Edición:
Gatopardo, 2016 (trad. Jaime Zulaika)
Páginas:
320
ISBN:
9788494510007
Precio:
20,95 € (e-book: 9,99 €)
Entre
las recuperaciones más importantes que ha llevado a cabo Gatopardo
hasta el momento, figura Barbara Pym (1913-1980), una
escritora inglesa fundamental de la segunda mitad del siglo XX, a
quien Anne Tyler ha «emparentado»
nada menos que con Jane Austen, Elizabeth Bowen y Elizabeth Taylor
(soul
sisters);
y que cuenta con admiradores ilustres, como Philip Larkin. Barbara
Pym, que estudió Literatura inglesa y trabajó en el Instituto
Internacional Africano de Londres —de esta experiencia surge la
inclusión de antropólogos en sus libros—, consiguió un
considerable éxito en los años cincuenta, época en la que publicó
algunas de sus novelas más reconocidas, como Mujeres
excelentes
(1952), Jane
y Prudence
(1953) y Los
hombres de Wilmet
(1958). Después de este periodo dorado, no obstante, cayó en el
olvido y, desanimada,
dejó
de escribir.
Todavía
le esperaba una sorpresa:
en 1977, Philip Larkin y el crítico lord David Cecil reivindicaron
su obra, lo que renovó el interés por ella y pudo publicar de
nuevo. De esta última etapa, sobresale Murió
la dulce paloma
(1977). Barbara Pym fue editada en España por Anagrama y Lumen, pero
los
cuatro
títulos traducidos
se encuentran descatalogados, por lo que este rescate de Mujeres
excelentes
es una feliz noticia.
Barbara
Pym cultivó la comedia
de costumbres,
género inglés por excelencia, si bien en su trasfondo se aprecia
una amargura camuflada bajo el arrollador sentido del humor. En
Mujeres
excelentes
nos habla Mildred, una treintañera que, en la ciudad de Londres de
posguerra, ha asumido su rol de mujer
soltera.
Tras la muerte de su padre, un vicario y el único familiar que le
quedaba, Mildred reparte su tiempo entre los amigos de toda la vida
(el vicario Julian Malory y su hermana Winifred, también solteros),
las tareas de la parroquia y las obras de beneficencia. Vive sola y,
al menos a ojos de los demás, se siente satisfecha con su pequeño
mundo y no espera que nada cambie. El cambio, sin
embargo,
llega sin avisar con la entrada en escena de sus nuevos vecinos: los
Napier, un matrimonio poco convencional. Ella, Helena, es
antropóloga: una mujer culta e inquieta, sarcástica y poco
«femenina»
en el sentido tradicional del término. Él, Rocky, es un tipo
encantador que sabe hacer sentir cómoda a cualquier persona del sexo
opuesto, salvo a su esposa, con quien tiene una relación de todo
menos romántica. Además de los Napier, la llegada de Allegra, una
viuda atractiva que dista mucho de estar compungida, trastocará
asimismo las vidas de Mildred y sus amigos.
Con
el clásico motivo de lo foráneo como desencadenante de la
acción, Barbara Pym construye una novela fresca e irónica sobre la
ruptura de una
zona de confort,
una novela sobre los límites en los que una soltera parroquiana
enmarca su rutina, y sobre la
mezcla de miedo y atracción que provoca lo desconocido.
Mildred es discreta
y
jovial, acostumbrada a la tranquilidad; el tipo de mujer de quien los
demás esperan que prepare una taza de té para calmar los ánimos
cuando es preciso («a
nadie le gusta realmente que le digan que es un encanto. Hay en el
hecho de serlo una impronta de debilidad y de tontería»,
p.
160). Los recién llegados encarnan, en cambio, un rol diferente que
produce un impacto en ella: por un lado, la inteligente Helena Napier
y la coqueta Allegra representan formas de feminidad desconocidas
para ella, por su experiencia amorosa y, en el caso de la primera,
por su naturaleza intelectual que llama la atención de la
protagonista; y, por el otro, los hombres —Rocky Napier y algún
otro que se cruza en su camino— le hacen plantearse la
posibilidad del amor.
Ella sabe que no encaja con determinados personajes, pero su don de
gentes le permite trabar amistad con facilidad y moverse sin
vergüenza en ambientes que le resultan ajenos.
En
apariencia, Mildred es lo que ella denomina una «mujer
excelente».
