Edición: Seix Barral, 2019
Páginas: 288
ISBN: 9788432234644
Precio: 18,00 € (e-book: 12,99 €)
Entre
tanta autoficción, literatura panfletaria y lirismo afectado, descubrir a una escritora como Alba Carballal (Lugo, 1992), arquitecta de formación y
discreta en las redes sociales, supone un soplo de aire fresco para la
narrativa española (y en general). Las comparaciones hacen más mal que bien, pero no es
descabellado ver en ella a una posible heredera de Eduardo Mendoza y Juan Marsé.
Tiene ese mismo gusto por la narración pura, ese sentido del humor gamberro que tanto
se echa de menos en la «generación precaria». Tres maneras de inducir un coma (2019), su ópera prima, escrita con
la ayuda de una beca de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores, sigue
las andanzas de un antihéroe de hoy, llamado Federico, un cuarentón sin oficio ni
beneficio que vive con su madre, adicta a la televisión, en un barrio obrero de Madrid. Su fortuna da un giro cuando se cruza en su camino Natalia, una
transexual despampanante que le hace un curioso encargo. Federico se mete
en un buen lío.
La
novela es un divertimento bien traído. Picaresca, comedia castiza (y a la
vez refrescante), un registro mordaz y guasón. Y, también, un fondo social bajo
la caricatura. Por un lado, los conflictos familiares: de Federico con su
madre, la precariedad, la soledad de la anciana que se entretiene con la tele;
de Natalia con su padre, un hombre rico, famoso y chapado a la antigua que
reniega de ella, aunque le sobren los motivos para estar orgulloso (porque
Natalia no solo se define por su identidad de género: es además ingeniera, y de
armas tomar, y muy válida). La autora no cae en la
autocompasión, como si dijera que sí, la discriminación existe, la pobreza existe, la sociedad
está llena de problemas, pero ha escrito este libro para reírse de todo. Por
otra parte, otro rasgo distintivo es cómo su voz se desenvuelve entre la alta y
la baja cultura, desde los epígrafes a la historia misma, donde abundan las
referencias culturales (literatura, música, cine, televisión,
filosofía, etc.). En este sentido, refleja a la perfección ese corpus variopinto que
define nuestra sociedad, y a nosotros, con personajes cultivados que tan pronto escuchan una
canción pop como reflexionan sobre las ideas de Zygmunt Bauman.
En
relación con esto último, la mirada de arquitecta resulta clave: cómo mueve al
personaje por los barrios del Madrid actual, Chueca, Chamberí, Salamanca,
Tetuán, el Museo del Prado, incluso un guiño a la librería Tipos Infames. La
percepción urbanística del libro es formidable, y no se limita a actuar como
escenario, sino que el espacio deviene un elemento significador del personaje, es decir, uno no se comporta igual en un bar de tapas que en un museo. Federico
no se reúne con Natalia, la mujer transexual moderna, en los mismos sitios que
con el padre de ella, el señor rancio y ricachón. Incluso un personaje
secundario como Susana desempeña un rol distinto en función del lugar donde se
halla. En la ciudad se condensan asimismo la cultura elevada y la cultura
popular, el protagonista pasa de contemplar un cuadro en el Prado a ver un
partido de fútbol en un bareto; Madrid como una ciudad «diversa», donde tienen
cabida lo culto y lo ordinario, lo rico y lo pobre, lo fino y lo hortera, lo
serio y lo burlesco, lo antiguo y lo nuevo. Todo se integra de maravilla en la
voz de Alba Carballal, ya que su concepción de la literatura también es así, deudora
de muchas y muy variadas influencias.
Con
todo, tiene algunos puntos débiles. Cuando el protagonista está solo, la
historia decae: tiende a caer en las digresiones y, ya se sabe, lo poco gusta y
lo mucho cansa. Está muy bien esta amalgama de alta y baja cultura en la
narración, pero el discurso intelectualoide se acaba haciendo pesado, le sobra
relleno. En segundo lugar, los monólogos de esa voz amiga de Natalia (y, al
final, de la madre de Federico) pecan de reiterativos. La autora maneja el tono
coloquial; estupendo, pero, cuidado, porque abusa de ciertos giros del habla
que hacen gracia en su justa medida. Cuando se insiste tanto,
caen en el cliché, acartonan al personaje, y ella tiene capacidad para
ir más allá del tópico. El libro funciona mucho mejor cuando la
narración va al grano con el desarrollo de la trama, encuentros, diálogos,
movimientos. La acción decae un poco a partir de la segunda parte, titubea y
luego retoma el hilo.
Alba Carballal |
En
cualquier caso, como el debut que es, merece un aplauso. Alba Carballal posee ya una
mirada propia y
fresca, un cóctel explosivo entre la mejor tradición made in Spain y la deriva del siglo XXI, con mucho humor; no,
con mucho cachondeo. Es fantástico leer a una autora que no se toma demasiado
en serio a sí misma (sí su escritura, que es lo importante). Y esto es solo el
principio. Ah, un último apunte: el libro, que no en vano se organiza en «secuencias» e incluye epígrafes
como los del folletín decimonónico, tiene mucho potencial para adaptarse a la
pantalla, con ese retrato tan vívido de Madrid. No costaría
encontrar a actores para dar vida a Federico y a Natalia, dos personajes
antagónicos que sin embargo comparten una identidad «con diferencia» (él, por
su clase social; ella, por el género), siempre desde la comicidad.
En definitiva, una primera novela notable y muy fácil de disfrutar. Ojalá sea el
comienzo de una gran carrera.
Otra novela que me descubres. Y pese a esos puntos débiles, parece que estamos ante otra gran novela. Me dejas con ganas de leerla. Tomo buena nota.
ResponderEliminarBesotes!!!
Tanto como una gran novela no, pero como debut está bastante bien.
EliminarDefinitivamente va a mi lista... Me encanta ese nombre...
ResponderEliminarEs muy simpático, je, je.
Eliminarme compró desde el momento que dijiste que la autora es Arquitecta. Me sorprende lo precisa que eres en tu reseña, en ese párrafo que describes la segunda parte, aun así me lo llevo para leerlo.
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