar, traza una relación entre madre e hija compleja, marcada por el silencio y las
diferencias. Este ambiente tiene algo de asfixiante: no discuten, no se
llevan mal, pero se palpa un distanciamiento que al mismo tiempo convive con
una manera particular de expresarse el amor la una a la otra. Esta situación se
enlaza a su vez con el alejamiento que en su momento experimentó Anna con su
madre, como una forma de decirnos que la relación entre madres e hijas no ha
sido nunca fácil.
Para
completar el cuadro de Anna y la Marzia adolescente, se introduce el personaje
de Lúcia, una compañera del colegio, más enérgica, ambiciosa y dicharachera que
Marzia. Como ocurre en los dúos Andrea-Ena, Kate-Baba, Lenù-Lila o Ming-Miao Yan, Lúcia es el contrapunto de Marzia, la amiga extrovertida que la ayuda a
descubrir el mundo, aunque en su amistad no faltan tensiones ni envidias, sobre
todo cuando Marzia la introduce en su hogar. Anna enseguida congenia con Lúcia,
y es que esta chica sí que se parece a ella. La presencia de Lúcia en casa se
hace cada vez más frecuente: actúa al mismo tiempo como puente entre madre e
hija y como una «intrusa» que las distancia. En este particular trío se
forman unas «alianzas» en las que a veces los
roles de madre, hija y amiga se desdibujan. Mientras tanto, Marzia se acostumbra a poner por escrito lo
que no puede expresar en voz alta; la escritura es su refugio y el espacio en
el que desarrollar su vida interior, mucho más rica de lo que aparenta ante los
demás.
Alessandra Lavagnino |
En
suma, Nuestras calles plantea una más que
interesante aproximación a una relación ¿atípica? entre madre e hija, que
cuestiona la credibilidad de la idea de la maternidad que se suele representar
en la cultura occidental y, con ello, redefine lo «femenino». Es, además, una
historia de iniciación, con todo lo que eso conlleva (etapas del colegio, la universidad,
el primer amor), y un magnífico retrato de
una familia monoparental en una época en la que no era nada habitual que
una mujer se labrara una carrera. Lavagnino, que nació en Nápoles en 1927 y se
ha dedicado a la parasitología, hizo su debut literario con esta novela, que
obtuvo el Premio Inedito 1969 al mejor manuscrito no publicado. Desde entonces
ha publicado una decena de libros con la prestigiosa editorial Sellerio, que le
han valido los elogios de autores como Leonardo Sciascia y una candidatura al
prestigioso Premio Strega por Le
bibliotecarie di Alessandria (2002). Por ahora, solo se han
traducido al castellano Nuestras calles
y Un granizado de café con nata
(1974; Errata naturae, 2011), en la que también se plantea el tema de la
comunicación y el silencio.
Por ahora no entra en mis planes de lectura.
ResponderEliminarSaludos
Lástima. Está muy bien.
EliminarTodavía no he leído ninguno de los libros de Errata Naturae. En algún momento tendré que hacerles hueco, que tientan mucho con sus libros.
ResponderEliminarBesotes!!!
Tienen propuestas interesantísimas: la propia Lavagnino, Edna O'Brien, Kirsten Thorup, Maria van Rysselberghe, Lidia Chukóvskaia, autores jóvenes como David Wagner o Belén García Abia... Creo que cualquiera de estas te gustaría. Luego está mi debilidad, Brigitte Reimann, una autora alemana de la RDA. En fin. anímate a descubrir su catálogo ;).
EliminarTe acabo de encontrar y estoy ilusionadisima con el hallazgo.
ResponderEliminarGracias :).
EliminarÉste tiene muy buena pinta! La relación madre-hija que describes no se encuentra a menudo, así que tengo curiosidad por ver como lo trata la autora. Por ahora solo he leído un libro de Errata Naturae y es una de mis mejores lecturas del año, así que tengo muchas ganas de seguir descubriendo la editorial:)
ResponderEliminarCreo que te puede gustar. Verás que le cuesta un poco arrancar, pero poco a poco se va poniendo interesante. La mejor parte, a mi parecer, es cuando la hija es adolescente y se produce el triángulo madre-Marzia-Lúcia. Ya me contarás qué te parece.
EliminarHe leído varios libros de Errata Naturae, todos recomendados por ti y me han gustado mucho. Este me lo acaban de regalar, después de leer la reseña, aun tengo más ganas de comentarlo.
ResponderEliminarUn saludo.
Qué bien, ya me contarás qué te parece. Errata naturae suele acertar.
Eliminar