05 septiembre 2016

Nora Webster - Colm Tóibín



Edición: Lumen, 2016 (trad. Antonia Martín Martín)
Páginas: 416
ISBN: 9788426402622
Precio: 22,90 € (e-book: 9,99 €)

El irlandés Colm Tóibín (Enniscorthy, 1955), uno de los escritores contemporáneos más importantes, regresa al costumbrismo con su novela más reciente, Nora Webster (2014), situada en su localidad natal, en el sureste de Irlanda, entre los años 1969 y 1972. Tóíbín ya eligió este contexto en uno de sus libros más populares, Brooklyn (2009), sobre una joven que debe decidir entre quedarse en su tierra o marcharse a Nueva York en busca de oportunidades (de hecho, en ambas obras se hacen guiños a las protagonistas de una y otra historia). Nora Webster, además, es un proyecto muy especial para él, puesto que se inspira en las vivencias de su madre cuando se quedó viuda. El autor explica en este artículo que comenzó a escribir la novela en el año 2000, aunque esto no le ha impedido dedicarse a otras publicaciones durante este tiempo. Una vez leída, estas circunstancias personales tal vez podrían explicar las debilidades del texto; pero vayamos por partes.
Nora Webster, vecina de Enniscorthy, se queda viuda a los cuarenta y seis años. Tiene dos hijas jóvenes, que estudian fuera de casa, y dos hijos más pequeños. La novela narra el periodo de duelo, que termina (al menos simbólicamente) cuando se siente capaz de deshacerse de las cosas de su marido. Narrar un duelo significa hablar de renuncias: al igual que muchas mujeres de su época, queda desprotegida al quedarse viuda, por lo que debe ponerse a trabajar después de veinte años como ama de casa y despojarse de los escasos lujos de la familia para ajustar las cuentas. Significa también hablar de desazón, de nostalgia, de experiencias cotidianas en las que se acuerda de él y se siente frustrada por no poder contarle sus inquietudes. No obstante, Tóibín no se recrea en la pena: esta es la historia de una mujer que aprende a vivir de nuevo, que se adapta a los cambios, que, en definitiva, encarna aquello que se llama «salir adelante». En su recién estrenada soledad incluso descubre el placer inesperado de la independencia; y Nora es una mujer terca, de carácter fuerte, que sabe plantar cara ante la adversidad. Una pérdida, en fin, implica nuevos comienzos: un empleo, las viejas aficiones, las amistades renovadas.
La protagonista, por otro lado, no está sola. La novela empieza con una alusión a las muchas visitas que Nora recibe tras quedarse viuda: es el ambiente de pueblo católico, cerrado, donde todos se conocen y los vecinos se preocupan (¿o se entrometen?). Buena parte de la obra gira alrededor de cómo se relaciona Nora con los demás, en función de su relación previa con ella o con el difunto Maurice. Se encuentra con una situación un tanto incómoda: Maurice fue un profesor de buen talante, por lo que la gente lo recuerda con cariño. Sin embargo, Nora no tiene una personalidad tan fácil de querer. Tóibín, un avezado narrador del ámbito doméstico, capta a la perfección esos matices diminutos de malestar ante una presencia incómoda, ante alguien que no sabe cómo expresar sus condolencias o ante una persona a quien no apetece ver porque le recuerda demasiado los buenos momentos junto a su esposo. Los pensamientos que uno se guarda para sí, las confidencias que solo se comparten en el hogar; a todo eso da voz Tóibín.
Por supuesto, la familia tiene un papel muy relevante. La mayor preocupación de Nora son sus hijos: no solo cómo asimilan la pérdida, sino cómo vivieron los meses previos, durante la enfermedad de Maurice, en los que tuvieron que trasladarse a casa de una tía. Una de las primeras (y lúcidas) constataciones de Nora se refiere al hecho de que nunca volverá a tener la misma relación con los niños. No se trata de que la relación empeore, sino de que la muerte de Maurice los ha cambiado profundamente a todos. Tóibín presta atención a todas sus dudas en la educación de los pequeños, la necesidad de dar espacio y a la vez estar pendiente de ellos. Las hijas, por su parte, se enfrentan a las tensiones de quien se hace adulto: la mayor, coqueta, sufre por los apuros económicos, mientras que la segunda se erige como una joven comprometida con la sociedad, siguiendo los pasos de su padre. En medio, Nora, la madre pendiente de todo. Ella misma recuerda a su madre más que nunca: hace años que murió, pero su presencia emerge con fuerza tras la pérdida de Maurice, en parte como búsqueda de consuelo al pensar en los seres queridos que no están, en parte porque a Nora le hacen notar su parecido con su madre y ahora ese vínculo la empuja adelante.
La vida, la vida y la vida. Lo pequeño. Sin estridencias. Eso cuenta Nora Webster, y ese es también su problema: no tiene una trama consistente, carece de tensión narrativa. El libro, narrado en tercera persona, parece una sucesión de acontecimientos, puestos uno detrás de otro en riguroso orden cronológico (Nora y el trabajo, Nora y la música, Nora y el hijo…), sin la construcción «creativa» de una obra literaria. En parte se puede justificar porque, al fin y al cabo, plasma la naturaleza rutinaria de la vida de una viuda como Nora; el inconveniente es que esta concepción convierte en monótona y aburrida la novela. Le falta tensión, y con esto no me refiero a añadir un crimen, sino a crear la tensión a partir de los elementos domésticos, limitar el número de secundarios y no alargarla en exceso (habría funcionado mejor con menos páginas). Tenemos un ejemplo reciente de novela sobre el duelo en un contexto familiar que resuelve todo esto de manera espléndida: Olive Kitteridge, de Elizabeth Strout. Tóibín ha errado al buscar demasiado la fidelidad a los hechos. Además, en la recta final hay una escena que, si bien se puede explicar por el estado de la protagonista, desentona con el realismo del conjunto, y su repercusión no termina de cerrarse.
Colm Tóibín
En cualquier caso, los grandes escritores hacen disfrutar incluso con sus obras menores, y Tóibín no es una excepción: su escritura serena, que no cae en el sentimentalismo, así como su aguda capacidad de observación, que detecta detalles inapreciables para otros, son motivos suficientes para leer Nora Webster. Escribe sobre lo doméstico como si cada pequeño acontecimiento fuera una revelación. Es un narrador consumado, sutil, finísimo. Muestra los efectos de volver a ver una película o escuchar una canción antes compartida, el modo en el que provoca emociones diferentes, no solo por añoranza, sino por los matices inesperados propiciados por su nueva situación. Pocos, muy pocos, son capaces de escribir sobre lo minúsculo con la pericia de Tóibín. Y, aunque se sitúe en un tiempo y un lugar concretos, se lee como el duelo de una viuda en cualquier momento y en cualquier lugar —la época solo se deduce por referencias sucintas a sucesos como el alunizaje de 1969 o los disturbios en Irlanda del Norte—. El fondo histórico no es lo importante; lo importante es el equilibrio entre la nostalgia y los comienzos, entre las preocupaciones graves por la subsistencia y las pequeñeces cotidianas. Lo importante es la incertidumbre, la atención a los hijos, los momentos para simplemente recordar. Nora Webster es una novela muy cercana a la vida, al día a día, y eso no cambia.

