13 mayo 2019

El funeral de Lolita - Luna Miguel


Edición: Lumen, 2018
Páginas: 192
ISBN: 9788426405326
Precio: 17,90 € (e-book: 8,99 €)

Luna Miguel (Alcalá de Henares, 1990), poeta y periodista implicada con el feminismo y la cultura millennial, ha debutado en la ficción con El funeral de Lolita (Lumen, 2018), que tiene su origen en un relato que su editora le sugirió convertir en novela. Helena, la protagonista, tiene treinta años, vive con su novio en Barcelona y trabaja como crítica de gastronomía en un medio de comunicación muy cool. En apariencia, la vida le sonríe, pero su orden personal se tambalea cuando recibe un mensaje de una amiga del instituto, en Alcalá de Henares, residuo de una existencia que Helena se ha esforzado por dejar atrás: Roberto, su profesor de lengua, ha fallecido. La noticia reaviva viejos fantasmas, el recuerdo de un despertar traumático, ya que Roberto, además de recomendarle libros, hizo de ella su Lolita particular. Ahora, Helena regresa a Madrid para acudir al tanatorio, donde se encuentra con la viuda de su profesor y con unas heridas que todavía no han cicatrizado.
Muchas lecturas han hecho hincapié en la relación de la novela con la obra de Nabokov: la voluntad de narrar el punto de vista de la víctima. No obstante, más que en la ambición de versionar un clásico, el núcleo de El funeral de Lolita se asienta en ese «viaje al pasado» de Helena, que conlleva el recuerdo de un abuso, pero también entraña otros temas, en los que se aprecia un revestimiento millennial, o, dicho de otro modo, conflictos que afectan a los coetáneos de la protagonista. Para empezar, Helena encarna a una mujer adulta que, sin embargo, sigue siendo frágil, sigue sufriendo por las pérdidas tempranas de sus padres (la muerte es un elemento omnipresente en el libro) y por los episodios de abusos. Ha construido una existencia estable según los parámetros sociales (casa, pareja, empleo); con todo, esa existencia posee la naturaleza de un salvavidas, más que de un pilar firme, porque ella se mueve por la necesidad de huir, de escapar de los problemas sin llegar a asimilarlos.
Este malestar se manifiesta en la búsqueda de satisfacción inmediata, bien en el sexo (admite épocas de descontrol), bien en los atracones (todo lo relativo a la comida se potencia por su trabajo: olores, asociaciones con recuerdos). Helena navega en esa pulsión, entre calmar la inquietud con el placer y el posterior sentimiento de culpa por haberse dejado llevar. Estos aspectos de la protagonista, su tendencia al «desborde», su miedo a perder el control, están mejor planteados que la reconstrucción en sí de lo ocurrido con Roberto. Helena, por otro lado, tiene otras carencias, relacionadas con su estilo de vida, que se contraponen con el camino que ha seguido su amiga: Helena, «moderna», lejos de su localidad natal, urbanita, viajera, activa en redes; Rocío, «tradicional», casada, embarazada, con una profesión estable, discreta en su exposición online. La paradoja reside en que, a pesar de que Helena está más conectada a la red, no sabe nada de su amiga, mientras que Rocío, sin hacerse notar, no le ha perdido la pista; la doble cara de las redes. Contrapone asimismo a los hombres de su vida: Sébastien, su pareja, los altibajos, las riñas, los celos; Eudald, su jefe, maduro, protector; y Roberto, la seducción, la lectura febril, la dominación en una etapa vulnerable de Helena.
En general, El funeral de Lolita interesa más por lo que insinúa (la pérdida de anclaje en la sociedad contemporánea, la canalización del trastorno, la pérdida, el revestimiento millennial) que como proyecto acabado. En suma, Luna Miguel posee un repertorio de afinidades claro, pero el paso a la narrativa le ha quedado grande en esta primera novela. El texto resulta deslavazado, se nota el esfuerzo por «alargar» el relato. Su estilo ágil facilita la lectura, pero tiene mucho relleno que dispersa y disminuye la tensión: le sobran enumeraciones, mensajes de WhatsApp, el diario, las pequeñas reflexiones para «engordar» la novela que no aportan información esencial (como cuando compara restaurantes o habla de las malas artes del sector cultural; vacuidades que quizá encajarían en otro libro, pero aquí desvían la atención de la trama de Helena). Habría funcionado mejor como un texto breve, concentrado, tenso, aunque se quedara en un relato y no alcanzara la extensión de una novela.
Luna Miguel
Por otro lado, se aprecia cierta indefinición, no parece saber adónde quiere llegar con esta historia (algo normal en una primera novela). El encuentro entre la protagonista y la viuda de Roberto, por ejemplo, se posterga y posterga, no llega a desempeñar ese papel de escena fundamental que se preveía. Tampoco la reconstrucción de su adolescencia es tan primordial como cabía suponer en un principio. La narración cae en el tedio durante la mayor parte de la novela, va tanteando, ahora la comida, ahora el jefe, ahora la amiga. El desenlace tiene un punto de humor absurdo, que recuerda a las primeras obras de Amélie Nothomb, con un simbolismo del cabello como contenedor de las cargas quizá demasiado evidente. En cualquier caso, el problema no es el imaginario de la autora sino la falta de fuste. Donde no le alcanza la narración, se asoma la Luna Miguel poeta y la Luna Miguel periodista. Y, aunque domine esos registros, una novela es otra cosa.

