Edición: Salamandra, 2019 (trad. Irene Oliva
Luque)
Páginas: 192
ISBN: 9788498389357
Precio: 17,00 € (e-book: 11,39 €)
Existe
una tendencia, entre las escritoras jóvenes, a abordar la cuestión
de la violencia en las relaciones afectivas, y de los abusos sexuales en
particular; quién sabe si por influencia de las circunstancias sociales
(movimiento #MeToo, feminismo), por pertenecer a una generación con más
libertad para tratar el asunto, o una confluencia de todo. Están, en primer
lugar, las latinoamericanas, como Samanta Schweblin, Fernanda Trías o María Fernanda Ampuero. También las españolas Luna Miguel y Edurne Portela, entre
otras, y voces en otros idiomas, como la austríaca Katharina Winkler o la
coreana Han Kang. Tampoco se deben pasar por alto las aproximaciones desde la
no ficción; es el caso de la estadounidense Joanna Connors y Te encontraré. En busca del hombre que me violó (2016), un texto a caballo entre el testimonio y el reportaje periodístico sobre
la experiencia de una violación. Sea desde una perspectiva u otra, con
diferentes grados de intensidad literaria, se detecta un interés, una
preocupación compartida por un problema estructural que ha sido silenciado
durante mucho tiempo. El debut de la italiana Anna Giurickovic (Catania, 1989),
La hija (2017), se suma a esta
corriente.
Maria,
hija de un diplomático italiano, pasa su infancia en Rabat. La familia,
integrada en la sociedad, parece «feliz». De puertas adentro, el padre entra en la
habitación de la niña para hacer lo que no debe. Más adelante, cuando Maria tiene trece años, madre e hija se instalan en Roma. El padre ha quedado atrás,
pero no los problemas de la pequeña, que arrastra una serie de conductas
explosivas tanto en el colegio como en el ámbito doméstico. La madre, Silvia,
no consigue controlar los brotes de violencia de Maria, que rechaza cualquier
tipo de autoridad; el traslado a Italia responde, en parte, a la necesidad de
comenzar de cero, de buscar un nuevo punto de partida. También la propia
Silvia, la narradora, trata de rehacer su vida personal: ha conocido a otro
hombre. La novela gira alrededor del encuentro en el que lo presenta a su hija,
una comida familiar que no sale como esperaba, ya que Maria, en una faceta
desconocida para la madre, se dedica a coquetear con él durante toda la velada.
El novio de Silvia, por su parte, le sigue al juego a la chica mientras la
madre se hace la dormida.
Más
que por su representación de los abusos en la niñez (tanto del padre como del
flirteo consentido por parte de la pareja de la madre), el interés de La hija reside en su mirada hacia el
trastorno (o los trastornos) que desarrolla la víctima: la ira, la
inestabilidad, la hostilidad hacia sus seres queridos, las dificultades de
adaptación, el comportamiento explosivo en general. Los episodios de
violencia se producen, además, en el hogar; con el «enemigo» en casa, surge un
obstáculo adicional: el silencio. El silencio de la hija que no desvela el
secreto de su padre, pero también el silencio de la madre que no la entiende,
que no sabe cómo ayudarla, que convive día tras día con la culpa por no haberla
educado mejor. La autora acierta al poner el foco en la relación entre madre e
hija después de una experiencia traumática propiciada por el hombre; no es un
punto de vista manido y, de algún modo, amplía la perspectiva hacia las consecuencias
de los abusos sexuales. Es subrayable también la aproximación al despertar
sexual precoz de Maria: su actitud con el novio de Silvia suscita una reflexión acerca
de cómo las jóvenes aprenden, por influencia de la cultura patriarcal, a
hacerse valer ante la mirada masculina heterosexual en calidad de objeto
erótico.
Anna Giurickovic |
En
última instancia, La hija intenta
reivindicar la fraternidad entre madre e hija, el empoderamiento de ambas
mujeres, que no necesitan a ningún varón para salir adelante. Es un tema bien encontrado,
oportuno en el contexto actual. Con todo, en términos literarios, la novela no
termina de funcionar: resulta torpe tanto en la ejecución como en el estilo, le
falta precisión en el lenguaje, tensión narrativa. La voz de Silvia se acerca
al infantilismo, la actitud de Maria al tópico. Roza la banalización del
conflicto. Las descripciones de Rabat, por su parte, pretenden evocar un
exotismo (de olores, comida, diferencia cultural) que parece metido con
calzador; no aportan nada esencial a la historia. Le sobran también las
referencias intelectuales (libros, música) en las conversaciones de Maria con
el novio de su madre. El libro es breve, pero podría haberlo sido más, y habría
resultado más incisivo. Aun así, se aprecia el esfuerzo de la autora en esta
ópera prima por desenmascarar a las familias «felices» de hoy. La literatura que revisa
asuntos incómodos nunca está de más.
hola! bueno, otro buen libro para conocer, gracias! saludosbuhos.
ResponderEliminarGracias a ti por tu visita.
EliminarHe visto la entrada, el título y la cubierta y me he sentido atraída. Leyéndote me puedo hacer una idea muy clara de lo que puedo esperar de la lectura y creo que me gustaría. Besos
ResponderEliminarMe alegra que la reseña te haya resultado útil, Marisa. Espero que disfrutes del libro.
EliminarUn buen tema, pero si no acierta en la forma, creo que esta vez voy a dejarlo pasar, que ya se me acumulan los pendientes. Brillante reseña.
ResponderEliminarBesotes!!!
No está mal como primera novela, pero no es un libro que pueda recomendar con entusiasmo, ciertamente.
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