11 comentarios :

  1. Es un libro que me gustaría leer por lo que cuenta. Y la portada me encanta. Un beso ;)

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    1. Colm Tóibín siempre es recomendable. Me parece uno de los grandes escritores contemporáneos, aunque por aquí no se le conozca mucho, o al menos esa es la sensación que tengo.

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  2. Vi la película de Brooklyn hace unos meses y un conocido mío, que también la vió, me comentó que el libro era mucho mejor, así que desde entonces tengo ganas de leer la novela porque en la película, salvando las distancias, me sentí algo identificada con la protagonista. Un saludo!

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    1. Yo aún no he visto la película, aunque tengo entendido que respeta bastante el libro. La novela es buena, muy buena, creo que la disfrutarás.

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    2. A mi me han dicho que la película es como la "mitad" del libro y si la película está bien, imagino que el libro también. Un saludo!

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  3. Pedazo de reseña... Teniendo en cuenta su trama, es meritorio el hecho de no pecar de sentimentalista.

    Por otro lado, veo que sientes aprecio por Olive Kitteridge. A mi me fascinó la miniserie y por lo que veo la novela también merece una visita.

    Un cordial saludo.

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    1. Colm Tóibín trabaja muy bien lo que yo llamo "emociones contenidas". En "Brooklyn", una protagonista seria, solitaria, poco proclive a exteriorizar sus sentimientos. En "Nora Webster", una mujer terca, firme, que solo se permite la autocompasión en la intimidad. Me parece muy meritorio centrarse en personajes introvertidos y discretos que a priori no lucen tanto como los que tienen un rasgo llamativo en su carácter. Nunca se va por el sentimentalismo ni por el tópico, por mucho que el tema tenga ese riesgo.

      La novela "Olive Kitteridge" es un ejemplo de gran literatura. Cada relato es excelente y, en conjunto, retratan a otra protagonista "difícil". Si no es una obra maestra, poco le falta.

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  4. Tengo aún pendiente Brooklyn, y aunque parece que ésta es una novela menor, no me importaría nada leerla. Parece que merece la pena.
    Besotes!!!

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    1. En efecto, no es perfecta pero es muy recomendable. Como todo lo del autor.

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  5. Brooklyn se me hizo muy pesado y lo acabé porque el autor escribe muy bien. Me gustó mucho más la película, francamente. Nora Webster lo abandoné, no pasaba nada de nada de nada, cero. Aburrido hasta morir. Por cierto me estoy leyendo Los hermanos Burgess de Elisabeth Strout y me está gustando mucho, estoy a la espera de Me llamo Lucy Burton.

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    1. Comparto tus impresiones sobre "Nora Webster", aunque a mí no se me hizo tan pesado como para dejarlo. Su problema, a mi parecer, es que es una novela construida por "acumulación" de acontecimientos, es excesivamente larga y tiene muchos secundarios que son meros figurantes. Le falta un conflicto, un twist o algo que mantenga la tensión, más allá de la superación de la pérdida. A veces, cuando se quierre narrar una historia tal y como sucedió, como parece que hace Tóibín con su madre, pasa esto. Y es una lástima, porque él escribe realmente bien, hay páginas para recrearse. Al menos "Brooklyn" tenía el conflicto del coming-of-age y la duda entre Irlanda o Estados Unidos.

      Disfruta de Elizabeth Strout. Aún no he leído "Los hermanos Burgess", pero "Olive Kitteridge" y "Abide With Me" me encantaron.

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