Edición: Periférica, 2018 (trad. Paula
Caballero y Carmen Torres)
Páginas: 704
ISBN: 9788416291670
Precio: 26,50 €
1
Escribir desde fuera
Nosotros, nativos de la paz, no nos damos cuenta de cómo la no guerra nos ha marcado y hecho diferentes de los que vivieron antes que nosotros…
Así es la vida: muchos escritores, la mayoría, hacen carrera literaria. Debutan con
veinte o treinta años y a partir de ahí mariposean por el «mundillo» hasta que
el cuerpo aguante. Libros, talleres, prensa, edición, premios, presentaciones.
Están dentro. Nada que objetar; de hecho, a menudo escriben más de una novela notable, y qué bien nos viene a los
lectores que cada dos o tres años un autor al que tenemos en alta consideración
publique nuevo libro. No obstante, esta dedicación total a la literatura y sus
aledaños puede viciar la perspectiva desde la que se escribe, puede limitarla,
puede restarle frescura cuando trata de explorar asuntos ajenos a su campo. Seguramente
no somos conscientes de ello al leer, pero entonces llega un outsider como Francesco Pecoraro (Roma,
1945) y nos da una lección magistral de cuánto puede enriquecer una mirada «técnica»
cuando se funde con las humanidades.
Pecoraro
es arquitecto y urbanista, aunque, como su alter
ego en la ficción, siempre tuvo la espina de las letras. Publicó su
primer libro, una compilación de relatos, Dove
credi di andare, por la que recibió el Premio Napoli, en 2007, a los
sesenta y dos años. Más tarde, en 2013, vino la novela, el novelón: La vida en tiempo de paz, finalista del
Premio Strega, una de esas obras totales, complejas, que abarcan
una época. El protagonista, Ivo Brandani, ingeniero de profesión, nació
con el final de la Segunda Guerra Mundial: ha vivido en «tiempo de paz» en su
tierra, pero el tiempo de paz también tiene sus claroscuros. Al principio de la
historia, está esperando un avión para regresar a su ciudad. Esta espera, que
se prolonga toda la jornada, sirve de excusa para repasar su existencia desde
el presente, como hombre ya maduro, hasta su niñez en la posguerra (va de adelante
hacia atrás: el orden cronológico inverso). El autor explora la naturaleza de
su generación; más que «narrar» la vida de un hombre, construye una novela de
ideas, filosófica, crítica, que capta el «latir» de un periodo, una
cosmovisión. Y, sí, se nota la mente científica que hay detrás en su
tratamiento del sector empresarial, la producción, el urbanismo. Este libro
sería distinto si estuviera protagonizado por un profesor o un periodista; al
escribir desde fuera, y consciente de
las controversias de su especialidad, adopta otra dimensión. Ni mejor ni peor:
diferente, particular, suya.
2
Las tentaciones del humanista
«Se debe apuntar a lo alto, no en la dirección contraria», decía Padre. Aunque desde hace muchos años sabe que eso era una gilipollez: lo alto es tener más dinero, sí, pero no significa nada más. Lo alto a lo que había que apuntar era un estado de «nobleza interior», como decía Padre.
En
su juventud, Ivo Brandani comenzó una carrera de humanidades, que más tarde
cambió por la ingeniería. Lleva el estilo de vida de la clase media: un cargo de responsabilidad en una empresa con proyección, un
matrimonio estable con su novia de siempre, luego otra pareja, luego otro
puesto reconocido. Sin hijos. Se puede decir que «progresa» en el
sentido en el que se entiende el progreso en la segunda mitad del siglo XX: al
ritmo del capitalismo, en el lado de los afortunados. No tendría que
lamentarse, pero Brandani sigue llevando dentro a un humanista. Es un hombre
bienintencionado, culto, sensible a las desigualdades, que no se ha resistido a las redes del sistema. Durante una época, mantiene una amistad con su jefe,
que, a diferencia de él, procede de un entorno privilegiado, carece de
intereses culturales y no se enfrenta a los mismos dilemas éticos. Brandani cae
en una contradicción: entre la fascinación que le produce el director
(ese alimento para el ego de que su todopoderoso superior lo elija a él como confidente, unido a la pretensión
no verbalizada de llegar alto) y los valores
de la justicia social que se le oponen. Su existencia está marcada por esta tensión entre estatus e
integridad, entre la perspectiva racional y la humanística, entre el poder y el
individuo. La dificultad de vivir de forma coherente con uno mismo, como lo
expresaba Thoreau.
