Edición:
Lumen, 2016 (trad. Antonia Martín Martín)
Páginas:
416
ISBN:
9788426402622
Precio:
22,90 € (e-book: 9,99 €)
El
irlandés Colm Tóibín (Enniscorthy, 1955), uno de los escritores contemporáneos
más importantes, regresa al costumbrismo con su novela más reciente, Nora Webster (2014), situada en su
localidad natal, en el sureste de Irlanda, entre los años 1969 y 1972. Tóíbín
ya eligió este contexto en uno de sus libros más populares, Brooklyn (2009), sobre una joven que
debe decidir entre quedarse en su tierra o marcharse a Nueva York en busca de
oportunidades (de hecho, en ambas obras se hacen guiños a las protagonistas de
una y otra historia). Nora Webster, además,
es un proyecto muy especial para él, puesto que se inspira en las vivencias de su madre cuando se quedó
viuda. El autor explica en este artículo que comenzó a escribir la novela en
el año 2000, aunque esto no le ha impedido dedicarse a otras publicaciones durante
este tiempo. Una vez leída, estas circunstancias personales tal vez podrían
explicar las debilidades del texto; pero vayamos por partes.
Nora
Webster, vecina de Enniscorthy, se queda viuda a los cuarenta y seis años.
Tiene dos hijas jóvenes, que estudian fuera de casa, y dos hijos más pequeños. La
novela narra el periodo de duelo, que termina (al menos simbólicamente) cuando
se siente capaz de deshacerse de las cosas de su marido. Narrar un duelo
significa hablar de renuncias: al igual que muchas mujeres de su época, queda
desprotegida al quedarse viuda, por lo que debe ponerse a trabajar después de
veinte años como ama de casa y despojarse de los escasos lujos de la familia
para ajustar las cuentas. Significa también hablar de desazón, de nostalgia, de
experiencias cotidianas en las que se acuerda de él y se siente frustrada por
no poder contarle sus inquietudes. No obstante, Tóibín no se recrea en la pena:
esta es la historia de una mujer que aprende a vivir de nuevo, que se adapta a
los cambios, que, en definitiva, encarna aquello que se llama «salir adelante».
En su recién estrenada soledad incluso descubre el placer inesperado de la
independencia; y Nora es una mujer terca, de carácter fuerte, que sabe plantar
cara ante la adversidad. Una pérdida, en fin, implica nuevos comienzos: un empleo, las viejas aficiones, las amistades
renovadas.
La
protagonista, por otro lado, no está sola. La novela empieza con una alusión a
las muchas visitas que Nora recibe tras quedarse viuda: es el ambiente de pueblo católico, cerrado, donde todos se
conocen y los vecinos se preocupan (¿o se entrometen?). Buena parte de la
obra gira alrededor de cómo se relaciona Nora con los demás, en función de su
relación previa con ella o con el difunto Maurice. Se encuentra con una
situación un tanto incómoda: Maurice fue un profesor de buen talante, por lo
que la gente lo recuerda con cariño. Sin embargo, Nora no tiene una
personalidad tan fácil de querer. Tóibín, un avezado narrador del ámbito
doméstico, capta a la perfección esos matices diminutos de malestar ante una
presencia incómoda, ante alguien que no sabe cómo expresar sus condolencias o
ante una persona a quien no apetece ver porque le recuerda demasiado los buenos
momentos junto a su esposo. Los
pensamientos que uno se guarda para sí, las confidencias que solo se comparten
en el hogar; a todo eso da voz Tóibín.
Por
supuesto, la familia tiene un papel muy relevante. La mayor preocupación de
Nora son sus hijos: no solo cómo asimilan la pérdida, sino cómo vivieron los
meses previos, durante la enfermedad de Maurice, en los que tuvieron que
trasladarse a casa de una tía. Una de las primeras (y lúcidas) constataciones
de Nora se refiere al hecho de que nunca volverá a tener la misma relación con
los niños. No se trata de que la relación empeore, sino de que la muerte de
Maurice los ha cambiado profundamente a todos. Tóibín presta atención a todas
sus dudas en la educación de los pequeños, la necesidad de dar espacio y a la
vez estar pendiente de ellos. Las hijas, por su parte, se enfrentan a las
tensiones de quien se hace adulto: la mayor, coqueta, sufre por los apuros
económicos, mientras que la segunda se erige como una joven comprometida con la
sociedad, siguiendo los pasos de su padre. En medio, Nora, la madre pendiente de todo. Ella misma recuerda a su madre
más que nunca: hace años que murió, pero su presencia emerge con fuerza tras la
pérdida de Maurice, en parte como búsqueda de consuelo al pensar en los seres
queridos que no están, en parte porque a Nora le hacen notar su parecido con su
madre y ahora ese vínculo la empuja adelante.
La
vida, la vida y la vida. Lo pequeño. Sin estridencias. Eso cuenta Nora Webster, y
ese es también su problema: no tiene una
trama consistente, carece de tensión narrativa. El libro, narrado en
tercera persona, parece una sucesión de acontecimientos, puestos uno detrás de
otro en riguroso orden cronológico (Nora y el trabajo, Nora y la música, Nora y
el hijo…), sin la construcción «creativa» de una obra literaria. En parte se puede
justificar porque, al fin y al cabo, plasma la naturaleza rutinaria de la vida de una viuda como Nora; el
inconveniente es que esta concepción convierte en monótona y aburrida la
novela. Le falta tensión, y con esto no me refiero a añadir un crimen, sino a
crear la tensión a partir de los elementos domésticos, limitar el número de
secundarios y no alargarla en exceso (habría funcionado mejor con menos
páginas). Tenemos un ejemplo reciente de novela sobre el duelo en un contexto
familiar que resuelve todo esto de manera espléndida: Olive Kitteridge, de Elizabeth Strout. Tóibín ha errado al buscar
demasiado la fidelidad a los hechos. Además, en la recta final hay una escena
que, si bien se puede explicar por el estado de la protagonista, desentona con
el realismo del conjunto, y su repercusión no termina de cerrarse.
