Edición:
Salamandra, 2017 (trad. José Antonio Soriano Marco)
Páginas:
352
ISBN:
9788498387834
Precio:
19,00 €
Lo que reviste de poder los recuerdos de la infancia es la parte de misterio que hay en ellos. Los sucesos y los personajes del pasado parecen tener un doble fondo; creíamos conocerlos, pero, pasados los años, nos damos cuenta de que nos equivocábamos. Lo que parecía sencillo se rodea de sombras y secretos. En cambio, lo que entonces nos intrigaba queda reducido a pequeñas historias de herencias o adulterios, Así, la ignorancia y el atolondramiento del niño crean un mundo en parte transparente, pero en buena parte opaco. Tal vez por eso perdura en la memoria con colores tan vivos. «El conjuro», p. 275
Han pasado ya más de diez años del
redescubrimiento de Irène Némirovsky (Kiev, 1903 – Auschwitz, 1942). Fue en
2004, cuando vio la luz Suite francesa,
la novela inacabada que sus hijas conservaron en una maleta. Esta obra recibió
el Prix Renaudot, pero, por encima del premio, se reconstituyó a
una autora por aquel entonces olvidada, aunque en su momento, en el periodo de
entreguerras, gozó de prestigio en Francia. Su trágica muerte, en el campo de
concentración de Auschwitz a los treinta y nueve años, sin duda acrecentó el
fenómeno; y también su vida, marcada por la huida de su tierra natal como
consecuencia de la Revolución rusa, que la llevó a establecerse en Francia
junto a su familia cuando aún era muy joven. Con todo, títulos como la mencionada Suite francesa o los que se han ido
recuperando después (El baile, El ardor de la sangre, Los perros y los lobos...)
confirmaron que Némirovsky no solo es una historia impactante, sino, y ante todo, una
escritora fundamental de la primera mitad del siglo XX. La combinación de sus
raíces rusas judías con su educación francesa,
además, hace de ella una voz singular, una narradora del alma rusa en lengua francesa.
Han pasado más de diez años, sí, y durante este
tiempo se ha traducido al castellano una decena de novelas (Némirovsky fue una
escritora precoz y prolífica, por lo que, a pesar de su temprana muerte, dejó
un importante corpus literario). Faltaban por traducir los relatos, que al fin han
llegado este año: el volumen Domingo,
que recoge cuentos publicados en
diversos periódicos entre 1934 y 1942. A estas alturas, se podría
desconfiar de esta publicación, se podría sospechar que, si no se publicó
antes, tal vez no valga la pena, tal vez sea el enésimo intento de exprimir
el fenómeno, de estirar y estirar el chicle. No: es un libro realmente bueno. Quienes hayan leído a la autora seguro que no se sorprenden por esta afirmación tan rotunda, porque Némirovsky era una gran admiradora
del maestro del género, Chéjov, de quien incluso escribió una biografía (Vida de Chéjov). Domina la novela breve,
así que era de esperar que también bordara los relatos. Si esta compilación no
se tradujo antes, quizá habría que buscar las causas en el escaso interés que,
por desgracia, suelen despertar los cuentos en los lectores (por mucho que el
Nobel a Alice Munro o el éxito de Lucia Berlin los hayan reavivado).
Basta de prolegómenos. Domingo comprende quince textos; una muestra exhaustiva de su talento y de sus motivos. En general, se pueden clasificar en tres
o cuatro bloques temáticos, relacionados con sus etapas vitales: la Revolución rusa, que
condujo al clan Némirovsky a refugiarse una temporada en Finlandia, antes de afincarse
en Francia; el costumbrismo de la
burguesía en París y alrededores, con su existencia relajada, sus amores y
sus desavenencias familiares; y, por último, el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial. El primer
bloque, la etapa de transición de los refugiados rusos en Finlandia, va en sintonía
con sus novelas Nieve en otoño y El vino de la soledad, de fuerte
componente autobiográfico. No hay muchos cuentos sobre este asunto, pero son de
los más memorables por esa sensación de estar al límite, de desasosiego: «Aíno» y «Los vapores del vino», que cuentan dos partes (o,
mejor, dos perspectivas y momentos) de una misma historia, son dos piezas
magníficas. Siguiendo los movimientos de una muchacha, Némirovsky plasma la
existencia de los fineses que, mientras sirven a los rusos acomodados, se
enfrentan a sus propios problemas en casa. Miedo, desconfianza, el peligro al
acecho; emociones propias de tiempos de incertidumbre.