La
novela comprende la vertiente profesional y la privada de Brandani. Entre los
personajes que le acompañan, están su primera novia y luego esposa; su
pareja en la madurez, una mujer más joven que él; el mencionado director que
actúa como un espejo en el que el protagonista a veces quiere reflejarse y a
veces siente repulsión; los pescadores griegos de sus veraneos en las
islas; la chica con quien vivió su despertar sexual y los chavales con quienes
tuvo las rivalidades juveniles; sus padres y hermanas. Con todo, lo «personal» no es la base del
libro, no se trata de un novelón de inspiración decimonónica costumbrista. El pulso de la
narración lo pone el pensamiento inherente
a esas vivencias, la ideología. El autor no pretende construir unos personajes
carismáticos, sino más bien unos arquetipos de una forma de estar en el mundo. Su
punto de vista parte, por así decir, de la sospecha, la desconfianza hacia la
realidad. La neutralidad no existe. Es la hora de cuestionarse ese way of life que le «vendieron» a su
generación como el mejor posible, o el único.
3
Una corriente hacia la destrucción
… los vertederos son los tesoros de los arqueólogos del futuro, auténticos depósitos culturales, completos y cuidadosamente estratificados, todo lo que somos se halla en su interior…
Los
antepasados de Brandani estuvieron determinados por la guerra. Él no la ha
conocido; aun así, su visión de la humanidad, de Occidente, dista mucho de ser
optimista: ese «tiempo de paz» tiene sus conflictos, de otra naturaleza,
pero nocivos en cualquier caso. Indaga en la imperfección de la sociedad
europea, en concreto, entiende la vida como un continuo «tapar agujeros»:
trabajan, él y los demás ingenieros, para reconstruir, arreglar, hacer apaños;
una metáfora de la imposibilidad de alcanzar la plenitud. O, quizá, de la
voluntad de no alcanzarla, porque el sistema necesita retroceder cada cierto
tiempo para mantenerse, necesita promover lo perecedero para volver a generar
ingresos. Esto se asocia a la suciedad, la basura, la contaminación, los
artilugios que se rompen. No hay guerra, no, pero sí un empeoramiento de la
calidad de vida, una deriva hacia la destrucción, el empobrecimiento en
diferentes maneras. A propósito, esta tesis va en consonancia con lo que
plantea Antonio Muñoz Molina (Úbeda, Jaén, 1956) en Un andar solitario entre la gente (2018): «nuestro legado será una montaña de basura». En la mentalidad ocurre algo parecido: quienes estuvieron
en el frente tenían algo en lo que creer, una motivación épica (por mucho que después se desmoronara);
la generación de Brandani, en cambio, se adormece en el ensimismamiento, el
conformismo, el desapego.
El
protagonista se muestra, por lo tanto, pesimista, escéptico con la noción de
progreso que tanto le han inculcado en su educación. En cuanto a la influencia
de Estados Unidos en esta dinámica, da lugar a una nueva contradicción en él:
por un lado, la asimilación cultural resulta innegable e imparable, su
generación no se explica sin el cine, la música y la literatura
norteamericanas; ahora bien, esto es compatible con un rechazo instintivo de las
tendencias políticas y económicas de dicho país, su supremacía de gran potencia
mundial. A Brandani no le gusta lo que «América» representa, pero no puede
mantenerse indiferente a su autoridad, a su producción. Otra vez el choque
entre el idealismo y lo mundano. En este sentido, el libro de Pecoraro, que se equipara en ambición a ese subgénero llamado «gran novela americana»,
aporta además algo de lo que esta carece: el punto de vista del europeo medio en su
relación con Estados Unidos, indispensable en este retrato de la generación que
vivió la Guerra Fría, la guerra de Vietnam y el neoliberalismo.
