Edición: Errata
naturae, 2018 (trad. Nieves Trabanco)
Páginas: 80
ISBN: 9788416544707
Precio: 11,00
€
Las
enfermedades mentales han sido (siguen siendo, en gran medida) un tabú. He aquí un primer
motivo por el que prestar atención a este libro: Christine Lavant (Gross-Edling, 1915 – Wolfberg, 1973), seudónimo de Christine Thonhauser,
comparte sus experiencias como interna en un hospital psiquiátrico en 1935. Esta
poeta austríaca, inédita en España pero reconocida en su país, sintió la
necesidad, la urgencia, de dedicarse a la literatura. Como tantos otros, solo
que a ella no la acompañó el entorno: de origen muy humilde, formaba parte de
una familia numerosa de tradición minera. Ella misma trabajó como tejedora, y
apenas salió de la localidad donde había nacido. Tímida, recluida en su pueblo, atormentada por no encajar en lo que se esperaba de una mujer, quiso ingresar por voluntad propia. Su estancia duró un mes y medio.
Notas desde un manicomio,
escrito en 1946 y publicado de forma póstuma siguiendo las indicaciones de
la autora, que lo consideraba demasiado personal para mostrarlo en vida, es
en realidad mucho más que unas simples «notas»: trasciende lo testimonial para
erigirse en un texto literario de altura, elogiado por, entre otros, Thomas
Bernhard. Es la voz, descarnada pero lúcida, de una mujer que indaga en su
encierro voluntario, un encierro en el que trató de recuperar algo parecido al
equilibrio. «Mientras que aquí se me considere una invitada de paso y que yo
misma me sienta como tal, no he traspasado la última frontera» (p. 6),
reflexiona; el hecho de haber elegido entrar le da esperanza, la aleja de las
enfermas más graves, como si aún no estuviera todo perdido para ella. Eso se
convierte en su fortaleza para seguir adelante con la recuperación.
Este breve monólogo condensa una aproximación al hospital en la que cuenta
más la mirada íntima sobre todo lo «humano» (la relación médico-enfermera-paciente, con su disciplina escolar, la convivencia de las enfermas, las jerarquías) que el análisis de lo «médico». No se recrea en los
trastornos, tampoco en el suyo, sino que ahonda en detalles reveladores del día a día, desde las excentricidades de algunas mujeres a la tensión entre
ellas, pasando por las carencias del sistema («Porque todo el sufrimiento que
aquí hay está tan por encima de todo lo humano que es imposible que pueda ser
afrontado sólo con medios humanos», p. 20). Todo ello, hay que insistir, desde
un punto de vista puramente literario, sin intenciones didácticas ni
periodísticas, aunque en la práctica aporte más información sobre ese
ambiente que las crónicas convencionales.
Christine Lavant |
No se puede ignorar, por otro lado, la condición de centro «para mujeres», que condiciona el trato a las pacientes. Por ejemplo, médicos que dan por sentado que la narradora está deprimida como consecuencia de un mal de amores, como si una joven como ella solo pudiera sufrir por eso. En general, prevalece la idea, entre los personajes «sanos», de que las mujeres que se tuercen lo hacen por no llevar esa vida de esposa-madre-ama de casa, que sus problemas se solucionarían con una familia estable. En este sentido, la perspectiva de género pone de manifiesto los prejuicios de la época, que denigraban aún más a las enfermas; no comprendían la naturaleza de su trauma, de ahí la dificultad para recuperarse. La transparencia del texto de Christine Lavant resulta iluminadora en toda su crudeza.
Suena muy interesante. De temática similar leí el relato El empapelado amarillo de Charlotte Perkins Gillman. ¡Te lo recomiendo mucho!
ResponderEliminarLo tengo apuntado. Me apetece mucho ese libro.
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