Los recovecos de la burguesía parisina, el
ambiente en el que Némirovsky pasó su vida adulta, le dan mucho juego en esta
compilación. Historias de iniciación
de jovencitas que se estrenan en el amor y mujeres maduras que las miran con
esa mezcla de añoranza y ternura, porque saben que el desencanto no les tardará
en llegar, como «Domingo» («¡Ah,
las viejas palabras, tan nuevas! Amor, dolor, deseo. Nadine las moldeaba
suavemente entre los labios», p. 22) o
«Las orillas dichosas» («Christiane aceptaba la situación con
la lucidez de una edad mal llamada ciega, puesto que es la única que puede
permitirse mirar la vida y el amor cara a cara, como un juego, porque nunca la
han vencido, porque aún no ha dado con sus huesos en la fría tierra.», p. 34). Madres dominantes e invasivas como «La Ogresa» («No
hay nada más peligroso que el deseo insatisfecho de una mujer», p. 306), un motivo, el de la maternidad egoísta, recurrente
en toda su trayectoria por la difícil relación que mantuvo la propia Némirovsky
con su madre (véanse novelas como El baile o Jezabel). Tensiones entre
padre e hijo, como «Un hombre honrado» («No sé lo que pasa en
el corazón de un granuja, pero conozco el corazón de un hombre honrado, y es
espantoso.», p. 182); tensiones
entre hermanos que se reúnen en torno a su madre enferma, como el magnífico y extenso «Lazos
de sangre». Y esto solo por mencionar algunos; el nivel medio es más que
sobresaliente. Némirovsky parte de lo cotidiano, escenas en casa, en un local,
un cruce de miradas que lo dice todo. Se narración resulta extremadamente sutil
y precisa, además de fluida y elegante; es de esas escritoras que hacen que
escribir parezca fácil, aunque ¡cuánto cuesta alcanzar esta pulcritud! Nunca lo
da todo masticado; trabaja la insinuación, la contención. Sus relatos tienen ese
asomo de tristeza tan difícil de reflejar, de personajes que rozan el abismo
sin llegar a caer. Desesperanzados, inmersos en una realidad lúgubre, pero
todavía vivos.
Irène Némirovsky |
Los cuentos que abordan la Segunda
Guerra Mundial, como «El desconocido» y «El señor Rose», ambos excelentes,
inciden en la idea de que, en medio de un conflicto bélico, las normas establecidas no funcionan. La sociedad se desmorona. Ya nadie
posee el control o la autoridad de antes, ya nadie tiene las mismas responsabilidades. El
mundo está en movimiento, y en esta rueda de la fortuna a cualquiera le
puede tocar la mejor o la peor papeleta. «El desconocido» es un texto amargo,
en el que un soldado se reconoce en su enemigo, entre otras revelaciones. «El
señor Rose», por su parte, rebosa angustia, la angustia de un hombre que
abandona la ciudad para ponerse a salvo, pero con cada paso, cada decisión, no
sabe si dará con un nuevo horizonte o se perderá más. Al poner este libro en
perspectiva, resulta admirable cómo Némirovsky supo plasmar el aire que se
respiraba en aquella época, cómo evolucionó de los años veinte a principios de
los cuarenta, cómo la preocupación por la supervivencia se instaló en el día a
día de aquellos burgueses que preparaban puestas de largo. Estos relatos son un gran retrato social, pero sobre todo
son literatura de primer nivel. Esa literatura llena de vigor, tan cercana a la
vida, tan penetrante, tan amena, que se mantiene fresca a pesar del tiempo. Esquemas
clásicos ejecutados a la perfección, una mirada personal e incisiva. Este libro
devuelve el placer genuino de leer, de querer pasar páginas, de empaparse de su
riqueza.
Esta es una autora de la que me propongo leer todo lo que se publico de ella desde que la descubrí. me faltan un par de novelas y claramente esta y espero hacerlo de poco en poco.
ResponderEliminarYo estoy como tú, me encanta Némirovsky. Llevaba varios años sin leerla, y he disfrutado tanto de este libro de relatos que no creo que tarde mucho en volver a ella.
EliminarAún me quedan algunas de sus novelas por leer. Pero no conocía este libro de relatos.
ResponderEliminarEmpecé con "El baile", que me sirvió para saber como escribía. Pero "Suite francesa" impresionante e imprescindible.
Un abrazo
En los cuentos también es magnífica. Me da rabia que a veces se infravalore este género, con la de buenos libros que ha dado.
EliminarPues sí, esta autora hace que escribir parezca fácil... Qué gran talento! Y desde luego me apunto bien este título, que no lo conocía.
ResponderEliminarBesotes!!!
Lo disfrutarás mucho. Para mí ha sido uno de esos libros que no quería soltar, que me daban ganas de seguir leyendo.
EliminarLa bibliotecaria de mi barrio está enamorada de su obra, siempre que me paso por allí está colocado de alguna manera entre las recomendaciones del mes o de la semana, no falla. A ver si me paso y saco alguna de sus novelas, creo que las tienen todas.
ResponderEliminarPor cierto, me ha encantado tu reseña.
¡Un saludo!
Todo lo que he leído de Némirovsky (unas seis novelas y este libro de relatos) me ha parecido muy bueno, así que con cualquier título acertarás. Por cierto, me ha caído muy bien tu bibliotecaria.
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