Colm Tóibín |
En
cualquier caso, los grandes escritores hacen disfrutar incluso con sus obras
menores, y Tóibín no es una excepción: su escritura serena, que no cae en el
sentimentalismo, así como su aguda capacidad de observación, que detecta
detalles inapreciables para otros, son motivos suficientes para leer Nora Webster. Escribe sobre lo doméstico como si cada pequeño acontecimiento fuera
una revelación. Es un narrador consumado, sutil, finísimo. Muestra los
efectos de volver a ver una película o escuchar una canción antes compartida,
el modo en el que provoca emociones diferentes, no solo por añoranza, sino por los
matices inesperados propiciados por su nueva situación. Pocos, muy pocos, son
capaces de escribir sobre lo minúsculo con la pericia de Tóibín. Y, aunque se
sitúe en un tiempo y un lugar concretos, se lee como el duelo de una viuda en
cualquier momento y en cualquier lugar —la época solo se deduce por referencias
sucintas a sucesos como el alunizaje de 1969 o los disturbios en Irlanda del
Norte—. El fondo histórico no es lo importante; lo importante es el equilibrio
entre la nostalgia y los comienzos, entre las preocupaciones graves por la
subsistencia y las pequeñeces cotidianas. Lo importante es la incertidumbre, la
atención a los hijos, los momentos para simplemente recordar. Nora Webster es una novela muy cercana a
la vida, al día a día, y eso no cambia.
Es un libro que me gustaría leer por lo que cuenta. Y la portada me encanta. Un beso ;)
ResponderEliminarColm Tóibín siempre es recomendable. Me parece uno de los grandes escritores contemporáneos, aunque por aquí no se le conozca mucho, o al menos esa es la sensación que tengo.
EliminarVi la película de Brooklyn hace unos meses y un conocido mío, que también la vió, me comentó que el libro era mucho mejor, así que desde entonces tengo ganas de leer la novela porque en la película, salvando las distancias, me sentí algo identificada con la protagonista. Un saludo!
ResponderEliminarYo aún no he visto la película, aunque tengo entendido que respeta bastante el libro. La novela es buena, muy buena, creo que la disfrutarás.
EliminarA mi me han dicho que la película es como la "mitad" del libro y si la película está bien, imagino que el libro también. Un saludo!
EliminarPedazo de reseña... Teniendo en cuenta su trama, es meritorio el hecho de no pecar de sentimentalista.
ResponderEliminarPor otro lado, veo que sientes aprecio por Olive Kitteridge. A mi me fascinó la miniserie y por lo que veo la novela también merece una visita.
Un cordial saludo.
Colm Tóibín trabaja muy bien lo que yo llamo "emociones contenidas". En "Brooklyn", una protagonista seria, solitaria, poco proclive a exteriorizar sus sentimientos. En "Nora Webster", una mujer terca, firme, que solo se permite la autocompasión en la intimidad. Me parece muy meritorio centrarse en personajes introvertidos y discretos que a priori no lucen tanto como los que tienen un rasgo llamativo en su carácter. Nunca se va por el sentimentalismo ni por el tópico, por mucho que el tema tenga ese riesgo.
EliminarLa novela "Olive Kitteridge" es un ejemplo de gran literatura. Cada relato es excelente y, en conjunto, retratan a otra protagonista "difícil". Si no es una obra maestra, poco le falta.
Tengo aún pendiente Brooklyn, y aunque parece que ésta es una novela menor, no me importaría nada leerla. Parece que merece la pena.
ResponderEliminarBesotes!!!
En efecto, no es perfecta pero es muy recomendable. Como todo lo del autor.
EliminarBrooklyn se me hizo muy pesado y lo acabé porque el autor escribe muy bien. Me gustó mucho más la película, francamente. Nora Webster lo abandoné, no pasaba nada de nada de nada, cero. Aburrido hasta morir. Por cierto me estoy leyendo Los hermanos Burgess de Elisabeth Strout y me está gustando mucho, estoy a la espera de Me llamo Lucy Burton.
ResponderEliminarComparto tus impresiones sobre "Nora Webster", aunque a mí no se me hizo tan pesado como para dejarlo. Su problema, a mi parecer, es que es una novela construida por "acumulación" de acontecimientos, es excesivamente larga y tiene muchos secundarios que son meros figurantes. Le falta un conflicto, un twist o algo que mantenga la tensión, más allá de la superación de la pérdida. A veces, cuando se quierre narrar una historia tal y como sucedió, como parece que hace Tóibín con su madre, pasa esto. Y es una lástima, porque él escribe realmente bien, hay páginas para recrearse. Al menos "Brooklyn" tenía el conflicto del coming-of-age y la duda entre Irlanda o Estados Unidos.
EliminarDisfruta de Elizabeth Strout. Aún no he leído "Los hermanos Burgess", pero "Olive Kitteridge" y "Abide With Me" me encantaron.