4
La ciudad, el verano, el mar
Siempre he necesitado el Verano más como utopía que como estación. […] el Verano como utopía porque lo que para los demás son unas simples vacaciones, para mí son segmentos de una existencia alternativa, la única adecuada y verdadera, la única que vale la pena vivir…
Pecoraro concibe el hecho literario desde el análisis, desde lo racional. El
ámbito donde se permite una mayor emotividad se encuentra en la idea de verano,
una suerte de ruptura del orden establecido. El protagonista se ha criado en
Roma (en la novela, «Ciudad de Dios»), un lugar que se contrapone al mar, donde
viaja un año tras otro para disfrutar de las vacaciones, sea como un
adolescente tímido, sea como un adulto de vuelta de todo. Es otro rasgo propio de la clase media: el tradicional descanso veraniego. Para él, con todo, va más allá: el verano simboliza los cambios de ciclo, los
ritos de paso, la renovación. Resulta significativo que, en una obra que abarca
una vida entera, buena parte de las etapas narradas se desarrollen en estos
meses (se contraponen los veranos de madurez con los de juventud). Hay muchas
(y hermosas) descripciones del mar, los pescadores, beatus ille, un elogio del tiempo detenido que supone el verano. Estos pasajes tienen un aire de ensoñación que
contrasta con la «técnica» predominante en la rutina. Son, también, periodos de
sensualidad y transgresión.
La
ciudad de Roma ocupa asimismo un papel fundamental, sobre todo hacia el
final, cuando relata, por una parte, la infancia y adolescencia, y,
por la otra, el último tramo del viaje de regreso en el presente
(ambos hilos avanzan en paralelo). El hecho de denominarla «Ciudad de Dios» ya
sugiere, no sin cierta ironía, la trascendencia de la capital en su vida. Núcleo,
punto de partida y de retorno. Imagen de postal y contenedor de basura. Zona
rica y barrio pobre. Belleza y devastación. La paradoja de que la ciudad
eterna, el centro de la civilización antigua que vio nacer el pensamiento
lógico, haya devenido una vorágine decadente, satélite de otra sociedad más
poderosa. No falta, como era de esperar en un escritor arquitecto, una
descripción espléndida del urbanismo, un recorrido por el arte, siguiendo los pasos
de Bernini, Borromini y compañía. El espacio, ora la ciudad, ora el mar, tiene
entidad en esta novela.
5
La vida cabe en una novela
Con todo, he descubierto algo sobre mí mismo: soy un no héroe, un no valiente, un no dominador, alguien que no cree en nada, que nunca ha creído en nada, ni siquiera cuando pensaba lo contrario… Soy alguien-que-se-conforma, alguien para el que no hay nada importante más allá de vivir en las mejores condiciones posibles…
Francesco Pecoraro |
Pecoraro
empezó a escribir tarde, pero con una entrega total y con la voluntad de
estar a la altura, de respetar el oficio. Concentra su bagaje en una novela
esplendorosa, imponente, arriesgada, erudita, densa, exigente; una obra importante, no solo dentro de la
narrativa italiana, sino en el conjunto de la literatura del siglo XXI.
Está escrita (muy bien escrita) con
un estilo torrencial, ramificado, con las singularidades del autor, a saber, encadenamiento
de ideas, puntos suspensivos, fluir de la conciencia, uso de mayúsculas para
subrayar conceptos que trascienden su significado usual (Verano, Islas, Clase
Media), esto último porque no importa tanto lo concreto como lo que suponen
para esta generación, su significado objetivado.
Excesiva, quizá, pero un exceso en el que bien vale la pena perderse, como se
pierde el protagonista en su debacle personal, su lucha interna entre la
realidad tal como es y tal como debería ser o querría que fuera. Hay muchos libros muy
buenos; pocos, sin embargo, tienen esta envergadura y este enfoque, esta
comprensión del pasado reciente y de su peso en el presente siglo. El
legado de un hombre desencantado: eso es La
vida en tiempo de paz.
Citas de las páginas 309, 185, 115-116, 156 y 309-310.
La tengo reservada en la biblioteca y pronto la tendré disponible. Ya le tenía yo echado el ojo, así que tu reseña me ha venido de cine. Parece un proyecto de lectura ambicioso, no? De los que requieren tiempo y atención. Me apetece muchísimo
ResponderEliminarBueno, depende mucho de la conexión que tengas con el tono de escritura. Es un libro ambicioso, pero si te absorbe (como me ocurrió a mí) no te llevará tanto tiempo como se puede pensar por la extensión. Espero que lo disfrutes.
EliminarUna reseña impresionante Cristina.
ResponderEliminarMe apunto el libro y el de Antonio Muñoz.
E.
Comprado pero pendiente
ResponderEliminarParece un libro excelente Y bastante extenso