No, no se echa flores, más bien al contrario: la mujer excelente es
diestra en las tareas domésticas, colabora con iniciativas
solidarias y se muestra generosa con los demás. «Una
persona sensata, sin intereses personales»
(p. 187), así la describe un personaje. La amiga con la que se puede
contar, la parroquiana fiel, la chica que se desenvuelve en cualquier
situación. Y, con todo, su voz destila una infelicidad recóndita,
una insatisfacción que ha aprendido a dominar con los quehaceres
cotidianos. Esta mujer se define también por lo que le falta: «No
eran las mujeres excelentes las que se casaban sino las personas como
Allegra Gray, que no sabía coser, y Helena Napier, que lo dejaba
todo sin fregar»
(p.
208). La
revelación
del malestar
se produce cuando se empieza a plantear el amor, ella, tan inexperta,
tan torpe en este terreno («El
amor era una cosa bastante terrible […]. No era quizá mi sueño
dorado»,
p. 127).
No obstante, la posibilidad del romance solo es el pretexto para
ahondar en una espina más profunda: la toma de conciencia de que su
vida ha girado siempre en torno a los demás. Apenas se ha permitido
pensar en sí misma, en lo que de verdad desea. La historia de
Mildred no es la aventura fogosa de una solterona que termina
felizmente casada, sino una búsqueda más sutil. Gracias a la
expansión de su red de contactos, Mildred puede reconstruir su
identidad y, quizá, dejarse llevar por sus impulsos, dejar de ser
tan «excelente».
Barbara Pym |
Esta
trama tan sencilla se engrandece por la prosa de Barbara Pym, una verdadera artesana de las palabras: la
fina ironía,
las observaciones ácidas y la capacidad de Mildred para reírse de
sí misma hacen de Mujeres
excelentes
una novela simpática y fabulosa, un ejemplo de narrativa de gran
alcance pero no por ello de menor hondura literaria. No se trata de
una comicidad banal, sino que el humor se emplea a la manera de Jane
Austen, como una herramienta para hacer un retrato social y desvelar
con ingenio las inseguridades de los personajes ante circunstancias que
los descolocan. El manejo del diálogo es brillante, así como la
primera persona de Mildred, tremendamente fluida y vivaz. Hay muchos,
muchos motivos por los que leer esta novela, pero tal vez el mejor de
todos es también el más simple y directo: os lo pasaréis muy, muy
bien.
Le tengo muchas ganas, espero hacerme con este libro pronto.
ResponderEliminarBesos.
Lo vas a disfrutar mucho, estoy segura. ¡Ya me contarás!
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarHace poco leí una reseña tuya sobre otro libro publicado por esta editorial y me dijiste que este libro te había gustado aún más. Después de leer la reseña, veo que es un libro interesante, pero me sigue llamando más la atención "Una vista del puerto", así que creo que empezaré por ahí aunque no descarto seguir por este. ¡Gracias por la reseña!
Un saludo imaginativo...
Patt
Los dos están muy bien. Espero que disfrutes del de Elizabeth Taylor, ya me dirás :).
EliminarNo paras de descubrirme joyitas y tentarme con tus reseñas!
ResponderEliminarBesotes!!!
Este libro en particular creo que podría gustarte mucho. Barbara Pym escribe tan bien, es tan irónica... que te lo pasas genial leyéndola.
EliminarMe ha encantado Mildred, tan inteligente como para darse cuenta de que su vida puede ser algo mas si es capaz de explorar los limites de su rutina y al mismo tiempo con la suficiente confianza en si misma para no idealizar las vidas de las mujeres "distintas" con las que se relaciona.
ResponderEliminarY esa delicada ironia de la autora con la que denuncia esa continua posicion subordinada de las mujeres, que sin un marido en su vida no son nada
Acabo de terminar este libro y no me ha gustado nada... Supongo que me he pasado la lectura esperando el momento en que la protagonista espabila y pone firmes a un par de personajes a su alrededor, pero ese momento nunca llega y uno acaba engullido en el tedioso día a día de Mildred. Supongo que, como dice el comentario anterior, la prosa respira una fina ironía que pretende denunciar la vida de ese tipo de mujeres, pero no sé si lo transmite del todo bien. En una línea muy parecida, disfruté muchísimo más "El gran día de la señorita Pettigrew". Tu reseña me ha gustado mucho, pero me ha parecido más interesante que el libro en sí. :)
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