8 comentarios :

  1. Tu reseña es exactamente lo que suponía que iba a suceder con esta novela. Creo que leeré a la autora cuando tenga más de ese fuste que mencionas.

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    1. Tiene todo el futuro por delante. Seguro que seguirá creciendo.

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  2. Pues esta vez la voy a dejar pasar, pero recordaré el nombre de la autora para futuras novelas.
    Besotes!!!

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    1. Se hablará mucho de ella, sin duda (ya se está hablando...).

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  3. Lo voy a dejar pasar que no me llama la atencion.

    Saludos

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  4. Estoy enfadada. Sí, de eso que te sale humo por las orejas y te entran ganas de coger un bidón de gasolina y un mechero e ir a hacerles una visita a más de una editorial. Ya me entendéis. Acabo de leer este pedazo libro "Pensamientos estériles", de Luna Miguel. Lo he leído DOS veces, no os dejéis engañar por el hecho de que sean menos de 50 páginas de texto, ha sido una maldita odisea. Juraría, y creo que no voy a equivocarme, que este es el libro más pretencioso escrito por la persona que menos razones tiene para serlo. Voy empezando a ver de dónde crecen las ramas.

    Me explico:Para empezar, me encanta que para menos de 50 páginas de texto haya 12 citas. Eso refuerza la super imagen de intelectual que nos quiere hacer llegar la poeta (¿no os suena de nada?). Es obvio que juega en otra liga y por eso quiere redondear sus (inexistentes) argumentos con citas. Eso siempre queda guay. Recordadlo: ¿ no tienes nada que decir y te has quedado sin sinónimos? Pon citas de gente antes de todos los poemas. Te han inspirado ellos, eres su mesías. Molas. Obviamente hay cita de Rimbaud (porque los poetas jóvenes somos el talento) y de Bolaño (porque los poetas jóvenes somos el talento) y Ajmátova (porque las poetas jóvenes que somos mujeres y sabemos de escritores rusos somos el talento) etc. etc. etc.

    Después varias menciones al suicidio, un poema sobre una mamada. Bueno un poema y una especie de haiku cojo también que habla sobre la campanilla (y no la de Peter Pan precisamente). Luego un poquito más de sangre y cómo a su novio y a ella les gusta que la menstruación monte su fiesta mientras follan para que luego haga costra y arrancarla (por esto os recomiendo que jamás leais este blog justo antes o durante las comidas) y luego habla también un poquito de… veréis:


    Sonidos de vena

    Suicida

    ¿Cómo?

    ¿Así suenan las venas?

    ¿De qué color es la sangre?

    ¿Tiene color lo que apenas escucho?


    Sí, creo que Luna de 19 años ( y por desgracia la de 25 también) tenía un ligero gran problema con la sangre. Dios mío, ¿por qué todos los grandes poetas de esta generación joven tienen que tener una obsesión en forma de sangre, tetas, penes, heces o tripas? ¿¡ Por queee dios mioooooo?! Luego ya más para el final afirma Luna que:

    La literatura no celebra nada

    La literatura que celebra

    No sirve hoy

    Yo quiero que nuestra literatura sirva


    Como os decía estoy enfadada, no porque Luna Miguel escribió esto con 19 años sino porque tuvo la osadía de publicar su diario adolescente considerándolo un libro de poemas y, quizá lo más grave de todo, que hubo gente que se lo consintió y gastó dinero para llevarlo a cabo. Y vendrán los típicos que me dirán que saco cuatro versos fuera de contexto y doy una impresión equivocada, y vendrán otros y me dirán que digo cosas por envidia, y otros que dirán que simplemente soy imbécil. Esto último no podría rebatirlo pero si hablamos de las otras dos cosas diré una cosa clara con mi piquito de oro: pongo citas que me parecen graciosas para amenizar la entrada, los que os pasáis por aquí supongo que algo os fiaréis de mi criterio incluso sin necesidad de citas así que estas son por pura diversión y para los que no se fíen por ahí andará el libro para que os trauméis solitos ; y por otra parte: envidia cero (el que tenga envidia y quiera poder publicar libros de este tipo tiene una visita pendiente con el psicólogo), tristeza sí y verguenza.

    Poesía joven sí, pero Rimbaud sólo hay uno y quizá, sólo quizá, la gente debería ganarse el derecho a publicar, madurar mucho y guardarse muchas cosas antes de tener la osadía de sacar algo a la luz y no tener papel de una editorial para malgastar y por ser joven y tener familia metida en el mundillo como requisito único para publicar.

    Gules Noway, El peine del erizo http://elpeinedelerizo.blogspot.com/

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    1. Bueno... No he leído nada más de Luna Miguel, pero creo que no merece la pena hacerse mala sangre. Cuando se publica a un autor que todavía está "inmaduro", la responsabilidad es del editor.

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